1 oct 2012

Octubre-Port Arthur

Las ruinas de la Penitenciaría de Port Arthur, Tasmania. En la parte trasera una compañía de teatro realiza  cada día varias funciones para los visitantes al complejo.

La historia del asentamiento penal de Port Arthur comenzó en 1830. Su importancia aumentó con el paso de los meses, y para 1840 Port Arthur era ya una de las colonias penales más importantes en la tierra de Van Diemen, el nombre que inicialmente se le dio a la isla de Tasmania.

Los penados eran en su mayoría jóvenes pobres reincidentes, que habían cometido una segunda ‘fechoría’ (habitualmente el hurto de alguna mercancía de poco valor, o de ganado,  para poder comer). Muchos eran niños y mujeres jóvenes, que nunca volverían a su tierra de origen.

En Port Arthur, además de ser sometidos a castigos físicos y torturas mentales diversas, fueron obligados a realizar trabajos forzados: cortaban los gigantescos árboles que por entonces cubrían la península de Tasman, trabajaban como herreros y en cualquier otro oficio para el que tuvieran cierta maña. Las condiciones eran horrorosas.

La idea de que el asentamiento se hiciera autosuficiente resultó, como casi todas las ideas que los ingleses intentaron aplicar a Australia, equivocada y destinada al desastre. En 1842 se inició la construcción del molino de harina y granero, el edificio cuyas ruinas muestra la fotografía. En 1845 el edificio estaba terminado, pero el suministro de agua para hacer funcionar el molino resultó ser más difícil de lo que habían supuesto. Diez años después, el molino fue reconvertido en Penitenciaría. Con el final de la política de transporte de convictos, el lugar quedó abandonado, y varios incendios terminaron de destruir los restos a fines del siglo XIX.

Hoy en día, Port Arthur es una escala obligada para cualquiera que viaje a Tasmania, y ciertamente es una visita muy recomendable e instructiva sobre las crueldades de las que somos capaces de infligir unos seres humanos a otros.

En el caso de Port Arthur, a su ya terrible pasado se añadió otro terrible suceso un día de abril de 1996: un joven que por entonces contaba con 28 años de edad, cuyas iniciales son M. B. (prefiero no hacerle publicidad a tal escoria), un degenerado en suma que jamás debió haber tenido acceso a las armas automáticas que tenía, mató a sangre fría, entre risas y burlas, a 35 personas, e hirió a otras 23, turistas y locales que se encontraban en las ruinas aquella funesta mañana. Que se pudra para siempre en la cárcel de donde nunca saldrá.

29 sept 2012

Los Cisnes de Sydney, campeones de Liga de Fútbol Australiano en 2012



Fue una final épica, un espectacular toma y daca que duró todo el partido, con constantes alternativas en el marcador, y que se jugó con un gran espíritu deportivo que ya quisieran para sí muchos clubes de fútbol en Europa. Los Cisnes de Sydney, los Bloods, tal como los conocen sus seguidores por su vestimenta roja, se impusieron en un apretadísimo final al equipo que partía como favorito, los Halcones de Hawthorn (Melbourne) por un margen de 10 puntos.

El día amaneció frío en Melbourne, tras un viernes lluvioso que deslució el desfile previo a la final – los jugadores tuvieron que saludar a los aficionados desde el interior de los coches. Pero el frío nunca es un obstáculo serio para los buenos aficionados al footy, y cerca de 100.000 personas abarrotaron el Merlbourne Cricket Ground.

En los primeros minutos, ambos equipos trataron de asentarse en el campo y establecer los marcajes individuales que a la larga resultarían casi decisivos. Como era de esperar, Teddy Richards se emparejó con Lance ‘Buddy’ Franklin y consiguió controlarlo en los momentos clave, en especial en el segundo cuarto, en el que Hawthorn solamente consiguió un mísero punto.

