5 may 2011

Reseña: No era lluny ni difícil, de Joan Margarit



Joan Margarit. No era lluny ni difícil (Barcelona: Proa, 2010). 109 páginas.

Decía recientemente en una entrevista el gran poeta argentino Juan Gelman que, como poeta, el mejor modo de respetar a sus lectores es no pensar en ellos cuando escribe. Dar por sentado que un lector estará alerta para reescribir los poemas que uno escriba puede ser un óptimo fundamento para una filosofía poética. Joan Margarit también edifica poemas para que el lector los reconstruya desde su posición de lectura.

Margarit (nacido en 1938) ha sido galardonado a lo largo de su trayectoria literaria con dos importantes premios: el Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura español, y el Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya. No era lluny ni difícil es su último poemario. Es un íntimo estudio de las impresiones a que nos inducen la vejez y la evidente cercanía de la muerte.


La poesía de Margarit tiene el sólido sostén de la concisión y la sencillez, con imágenes directas y por lo general desnudas de adjetivos. En ‘Balada de la poesia’ (p. 25), Margarit reflexiona sobre su vida como arquitecto y poeta (‘He bastit estructures d’edificis’) y sobre el paso del tiempo (‘i jo m’he anat fent vell veient el sol/sortir a cops de martell rere les bigues’ – ‘and I’ve been getting old seeing the sun/rise by hammer blows behind the beams’), para concluir que tiene que seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida: ‘el que mai no s’acaba: construir’; o también escribir.

Hay también en No era lluny ni difícil poemas que nos advierten, a los que somos un poco más jóvenes, de la amargura y decepción que conlleva la vejez. En ‘Aquí t’espero’, un hombre mayor siente, mientras le da cuerda a su reloj de pulsera, cómo la artritis en las manos le marca un tiempo mucho más despiadado, y una erección le hace rememorar tiempos de juventud. Pero no sonríe: ‘La força del silenci no canvia,/tampoc les lleis del món…’ – ‘The force of silence doesn’t change,/neither do the laws of the world…’

En No era lluny ni difícil Margarit nos habla principalmente de dos temas: el amor y el agotamiento de nuestro tiempo en la tierra, el invierno de la vida. El presentimiento de la cercanía de la muerte queda expresado en diversas pero poderosas imágenes: con el invierno y el frío (en ‘Lírica dels 70 anys’), o con la luz en la boca de un túnel al que todos vamos acercándonos (en ‘Túnel’).

No todos los poemas en No era lluny ni difícil tienen el carácter intimista que predomina en el volumen. Hay también referencias a la guerra civil española y sus imborrables secuelas en la vida de los que, como Margarit, crecieron en la crueldad de la posguerra y en el régimen represor fascista de Franco (‘Una història’); o una mirada nostálgica al mayo del 68 francés tomando nota de las calles de París en la primera década del siglo XXI.

En el epílogo al libro, Margarit nos habla de un tiempo, este tiempo presente, que no es el suyo. Es, en mi opinión, un texto que merece mucha consideración, y por ello incluyo la traducción de algunos fragmentos especialmente elocuentes al inglés:

 
‘No era lluny ni difícil. Ja és aquí aquest temps, que no és el meu, en el qual visc amb una barreja agredolça de proximitat i distància. […] No, aquest temps no és el meu, però és ara quan, en bona part gràcies a la poesia, sento unes ràfegues d’alegria tranquil•la que anys enrere desconeixia. […] Penso que l’assumpció d’aquests sentiments [la soledat i la tristessa] és com un mecanisme de rellotgeria que la vida va activant per situar la mort en un horitzó familiar. He entés les respostes més perilloses que la proximitat de la mort pot generar i que se situen entre dos extrems: la desesperació i la fugida cap endavant, és a dir, la submissió a valors de la joventut. Per tant, també, una forma de la desesperació.’

‘It was neither far nor difficult. Here is this time that is not mine, in which I live with a mixture of both proximity and distance. […] No, this time is not my time, but it is now when, mostly thanks to poetry, I can feel the gusts of a calm gladness that I did not know years ago. […] I think that assuming these feelings [loneliness and sadness] is like a clockwork mechanism that life activates, so that we can place death on a familiar horizon. I have come to understand the most dangerous responses that the nearness of death can generate; they are situated between two extremes: desperation and going for broke, that is to say, submission to youth values. Therefore, a form of desperation, too ’.

