La narradora de
esta nouvelle de Sònia Hernández estaba atravesando una profunda crisis
profesional y existencial cuando le surgió una magnífica oportunidad de tratar
de relanzar su vida. Desde muy bajos niveles de autoestima y un desolador
horizonte profesional, anímico y familiar, tras conocer a un famoso pintor la
señora puede escribir un reportaje o un artículo para el periódico en el que
solía trabajar.
La oportunidad se
le presenta cuando su hija Berta se desmaya mientras escrutaba uno de los
cuadros del pintor Vicente Rojo, expuesto en su instituto. El hecho es, sin embargo,
que Berta estaba jugando a algo que ella denomina prosopagnosia. La prosopagnosia
es un trastorno de carácter neurológico que ocasiona que quien lo padece no
pueda reconocer los rostros de personas que ya conoce. Berta suele jugar frente
al espejo en casa o con compañeros de clase: aguantan la respiración hasta que la
falta de oxígeno en sus cerebros distorsiona la visión de las personas y
objetos que tienen delante.
Es el pintor
quien ayuda a Berta a volver a su casa. El entorno doméstico está muy lejos de
ser el ideal para una adolescente obsesionada con la fealdad. Todo es feo,
según Berta. Comenzando por ella misma. El padre se marchó. La madre tiene
serios problemas de sobrepeso. Cuando conoce al hombre que dice ser Vicente
Rojo, se agarra a la circunstancia de tener a su alcance una posible exclusiva
con el pintor como a un clavo ardiendo. ¿Una salida, un augurio de superación
personal y logros profesionales que barrunten un regreso a una existencia más
tolerable?
Vicente Rojo: El verdadero. Fotografía de Milton Martínez - Secretaría de Cultura CDMX. |
La segunda parte
del libro apenas desarrolla la trama. Berta sugiere que sea el pintor, sea
Vicente Rojo o no, quien ayude a la comunidad escolar del instituto a pintar un
gran mural en honor de su compañero y amigo Mario, que ha sido diagnosticado
con una grave enfermedad. El hombre que se cree Vicente Rojo titubea, no tiene
nada claro que su contribución vaya a tener significancia. Pero la madre
insiste y le visita en su estudio en entrevistas que con cada vez mayor
frecuencia semejan ser sesiones terapéuticas. La labor periodística deja de ser
una prioridad.
También el pintor terminará confesando su mentira vital. La lección que nos invita a extraer El hombre que se creía Vicente Rojo, pienso, es que todos podemos reinventar nuestra persona, romper con el pasado para construir una nueva identidad que nos satisfaga. O que nos deje vivir en paz. Y eso merece celebrarse con una opípara merienda, aunque solo sea por superar una vez más la sensación de que llegaba un final de algo. ¿De un libro sobre un hombre que se creía Vicente Rojo?
23/12/2021. My slightly different review of the English translation of the book (published as Prosopagnosia) has appeared in The AALITRA Review (16) 2021.