25 may 2017

Reseña: Remainder, de Tom McCarthy

Tom McCarthy, Remainder (Richmond: Alma Books, 2006). 287 páginas.
Remainder es uno de esos libros que pasan desapercibidos para muchos lectores de lo que probablemente (y a riesgo de que se me tilde de prepotente y arrogante) deberíamos llamar literatura seria. Seria, en contraposición a la literatura de consumo fácil, de usar y tirar.

Merece contarse por sí misma la historia de la publicación de esta novela: inicialmente la publicó en 2005 una pequeñísima editorial del tipo underground ubicada en París, conocida como Metronome. Publicaron unas 750 copias. Un número ridículo a todas luces. Más ridículo resulta que la rechazaran tantas casas editoriales anteriormente.

El tema de Remainder es la autenticidad de todo lo que hacemos como individuos. Así, de entrada, podría espetarme alguien: ¿y qué tiene de original? Nada, y mucho. Puede que el tema no sea nuevo, pero la narración que ofrece McCarthy sí es original, novedosa y fresca. Y eso, a pesar de los ya más de diez años transcurridos desde su publicación.

El anónimo protagonista narrador (está toda contada en primera persona) ha sobrevivido a un accidente sobre cuyos particulares tiene prohibido hablar. La prohibición tiene una base legal muy sólida: su abogado ha alcanzado un acuerdo con los responsables subsidiarios del accidente, acuerdo por el que le van a entregar cerca de ocho millones y medio de libras esterlinas. No está nada mal. Con razón pide una botella de champán para compartir con sus amigos en el pub. Yo quizás me habría pedido dos, o incluso tres.

Brixton Tube Station. De aquí, al despacho del abogado. Te esperan 8 millones y medio de libras.
Fotografía: Sunil060902
El agraciado ha salido de un coma que ha durado varios meses; superar el trauma no ha sido nada fácil, y ha tenido que volver a aprender a moverse. En las sesiones de fisioterapia descubre que todo lo que está haciendo tras el accidente no tiene visos de autenticidad. Apenas una semana después de recibir todo ese dinero, nuestro narrador acude a una fiesta en la que se siente como pez fuera del agua. Como suele hacer mucha gente en las fiestas, se encierra en el baño para evitar el contacto con otros humanos.

En el baño se queda contemplando una grieta en la pared, la cual revive en su mente un recuerdo de una vivencia pasada, en un edificio donde cree haber vivido en alguna ocasión. Con tanto dinero en el bolsillo puede permitirse acometer cualquier cosa, de manera que el hombre emprende un gran proyecto: recrear ese apartamento hasta el más mínimo detalle. Compra la finca entera y la aledaña, echa a los inquilinos y contrata actores que representen una y otra vez la escena que tiene en mente. Entre otros, hay un pianista al que le paga por interpretar Rachmaninov con errores, una señora que fríe hígados continuamente en el piso de abajo, y un motero que se pasa el día montando y desmontando el motor de su moto en el patio interior del edificio.

Arrégleme este pinchazo tantas veces como yo le diga. ¡Se lo pagaré bien!
All The Tyres U Need, 227 Brixton Rd. Fotografía: Danny Robinson
Todo este montaje no le basta: tras una visita a un taller mecánico cercano a su piso de Brixton, durante la cual sufre un insólito incidente, el extraño obseso adquiere una nave industrial cerca de Heathrow donde recreará el taller y el incidente. Cuando la persistente representación de estas banales rutinas dejan de alimentar sus ansias de autenticidad, el hombre se empecina en reconstruir y representar el asesinato de un hombre en su barrio.

La recreación ficcionalizada de la realidad llega hasta las últimas consecuencias cuando decide, junto con su asesor y gran hacedor de cosas, Naz, recrear un atraco a un banco sin advertir a nadie de que se trata de una representación.

McCarthy, al igual que en Satin Island, demuestra aquí un gran control del ritmo narrativo; Remainder está escrita en una prosa muy precisa, pero atenta al detalle, como tiene que ser para alguien tan extrañamente obsesionado con el instante, con la confluencia de espacio y tiempo y la perfección de la aprehensión de esa confluencia como experiencia repetible y representable. Y lo consigue, aderezando la historia con buenas dosis de un fino sentido del humor. Lo insólitamente absurdo del personaje narrador es llevado hasta el final en un desenlace abierto e inconcluso. ¿Un final factible para la repetición ad nauseam? ¿Y por qué no?

