14 mar 2016

Reseña: Home, de Toni Morrison

Toni Morrison, Home (Londres: Chatto & Windus, 2012). 147 páginas.
A poco más de 24 horas de iniciar un viaje que me llevará a “casa” (uso el entrecomillado porque uno, tras pasarse veinte años viviendo en la otra punta de este sufriente planeta, ya no tiene nada claro qué es eso de “casa”), termino de leer esta breve novela de una escritora a la que descubrí por casualidad en los albores de la década de los 90 el día en que compré en una librería del centro de Valencia un libro titulado Beloved. Y me pregunto dónde está para mí ese lugar que llamamos “casa”.

Mucho ha llovido desde entonces, y la escritura de Morrison también ha cambiado. No lo ha hecho de manera radical, y en todo caso los temas que frecuentan sus obras siguen siendo básicamente los mismos. En el caso de Home, el trasfondo histórico es la década de los 50, en plena guerra fría y con la guerra de Corea como telón de fondo.

Un joven afroamericano, Frank Money (apellido muy útil para Morrison, pues la familia de los Money no tiene ni blanca, valga otro socorrido juego de palabras) salió del pueblucho de Georgia en el que no tenía futuro alguno en compañía de sus dos mejores amigos, Stuff y Mike, hacia Kentucky, donde recibieron entrenamiento militar para después ir a Corea. De los tres, solamente Frank ha vuelto a “casa”; tras un año de vagabundeo, víctima del síndrome de estrés post-traumático y frecuentemente metido en problemas con la policía, despierta una noche de invierno en una institución psiquiátrica en Seattle a la que no sabe cómo ha llegado. Escapa descalzo, sin dinero y sin ropaje, pero tiene la fortuna de encontrar refugio en una iglesia, en la que le acoge un clérigo (muy apropiadamente llamado John Locke), quien le dará dinero y ayuda para que pueda ponerse en camino.

El verdadero John Locke
¿Por qué ha decidido Frank ponerse en camino hacia el sur? Pues porque ha recibido una carta de una mujer llamada Sarah que le conmina a ir a Atlanta con urgencia, antes de que muera su hermana Ycidra, Cee. El viaje de Frank por la América de los años 50 es de lo más ilustrativo: el racismo segregacionista es la norma: en el tren ve a un viajero que ha sido apaleado por intentar comprar en un establecimiento para blancos, mientras que en otra ciudad es cacheado por la policía solamente por detenerse ante la vitrina de una zapatería.

Para Frank, obviamente, esto no es nada nuevo. Su primer recuerdo es la huida a pie de toda su familia de algún lugar de Texas, en el que algunos encapuchados (de esos que públicamente demuestran su apoyo a ese demagogo bufón del tupé, que quiere ser candidato a presidente de los EE.UU.) les han dado 24 horas para poner tierra de por medio.

La nouvelle está repleta de simbolismo: no es únicamente el caritativo John Locke. Son muchos los símbolos, algunos muy evidentes, otros más difíciles de descifrar o interpretar. El laurel del final de la novela es uno de los más conseguidos: un árbol fuerte, cuyas raíces oponen resistencia, pero finalmente acogen los huesos del desconocido cuyo cadáver Frank y Cee vieron enterrar en un agujero sin marcas cuando eran niños.

Toni Morrison, inmortalizada en Vitoria-Gasteiz, aunque el fresco ya haya desaparecido.
Morrison trabaja con dos narradores: una narradora omnisciente (en apariencia solamente) y la voz de Frank, que interrumpe la narración de la otra voz para mayoritariamente confirmar lo ya narrado o añadir detalles propios. Pero la prosa de Morrison en Home es menos barroca que en sus primeros libros. La indefinición que caracterizaba novelas como Beloved o The Bluest Eye queda reducida, en tanto que Morrison emplea una prosa escueta y lírica, y en la que los diálogos, cuando aparecen, son también breves. La autora parece más preocupada por transmitir imágenes que ideas, y en eso el libro se resiente. Hay hilos argumentales que quedan pendientes de resolver, como el del doctor Scott de Atlanta, que le causa las terribles lesiones a Cee que la ponen al borde de la muerte.

¿Es para Frank y Cee su casa o hogar el país en el que nacen, que los empuja a un lugar que es, según Frank, “el peor sitio del mundo”, y del que tienen que salir para intentar labrarse un futuro en el seno de una sociedad que los margina y desprecia? ¿O lo es únicamente el rincón de ese pueblo perdido en el que todavía no hay luz ni agua corriente, pero en el que sus padres construyeron una casa para ellos?

Home no se acerca a la magia y el virtuosismo narrativo de las novelas de Morrison de décadas anteriores, pero no deja de ser la obra de una de las grandes figuras de la narrativa estadounidense de nuestra época.

