Chang-rae Lee, The Surrendered (Londres: Little, Brown, 2010). 469 páginas.
“El viaje había casi
terminado”, dice la primera frase de esta ambiciosa novela del estadounidense
Chang-Rae Lee. Pero en realidad, el viaje vital no ha hecho más que comenzar
para June, una jovencita coreana que en 1950 pierde en la guerra a toda su
familia (padre y madre y cuatro hermanos). Logra sobrevivir gracias a una
férrea determinación y su carácter duro e esquivo.
En los caminos y
campos desolados por la guerra, rumbo a Seúl, June conoce a un exsoldado
norteamericano, Hector Brennan, quien la llevará a un orfelinato y finalmente
la ayudará a emigrar a los Estados Unidos. En un arriesgado salto temporal
hacia adelante, Lee nos transporta en el segundo capítulo a la década de los
80: June, convertida en rica propietaria de una tienda de antigüedades, ha
perdido recientemente a su esposo y está enferma. Un cáncer de estómago va a
terminar pronto con su vida, y antes de morir quiere encontrar a su díscolo
hijo Nicholas, que se marchó a Europa ocho años antes y cuyo esporádico
contacto ha perdido hace unos meses.
Para ello ha
contratado a un investigador privado, a quien le encarga también que busque a
Brennan para convencerle de que viaje con ella a Italia a buscar a su hijo (el
hijo de ambos: pues Hector es el padre de Nicholas, el fruto de un coito casual
entre June y el exsoldado bebedor al poco tiempo de llegar a Nueva York tras la
guerra).
La trama es
compleja y enrevesada: los distintos episodios que conforman el grueso de The Surrendered aparecen localizados en
la Manchuria de la década de 1930 en plena invasión japonesa, en la península
de Corea durante la guerra e inmediatamente después de ésta, en la Nueva York
de 1986, y unas semanas después, en Italia. Sería muy fácil interpretar el viaje
de June como un gran gesto de grandilocuencia fictiva, algo que resultaría
harto improbable en la vida real. Y de hecho, el desplazamiento de Hector y
June por Roma, Siena y Solferino es no solamente inverosímil (June consigue
aguantar la tortura de su enfermedad gracias a inyecciones regulares de morfina)
sino algo tortuoso desde el punto de vista narrativo.
El reencuentro de
June y Hector viene propiciado por un excesivamente melodramático accidente en
el que fallecen el detective privado y Dora, la mujer con la que Hector casi
había ideado un cambio positivo para su desdichada vida. Es así como se nos
revela la historia que unió a June y Hector con Sylvie Binet en el orfanato
Nueva Esperanza. Ambos se sintieron intensamente atraídos hacia esta hermosa
mujer, hija de misioneros y adicta a la heroína; varios de los capítulos
centrales construyen una narración sin aristas, sobria y elegante en su
lenguaje y desarrollan las interrogantes que se plantean en torno a la relación
de ambos con ella y su marido en el orfanato, y finalmente, cómo perdió la vida
Sylvie en un devastador incendio.
La idea de la
guerra está omnipresente en The
Surrendered. Para June, la guerra supone desde bien joven el reto de
sobrevivir y los costes que acarrea. Para Hector es una escapatoria del fuerte
recuerdo de su padre, un borrachín. Hay otro tipo de guerra que June tiene que
librar, cuando por mucho que quiera sobrevivir (como había sido siempre su
designio) la enfermedad va a acabar con ella.
Quizás lo más
decepcionante de The Surrendered sea
la resolución de la trama secundaria de Nicholas. No termina de quedar claro si
June reconoce el engaño al que la somete un conocido de su hijo que se hace
pasar por él tras su muerte a causa de una caída de un caballo. Ciertamente,
son muchas las víctimas que transitan por las páginas de la novela. Lee no
escatima esfuerzos ni recursos a la hora de describir los horrores de la
guerra, las brutalidades de los soldados de todos los bandos o las crueldades
de unos niños huérfanos con otros.
Hay también una recurrente
referencia metaliteraria, al libro del instigador de la creación de la Cruz
Roja, Jean Henri Dunant, titulado Un
Souvenir de Solferino, y que Sylvie llevaba consigo desde la salvaje
ejecución de sus padres en Manchuria a manos de una escuadrilla japonesa. El
libro pasó a manos de June, a quien a su vez se lo quitó Nicholas.
La insistencia de
June de acudir al osario de Solferino es la extraña guinda que colma la trama
de The Surrendered. La elección del
nombre del soldado alcoholizado no es casual: Lee le hace oriundo de un pequeño
pueblo del estado de Nueva York llamado Ilion. En lugar de ser un héroe épico,
a lo largo de su vida es testigo de la muerte violenta de todas las personas
por las que siente algo. No es de extrañar que se sienta víctima de una
maldición.
A diferencia de A Gesture Life, que reseñé aquí hace unos meses, The Surrendered no me terminó de convencer. Es una larga obra, de
tan gran ambición que no queda redonda. Son demasiadas las afectaciones
inverosímiles en una trama un poquito sobrecargada. Chang-Rae Lee escribe
primorosamente, pero eso no es suficiente para hacer de esta novela algo
memorable.
The Surrendered la publicó en 2013 en castellano Anagrama, en traducción
de Benito Gómez Ibáñez, bajo el título de Rendidos.
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