Ian McEwan, Sweet Tooth (Londres: Jonathan Cape, 2012). 320 páginas.
Felizmente,
McEwan nunca dejará de sorprendernos. Desde que leí su primer libro, First Love, Last Rites, allá en la
década de los 80, cuando estaba yo estudiando Filología Inglesa y McEwan ya se
había labrado una reputación, hasta su novela más reciente, Nutshell, han pasado más de tres
décadas. Como lector he disfrutado mucho con la mayoría de sus libros – no con
todos. Saturday me enojó lo
indecible, y he de admitir que le perdí la pista durante unos cuantos años. No
creo exagerar cuando digo que McEwan sigue siendo uno de los mejores en su
oficio.
En Sweet Tooth el autor inglés nos lleva a
la década de los 70, al mundo de las agencias de inteligencia de aquella época;
hoy en día las mismas agencias operan en otros ámbitos, pero no creo que el
nivel de intromisión de los gobiernos en la producción cultural haya
disminuido. Al fin y al cabo, la concesión de ayudas gubernamentales a
escritores, artistas y creadores culturales no deja de representar una
distorsión del mercado.
Así pues: década
de los 70, Serena Frome nos cuenta que hace unos pocos años se graduó por la
Universidad de Cambridge, donde cursó Matemáticas, aunque lo que verdaderamente
le llamaba era la literatura. Tras una relación con un joven que todavía no ha
salido del armario, Serena conoció a un viejo profesor, Tony Canning. Con él
pasará muchos ratos inolvidables, escondidos de la mujer de Canning y del
mundo; aprenderá mucho y llegará a adorar al maduro profesor.
Un día las cosas
se tuercen, y Canning decide terminar la relación muy bruscamente. A pesar de
ello, Serena decide presentarse a la entrevista de trabajo que le ha procurado
su examante. Y consigue el puesto, dentro de la conocida agencia MI5. Comienza
en un puesto meramente administrativo, pero a las pocas semanas le encomiendan su
primera misión seria. Se trata de captar a un joven novelista afincado en
Brighton para un proyecto de propaganda ideológica que contrarreste la amenaza soviética;
el proyecto lo financiará el MI5 a través de una fundación fantasma cuyo principal
estandarte es, por supuesto, la libertad.
Brighton Railway Station - a good place to shatter someone's fictional romance? Fotografía de Simon Carey |
¿Quién es el objetivo
al que deberá dirigirse la joven y atractiva Serena? Tom Haley. Una joven
promesa de la escena literaria (McEwan le hace compartir el ficticio escenario de
una velada literaria con un tal Martin Amis), los cuentos que escribe Haley
(que muy bien podrían haber sido creaciones del McEwan de aquella época) le
encantan a Serena. Tras conocerse en persona, la atracción mutua que sienten es
irresistible.
Claro que para
una agente secreta enamorarse de la persona a la que estás engañando no es la
mejor idea, ¿verdad? Serena se mete en camisa de once varas: no puede revelarle
a Tom la verdad sobre el origen del dinero con el que él la está invitando a
cenar y beber a lo grande los fines de semana en Brighton, pero tampoco quiere
desaprovechar el partido que la vida le ha puesto por delante, una vez que Tony
Canning ha muerto en una remota isla del Báltico. ¿Ser o no ser?
No te cuento más,
para evitarte un spoiler. Sweet Tooth tiene un sinnúmero de giros
inesperados y guiños divertidísimos al tradicional thriller de espías, y todo
ello ejecutado con la maestría que caracteriza la obra de McEwan. Solamente añado
que el último capítulo es un gran colofón, el remate experto de un gran autor, quien
hace como Juan Palomo, “yo me lo guiso, yo me lo como”.
La caracterización
de Serena Frome es ciertamente exquisita, aunque habrá quien le encuentre
defectos. La misoginia que se palpa en MI5 es escandalosa – eran al fin y al
cabo los años 70.
Bajo la engañosa apariencia
de una novela de espionaje y agentes secretos, McEwan crea un preciosista diálogo
en torno a, e ingeniosa burla de, todo lo que se ha esgrimido como convenciones
inevitables en la construcción de la novela. ¿Es el autor el que escribe o el
que es escrito?
Sweet Tooth se publicó ya en España en 2013: en castellano, Operación Dulce (en Anagrama, traducción
de Jaime Zulaika); i en català,
Operació Caramel (Empúries, traduït
per Albert Torrescasana).
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