11 may 2013

Reseña: The Yellow Birds, de Kevin Powers


Kevin Powers, The Yellow Birds (Londres: Sceptre, 2012). 226 páginas.

“La guerra trató de matarnos en la primavera”. La prosopopeya en esta primera oración de The Yellow Birds deja bien claro que es posible que nos encontremos ante un libro distinto, un relato en torno a la Guerra (así, en mayúscula) como el fenómeno (anti)social más significativo en la historia de la humanidad, del cual parece que, lamentablemente, nunca sabemos abstraernos definitivamente. Mientras escribo estas palabras, o en el momento en que tú, lector, las leas (aunque sean muy pocas las personas que vayan a leerlas), en algún lugar del mundo alguien dispara y mata a otro alguien, quien será llorado por sus padres, hermanos, hijos o amigos.

Con apenas 21 años y sin un futuro profesional definido, el joven estadounidense John Bartle se alista en el ejército para la segunda campaña de Iraq. Durante el periodo de instrucción previo a su partida conoce a Daniel Murphy, de 18 años. Entre ellos surge la amistad, posiblemente más dictada por las circunstancias que por la afinidad de sus personalidades. En el momento de la despedida de sus familiares, Bartle le promete a la madre de Murphy que cuidará de él, y que se lo traerá “de vuelta a casa”. Esta (¿piadosa?) mentira y el posterior comportamiento de Bartle a su regreso a los EE.UU. se sitúan en el centro de la novela: la mendacidad que con el tiempo pasa a formar parte, en menor o mayor grado, de la vida de todos los seres humanos, sea a través de sus acciones o sea través de sus palabras. “El mundo nos convierte a todos en mentirosos”, dice el narrador. Más que el mundo, es la vida la que con el tiempo nos hace mentir: el recuerdo de un mismo episodio cobra dimensiones totalmente diferentes según lo narre una u otra persona.

La Guerra es eso a lo que hombres muy poderosos, viejos y soberbios, envían a chicos muy jóvenes e inexpertos. Muchos  de ellos matan y mueren, y los que sobreviven, por lo general, regresan con heridas físicas o mentales. Las primeras, en el mejor de los casos, cicatrizan; las segundas, más difíciles de diagnosticar, son mucho más difíciles de tratar.

La narración de Powers está basada en su propia experiencia; se alistó a los 17 años (¿tiene acaso un chico de 17 años la suficiente madurez como tomar una decisión de ese tipo?) y sirvió en Iraq en 2004 y 2005. Con el paso de las semanas y meses, Bartle y Murphy se vuelven insensibles a la muerte y a la destrucción de la que son actores, insensibilidad que obviamente es necesaria para poder subsistir en el infierno que la Guerra lleva como escenario allá donde surge o la crean (como en el caso de Iraq). Sin que Bartle se dé cuenta, Murphy se aísla y se encierra en sí mismo. El muchacho pierde finalmente la chaveta, desaparece y se convierte en otra víctima más de la guerra de Iraq.

Powers dota a la novela de una interesante y provocativa estructura. Los capítulos trasladan al lector de Iraq a los Estados Unidos en un vaivén temporal, desde el antes al después del periodo de casi dos años en que Bartle combate en Al Tafar. Esta estructura no lineal ayuda a reproducir la fragmentación de la memoria de Bartle, y muchas de las escenas, descritas por medio de fogonazos, retazos de imágenes, olores o sonidos, reproducen la desintegración resultante del trastorno por estrés postraumático que padece el soldado.

The Yellow Birds es un magnífico libro que, en mi opinión, podría haber sido mucho mejor. En su primera novela, Powers emplea sus dotes de poeta con gran impacto, como las explosiones de mortero que desconciertan a los soldados en Al Tafar. Abundan los párrafos en los que el lenguaje es más protagonista que los personajes o la acción misma. El efecto, sin embargo, no resulta siempre tan logrado como uno quisiera. El conjunto se resiente en ese aspecto, porque solamente con un lenguaje pulido no puede construirse una gran novela. Por ejemplo, Powers/Bartle nos dice que la tarea de rememorar es “como juntar un rompecabezas con las piezas boca abajo: las formas te son familiares, la imagen se desdibuja rápidamente, el mudo color pardo del refuerzo de cartón es una burla de su totalidad y conclusión”. Powers contrapone imágenes de gran belleza en las que despliega sus dotes líricas con brutales escenas del campo (urbano) de batalla, donde no hay lugar para la poesía: médicos que intentan recomponer las tripas de un soldado moribundo, un cadáver bomba estratégicamente situado por el enemigo en mitad de un puente; el cuerpo castrado, sin orejas ni nariz de un soldado, arrojado desde el minarete de una mezquita.

Cerca de cien años después, otro poeta vuelve a recordarnos una de las pocas verdades que podemos intentar transmitir a nuestros descendientes, a las próximas generaciones. La vieja mentira del sacrificio final por la patria que todavía se les vende a los jóvenes. Como escribió Wilfred Owen en 1918:
you would not tell with such high zestTo children ardent for some desperate glory, The old Lie; Dulce et Decorum est Pro patria mori.

6 may 2013

Reseña: Wolf Hall, de Hilary Mantel


Hilary Mantel, Wolf Hall (Londres: Fourth Estate, 2009). 650 páginas.

