8 may 2011

Australia en Babelia

Glass House National Park, Queensland
El conocido suplemento literario semanal de El País, Babelia, dedicaba este fin de semana (7-8 de mayo) unas páginas a la literatura australiana, coincidiendo con la publicación de la traducción al castellano de la novela de Christos Tsiolkas, The Slap. Cabría suponer que se trata en principio de una buena noticia; puesto que, literariamente hablando, Australia no existe para una ingente mayoría de europeos (y no es ninguna exageración), cualquier tipo de divulgación debiera ser bienvenida.

Sin embargo, la cuestión primordial es que, en esas exiguas páginas que el grupo Prisa decide dedicarle a la literatura australiana (casi exclusivamente a la narrativa), sigue predominando una visión harto sesgada y alejada de lo que es la realidad de este país.

La idea que se tiene sobre la literatura australiana actual en los cenáculos progres madrileños es cuando menos inexacta. Es un error generado obviamente por el desconocimiento del país y de su realidad. El tópico de la ‘tiranía de la distancia’ – una frase acuñada por el reputado historiador Geoffrey Blainey para describir las relaciones políticas de Australia con sus fundadores británicos –lamentablemente ha de aplicarse al conocimiento que tienen los medios informativos españoles de Australia; lo que es peor, sigue sucediendo cuando los grandes avances tecnológicos existentes debieran subsanar la falta de contacto físico y directo que permite un mejor conocimiento de la sociedad y la literatura que se genera en su seno.

Uno de los artículos que se incluyen en este número especial sobre literatura australiana ejemplifica muy bien el problema al que hago alusión arriba. Tras hacer un repaso meramente nominal a algunos nombres de autores, cuyas obras comienzan a adornar las estanterías de las librerías españolas, y hacer una valoración basada únicamente en los datos que las contraportadas de esos libros puedan aportar (no en la lectura de las obras), el autor, Winston Manrique Sabogal – y, digamos en su descargo, como muchos otros antes que él – cae en la perogrullada simplona de la ignorancia y el desconocimiento:

‘La australiana es una literatura joven, apenas pasa de la centuria. Y es el resultado de un país hecho con partes de todo el mundo. Una diversidad y pluralidad en su raza cuyo ADN ha heredado su creación literaria. El mundo y la vida desde las antípodas.'
Si la literatura australiana es joven, es porque como país, Australia es joven, mas no imberbe. La literatura australiana no es, como parece afirmar el articulista de Babelia, una suerte de tela elaborada con retales ‘de todo el mundo’. Rayano en la sandez es el comentario que le sigue: ‘diversidad y pluralidad en su raza cuyo ADN ha heredado su creación literaria’. ¿Pero de qué raza habla? ¿Con un ADN literario? Como metáfora, es más bien pobre; como análisis (si es que es eso a lo que aspira) anda muy desacertado. La obtusa obsesión hispánica con ponerle etiquetas raciales a todo también impera al otro lado del charco, según parece. La obligación de llenar una página con palabrería lleva a algunos a escribir auténticas simplezas (o en todo caso, tonterías que no siempre están bien escritas: en el artículo abundan las erratas, algo que se da con excesiva frecuencia en el caso de este periodista).

Uno no puede esperar conocer la literatura de otro país desde el sillón de su casa, y mucho menos desde la mesa de una cafetería madrileña. Por un lado, no es nada fácil hacerse una idea más o menos precisa a través de la traducción de la literatura. Por otro lado, a veces las traducciones dejan realmente mucho que desear respecto al grado de fidelidad deseable en toda traducción. La novela de Tim Winton que se menciona en el artículo, Música de la tierra, traducida en la editorial Destino, es uno de los más claros ejemplos de traición al original que uno haya podido ver en tiempos recientes (realicé un análisis, en inglés, de ese horror de ‘traducción’ que puede leerse aquí, en PDF).

De la lectura del mencionado artículo se desprende por tanto una enorme ignorancia de la realidad de la literatura australiana por parte de su autor. Autor australiano que no ha sido traducido parece ser autor inexistente para el gacetillero. En la excesivamente incompleta lista de narradores australianos que elabora no figuran importantes autores – muchos de ellos todavía en activo – como Murray Bail (aunque éste sí ha sido traducido), Robert Drewe, Alex Miller, Peter Goldsworthy, Mandy Sayers, Brian Castro, Thomas Keneally, Frank Moorhouse, Robert Dessaix, Rodney Hall o David Ireland, ni notables escritores ya fallecidos como George Johnston, Xavier Herbert, Randolph Stow o Thea Astley. ¿Es únicamente desconocimiento, o es resultado de la indolencia?