Con una temperatura que apenas llegaba a los 10ºC, Hawthorn dominó claramente el centro del campo en el primer cuarto, donde Mitchell, Burgoyne y Sewell lograban crear jugadas de peligro con claridad. Sydney únicamente anotó un gol, un soberbio chut desde el flanco izquierdo de Nick Malceski que superó a la defensa de Hawthorn.

El panorama cambió dramáticamente en el segundo cuarto. Mumford y Pyke comenzaron a dominar los botes en la zona del ruck, y empezó a verse la calidad de Josh Kennedy y Daniel Hannebery. Sydney marcó seis majors, y superó la ventaja inicial de los Melburnians para irse a los vestuarios con una ventaja sustancial, 16 puntos.

Al comienzo del tercer cuarto, Sydney siguió imponiendo su juego en defensa y en el medio campo, y llegó a ampliar su ventaja a 28 puntos – podrían haber sido 33 si un disparo de Kennedy no hubiese golpeado en el poste. Pero si algo caracteriza a Hawthorn, es su capacidad de reacción en los momentos difíciles, tal como demostró en el segundo partido de la liga regular contra los Swans, en Sydney, en el que remontaron una desventaja de cerca de 50 puntos para acabar imponiéndose.

Y eso es lo que los seguidores de los Hawks pensaban que iba a ocurrir cuando Hawthorn marcó cuatro goles rápidamente. La ventaja de Sydney se esfumó, y al último intercambio se llegó con la ventaja mínima a favor del equipo de la más famosa bahía del mundo.

El partido se seguía jugando a un ritmo infernal, y era difícil mantener la posesión. Los dos equipos luchaban a brazo partido por cada marca y en cada pase. Cuando David Hale amplió la ventaja de Hawthorn a 11 puntos, parecía que el trofeo de campeones se quedaría en la capital de Victoria. Pero los Bloods han demostrado esta temporada que son duros de pelar – excepto en el partido contra Richmond en el mismo escenario de la final, una derrota que todos sus aficionados prefieren olvidar.

A falta de siete minutos, y gracias a goles de Hannebery, Kieren Jack y el veterano Adam Goodes, Sydney volvía a dominar el marcador. Hawthorn se lanzó al ataque desesperadamente, pero Gunston y Sewell no tuvieron puntería. El tiempo se iba consumiendo, el combate no disminuía en intensidad, hasta que Nick Malceski sentenció con un acertado disparo con su primorosa zurda desde unos veinte metros.

El delirio se apoderó del sector rojiblanco en las gradas: la ventaja de Sydney era ya insuperable en los treinta segundos que restaban, y cuando sonó la sirena, los Swans vieron realizado su sueño, ganar la Gran Final por quinta vez en su historia, la segunda desde 1933, cuando el club estaba ubicado en South Melbourne.

El capitán, Jarred McVeigh, y el entrenador, John Longmire, levantaron el trofeo ante los miles de aficionados que los vitoreaban. Fue un momento muy especial y entrañable para Jarred McVeigh, que en 2011 había perdido a su hija Luella, de dos meses, por una enfermedad incurable.
Pyke le gana la partida a David Hale
Y qué decir del gigante canadiense Mike Pyke: el internacional de rugby por Canadá, que fichó por los Swans cuando Paul Roos era entrenador, sufrió pullas y burlas en su primera temporada. Casi nadie pensaba que pudiera triunfar en el fútbol australiano. Hoy, Pyke puede reírse de aquellos malos momentos: ya es campeón, y nadie le podrá quitar ese título.

Una gran victoria tras un partido disputadísimo, en el que ambos equipos jugaron con exquisita deportividad.

HAWTHORN: 4.5     4.6       9.10    11.15  (81)                
SYDNEY     : 1.4     7.4       10.5    14.7    (91)
        
GOLES
Hawthorn: Franklin 3, Breust 2, Gunston 2, Hale 2, Ellis, Smith.
Sydney: Jack 2, Kennedy 2, Malceski 2, McVeigh 2, Morton 2, Goodes, Hannebery, Reid, Roberts-Thomson.

Puedes consultar las estadísticas completas del partido aquí.

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