Joan Margarit. No era lluny ni difícil (Barcelona: Proa, 2010). 109 páginas.
Decía recientemente en una entrevista el gran poeta argentino Juan Gelman que, como poeta, el mejor modo de respetar a sus lectores es no pensar en ellos cuando escribe. Dar por sentado que un lector estará alerta para reescribir los poemas que uno escriba puede ser un óptimo fundamento para una filosofía poética. Joan Margarit también edifica poemas para que el lector los reconstruya desde su posición de lectura.
Margarit (nacido en 1938) ha sido galardonado a lo largo de su trayectoria literaria con dos importantes premios: el Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura español, y el Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya. No era lluny ni difícil es su último poemario. Es un íntimo estudio de las impresiones a que nos inducen la vejez y la evidente cercanía de la muerte.
La poesía de Margarit tiene el sólido sostén de la concisión y la sencillez, con imágenes directas y por lo general desnudas de adjetivos. En ‘Balada de la poesia’ (p. 25), Margarit reflexiona sobre su vida como arquitecto y poeta (‘He bastit estructures d’edificis’) y sobre el paso del tiempo (‘i jo m’he anat fent vell veient el sol/sortir a cops de martell rere les bigues’ – ‘and I’ve been getting old seeing the sun/rise by hammer blows behind the beams’), para concluir que tiene que seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida: ‘el que mai no s’acaba: construir’; o también escribir.
Hay también en No era lluny ni difícil poemas que nos advierten, a los que somos un poco más jóvenes, de la amargura y decepción que conlleva la vejez. En ‘Aquí t’espero’, un hombre mayor siente, mientras le da cuerda a su reloj de pulsera, cómo la artritis en las manos le marca un tiempo mucho más despiadado, y una erección le hace rememorar tiempos de juventud. Pero no sonríe: ‘La força del silenci no canvia,/tampoc les lleis del món…’ – ‘The force of silence doesn’t change,/neither do the laws of the world…’
En No era lluny ni difícil Margarit nos habla principalmente de dos temas: el amor y el agotamiento de nuestro tiempo en la tierra, el invierno de la vida. El presentimiento de la cercanía de la muerte queda expresado en diversas pero poderosas imágenes: con el invierno y el frío (en ‘Lírica dels 70 anys’), o con la luz en la boca de un túnel al que todos vamos acercándonos (en ‘Túnel’).
No todos los poemas en No era lluny ni difícil tienen el carácter intimista que predomina en el volumen. Hay también referencias a la guerra civil española y sus imborrables secuelas en la vida de los que, como Margarit, crecieron en la crueldad de la posguerra y en el régimen represor fascista de Franco (‘Una història’); o una mirada nostálgica al mayo del 68 francés tomando nota de las calles de París en la primera década del siglo XXI.
En el epílogo al libro, Margarit nos habla de un tiempo, este tiempo presente, que no es el suyo. Es, en mi opinión, un texto que merece mucha consideración, y por ello incluyo la traducción de algunos fragmentos especialmente elocuentes al inglés:
‘No era lluny ni difícil. Ja és aquí aquest temps, que no és el meu, en el qual visc amb una barreja agredolça de proximitat i distància. […] No, aquest temps no és el meu, però és ara quan, en bona part gràcies a la poesia, sento unes ràfegues d’alegria tranquil•la que anys enrere desconeixia. […] Penso que l’assumpció d’aquests sentiments [la soledat i la tristessa] és com un mecanisme de rellotgeria que la vida va activant per situar la mort en un horitzó familiar. He entés les respostes més perilloses que la proximitat de la mort pot generar i que se situen entre dos extrems: la desesperació i la fugida cap endavant, és a dir, la submissió a valors de la joventut. Per tant, també, una forma de la desesperació.’
‘It was neither far nor difficult. Here is this time that is not mine, in which I live with a mixture of both proximity and distance. […] No, this time is not my time, but it is now when, mostly thanks to poetry, I can feel the gusts of a calm gladness that I did not know years ago. […] I think that assuming these feelings [loneliness and sadness] is like a clockwork mechanism that life activates, so that we can place death on a familiar horizon. I have come to understand the most dangerous responses that the nearness of death can generate; they are situated between two extremes: desperation and going for broke, that is to say, submission to youth values. Therefore, a form of desperation, too ’.
Como decía Gelman, el poeta demuestra su consideración por el lector al no pensar en la reacción del lector mientras escribe. De igual modo, el propio Margarit subraya algo muy similar en su epílogo: ‘No he trobat una manera millor d’estimar els altres que l’exercici de la poesia, a vegades com a lector i a vegades com a poeta – he dit en moltes ocasions que per a mi les dues opcions són el mateix – i posant […] la mateixa honestitat que desitjaria i procuro practicar en qualsevol aspecte de la vida’ – ‘I haven’t found a better way to care for others than poetry, sometimes as a reader and sometimes as a poet – I have often said that both options are the same to me – and placing the same degree of honesty I should wish and I try to practise on any aspect of life.’
En la contraportada de No era lluny ni difícil figura uno de los más bellos poemas que he leído en mucho tiempo, y con el cual me identifico muy intensamente. ‘Tancant l'apartament de la platja’ describe un momento muy íntimo, muy personal, lleno de una emoción terrible, profunda, inconcebible para muchos. No todos los lectores pueden aspirar a imaginarla; otros, en cambio, podemos sentirla cada vez que salimos de casa y la dejamos vacía.
Tancant l’apartament de la platja
Ja està net i endreçat.
Els armaris tancats, com les finestres.
No ens hem descuidat res damunt dels mobles.
El dormitori amb el llit fet,
la tauleta de nit amb el retrat
de la noia amb els ulls il•luminats
per un somriure.
Tot l’hivern sola i escoltant el mar.
Closing the beach apartment
It’s now clean, tidied up.
The cupboards are shut, the windows too.
We’ve left nothing lying about on the furniture.
The bed is made in our bedroom,
on the bedside table sits the portrait
of our girl, whose eyes are brightened up
by a smile.
Alone all winter, she’ll listen to the waves.
Fins i tot, ara mateix, em sembla que jo mateix puc escoltar aquest brogit de les ones, tan familiar…