4 oct 2019

Reseña: The Rising Tide, de Tom Bamforth

Tom Bamforth, The Rising Tide: Among the Islands and Atolls of the Pacific Ocean (Melbourne: Hardie Grant, 2019). 262 páginas.
El Océano Pacífico representa la tercera parte de la superficie del planeta, y cerca del 46% del agua que forma los océanos y mares de los que tanto depende la vida. Son cifras nada desdeñables. Pero el Pacífico es hogar de millones de personas, esparcidas en remotos archipiélagos y atolones, y grupos poblacionales que enfrentan en los próximos años (me resisto a hablar de décadas: el daño es ya evidente e inmediato) el reto de buscar un nuevo hogar.

La subida del nivel de las aguas como consecuencia del derretimiento de casquetes polares y glaciares es solamente uno de los problemas que afectan a las naciones del Pacífico. El autor de The Rising Tide [La marea creciente], el australiano Tom Bamforth, utiliza su amplísima experiencia laboral de años en un sector profesional que engloba la ayuda humanitaria y la respuesta y reconstrucción tras los periódicos desastres que han tenido lugar en estos países para presentar un reportaje muy personal, unas veces cargado de ironía, pero en otras más enfocado en su propia vivencia que en la construcción de un relato que transfiera al lector al lugar.

Hay una durísima competencia entre los países desarrollados por demostrar su generosidad en el Pacífico: Ayuda japonesa en acción. Obras de reconstrucción del puente de Vaisigano en Apia (Samoa), septiembre de 2019. 
Los hechos y fenómenos a los que hace referencia Bamforth van desde 2008 hasta este mismo año que muy pronto se nos acabará. Los lugares son muchos: Vanuatu, Fiyi, Tonga, Palau, Nueva Caledonia, islas Marshall, islas Cook, Papúa Nueva Guinea, islas Salomón, la región autónoma de Bougainville y Kiribati.

El libro incluye algunas reflexiones muy acertadas sobre temas de impactante actualidad. En una isla del archipiélago de Vanuatu, tras preguntar a los locales sobre los efectos del cambio climático, Bamforth nos relata las confesiones que escucha de los lugareños después de uno de los ciclones que tantos destrozos causaron en el país:

“Los impactos eran inicialmente muy lentos. Los patrones tradicionales de agricultura y ganadería resultaron alterados, y las temporadas de cosecha y sembrado tenían lugar más tarde. Los patrones climatológicos de El Niño y La Niña, que ocurren de forma natural, ya habían exacerbado las dos estaciones, la seca y la lluviosa, convirtiendo dichas estaciones en temporadas más extremas e impredecibles. Las cosechas de taro y coco estaban viéndose afectadas por los niveles crecientes del agua del mar, puesto que el agua salada gradualmente se iba colando en las tierras de cultivo. Y luego, los ciclones, cuya fuerza e impredecibilidad habían sorprendido a propios y extraños. Además, la temporada de ciclones parecía haberse alargado.

Los isleños no podían predecir qué les aguardaba en el futuro. Mucha gente ya había dejado la isla y emigrado a las ciudades para encontrar empleo y escapar de la cada vez mayor inestabilidad de la vida tradicional. Pero también la había cambiado el dinero que encontraba su camino de regreso a la isla. Ahora había edificios nuevos, menos seguros pero más caros, más comida rápida y menos cultivos autóctonos, además de altísimos índices de diabetes y enfermedades coronarias. A modo de protesta silenciosa, a las lonas impermeables entregadas por las agencias de ayuda y engalanados en uno de sus lados con canguros rojos (para asegurarse de que nadie se equivoque respecto a quiénes debían mostrarle su gratitud los beneficiarios) les habían dado la vuelta, de manera que las casa de los isleños no estuviesen marcadas por donantes cada vez más firmes y enérgicos.” (p. 37, mi traducción)

Un cartel que ensalza la ayuda australiana en Honiara, Islas Salomón. En la esquina derecha inferior, el consabido cangurito. Fotografía de Yvonne Green / Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia.
Uno de los posibles defectos de este libro es que Bamforth únicamente menciona muy por encima los problemas políticos de los lugares que visita. En ocasiones, con una simple pincelada le basta para señalar cuestiones álgidas: “Para ellos [unos jóvenes marshaleses] Hawái era la ‘isla grande’, mientras que los Estados Unidos era (tal como lo era para los habitantes de Palau) sencillamente el ‘continente’. Me pregunté qué implicaba eso respecto a cómo se veían a sí mismos los marshaleses de manera coloquial. ¿Eran los isleños de las Marshals, por lo tanto, la ‘isla pequeña’ de Hawái, un atolón en dominio de la masa continental, una pequeña roca orbital atrapada por la fuerza estadounidense de la gravedad?” (p. 123, mi traducción)

Vista de la única carretera de la capital de las Islas Marshall, Majuro. Fotografía de Stefan Lins.  