El párrafo que hace las veces de conclusión del artículo que comento es harto ilustrativo del hecho de que en España los consabidos y ya rancios estereotipos acerca de Australia y su cultura sigan prevalentes en las mentes de demasiados. A pesar de ello, un poco se ha debido avanzar. Dice así:

‘Una literatura que va más allá de etiquetas y del imaginario colectivo de la Australia del otro lado del mundo, del pasado como penal de los ingleses, de tierras a conquistar como el clásico western y que el cine ha potenciado con películas como Mad Max, Cocodrilo Dundee o la Australia, de Baz Luhrmann, con dos de sus estrellas, Nicole Kidman y Hugh Jackman.’

Lo que no se menciona es que Australia fue un rotundo fracaso en el país donde fue filmada…

Cabe asimismo mencionar que este reportaje especial sobre la narrativa australiana actual cuenta al menos con la aportación, breve pero más ajustada a la realidad, de un académico norteamericano, el editor de la revista Antipodes, Nicholas Birns. Su introducción, traducida al castellano, se puede consultar aquí.

Por cierto, me temo que no es únicamente Winton el que es víctima del pobre conocimiento de Australia y del lenguaje coloquial australiano por parte de algunos traductores españoles. En la página 12 de La bofetada (Barcelona: RBA, 2011, traducción de Ana Herrera), en el diálogo entre Hector y el dueño de la tienda de la esquina, el Sr. Ling le pregunta a Hector: ‘You change smoke?’ La traducción al castellano (‘—¿Cambia de humo?’) desconoce el hecho de que en Australia, smokes es sinónimo de cigarettes, y por tanto la única traducción posible (no solamente porque es mucho más acorde con el contexto sino porque resulta, al menos, comprensible) sería ‘¿Cambia de marca?’. El Sr. Ling, casi con toda seguridad, es un inmigrante chino cuyo inglés es un tanto macarrónico. De ahí la parquedad de su vocabulario y la pobreza de su sintaxis.

5 may 2011

Reseña: No era lluny ni difícil, de Joan Margarit



Joan Margarit. No era lluny ni difícil (Barcelona: Proa, 2010). 109 páginas.

Decía recientemente en una entrevista el gran poeta argentino Juan Gelman que, como poeta, el mejor modo de respetar a sus lectores es no pensar en ellos cuando escribe. Dar por sentado que un lector estará alerta para reescribir los poemas que uno escriba puede ser un óptimo fundamento para una filosofía poética. Joan Margarit también edifica poemas para que el lector los reconstruya desde su posición de lectura.

Margarit (nacido en 1938) ha sido galardonado a lo largo de su trayectoria literaria con dos importantes premios: el Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura español, y el Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya. No era lluny ni difícil es su último poemario. Es un íntimo estudio de las impresiones a que nos inducen la vejez y la evidente cercanía de la muerte.


La poesía de Margarit tiene el sólido sostén de la concisión y la sencillez, con imágenes directas y por lo general desnudas de adjetivos. En ‘Balada de la poesia’ (p. 25), Margarit reflexiona sobre su vida como arquitecto y poeta (‘He bastit estructures d’edificis’) y sobre el paso del tiempo (‘i jo m’he anat fent vell veient el sol/sortir a cops de martell rere les bigues’ – ‘and I’ve been getting old seeing the sun/rise by hammer blows behind the beams’), para concluir que tiene que seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida: ‘el que mai no s’acaba: construir’; o también escribir.

Hay también en No era lluny ni difícil poemas que nos advierten, a los que somos un poco más jóvenes, de la amargura y decepción que conlleva la vejez. En ‘Aquí t’espero’, un hombre mayor siente, mientras le da cuerda a su reloj de pulsera, cómo la artritis en las manos le marca un tiempo mucho más despiadado, y una erección le hace rememorar tiempos de juventud. Pero no sonríe: ‘La força del silenci no canvia,/tampoc les lleis del món…’ – ‘The force of silence doesn’t change,/neither do the laws of the world…’

En No era lluny ni difícil Margarit nos habla principalmente de dos temas: el amor y el agotamiento de nuestro tiempo en la tierra, el invierno de la vida. El presentimiento de la cercanía de la muerte queda expresado en diversas pero poderosas imágenes: con el invierno y el frío (en ‘Lírica dels 70 anys’), o con la luz en la boca de un túnel al que todos vamos acercándonos (en ‘Túnel’).

