3 feb 2015

Reseña: Aloft, de Chang-rae Lee

Chang-rae Lee, Aloft (Waterbill, Maine: Wheeler Books, 2004). 493 páginas. (Large-print edition.)

Puede que volar sea hoy en día una actividad tan rutinaria que apenas prestemos atención al hecho físico de estar en las alturas. Yo mismo esquivo el asiento de la ventanilla en el avión siempre que puedo. Pero lo cierto es que la altura nos permite una más que simbólica distancia y una especial perspectiva respecto a la tierra firme, espacio en el que residimos, y al cual en última instancia terminaremos por regresar definitivamente, como suele decirse, a criar malvas.

Jerry Battle, el narrador/protagonista de la tercera novela de Chang-rae Lee, ha adquirido una avioneta tras su jubilación prematura. Un caro juguete sin duda que utiliza como guarida para evadirse de la realidad cotidiana. Su crisis vital se ha agudizado después de que Rita Reyes, una hermosa puertorriqueña que entró en su vida tras contratarla para cuidar de sus dos hijos tras la muerte (¿accidente o suicido?) de su esposa Daisy, le haya abandonado.

Pese a todo lo anterior, podría decirse que hasta ese momento la vida ha sido bastante amable con Jerry. Vive holgadamente, y los cabos familiares parecen estar bien atados: su viejo (Hank) está en una residencia para ancianos; su hijo (Jack) ha tomado con las riendas del negocio familiar de jardinería ornamental y vive en la opulencia de una McMansion mientras su esposa (Eunice) sirve exquisitos canapés, hojea catálogos y se pasea de tienda en tienda en un lujoso Range Rover; y su hija (Theresa) anuncia su intención de casarse con su prometido Paul porque está embarazada. Casi todo a pedir de boca, ¿no? Venga pues, arriba, arriba, a dejarse flotar entre las nubes y negar “LO REAL”, así, en mayúsculas, tal como lo dice él mismo.

El problema de pasarse mucho tiempo en las alturas es que con frecuencia dejamos de poder ver los detalles. De repente, todo parece venirse abajo para Jerry. La compañera de la agencia de viajes donde trabaja algunas horas por pasar el tiempo tiene una crisis y termina en el hospital; la empresa de los Battle no se sobrepone a las dificultades financieras en las que Jack la ha metido tras una fallida expansión; y para colmo de males, Theresa revela que padece un cáncer y decide seguir adelante con el embarazo pese a que ello pondrá en peligro su vida. Además, cuando su mejor amiga en la residencia casi se asfixia con un hueso de pavo, Hank se deprime y escapa sin avisar. Los problemas se le acumulan a Jerry, y Rita no parece querer saber nada de él.

Lee escribe la historia de Jerry en primera persona, dotándole de una voz propia muy característica, si bien su nivel de erudición no termina de resultar absolutamente convincente (¿Es creíble que un constructor de jardines jubilado de 59 tacos mencione a Lacan, por poner un ejemplo?). Si tras leer lo anterior piensas que Aloft puede ser una carga, prefiero entonces desdecirme, porque no lo es.

Es el tono confesional y terriblemente directo de Jerry, no exento de ironía, lo que hace la novela mucho más agradable y llevadera. Si en un principio se muestra como un hombre egoísta, exigente, poco leal y esquivo al compromiso, los acontecimientos lo llevan a cambiar de actitud vital. Lee sabe cómo hacer que se active nuestra simpatía por el protagonista: como lectores contrastamos su sinceridad con sus (confesados) defectos, y gana él la partida.

La moraleja de la historia que Jerry nos cuenta es que un topetazo muy cercano con la muerte nos obliga a bajar de la nube. Nuestra mortalidad es palpable (“pronto me tocará a mí, pronto te tocará a ti”, dice Jerry), y antes de que nos toque criar malvas cabe arreglar los desperfectos emocionales que hayamos causado o pudiéramos causar a otros en un futuro.

Tras haber leído tres de sus cinco novelas publicadas hasta la fecha, A Gesture Life, The Surrendered y ahora Aloft, debo admitir que Chang-rae Lee me ha conquistado como lector incondicional. Escribe con el nivel de detalle justo en una prosa elegante y fluida; me gusta su cuidada sintaxis y el esmerado léxico del que hace gala sin ostentación. En el caso de Aloft, el ritmo narrativo está perfectamente ajustado, y el desenlace parcial (Jerry no nos cuenta más de lo estrictamente necesario) no te deja insatisfecho. Totalmente recomendable.

