Katherine Boo, Behind the Beautiful Forevers (Brunswick: Scribe, 2012). 256 páginas.
En la extensa
nota de la autora que sigue a este impresionante libro, Katherine Boo hace la
siguiente reflexión: “En lugares donde las prioridades gubernamentales y los
imperativos de los mercados crean un mundo tan antojadizo que ayudar a un
vecino significa poner en riesgo tu capacidad para alimentar a la familia, y a
veces incluso tu propia libertad, la idea de la comunidad pobre que se
proporciona apoyo de forma recíproca queda demolida. Los pobres se echan unos a
otros la culpa por las decisiones que toman los gobiernos y los mercados, y
nosotros, los que no somos pobres, estamos dispuestos a echarles la culpa a los
pobres con la misma dureza.”
Behind the Beautiful Forevers, el primer libro de Katherine Boo, es un
reportaje basado en las vivencias de la autora a lo largo de varios años en
diferentes barrios bajos o colonias míseras de la gran ciudad india de Mumbai,
y especialmente en un barrio (actualmente demolido) llamado Annawadi. No se
trata pues de una obra de ficción, y en parte radica en esa característica su
enorme impacto.
La crónica se
inicia in medias res: “Se echaba la
noche, la mujer con una sola pierna estaba gravemente quemada, y la policía de
Mumbai venía en busca de Abdul y su familia. En la choza de la villa miseria
adyacente al aeropuerto, los padres de Abdul alcanzaron una decisión con una
poco acostumbrada economía de palabras. El padre, un hombre enfermo, esperaría en
el exterior de la casucha de techo de lata llena de desperdicios desparramados
en la que residía la familia. Se marcharía sin hacer ruido cuando lo
arrestasen. Abdul, que era la fuente de ingresos de la familia, era el que
tenía que huir.”
La historia se
centra en ese barrio, Annawadi, y principalmente en tres familias distintas,
dos musulmanas y una hindú. El joven Abdul (de quien nadie sabe a ciencia
cierta su edad) se dedica a la compraventa de basura para reciclaje; la vecina,
una mujer tullida llamada Fátima o La Coja, les tiene inquina porque han
logrado cierta estabilidad económica, y malvive vendiendo su cuerpo, para
deshonra del marido, un hombre enfermo y anciano.
La tercera
familia es la de Asha, una mujer madura y ambiciosa que constantemente busca
hacer chanchullos con políticos menores, oficiales de policía y pequeños
delincuentes. Su mayor ambición es entrar en política y convertirse en jefa oficiosa
del barrio. Su hija Manju ejerce de maestra mientras trata de completar su educación
y llegar a ser la primera residente del barrio en obtener un título
universitario.
En la cama del
hospital, del que saldrá en un ataúd, Fátima acusa a Abdul, a su padre y a su
hermana mayor de haberle propinado una paliza y de haberle incitado a su autoinmolación.
La narración sigue el proceso judicial – con elementos verdaderamente esperpénticos,
ríete tú del caso Gürtel.
Boo nos hace acompañar
a numerosos personajes del mísero poblado a la sombra del aeropuerto y de los
lujosos hoteles de cinco estrellas cercanos. Behind the Beautiful Forevers tiene un planteamiento totalmente
diferente de la
ficción de Aravind Adiga en The White Tiger; el título de este turbador relato
hace referencia a las vallas publicitarias que ocultan la miseria y las improvisadas
viviendas a las miradas de los turistas que llegan a Mumbai. Son enormes vallas
que anuncian baldosas de estilo italiano (podrían ser de Porcelanosa o de
Pamesa, por ejemplo), y que vanidosamente prometen belleza permanente:
BEAUTIFUL FOREVER.
Boo se ausenta de
la historia, paradójicamente a través de una voz narradora omnisciente, lo que
convierte esta crónica, al menos formalmente, en una novela. Y lo hace sin
fisuras. La moraleja viene a ser que la pobreza reduce la posibilidad de
alcanzar no solo una felicidad – mayormente basada en los estándares occidentales
– sino también una cualidad moral, pues la miseria les obliga a moverse dentro
de un sistema tan corrompido que para sobrevivir en él es necesario corromperse.
La única pega que
le puedo poner a Katherine Boo es el uso equivocado de la palabra traductor. En
la nota posterior al relato, la autora agradece la ayuda de tres traductores en
sus entrevistas con los habitantes de los barrios bajos (que obviamente no
dominan el inglés). Se debe tratar, obviamente, de intérpretes.
La autora de Behind the Beautiful Forevers recibió el
Premio Pulitzer hace varios años. Es una periodista consumada, habitual en una
de mis revistas favoritas, The New Yorker,
y a lo largo de todo el relato demuestra tener un estupendo ojo para capturar
detalles y extraer conclusiones sin explicitarlas. El mundo de la corrupción en
la India queda expuesto con una naturalidad sorprendente. Quizá debería alguien
invitarla a que se pasara unos meses en mi muy maltrecho País Valencià, a ver
qué descubría.