10 ene 2014

Reseña: El manuscrito de nieve, de Luis García Jambrina

Luis García Jambrina, El manuscrito de nieve (Madrid: Santillana, 2010). 280 páginas.

Veamos. Cuando uno de los críticos de Babelia (el Sr. Javier Goñi) nos contaba por allá en febrero de 2011 que, con El manuscrito de nieve García Jambrina “ha puesto en pie un estupendo mosaico de una vieja ciudad, donde venganzas y lances de deshonor de antaño conviven con el Nuevo Mundo ya descubierto o con mujeres que, a la manera de La Latina, ansían saber, aunque sea disfrazadas de hombres. No es una novela para aficionados al género histórico, que lo es de género, sino, más bien y también, para aficionados a la buena novela, y ésta lo es”, uno (que solía ser mucho más crédulo en 2011 que en 2014) quiere hacerle caso; y le hace caso porque de verdad, le apetece leer una buena novela en lengua castellana.

Pero el caso es que el sello Alfaguara que publica El manuscrito de nieve pertenece a la editorial Santillana, que es una del conglomerado corporativo de PRISA que también (oh, vaya una casualidad) publica El País, antaño un gran diario, hoy venido a menos (mucho menos), cuyo suplemento literario es precisamente Babelia, cuyo acceso en línea es hoy en día mediante pago (no sé cuántos paganos habrá, pero desde luego, no me cuento entre ellos).

Leo en la contraportada de El manuscrito de nieve: “Narrada con un estilo ágil, claro y preciso y grandes dosis de inteligencia, imaginación e ironía, … es el resultado de una sabia y original mezcla de géneros.” Pues discrepo, y bastante. El manuscrito de nieve es un thriller fallido (puesto que casi al principio de la novela se puede deducir, con casi total seguridad, quién es el asesino, y eso arruina una novela de misterio) ambientado en la Salamanca de fines del siglo XV. Es una novela histórica en tanto que hace uso de personajes históricos, y el autor invierte mucho esfuerzo en la ambientación y en detalles que tratan de hacer la historia verosímil.

Lamentablemente, son muchas más las carencias que las virtudes: personajes acartonados, que no logran levantarse de la página, que no parecen tener vida propia. Diálogos que en ocasiones chirrían con un exceso de melodrama o de afectación barata: “—Ahora sí que estáis en mis manos…Ya os dije que os perdería el corazón. —Vos, sin embargo, habéis perdido la cabeza.” (p. 267). LOL. La trama gira y gira y gira en torno a un mismo misterio (una serie de asesinatos de estudiantes salmantinos), y a ratos no parece avanzar, sino repetirse con no se sabe muy bien qué propósito.

No es suficiente intentar dar vida a Fernando de Rojas y al Lazarillo de Tormes en una novelita de misterio, convirtiéndolos en una pareja de “detectives”. El experimento deja mucho que desear; nunca llega a cuajar, al menos en mi opinión. Puede que el lector medio español no sea muy crítico, que no lo es, y se conforme con cualquier cosa.


Pero si de esta medianía un señor que cobra por escribir reseñas dice que es un “estupendo mosaico” y una “buena novela”, cabe preguntarse: ¿será porque le han dado órdenes desde arriba? ¿O porque, como a dos de las víctimas de El manuscrito de nieve, le han cortado la lengua y le han privado del sentido del gusto? Se acabó lo que se daba.

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