No todos los poemas en No era lluny ni difícil tienen el carácter intimista que predomina en el volumen. Hay también referencias a la guerra civil española y sus imborrables secuelas en la vida de los que, como Margarit, crecieron en la crueldad de la posguerra y en el régimen represor fascista de Franco (‘Una història’); o una mirada nostálgica al mayo del 68 francés tomando nota de las calles de París en la primera década del siglo XXI.

En el epílogo al libro, Margarit nos habla de un tiempo, este tiempo presente, que no es el suyo. Es, en mi opinión, un texto que merece mucha consideración, y por ello incluyo la traducción de algunos fragmentos especialmente elocuentes al inglés:

 
‘No era lluny ni difícil. Ja és aquí aquest temps, que no és el meu, en el qual visc amb una barreja agredolça de proximitat i distància. […] No, aquest temps no és el meu, però és ara quan, en bona part gràcies a la poesia, sento unes ràfegues d’alegria tranquil•la que anys enrere desconeixia. […] Penso que l’assumpció d’aquests sentiments [la soledat i la tristessa] és com un mecanisme de rellotgeria que la vida va activant per situar la mort en un horitzó familiar. He entés les respostes més perilloses que la proximitat de la mort pot generar i que se situen entre dos extrems: la desesperació i la fugida cap endavant, és a dir, la submissió a valors de la joventut. Per tant, també, una forma de la desesperació.’

‘It was neither far nor difficult. Here is this time that is not mine, in which I live with a mixture of both proximity and distance. […] No, this time is not my time, but it is now when, mostly thanks to poetry, I can feel the gusts of a calm gladness that I did not know years ago. […] I think that assuming these feelings [loneliness and sadness] is like a clockwork mechanism that life activates, so that we can place death on a familiar horizon. I have come to understand the most dangerous responses that the nearness of death can generate; they are situated between two extremes: desperation and going for broke, that is to say, submission to youth values. Therefore, a form of desperation, too ’.

Como decía Gelman, el poeta demuestra su consideración por el lector al no pensar en la reacción del lector mientras escribe. De igual modo, el propio Margarit subraya algo muy similar en su epílogo: ‘No he trobat una manera millor d’estimar els altres que l’exercici de la poesia, a vegades com a lector i a vegades com a poeta – he dit en moltes ocasions que per a mi les dues opcions són el mateix – i posant […] la mateixa honestitat que desitjaria i procuro practicar en qualsevol aspecte de la vida’ – ‘I haven’t found a better way to care for others than poetry, sometimes as a reader and sometimes as a poet – I have often said that both options are the same to me – and placing the same degree of honesty I should wish and I try to practise on any aspect of life.’

En la contraportada de No era lluny ni difícil figura uno de los más bellos poemas que he leído en mucho tiempo, y con el cual me identifico muy intensamente. ‘Tancant l'apartament de la platja’ describe un momento muy íntimo, muy personal, lleno de una emoción terrible, profunda, inconcebible para muchos. No todos los lectores pueden aspirar a imaginarla; otros, en cambio, podemos sentirla cada vez que salimos de casa y la dejamos vacía.


Tancant l’apartament de la platja

Ja està net i endreçat.

Els armaris tancats, com les finestres.

No ens hem descuidat res damunt dels mobles.

El dormitori amb el llit fet,

la tauleta de nit amb el retrat

de la noia amb els ulls il•luminats

per un somriure.

Tot l’hivern sola i escoltant el mar.



Closing the beach apartment

It’s now clean, tidied up.

The cupboards are shut, the windows too.

We’ve left nothing lying about on the furniture.

The bed is made in our bedroom,

on the bedside table sits the portrait

of our girl, whose eyes are brightened up

by a smile.

Alone all winter, she’ll listen to the waves.




Fins i tot, ara mateix, em sembla que jo mateix puc escoltar aquest brogit de les ones, tan familiar…

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