Tessa Hadley, The London Train (Londres : Jonathan Cape, 2011). 324 páginas.
El título de este
libro, una novela que se compone de dos partes bien definidas (o incluso de dos
nouvelles), se debe al tren que une Paddington con Cardiff, esa línea de
ferrocarril que atraviesa la suave campiña inglesa desde Hertfordshire hasta el
estuario del río Severn. A bordo de ese tren van con frecuencia dos personas
cuyas trayectorias ofrecen paralelismos: el tema subyacente en ambas partes de
la novela es la fragilidad de las relaciones matrimoniales.
El estuario del Severn. Fotografía de Roger Roberts |
En la primera,
Paul, un crítico literario de segunda categoría sufre la pérdida de su madre, a
quien tenía más o menos olvidada en una residencia. Poco después descubre que
la hija que tuvo en su primer matrimonio ha abandonado la casa de su madre y se
ha ido a vivir con una pareja de emigrantes polacos en un piso insalubre en uno
de los muchos barrios horribles de Londres.
Tras una pelea
con su actual esposa, Paul se marcha a Londres y, para sorpresa de todos, lector
incluido, se arroga el derecho a alojarse en el sofá del piso donde está su
hija. El caso es que la joven está embarazada. ¿Es el polaco el padre? ¿Está
segura la hija en el entorno en que vive? Ciertamente, a mí me pareció poco
plausible que Paul se marche sin decir nada a su familia y se pase una
temporada en Londres sin, digámoslo así, un mapa de ruta.
Pero es gracias a
la segunda parte del libro que la primera cobra más sentido y al lector se le
proporciona una más amplia y enriquecedora perspectiva. La protagonista de la
segunda nouvelle es Cora, quien ha decidido dejar a su marido y a Londres
(ya se sabe que el orden de los factores no altera producto) y mudarse a la
casa de sus padres, que en poco tiempo pasaron ambos a mejor vida.
Paddington Station. Last train to Cardiff? Fotografía de Mattbuck. |
Y es que es en
ese tren entre Cardiff y Londres (o en dirección contraria, ya no me acuerdo)
es donde los dos protagonistas se conocieron e iniciaron una relación extramarital.
Mientras que para Paul fue una mera distracción, para Cora la aventura tuvo muchísima
importancia, en su huida de una existencia solitaria y desalentada.
Con apenas un
atisbo de trama, Hadley centra su atención en los nudos que los personajes traban
en su propio entorno, las trampas que se tienden a ellos mismos y las mediocres
justificaciones con que tratan de evadir sus responsabilidades. Como la vida
misma.
Tessa Hadley es
una novelista con estilo, o quizás sería mejor identificarla como gran estilista
concienzuda y con conciencia. Son características que demostraría en años
posteriores a The London Train en novelas como Clever
Girl o The
Past, o en su colección de relatos Bad
Dreams and Other Stories. La falibilidad de los seres humanos es lo que
posiblemente fascine al lector, otorgándonos una ventana al interior de sus
mentes, a sus meditaciones y penurias:
“Hubo un tiempo en que Cora creyó que la vida iba construyendo una acumulación de recuerdos, que iban haciéndose más densos y profundizándose a medida que pasaba el tiempo, apuntalándote frente al vacío. Había adquirido la costumbre de atesorar reliquias de todas las etapas de su vida conforme iban pasando, como si fuesen sagradas. Ahora eso le daba la impresión de ser un modelo falsamente reconfortante de la experiencia. El presente era siempre lo más importante, en una forma que te empujaba siempre hacia adelante: vacía, aunque también libre. Fuesen las que fuesen las historias que te contases a ti misma o a otros, en el presente quedabas de verdad expuesta y desnuda, una proa que surcaba nuevas aguas; el pasado que quedaba detrás resultaba insustancial, se desmoronaba, caía en desuso, sus formas se volvían obsoletas. El problema era que siempre seguías estando viva, hasta el final. Algo tenías que hacer.” (p. 312, mi traducción)
Seguir vivo:
¿condena o premio? ¿Problema o respuesta? Para algunos, no disponer de tiempo para
leer es a un tiempo condena y problema; la respuesta (o el premio) parece a
veces estar muy lejos.