2 ago 2014

Raons de sang i foc, by Pep Castellano: A Review

Pep Castellano, Raons de sang i foc (Alzira: Bromera, 2011). 214 pages.

From a reader’s point of view – at least from this reader’s point of view – one of the most prized aspects of historical fiction should perhaps be the sense of verisimilitude characters can bring with them. It is not enough to provide accurate descriptions of the costumes, tools and other utensils that were used in the past; nor is it sufficient to give an enjoyable account of the historical events that constitute the backdrop to a given story. No, we probably want more: We want to hear the words, the accents, the idioms; we want to ‘feel’ the sounds that make a character even more credible to our eyes.

Widower Muhammad, a cobbler, lives in 16th-century Castelló with his only daughter, Saïda. She’s a real beauty, and works very hard to help her father in the tanning business. They are Moorish, moriscos, and in the early 16th century their social status is very low – the Valencian moriscos have become sort of pariahs in their own lands. They’re being targeted by the budding bourgeoisie made up of guilds of Christian craftsmen, while in the rural areas the aristocracy exploits them rather abusively.

When procuress Salma witnesses the rape of Saïda by her uncle Ahmed (nicknamed ‘Fartdevi’, i.e., Drunkard), she stabs him to death. With the help of Muhammad she does her best to pretend it has all been an accident (Ahmed, drunk as usual, fell asleep close to the hearth and got burnt), but the Deputy Governor, Jeroni, finds a bloodied shirt in the house and accuses Saïda of murder. Salma, a woman whom everyone seems to owe some favour of one kind or another, has always been very protective of Saïda, and somehow manages to convince him to keep quiet about the whole affair. As a result, they will all be blackmailed.

The times are tumultuous, to say the least. There is violence everywhere. The agermanats (city-based Brotherhoods of craftsmen and tradesmen) mercilessly ransack and destroy the Moorish quarter of Castelló and raid the village of Xivert, only to be crushed later by the mascarats’ army led by the Duke of Sogorb.
The Castle in Xivert
Raons de sang i foc is however a love story set against this historical backdrop of violence, wars and religious persecution. It is being told by Selma to her sister, a shepherdess who is a bit of an outsider, and who has apparently been attacked by soldiers and left mute. Selma (nicknamed Cerafina, i.e., Fine Wax) tells the love story of Saïda and Manel, apprentice to a tanner. Selma facilitates their trysts (her house is no bordello, though, she assures us) and helps them find a way to leave these troubled lands. “What woeful times we have had to live in, eh? Love and death go hand in hand, you see”, she tells her sister.

Against the widespread racial and religious prejudices that dictate the course of events, Manel and Saïda have not only to fight their own mistrust and prejudices but also pretend what they are not in order to survive.
Cap i Corb, where Saïda, Manel and Selma made a bold decision.
Castellano’s real success in Raons de sang i foc is Selma. Her voice, her narrative tone, echoes across the centuries in her broad street talk, the idioms and proverbs she employs to describe other characters, to give advice to Saïda or Manel or to criticise the powerful, and also her sense of humour. With very witty dialogues, this is a book to read aloud. This is not only entertaining historical fiction but also a well-constructed narrative whose intrinsically oral qualities allow the reader to hear a 16th-century Moorish Celestina tell a story with flair. Let Selma take you back time. It is a worthwhile trip.

Raons de sang i foc was awarded the 2010 Blai Bellver Prize for Fiction.

28 jul 2014

Reseña: Floodline, de Kathryn Heyman

Kathryn Heyman, Floodline (Sydney: Allen & Unwin, 2013). 297 páginas.

Quien pasee por las calles del casco viejo de la ciudad de Valencia podrá ver en algunas de las paredes inscripciones o rótulos que señalan el máximo nivel alcanzado por las aguas de la riada que devastó la ciudad del Turia en 1957. Entonces yo todavía no había nacido, pero recuerdo muy claramente las historias que mis abuelos y mi madre contaban de aquellos días terribles en que las aguas se desbordaron del que es ahora gran parque y pulmón de la ciudad y en su época fue cauce del río.
(Fuente: Expansion.com)
Las inundaciones son fenómenos habituales, y como demuestra la misma historia del Diluvio Universal que recoge la Biblia, muy antiguas. La autora australiana Kathryn Heyman crea con la ficticia ciudad de Horneville un escenario de desastre natural en el que dos historias paralelas confluyen en un desenlace insinuado pero no cerrado.

