Yuri Herrera, La transmigración de los cuerpos (Cáceres: Periférica, 2013). 134 páginas. (Gracias, Will, por traerme este libro desde el DF, pero no me cantes boleros, güey...)
En estos días,
cuando uno desciende del avión en cualquier ciudad de Asia, tiene que pasar por
delante de un control médico, y en ocasiones, si existe alguna sospecha o se
han dado síntomas de enfermedad durante el viaje, hasta le tomarán la
temperatura. Es la constante amenaza del virus de la gripe, y las autoridades
no se la toman a la ligera. Tampoco la población: en los trenes y por los
pasajes del eficientísimo sistema de transporte de Hong Kong, para evitar
contagios mucha gente lleva puesta una mascarilla, o como la denomina Yuri
Herrera en esta distópica nouvelle
mexicana, “el tapabocas”.
“Lo despertó una
sed lépera, se levantó y fue a servirse agua pero el garrafón estaba seco y del
grifo escurría nomás un hilo de aire mojado. Miró con rencor el tercio de
mezcal sobre la mesa y sospechó que ése iba a ser un día horrible. No podía
saber que ya era, desde hacía horas, mucho más que el infiernito íntimo que se
había procurado a tragos.” Comienza el día sin agua pero con mezcal para el
Alfaqueque, y empieza sin concesiones pero con un excelente ritmo narrativo La transmigración de los cuerpos de Yuri
Herrera.
Una ciudad no
nombrada por Herrera pero que no es difícil de situar en México es el escenario
de esta breve pero contundente novela. El protagonista es el Alfaqueque, hombre
que se dedica a mediar en conflictos y resolver litigios en los márgenes del
marco legal institucional. Alfaqueque, por cierto, es palabra antiquísima: procedente
del árabe, designa a un hombre que, nombrado por una autoridad pertinente,
tiene como oficio redimir cautivos o libertar esclavos y prisioneros de guerra.
En esa ciudad innombrada
todos los habitantes son potenciales víctimas de una epidemia mortal, al
parecer transmitida por mosquitos, o por unos bichos indeterminados. El
trasfondo viene pues marcado por una situación lúgubre, extraña y amenazadora:
muy poco tráfico en las calles, casas cerradas bajo llave, controles policiales
y de unidades del ejército.
Al Alfaqueque le
llaman para resolver una situación que recuerda en parte al enfrentamiento de
los Montesco y los Capuleto en la tragedia shakesperiana. Recibe el encargo de preparar
el terreno para un acuerdo entre dos familias enfrentadas y que éstas
intercambien a dos jóvenes que tienen secuestrados. La familia de los Castro
tiene a Romeo, y el padre de éste, Delfín, ha secuestrado a la Muñe. El
Alfaqueque cuenta con su propio equipo de colaboradores: el Ñándertal, una suerte
de guardaespaldas, y la enfermera Vicky. Pero la fatalidad quiere que el
intercambio de secuestrados se convertirá en canje de fiambres. Para más inri,
las dos familias enfrentadas son en realidad dos cepas de un mismo clan: es un
giro argumental muy efectivo por parte de Herrera.
Frente a esta
vertiente de la trama, Herrera contrapone los devaneos sexuales del Alfaqueque
con su vecina La Tres Veces Rubia, las desconfianzas de la Ñora, la vecina de
edad, y la sospecha de que el novio de La Tres Veces Rubia se la tiene jurada.
En un libro que
apenas supera las 130 páginas, La transmigración
de los cuerpos destaca más que otra cosa por lo innovador y lo fresco de su
lenguaje: es un peculiar modo de nombrar, y el lector más exigente podrá
disfrutarlo porque es diferente, es contemporáneo y original.
“Un
hijuelachingada cualquiera, cualquiera, se come un pan y a eso hay que buscarle
un nombre, pensó, O un alias de perdis, que es para lo que el discernimiento
alcanza.
Bato
desterrado alias Menonita. Bato roto alias Alfaqueque. Pobre diablo solitario
alias La luz de mis ojos. Pobre mujer expoliada alias Dónde andará. Venganza alias
Desquitanza. El Carajo alias No se preocupe usted. Desprecio alias Quién se
acuerda. Cuánto miedo alias Yo no sé nada. Cuánto miedo alias Aquí estoy bien.
Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, alias Su mero padre. Esto es lo que
esperaba alias Ni crean que me la pueden hacer. Verbo desbravado alias La pura
verdad.” (p. 80)
La transmigración
de los cuerpos es la
tercera novela de Yuri Herrera, quien en una nada extraordinaria entrevista que
publicó El País aquí
arremetía contra la tendencia al amarillismo en los medios de comunicación contemporáneos.
“Incluso los temas más urgentes merecen una reflexión, eso implica respeto a
los hechos y a la lengua,” sugería Herrera hace casi un año. El tiempo parece
que viene a darle la razón. Un autor mexicano a tener marcado, al que voy a
incluir en mi lista de futuras adquisiciones.
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