18 may 2017

Reseña: The Laughing Monsters, de Denis Johnson

Denis Johnson, The Laughing Monsters (Nueva York: Farrar, Strauss and Giroux, 2014). 228 páginas.
¿Quién es Roland Nair y qué demonios hace en Freetown, la capital de Sierra Leona? Al comienzo de este poco convencional thriller, Nair cuenta que ha transcurrido poco más de una década desde su última visita a la ciudad. En el aeropuerto espera encontrar a su amigo Michael Adriko, un ugandés con el que ha compartido innumerables aventuras, entre otros lugares, en Afganistán.

Una playa de Freetown, donde Roland Nair bien podría estar ahora mismo vendiendo secretos oficiales, o tomándose el sexto vodka martini de la tarde.Fotografía de Erik Cleves Kristensen. 
Mientras relata su espera en un hotel venido a menos, de Nair aprenderemos que tiene, además del estadounidense, un pasaporte danés, y que trabaja para los servicios de inteligencia de la OTAN. Adicto al alcohol y al sexo con prostitutas, Nair no es ni por asomo un James Bond.

Pero a Freetown ha venido, además de a encontrar a Adriko (por órdenes de su agencia), a reencontrarse con África, y de paso, a hacerse rico vendiendo secretos oficiales. El caso es que, desde el momento en que vuelve a hacer equipo con Michael, queda claro que cada uno va a actuar por interés propio. Además, Michael ha llegado acompañado de Davidia, una atractivísima afroamericana hija del comandante a cuyas órdenes estaba Michael antes de desertar ("desconectarse", según Michael).

El plan de Michael es muy sencillo: ir a Uganda y desde allí entrar ilegalmente en la República Democrática del Congo para reconectar con su clan y contraer matrimonio con Davidia. Sobre el papel, parece una fiesta cojonuda, ¿no? Sin embargo, Nair sabe que Michael miente con más frecuencia que respira.

Cuando Michael le revela que su plan incluye la venta de uranio enriquecido, Nair sabe que los problemas solo han hecho que empezar. En su huida hacia adelante, Nair, Adriko y Davidia atropellan a una mujer a la que no prestan auxilio, luego lograrán cruzar la frontera en el Landcruiser robado (prestado, según Michael), para luego quedar separados tras sobrevivir al ataque contra un pequeño pueblo por parte de unas violentas milicias congoleñas no definidas, además de sobrevivir al hambre y la sed, o a la miseria y la desesperación de los lugareños de una región montañosa conocida como The Laughing Monsters, o los monstruos risueños.

Montañas del Parque Nacional Virunga, República Democrática del Congo. A simple vista, no parecen para nada monstruosas. In situ, la cosa podría cambiar, y mucho.Fotografía de Guy Debonnet.
La paulatina descomposición mental y moral de Nair queda perfectamente reflejada en las páginas del diario que escribe. Me resultó curioso que Johnson escogiera el formato del relato en primera persona: ¿hasta qué punto es creíble lo que nos cuenta Nair, un narrador nada fiable, alcoholizado y corrompido hasta la médula, cuyo compañero de aventuras es un mentiroso patológico como Michael Adriko? Sin duda, es una estrategia deliberada: Johnson decide mostrar a Nair tal como es, a través de sus propias palabras. Para él, las mujeres son objetos de usar y tirar: la primera noche en Freetown se lleva a una menor a su habitación. En su posterior delirio, le propone a Davidia que huya con él y deje tirado a Michael. Más que un antihéroe: un degenerado, un ser totalmente aborrecible.

A medida que se adentra en una parte del mundo en que nunca encontrará un espacio propio, Nair se mueve en un escenario chocante, horripilante y desesperanzado. Su degradación parece no tener límites. Cuando unos lugareños comparten un extraño licor que extraen de plantas autóctonas, todos rompen a reír. ¿Quiénes son los monstruos que ríen ahora?

The Laughing Monsters no es una novela que destaque por la belleza de su prosa, ni por un intrincado desarrollo de la trama. ¿A quién le hace falta acción cuando con las mentiras y medias verdades que unos se cuentan a otros y la continua postergación de todas las informaciones y sus decisiones te permiten avanzar en la forja de un libro?

The Laughing Monsters fue publicada en castellano por Random House Mondadori en 2016, con traducción a cargo de Javier Calvo. Sin ser una obra que vaya a pasar a la Historia (ésa con la hache mayúscula, sí), ha conseguido picarme bastante la curiosidad como para que siga buscando libros de Denis Johnson. De ella me quedan muy marcados su subtexto y una descorazonadora moraleja: ese enorme charco de sangre, muerte, enfermedad, hambre y desesperación que es el interior de África, donde los arroyos son tóxicos y los muertos en la carretera quedan en la cuneta a merced de los animales, donde la sobreexplotación de los recursos es ley.