Aloft la publicó Anagrama en 2006 en castellano, con el título de Desde las alturas, en traducción de Jesús Zulaika.

31 ene 2015

Reseña: Frog, de Mo Yan

Mo Yan, Frog (Melbourne: Penguin, 2014). 388 páginas. Traducido al inglés del mandarín por Howard Goldblatt.


Para alguien como yo, nacido en medio de la explosión natalicia de la década de los 1960 en la España desarrollista del régimen del dictador fascista, en una época en la que los periódicos reseñaban todos los años la concesión del Premio de Natalidad a alguna familia con ocho, nueve o incluso más retoños, la política de la China comunista de limitar las familias a un solo hijo resultaba no solo totalmente ajena, era algo también extraordinario.

La principal protagonista de la última novela del Premio Nobel (y la primera que he leído) es Gugu, la tía del narrador Wan Zu/Xiaopao (cuyo apodo es Renacuajo), quien en su juventud aprendió las artes y pericias del oficio de comadrona. Tras la adopción de la política de limitación del número de hijos por familia (por el bien de la patria, nos recuerda Gugu en numerosísimas ocasiones) se convierte en la principal ejecutora de esa política en la pequeña comunidad rural del noreste de China en la que vive. Y Gugu lleva a cabo su cometido de manera absolutamente implacable.

Mo Yan no escamotea los detalles brutales en algunos episodios en los que mujeres embarazadas son perseguidas y sacadas a la fuerza de sus casas o escondites y obligadas a someterse a abortos pese a su avanzado estado de gestación (como es el caso de la mujer del narrador, que muere desangrada en el quirófano del hospital) y al escarnio cruel y humillación pública.

Frog relata la vida de Renacuajo desde su infancia en los años 60 hasta los inicios del presente siglo, siempre con la presencia de la figura dominante de Gugu, tenaz miembro del Partido y defensora a ultranza de las políticas demográficas del gobierno.

Mo Yan emplea además una atractiva técnica narrativa. Frog está dividida en cinco partes, cada una precedida por una carta que Renacuajo, que no deja de ser un diletante literario, envía a un admirado profesor japonés. En un principio nos hace saber que está escribiendo una obra de teatro sobre la vida de su tía Gugu, pero la obra no aparece hasta el final de la novela. Cada una de las cartas va acompañada del extenso relato que hace Renacuajo de las diferentes épocas en su vida y de los eventos y sucesos que les afectaron a todos los miembros de su familia y de su comunidad.

Las hambrunas, las represiones políticas de la Revolución Cultural, los rápidos cambios experimentados por China tras la apertura comercial de finales de los años 90: todo forma de esta atractiva novela, que ha sido excelentemente traducida por Howard Goldblatt. En efecto, es una estupenda traducción que no merece el quebranto de algunos flagrantes errores de edición como estos dos: “There couldn’t have been more then ten wristwatches” (p. 32), y “a man who’s wife was pregnant with their fourth child” (p. 123). Una editorial tan prestigiosa como Penguin debe cuidar mejor no solo su imagen sino sus productos.


Vista de Jinan, una de las ciudades de Shandong. Fotografía de Qquchn. 
Mo Yan transmite sutilmente la enorme presión psicológica a la que el aparato político del régimen comunista somete a los ciudadanos a través de individuos totalmente entregados a su cometido, como es el caso de Gugu. El autor tampoco escatima en humor, creando variadas situaciones y episodios que rozan la farsa y el esperpento. En su mira están los oficiales corruptos y los avariciosos empresarios de la China más actual. Tras la asombrosa transformación económica de China (¿Acaso alguien duda de que será la primera potencia económica antes de 2050?) solamente los pobres siguen sujetos a las reglas, pues los ricos pueden permitirse pagar las multas, un dinero que le viene muy bien a la administración.

Goldblatt se esfuerza por verter al inglés los juegos de palabras del original. La palabra ‘rana’ en mandarín tiene una pronunciación muy similar al llanto de un niño, además de ser homófona con una antiquísima diosa de la fertilidad. Pero la fobia que Gugu siente por los batracios es una de las cuestiones que, en mi opinión, peor quedan plasmadas en la novela.

Una de las interrogantes que me quedan sin respuesta es en qué medida Mo Yan logra saltarse la férrea censura del régimen de Beijing. El subtexto es, ocasionalmente, tremendamente irónico, mas la impresión que queda tras la lectura de Frog es una de indefinición. En todo caso, su lectura merece la pena.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia