Simon Armitage, Walking Home (Oxford: ISIS, 2013). 285 páginas.
Un viaje de 256
millas, o lo que es lo mismo, 428 km, cruzando de norte a sur los Peninos, la
cordillera que une los Midlands ingleses con Escocia, parando cada noche en un
lugar distinto para llevar a cabo un recital de poesía. Un trovador del siglo
XXI, armado de GPS por si las moscas, pertrechado de teléfono móvil para grabar
sus notas y un cargamento irracional de barritas Mars de chocolate.
En el verano de 2010
Simon Armitage puso en su web un anuncio. Se proponía recorrer el Pennine Way
de norte a sur (en dirección contraria a la que suele tomar todo el mundo) y
solicitaba la ayuda de todo aquel que apreciara la poesía. En apenas unos meses
ya tenía más o menos organizado el viaje, con promesa de cama y comida cada
noche y compañía en el camino. Para costearse el viaje se propone hacer un
recital de poesía cada noche en un lugar diferente y aceptar los donativos que
los concurrentes tengan a bien dejarle en el calcetín limpio que le acompaña a
tal efecto. Los libros de poesía le acompañarán en una maleta (apodada the Tombstone, “la Lápida”) que amables
voluntarios llevarán de un punto a otro en el norte de Inglaterra por medios de
transporte más convencionales. La única noche en que no habrá recital, nos
avisa, es la de la final de la Copa del Mundo en Sudáfrica. Cada uno debe
definir sus prioridades de antemano.
High Force - fotografía de Les Hull
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Walking Home es el resultado de esa odisea moderna. Como dice
el título, Armitage va camino de casa. Nacido en Marsden, por donde pasa el
Camino de los Peninos, Armitage ha vivido siempre en el norte de Inglaterra. Es
un libro atípico: cada día el caminante se encuentra en un estado de ánimo
diferente, y las vicisitudes de la marcha son lógicamente diferentes. Cuando se
pierde en los montes Cheviot, cerca de la frontera con Escocia, Armitage está
en un tris de abandonar su ambiciosa empresa.
Maize Beck - fotografía de Les Hull
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No es, en el sentido
estricto del género, un libro de viajes. Es innegable que se trata del libro de
un poeta, pero no hay únicamente poesía, sino también (y en dosis muy
generosas) mucho humor. La mayor parte del recorrido Armitage iba acompañado de
voluntarios que habían respondido a su anuncio. Las conversaciones, pero también
los silencios, son en ocasiones materia para la reflexión. “Emprender el camino
es rendirse al saber popular y afrontar un reto contra el propio ser. Desde el
punto de vista físico, asumí que no estaría a la altura, y resultó que sí lo
estuve. Desde el punto de vista mental,
pensé que sería más que capaz de hacerlo, y resultó que no lo fui.” (p.
278, mi traducción)
Barro, barro y más barro... Fotografía de Oliver Dixon |
A pesar del
barro, la lluvia, la niebla (Inglaterra en verano, don’t you just love it?), la pesadez de las piernas tras dos
semanas de caminar jornadas enteras, el juglar contemporáneo termina el
recorrido (no llegó a completar el trayecto, por cierto – decidió no hacer los últimos diez kilómetros) con poco
más de 3000 libras en el bolsillo (ya no estaban en el calcetín). Para los que nos
gusta caminar, este es un libro recomendable porque Armitage describe muy bien
las sensaciones que deja en la memoria un largo trayecto de este tipo. Como
lector, sin embargo, me quedé con ganas de saber algo más acerca de los
recitales, por la mayoría de los cuales Armitage pasa de puntillas.
Peldaños para el caminante. Jacobs Ladder. Fotografía de Clem Rutter |
Hay en Australia varios
senderos de largo recorrido que bien podrían servir de inspiración a algún bardo
ambicioso y pertinaz. Que no espere sin embargo que canguros, wallabies, zarigüeyas, wombats y koalas le llenen el calcetín
de dólares. Por las tierras que cruza el Sendero de los Alpes Australianos
(Australian Alps Walking Track) apenas encontraría unas cuantas granjas, y poco
más. Pero si alguien se anima, pues buena suerte. Le esperaré en el Namadgi Visitor Centre.