14 may 2017

Reseña: Dr Mukti and other tales of woe, de Will Self

Will Self, Dr Mukti and other tales of woe (Londres: Bloomsbury, 2004). 257 páginas.
Nadie podría haber previsto que, cuando el Dr. Shiva Mukti conoció al Dr. Zack Busner en un congreso de profesionales de la psiquiatría, nacería entre ambos una competencia tan encarnizada y brutal que a la postre devendría en un duelo a muerte sin límites, en el que los pacientes serian manipulados y utilizados como bombas de relojería que, de no ser debidamente desactivadas, podrían hacer pedazos a los doctores.

‘Dr Mukti’ es el primero de los relatos de este volumen, publicado en 2004, y con su longitud, superior a las 100 páginas, encaja perfectamente en la categoría de nouvelle, que tan bien se le da al autor. Por el relato desfilan un sinnúmero de personajes a cada cual más desequilibrado desde el punto de vista de la salud mental. Obviamente, tanto el Dr. Mukti como su rival, Busner, entran cabalmente en el grupo antes descrito. ¿Hay alguien cuerdo en este relato? Posiblemente, alguno de los enfermeros del hospital donde trabaja Mukti o alguno de sus numerosos familiares, pero no adquiere en momento alguno protagonismo.

El caso es que Mukti es un hombre sumamente frustrado. Hijo de un emigrante brahmán de la India, a este pobre psiquiatra le persigue la falta de prestigio profesional, y en casa le atormenta la falta de carnalidad que define su matrimonio asexual. No es de extrañar que se obsesione con Busner, en quien encuentra un blanco psico-sionista ideal.

El volumen lo completan otros cuatro relatos, mucho más cortos y, para mi gusto, desiguales. ‘161’ narra las peripecias de un pandillero que huye de sus enemigos y se cuela en la casa de un anciano en una decrépita torre de apartamentos de un barrio de mala muerte de una ciudad que pudiera ser Birmingham, Londres o Liverpool. El chico logra pasar varios días en el interior del apartamento sin que su presencia sea advertida (o al menos, eso piensa él). El desenlace añade una nota de sorpresa y dosis extra de ingenio.

En ‘The Five-Swing Walk’, un padre separado despierta de una pesadilla para enfrentarse a la realidad de tener que llevar a cuatro niños (tres de ellos suyos) de paseo en un itinerario que comprende, como dice el título, cinco columpios en diversos parques de la ciudad de Londres. En el paseo les acompaña el Infortunio, en forma de presencia alegórica. Es un relato lóbrego, sombrío, en el que la sátira presente en el primero que da título al libro se torna más agria.

"¿Qué piensas del globo?" me preguntó Keith un día a finales del verano cuando estábamos de camino a otra barbacoa cerca de MI6. El globo llevaba algunas semanas en el aire, amarrado a unos cuatrocientos pies de altura por encima de Vauxhall Cross. Pero aunque formaba parte de nuestra ronda, todavía no habíamos visitado el lugar de amarre. Desde nos encontrábamos en ese instante, cruzando Battersea Park en dirección sudeste, podíamos ver su panza de marquesina a rayas, acercándose a las difuntas torres de refrigeración de la Central Eléctrica. Un escorzo de Londres. (p. 221, mi traducción). Balloon over Vauxhall Station, fotografía de Keith Edkins.
El que le sigue, ‘Conversations With Ord’, se sitúa también en las calles de Londres. Dos amigos simulan alternativamente ser, en una diversión dialéctica que le sirve a Self para demostrar sus dotes literarias y de dominio del léxico inglés, Ord, un carismático personaje, y su biógrafo, Flambard. Es una narración a ratos desternillante, a ratos algo desdibujada. El volumen lo cierra  ‘Return to the Planet of the Humans’, una efectiva sátira en la que un simio inteligente trata de adaptarse a la vida dentro de una intolerable sociedad humana.

Tal como anuncia el título, estas son historias de desdicha. Self ejerce su posición de narrador cínico con absoluta potestad. Esperar que el autor muestre una pizca de empatía o comprensión hacia sus personajes es una vana empresa, que no conduce a ninguna parte. En la mejor tradición de Swift, Self sigue en la línea de Grey Area y Tough Tough Toys for Tough Tough Boys.

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