Michelle de Kretser, Springtime
(Crows Nest: Allen & Unwin, 2014). 85 páginas.
¿Cómo puede adaptarse el cuento de
fantasmas de nuestros días a las nuevas tendencias de la literatura en el siglo
XXI? ¿Qué características deberá descartar un autor de las que tradicionalmente
se han adscrito al género, y cuáles deberán retenerse o transformarse? El
tiempo, sin duda alguna, dará las respuestas oportunas, pero por ahora los
lectores tendremos que contentarnos con leer nuevas propuestas y decidir qué
nos gusta y qué no.
La lectura de la nouvelle más reciente de Michelle de Kretser me recuerda hasta qué
punto las narraciones góticas de horror e imaginación de Edgar Allan Poe
demostraron poseer un muy alto nivel de innovación para su época, el siglo XIX.
Springtime, sin embargo, no tiene
nada de gótico; muy al contrario. El sol deslumbra y titila en el Río Cook de
Sydney mientras la protagonista, Frances, pasea a su asustadizo perro Rod por
los barrios del área occidental de la capital de Nueva Gales del Sur siempre
que no está entregada a la escritura de su tesis doctoral, que trata de los objetos
retratados en la pintura francesa del siglo XVIII.
Frances se ha mudado recientemente desde Melbourne
para vivir con Charlie. El traslado (naturalmente) da lugar a conversaciones
del tipo que solamente gente de Melbourne o Sydney pensarían que vale la pena
tener:
“Una de las cosas que le habían dicho en Melbourne
cuando anunció que se mudaba a Sydney fue, Echarás de menos los parques. Otros
comentarios incluían: Allí no hay buenas librerías. Y, ¿qué harás para comer
bien?” (p. 1, mi traducción)
Charlie estuvo casado anteriormente, y
tiene un hijo, Luke, quien parece disfrutar atormentando a Rod cuando viene de Melbourne
a visitar a su padre. De Kretser es una muy hábil narradora (véanse Questions of Travel, ganadora del Premio
Miles Franklin y candidata al Man Booker, o The Lost Dog), en la mezcla de detalles visuales y las insinuaciones que deja
caer para ayudar al lector de manera gradual a que saque sus propias
conclusiones: ‘El niño pataleaba el suelo o chasqueaba la lengua para atraer a
Rod, mientras observaba todo el tiempo a Frances con el rabillo del ojo – picaramente,
pensaba ella. Al final, resultaba más fácil sacar a Rod al jardín.’ (p. 38, mi
traducción)
Es durante uno de esos paseos con el perro
por el caprichoso diseño de las calles de Sydney que cuando Frances se asusta
por primera vez con lo que ella cree que es una vieja señora que lleva un
vestido rosáceo y un sombrero de ala ancha, acompañada de un bull terrier que
solamente ella puede ver.
“[Las] visiones parciales, los falsos
encuentros, se repitieron a intervalos a lo largo de semanas. Un día, mientras
pasaba de largo cerca de la mujer y su perro, Frances se dio cuenta de que cada
vez que los veía a los dos, estaba ella sola en el sendero.” (p. 11, mi
traducción)
Al igual que en Questions of Travel, la prosa de De Kretser es frugal y avanza a un
ritmo relajado: atrapa lo esencial en pocas palabras y las sirve tal si fueran
canapés en taquitos en una fiesta o una recepción. De esta manera tan solvente
se narra la presentación propia de un personaje secundario en una velada:
“Tim – músculos y loción de afeitado – repartía
tarjetas: Tim Prescott, Creador. Organizaba
lanzamientos de productos, les explicó, «todo, desde el concepto a los
resultados de una comunicación creativa».” (p. 26, mi traducción)
Mas será en otra cena distinta a la que
acuden Frances y Charlie donde se situará la escena para que ella revele el
episodio del avistamiento de un fantasma. Después Frances tratará de minimizar
las consecuencias que su historia tiene no solo sobre Charlie sino también en
los otros comensales, pero de Kretser da a entender que el desacuerdo
resultante entre ambos pudiera causar mayores problemas en su relación, la cual
atraviesa ya por ciertas turbulencias por causa del errático comportamiento en
el teléfono de la exesposa de Charlie.
Cabe imaginar que en nuestra avanzada era
de la tecnología de la información escribir los más tradicionales cuentos de fantasmas.
Springtime no obstante negocia con éxito
los límites que caracterizan el género. Aun siendo un episodio significativo en
la narración, la visión del fantasma no parece ser en ningún momento el factor
más importante en la transformación de Frances. Cuando Charlie le exige que
explique por qué no había dicho nada de la visión sobrenatural, ella rápidamente
descarta la posibilidad de que fuera un espectro:
Los fantasmas requerían calma y la aplicación
de la lógica. «No me digas lo que sientes, dime lo que piensas…» Las
investigaciones realizadas en condiciones científicas habían demostrado que los
fantasmas son solamente un olor que desataba el miedo en el cerebro. (p. 59, mi
traducción)
Lo que apenas un párrafo antes de manera sarcástica
(y autorreferencial) se llama “el resultado de una comunicación creativa” se
convierte en un tema todavía más acuciante. Una taimada Frances planeará una visita en solitario a la
casa donde cree que ha visto el fantasma, para poder dar validez a sus
impresiones iniciales. Lo que le muestran en la casa debería poner punto final
a sus discusiones. ¿Pero lo hará de verdad?
Springtime es una curiosa historia sobre una joven
que se muda de ciudad, un librito muy breve en el que abundan la ironía y la
sutileza, y con un desenlace sorprendente como colofón. Trata, algo de refilón,
de la no permanencia de los seres humanos en este mundo tras su muerte, pero el
tema fundamental es de qué manera tan aparentemente imperceptible cambian
nuestros sentimientos y emociones a lo largo de los años. Aunque esas personas por
las que solíamos tener sentimientos tan intensos ya no están – o nos las sentimos – tan cercanas, no es menos
cierto que han dejado su marca imborrable.
Springtime lo ha publicado Allen & Unwin de
forma exquisita en tapa dura, e incluye unos cuantos grabados en color,
sumamente atractivos, del fotógrafo Torkil Gudnason. Es el tipo de generosidad
que se ha vuelto cada vez más rara en el mundo editorial, de modo que quizás debiéramos
agradecerlo.
Esta es la versión en castellano de la reseña publicada originalmente en inglés en Transnational Literature. Puedes leer el texto en inglés aquí.
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