Como decía Gelman, el poeta demuestra su consideración por el lector al no pensar en la reacción del lector mientras escribe. De igual modo, el propio Margarit subraya algo muy similar en su epílogo: ‘No he trobat una manera millor d’estimar els altres que l’exercici de la poesia, a vegades com a lector i a vegades com a poeta – he dit en moltes ocasions que per a mi les dues opcions són el mateix – i posant […] la mateixa honestitat que desitjaria i procuro practicar en qualsevol aspecte de la vida’ – ‘I haven’t found a better way to care for others than poetry, sometimes as a reader and sometimes as a poet – I have often said that both options are the same to me – and placing the same degree of honesty I should wish and I try to practise on any aspect of life.’

En la contraportada de No era lluny ni difícil figura uno de los más bellos poemas que he leído en mucho tiempo, y con el cual me identifico muy intensamente. ‘Tancant l'apartament de la platja’ describe un momento muy íntimo, muy personal, lleno de una emoción terrible, profunda, inconcebible para muchos. No todos los lectores pueden aspirar a imaginarla; otros, en cambio, podemos sentirla cada vez que salimos de casa y la dejamos vacía.


Tancant l’apartament de la platja

Ja està net i endreçat.

Els armaris tancats, com les finestres.

No ens hem descuidat res damunt dels mobles.

El dormitori amb el llit fet,

la tauleta de nit amb el retrat

de la noia amb els ulls il•luminats

per un somriure.

Tot l’hivern sola i escoltant el mar.



Closing the beach apartment

It’s now clean, tidied up.

The cupboards are shut, the windows too.

We’ve left nothing lying about on the furniture.

The bed is made in our bedroom,

on the bedside table sits the portrait

of our girl, whose eyes are brightened up

by a smile.

Alone all winter, she’ll listen to the waves.




Fins i tot, ara mateix, em sembla que jo mateix puc escoltar aquest brogit de les ones, tan familiar…

4 may 2011

Reseña: The Prisoner of Mount Warning, de Michael Wilding



Michael Wilding, The Prisoner of Mount Warning (North Melbourne: Australian Scholarly Publishing, 2010). 240 páginas.

‘Cuando sonó el teléfono, Plant lo cogió. Fue ese un error que no hubiera cometido en tiempos mejores. En otros tiempos. Hoy en día no sonaba con mucha frecuencia, pero su injustificado optimismo y una curiosidad sin causa aparente pudieron con él. Una vez más.’ Así comienza esta curiosa novela de Michael Wilding. El protagonista, Plant, es un escritor que ha tenido que dedicarse al periodismo de investigación para poder vivir.

Esa llamada telefónica le llevará a una reunión en un restaurante de Sydney, donde el editor de la sección de cultura de un importante rotativo le ofrece un trabajo. Plant tiene que encontrar a un hombre llamado Dorritt, quien según parece está escribiendo un libro, en el cual revelará un episodio de la década de los setenta, alegando que fue secuestrado, torturado, drogado y sometido a vejaciones sexuales por los miembros de un cenáculo libertario y alternativo en una granja cerca de Mount Warning, en las afueras de Byron Bay, Nueva Gales del Sur.

Plant logra contactar con Dorritt y empieza a hacer averiguaciones acerca de lo sucedido. Descubre que Dorritt estaba realizando una investigación sobre revistas y periódicos alternativos producidos por grupos de tipo hippy cuando fue víctima de una aguda crisis nerviosa.

Pero entre sus averiguaciones se incluye la curiosa coincidencia de que el editor, Huxter, su amiga Angela Dark y un negro literario, escritor de discursos para políticos, llamado Ghostly Sperrit (!), formaban parte de uno de esos cenáculos alternativos a los que Dorritt investigaba cuando fue víctima del rapto.

Enredado en una trama de espionaje y vigilancia en la cual muy pronto se convierte él mismo en blanco, Plant intenta aclarar su situación acudiendo a su amigo Fullalove. ¿Es paranoia, o quizá Fullalove está también conchabado con Huxter?

The Prisoner of Mount Warning es un thriller cargado de buenas dosis de humor. Cuando Plant se adentra en Byron Bay y en las montañas del interior de la zona, nos recuerda en gran medida al Larry ‘Doc’ Sportello de la última novela de Thomas Pynchon, Inherent Vice, que ya reseñé (haz clic aquí) en su momento.

Wilding nos lleva en un regreso a veces nostálgico a la maravillosa década de los 70, cuando mucha gente tenía la firme convicción de poder cambiar el mundo. La tesis que sostiene The Prisoner of Mount Warning es sin embargo pesimista. ¿Y si todo aquello fue un montaje? ¿Es todo en el sistema una representación? Con sus diálogos ágiles y vivaces y mucho ingenio, Wilding divulga con estilo, no exento de elegancia, su perspicaz observación de la sociedad australiana y del lenguaje que emplean aquellos que se saben poderosos. Una novela muy divertida.

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