11 mar 2016

Reseña: Something Special, Something Rare, de VV.AA.

Varias autoras, Something Special, Something Rare (Collingwood: Black Inc., 2015). 245 páginas.

Cuando allá a finales de 2012 redacté una breve nota titulada ‘Premios feminizados’ en Hermano Cerdo, señalaba algo muy obvio: el hecho de que crear premios literarios exclusivos para autoras no iba a significar de forma automática que la literatura producida por esas autoras fuera a ser mejor (o peor) que la escrita por sus colegas masculinos. El fenómeno trataba simplemente de poner el foco (dotado de un considerable valor crematístico) en la literatura creada por mujeres.

Y así, resulta que en 2015 la editorial Black Inc., radicada en Melbourne, decide sacar un volumen recopilatorio de cuentos de autoras australianas. Lo curioso de este volumen, dejando de lado la indudable calidad de la mayoría de las narraciones que lo integran, es que la editorial lo publica a pelo: no hay ninguna introducción ni prefacio ni nada. Tampoco se menciona el nombre o nombres de la persona o personas que realizaron la selección. Una selección, por otra parte, que jugaba sobre seguro: todos los cuentos de Something Special, Something Rare ya habían sido publicados con anterioridad, algunos en revistas y otros en antologías.

Algunas de las firmas son ya autoras consagradas y han publicado libros de mucho éxito, al menos en Australia. Por ejemplo, Kate Grenville, que abre el libro con ‘Bushfire’, un afable relato de corte romántico cuya protagonista es una maestra de mediana edad en un arquetípico entorno rural australiano. O Fiona McFarlane con ‘The Movie People’, cuyos cuentos han venido apareciendo en The New Yorker a lo largo de los últimos años. Otras son menos conocidas, pero no por ello suscitan menos interés.

Otro aspecto inusual de esta valiosa colección tampoco tiene un hilo temático común. Más bien todo lo contrario. Hay que añadir asimismo que los cuentos que recopila este volumen abarcan más de una década. ‘The Intimacy of a Table’, de Delia Falconer, el ya mencionado de Grenville y ‘La Moustiquaire’ de Gillian Mears se publicaron por primera vez en 2001.

Es por supuesto bastante difícil señalar un cuento en particular que destaque en el volumen, y toda selección será naturalmente subjetiva. En todo caso, he aquí mi selección de la selección:

1) ‘Lebanon’, de Favel Parrett (cuyanovela Past the Shallows reseñé hacepoco más de tres años) es un relato muy corto, narrado en primera persona, que plasma un momento crucial en el desarrollo personal de una joven de Hobart. Podrás leer mi traducción al castellano en Hermano Cerdo muy pronto.

Favel Parrett. Fotografía tomada de www.wheelercentre.com 
2) ‘The Movie People’, de Fiona McFarlane, es un divertido relato que roza el absurdo, en el que los habitantes de un pueblito, incapaces de superar la partida del equipo y el elenco de una película, asumen en sus vidas reales los papeles de los personajes de la película en la que participaron como extras.

3) ‘A Chinese Affair’, de Isabelle Li, se centra en la doble vida de una emigrante de ascendencia china, casada con un hombre mucho mayor que ella, y la imposibilidad de mantener en secreto esa doble vida que lleva en alguna ciudad de Australia no identificada.
4) ‘Honeymoon’, de Charlotte Wood, cuenta visceralmente el cambio de actitud frente al marido y las muy íntimas sensaciones que tiene una joven recién casada durante la luna de miel.

Isabelle Li. Fotografa procedente de su propio sitio web
Y 5) ‘Flicking the Flint’, de Anna Krien, un perturbador relato en torno a un padre tiránico, una madre acobardada y un chico tímido en una escuela rural, y de cómo la amistad entre el chico y una joven maestra es aniquilada de la noche a la mañana por la intransigencia, la violencia y la ignorancia del padre.

Otros cuentos destacables son ‘The Meaning of Life’, de Mandy Sayer (de quien no había leído nada desde 1996, con The Cross); ‘Forging Friendship’, de Karen Hitchcock, una ironico relato sobre la amistad en los tiempos de Facebook, y ‘Letter to A’, de Alice Pung, una conmovedora historia sobre un joven hijo de emigrantes y las dificultades de abrirse un camino y labrarse un futuro cuando el presente no parece presentar salida alguna.


El valor intrínseco de Something Special, Something Rare estriba en la literatura recogida en esta antología. Los relatos indagan en la experiencia de personas muy diferentes, en disparejos entornos sociales y geográficos. Es una prueba fehaciente de que el estado reciente de salud de la narrativa australiana escrita por mujeres es bueno, si no excelente.

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