Del personaje histórico de Enrique VIII todo el mundo conoce de sobra que se casó seis veces, y quien haya estudiado un poco sobre su época recordará el cisma y el triste final que tuvo su segunda esposa, Ana Bolena. Para mí, una de las mejores asociaciones de ideas que me provoca Enrique VIII es la música del extraordinario pianista Rick Wakeman, de quien incluyo el tema ‘Anne Boleyn’ que puedes escuchar mientras sigues leyendo.



El personaje que más contribuyó a hacer posible el enorme cambio que supuso el reinado de Enrique VIII fue Thomas Cromwell. En Wolf Hall, Hilary Mantel cuenta con generosidad de talento narrativo la historia de Cromwell, quien en vida fue odiado y despreciado por la nobleza normanda, y hace de él un retrato muy completo, dándole visos de gran humanidad desde la primera página. En la primera imagen que tenemos de él, Cromwell a duras penas se levanta, malherido y ensangrentado, tras la soberbia paliza que le ha propinado su padre Walter, un herrero borracho y violento de Putney. Thomas escapa de las garras de su padre siendo muy joven, y tras recorrer media Europa prosperará hasta convertirse en principal consejero del rey y transformar la estructura medieval del estado y llevar a Inglaterra a la edad moderna. Esto es, por supuesto, una simplificación, pero en una novela como Wolf Hall la interpretación de los datos históricos desde una perspectiva académica debiera importarnos poco. Que en realidad no se sepa nada de la niñez de Cromwell no significa que la recreación que ejecuta Mantel no sea fascinante de por sí.

La acción propiamente dicha comienza en 1527, cuando Cromwell regresa a Inglaterra y entra al servicio del Cardenal Wolsey. Mantel nos lo hace ver como un hombre altamente ilustrado, conocedor del arte italiano del Cinquecento temprano y de las obras filosóficas más importantes de su tiempo. Cromwell habla todos los idiomas europeos con fluidez y ha aprendido muchos oficios desde que saliera huyendo de su padre.

Thomas Cromwell, ejecutado en 1540 por orden del rey Enrique VIII. Retrato de Hans Holbein. Cuando uno redacta leyes, pone a prueba las palabras hasta encontrar su máximo poder,” dice Cromwell.
Con algunos elementos del género de la picaresca, Wolf Hall retrata el ascenso social de Cromwell hasta que se convierte en mano derecha del rey. Allí donde el cardenal Wolsey fracasó y fue incapaz de lograr doblar el brazo de Roma para conseguir el divorcio que Enrique VIII deseaba (y que en última instancia llevaría a la muerte al cardenal), Cromwell supo utilizar sus dotes de negociador educado en la abogacía para llevar el asunto por los cauces que más le convenían al rey.

Pero ese camino no estuvo exento de obstáculos; además del desdén y el desprecio que sentía por él la nobleza más tradicional, Cromwell tuvo en Tomás Moro a un contrincante implacable. La cuestión de la anulación del primer matrimonio real forma parte de un conflicto mucho más amplio, y en pocas palabras se reduce al choque entre el viejo orden y el nuevo. Así, la iglesia católica buscaba proteger sus intereses económicos, y lo hacía quemando a los que identificaba como herejes por querer leer la Biblia en la lengua del pueblo (tema principal de otra novela escrita por esas mismas fechas, L’estany de foc, del valenciano Silvestre Vilaplana).

Thomas More, autor de Utopía. También él pagó con su vida el descontento de Enrique VIII. Retrato de Hans Holbein.
Mantel parece insinuar a ratos el manido tema de la lujuria de Enrique VIII, pero el hilo narrativo predominante es el de Cromwell como un hombre renacentista, valedor de la humanidad, la tolerancia y la educación (muy distinto de la imagen que los historiadores han transmitido de él).

En Wolf Hall, el sueño de Cromwell es liberar a Inglaterra del yugo feudal de Roma, que tanta influencia ejerció (y lamentablemente, sigue ejerciendo) sobre los destinos de otras tierras y regiones.

Escrita con pulcritud y elegancia, libre de embellecimientos gratuitos, Wolf Hall puede presumir de una riqueza de detalles imaginativos, en la caracterización de personajes, en el desarrollo del argumento con un fondo socioeconómico muy bien dibujado. Mantel no sucumbe a la tentación de arcaizar el lenguaje, y ciertamente eso se agradece, si bien en los diálogos se percibe un tenue sabor de época.

Ana Bolena: "una mente fría, hábil y calculadora, muy activa detrás de unos ojos negros y hambrientos". Retrato de Hans Holbein.
Wolf Hall fue traducida al castellano como En la corte del lobo, y yo simplemente me pregunto: ¿por qué? ¿Qué sentido tiene pervertir el título de una novela de esa manera tan burda? Wolf Hall era el nombre del palacio de la familia Seymour, hoy en día desaparecido. La referencia al lobo es gratuita y absurda, porque ninguno de los personajes en la novela de Mantel queda caracterizado como un depredador. Otro ejemplo más, en mi opinión, de la preocupante tendencia a la mercantilización descarada de la literatura, que busca un sensacionalismo infame con tal de vender. Mantel se merecía algo mejor.

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