Remainder la publicó Lengua de Trapo en castellano en 2006, en traducción a cargo de Andrea Vidal Escabí. Y aunque no la he podido ver, también fue llevada a la pantalla:

18 may 2017

Reseña: The Laughing Monsters, de Denis Johnson

Denis Johnson, The Laughing Monsters (Nueva York: Farrar, Strauss and Giroux, 2014). 228 páginas.
¿Quién es Roland Nair y qué demonios hace en Freetown, la capital de Sierra Leona? Al comienzo de este poco convencional thriller, Nair cuenta que ha transcurrido poco más de una década desde su última visita a la ciudad. En el aeropuerto espera encontrar a su amigo Michael Adriko, un ugandés con el que ha compartido innumerables aventuras, entre otros lugares, en Afganistán.

Una playa de Freetown, donde Roland Nair bien podría estar ahora mismo vendiendo secretos oficiales, o tomándose el sexto vodka martini de la tarde.Fotografía de Erik Cleves Kristensen. 
Mientras relata su espera en un hotel venido a menos, de Nair aprenderemos que tiene, además del estadounidense, un pasaporte danés, y que trabaja para los servicios de inteligencia de la OTAN. Adicto al alcohol y al sexo con prostitutas, Nair no es ni por asomo un James Bond.

Pero a Freetown ha venido, además de a encontrar a Adriko (por órdenes de su agencia), a reencontrarse con África, y de paso, a hacerse rico vendiendo secretos oficiales. El caso es que, desde el momento en que vuelve a hacer equipo con Michael, queda claro que cada uno va a actuar por interés propio. Además, Michael ha llegado acompañado de Davidia, una atractivísima afroamericana hija del comandante a cuyas órdenes estaba Michael antes de desertar ("desconectarse", según Michael).

El plan de Michael es muy sencillo: ir a Uganda y desde allí entrar ilegalmente en la República Democrática del Congo para reconectar con su clan y contraer matrimonio con Davidia. Sobre el papel, parece una fiesta cojonuda, ¿no? Sin embargo, Nair sabe que Michael miente con más frecuencia que respira.

Cuando Michael le revela que su plan incluye la venta de uranio enriquecido, Nair sabe que los problemas solo han hecho que empezar. En su huida hacia adelante, Nair, Adriko y Davidia atropellan a una mujer a la que no prestan auxilio, luego lograrán cruzar la frontera en el Landcruiser robado (prestado, según Michael), para luego quedar separados tras sobrevivir al ataque contra un pequeño pueblo por parte de unas violentas milicias congoleñas no definidas, además de sobrevivir al hambre y la sed, o a la miseria y la desesperación de los lugareños de una región montañosa conocida como The Laughing Monsters, o los monstruos risueños.

Montañas del Parque Nacional Virunga, República Democrática del Congo. A simple vista, no parecen para nada monstruosas. In situ, la cosa podría cambiar, y mucho.Fotografía de Guy Debonnet.
La paulatina descomposición mental y moral de Nair queda perfectamente reflejada en las páginas del diario que escribe. Me resultó curioso que Johnson escogiera el formato del relato en primera persona: ¿hasta qué punto es creíble lo que nos cuenta Nair, un narrador nada fiable, alcoholizado y corrompido hasta la médula, cuyo compañero de aventuras es un mentiroso patológico como Michael Adriko? Sin duda, es una estrategia deliberada: Johnson decide mostrar a Nair tal como es, a través de sus propias palabras. Para él, las mujeres son objetos de usar y tirar: la primera noche en Freetown se lleva a una menor a su habitación. En su posterior delirio, le propone a Davidia que huya con él y deje tirado a Michael. Más que un antihéroe: un degenerado, un ser totalmente aborrecible.

A medida que se adentra en una parte del mundo en que nunca encontrará un espacio propio, Nair se mueve en un escenario chocante, horripilante y desesperanzado. Su degradación parece no tener límites. Cuando unos lugareños comparten un extraño licor que extraen de plantas autóctonas, todos rompen a reír. ¿Quiénes son los monstruos que ríen ahora?

The Laughing Monsters no es una novela que destaque por la belleza de su prosa, ni por un intrincado desarrollo de la trama. ¿A quién le hace falta acción cuando con las mentiras y medias verdades que unos se cuentan a otros y la continua postergación de todas las informaciones y sus decisiones te permiten avanzar en la forja de un libro?

The Laughing Monsters fue publicada en castellano por Random House Mondadori en 2016, con traducción a cargo de Javier Calvo. Sin ser una obra que vaya a pasar a la Historia (ésa con la hache mayúscula, sí), ha conseguido picarme bastante la curiosidad como para que siga buscando libros de Denis Johnson. De ella me quedan muy marcados su subtexto y una descorazonadora moraleja: ese enorme charco de sangre, muerte, enfermedad, hambre y desesperación que es el interior de África, donde los arroyos son tóxicos y los muertos en la carretera quedan en la cuneta a merced de los animales, donde la sobreexplotación de los recursos es ley.

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