Por una parte está el hospital de Roselands, en el centro de la ciudad, al que la catástrofe convierte en prisión de los enfermos y sus cuidadores. En lugar de ser un lugar de refugio al que los afectados por la riada puedan acudir, el hospital pasa a estar en estado de emergencia, del que habrán de ser evacuados tanto pacientes como empleados. Tras la pérdida de la electricidad que causan las aguas, y finalmente la parada de los generadores eléctricos, la dirección del hospital se verá obligada a tomar decisiones muy difíciles. Este hilo argumental sigue a la enfermera Gina, cuya historia personal (familia abandonada por el padre, madre alcoholizada de quien tiene que cuidar desde muy pequeña) la ha endurecido tanto que parece no mostrar emoción alguna en medio de las calamidades y dilemas éticos a los que se tiene que enfrentar en los larguísimos días en que el hospital sucumbe a la catástrofe.
El río Turia a la altura del puente de la Pechina el 14 de octubre de 1957. Un puente que he cruzado miles de veces.
La otra historia de Floodline se centra en Mikey Brown y sus dos hijos, Talent y Mustard. Mikey se ofrece como voluntaria a llevar un remolque lleno de suministros de ayuda preparados por una iglesia de corte evangelista (NuDay) a las víctimas del desastre de Horneville. Su pasado también esconde puntos oscuros: a sus hijos siempre les ha contado que el padre, Scott, se fue a Horneville y no volvió nunca a casa.

La riada, provocada por lluvias que los fieles de NuDay no dudan en atribuir a la intervención de Dios como castigo a los habitantes de Horneville, cancela el festival de ‘iniquidad y corrupción’ que la comunidad gay y lesbiana había preparado para esas fechas.

Tanto Mikey como sus dos hijos han sido sometidos a un auténtico lavado de cerebro, y resulta interesante constatar cómo van cambiando sus opiniones y percepciones de los ‘depravados’ homosexuales de Horneville tras llegar al recinto donde se congregan los encargados de dirigir todas las operaciones humanitarias. Siendo el rostro familiar del canal de compras de TV de NuDay (‘Shop for Jesus’), a Mikey le cambia el gesto tras ver con sus propios ojos en qué consisten los paquetes de ayuda humanitaria que la organización de NuDay había preparado, gracias a una generosísima subvención gubernamental.

Con todo, es el enorme dilema ético que se vive en el hospital el que captura la atención del lector de Floodline. Cuando es evidente que los suministros se van a agotar y que no será posible evacuar a todos los enfermos, las terribles, espinosas decisiones en torno a los pacientes cuya vida no será posible salvar interesarán a todo aquel que perciba en dilemas éticos similares un punto de preocupación muy actual. ¿Qué es más ético en mitad de una tragedia como ésta? ¿Mostrar emociones y empatías, o tomar frías decisiones y pasar a la acción?

Floodline explora temas de interés contemporáneo: la ausencia y la presencia de la fe religiosa en situaciones límite, lo indescifrable que resulta ser la naturaleza humana en determinadas circunstancias, el papel de los padres en la educación de los hijos, la tolerancia y la aceptación de la diferencia social por razones de preferencias sexuales. Para mi gusto, lo mejor de la novela son las escenas y diálogos que Heyman crea, en un escenario casi apocalíptico: un hospital rodeado de aguas fecales y en el que los pacientes se apilan en pasillos en una atmósfera asfixiante debido al calor y la falta de aire acondicionado, y del que conforme pasan las horas es más y más difícil escapar. No me convenció, en cambio, el modo en que la autora trata de hacer confluir las dos tramas en un desenlace abierto, aunque quizás un poco trillado.

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