"Those who want peace do not become arms dealers." Photograph by Sònia Pau for Público. |
27 ago 2017
25 ago 2017
Reseña: Running Dogs, de Ruby J. Murray
Ruby J. Murray, Running Dogs (Melbourne: Scribe, 2012). 280 páginas.
¿Una novela australiana
cuyo escenario es Indonesia? Así es, aunque ciertamente, no es la primera: en
1978 apareció The Year of Living
Dangerously, de Christopher Koch, que luego fue transformada en película (en
España se estrenó, con algo de éxito, con el título El
año que vivimos peligrosamente).
Un jovencísimo Mel Gibson y la siempre encantadora Sigourney Weaver.
Desde la
independencia indonesia de Holanda en 1945, las relaciones de Australia con su
más próximo vecino (geográficamente hablando) han tenido muchos altibajos. Cuando
uno compara las cifras de habitantes y superficie de ambos países, resultan
evidentes (que no justificables) los recelos de un país muy rico y desarrollado
ante otro cuya población excede ya los 250 millones.
Running Dogs sigue las peripecias de una joven australiana de
Melbourne, Diana, que decide tomar un trabajo en una agencia de ayuda
humanitaria en Yakarta. El trabajo es decepcionante: se limita a escribir
comunicados de prensa que nadie lee, la integridad de sus compañeros no es tan
clara como debiese ser, y no le resulta nada fácil integrarse en la cultura
indonesia.
Pero Diana tiene
ciertos lazos con Indonesia: en realidad, parece haber escogido Yakarta porque
quiere localizar a una amiga indonesia con la que compartió vivienda en
Melbourne. Se trata de Petra Jordan, hija de una familia muy acomodada y
poderosa entre la elite financiera del país. Petra se fue de Melbourne sin
avisar y sin dejar señas. ¿Por qué?
La novela está
estructurada en dos marcos temporales paralelos, dos épocas distintas con más
de diez años de diferencia: por un lado, la Yakarta de finales del siglo XX,
con la fuerte crisis económica y la consiguiente caída de Suharto, que
corresponde a la infancia de Petra y sus dos hermanos, Isaak y Paul. El otro
hilo narrativo comprende el periodo conocido en Indonesia como Reformasi, y coincide con la estancia de
Diana en Yakarta.
Uno de los lugares donde el macet de Yakarta ocurre a diario: Jalan Rasuna Said. Fotografía de M. R. Karim Reza. |
Isaak y Petra son los hijos de Richard Jordan y su primera esposa, fallecida en un misterioso accidente doméstico. Paul es el más pequeño, y quizás por ello también el más vulnerable.
Como suele
ocurrir en millones de hogares en los países en desarrollo, son los sirvientes
quienes se ocupan de mantener unas necesarias dosis de rutina, orden y buenas
costumbres. En el caso de los Jordan, de los tres niños se ocupa Mbak Nana. La
madre de Paul y madrastra de Petra e Isaak va de fiesta en fiesta, normalmente en
compañía de una amiga, la madre de Bill Desta, compañero de escuela de los
Jordan y acosador imperturbable de Petra. ¿A qué se debe esa fijación del bully con Petra? Entre la Sra. Jordan y
la Sra. Desta hay algo más que una amistad.
Angustiada por el
acoso interminable que sufre en el colegio, Petra y sus hermanos llevan a cabo
una ceremonia mágica para pedirle a una diosa indonesia que castigue a Bill Desta.
Poco tiempo después, el avión en el que viaja Linda, la madre de Bill Desta, se
estrella, y mueren todos los ocupantes.
Murray
caracteriza a los padres del trío de hermanos como fantoches. Mientras que el
padre es un violento monstruo autoritario que nunca expresa afecto alguno por
sus hijos (el episodio en el que Paul termina meándose en los pantalones
después de un partido de futbol es una muestra de brutal crueldad). Desde el
accidente del avión, la madre/madrastra es simple y llanamente la muñeca/el
fantasma. El punto de vista narrativo en esta parte de la novela corresponde a
Petra/Isaak, y para referirse a la madre, la autora utiliza el pronombre neutro
de tercera persona.
La llegada de
Diana a Yakarta es el recurso de que se vale Murray para desarrollar la trama
en torno a cuestiones de corrupción política a gran escala.
“Llevaba viviendo en Indonesia poco más de tres meses cuando Petra volvió a introducirse en su vida, flanqueada por sus hermanos, envuelta en un halo de humo de kretek [cigarrillos de clavo]. Hasta ese instante, Diana había sabido mentirse a sí misma acerca de las razones por las que había elegido el puesto de Yakarta.” (p. 3, mi traducción)
Diana y Petra
retoman su amistad, pero a medida que Diana se involucra más intensamente en
las vidas de los Jordan va descubriendo aspectos turbios en el imperio de
Richard Jordan y el tío Edward. La trama se enreda mucho más, y el desenlace
(que incluye una muerte, una revelación traumática sobre el pasado y un
asesinato) recompensa la lectura de esta novela.
Por el camino,
Murray deja caer algunas indirectas respecto al cinismo prevalente en el sector
normalmente altruista de la ayuda al desarrollo y la ayuda humanitaria, y deja
bien claro lo difícil que es para los occidentales adaptarse a una cultura como
la indonesia. Los indicios de los hilos de corrupción que unen a inmorales explotadores
locales y empresas multinacionales quedan expuestos a través de excelentes ejemplos
ficticios.
Running Dogs, expresión procedente del chino y que vendría a
traducirse como “lacayos” o “perros falderos”, es una intrigante novela que rebusca
en las infamias y vergüenzas ocultas de una privilegiada familia occidental en
Indonesia.
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