Además de los temas más actuales como los derivados del calentamiento global, la contaminación por metales pesados y la radiación atómica como consecuencia de las innumerables pruebas realizadas en el siglo XX en el Pacífico (pronto habrá que añadir todo lo que suelten de Fukushima), Bamforth investiga en significativas cuestiones culturales, como la pérdida de las lenguas indígenas de los pueblos oceánicos. No solo se pierden los medios tradicionales de producir alimentos y otras tradiciones culturales; también se están perdiendo las lenguas en que se transmitían esas tradiciones.

Quizás en pocos años comerse un filete de pez espada como éste (Hotel Amanaki de Apia, Samoa) será raro. ¿Cuándo será demasiado peligroso consumir pescado del Pacífico? 
Con todo, The Rising Tide (el título hace referencia a una bastante desafortunada frase de la excanciller australiana) no deja de ser una buena aportación al conocimiento de lo que pasa en el Pacífico. Aparte de algunas erratas, que las hay, se debiera corregir en posteriores ediciones un significativo error en la página 72, en el capítulo dedicado a Tonga. Bamforth cita el 1 de octubre de 2009 como la fecha del tsunami cuyas olas alcanzaron hasta quince metros y que se cobró más de ciento cuarenta vidas en Samoa, Samoa Americana y Tonga. La fecha correcta fue el 29 de septiembre. Puedo dar fe de ello.

20 sept 2019

Ressenya: The River in the Sky, de Clive James

Clive James, The River in the Sky (Nova York: Liveright Publishing, 2018). 122 pàgines.
Ara, a setembre de 2019, fa més de quatre anys que vaig escriure aquestes paraules: “Clive James se morirá uno de estos días. Como a todos, en algún momento, más pronto o más tarde.” Doncs han passat quatre anys i quatre mesos, i afortunadament James continua viu. Lo millor és que ha pogut ocupar-se en escriure més poesies. Va publicar una col·lecció anomenada Injury Time (2017), i l’any proppassat va sortir The River in the Sky, un llarg poema que s’acosta a una autobiografia en vers.

El títol, ‘El riu del cel’, és una referència al nom de la Via Làctia en japonès: “Ama No Gawa / el riu del cel / la manera com els japonesos/ anomenen la Via Làctia.” I de fet, tant la imatge del riu com la de la via ens recorden un desplaçament, i en bona part del poema James descriu un viatge surrealista dins les entranyes de Luna Park, en la ribera nord de la Badia de Sydney. És un viatge ple d'ecos de Dante, encara que no n'hi ha cap infern a la fi del seu recorregut.
Gateway to Heaven or Hell? Un parc d'atraccions; un parc ple de records. Fotografia de Eva Rinaldi.
James comença el poema amb la constatació positiva del que és, a la fi, la seva desfeta diària:

All is not lost, despite the quietness
That comes like nightfall now as the last strength
Ebbs from my limbs, and feebleness of breath
Makes even focusing my eyes a task –
(No està tot perdut, malgrat la quietud/ que arriba com la nit ara quan les darreres forces/ es vessen dels meus braços i cames, i la feblesa de mon alè/ fa afanyós encara enfocar els meus ulls...; (p. 1, la traducció es meva))

El poema, tanmateix, esdevé de vegades un recull de records sense massa ordre: potser el poeta fa l’esforç de concentrar-se en la memòria quan menys és capaç el seu cos d’ajudar-li en l’afany de mantenir-se viu i mantenir-los vius, els records. Tots els moments significatius de la seva vida mereixen un lloc al poema. La mort del seu pare, quan ell era a penes un nen, va projectar la seva ombra pesarosa sobre la seva infantesa. En el seu viatge oníric pels records de la infància apareixen mestres i mestresses, companys i personatges diversos. Tot forma part d’una experiència vital enriquidora, singular, sempre amb el teló de fons de la ciutat de Sydney on James va créixer.

James demana al lector comprensió i empatia. Fins i tot sembla convidar-nos a tenir l’esperança de que n’hi ha una altra vida després de la mort:

Give credit to my gathered images
As if they might come with me,
And you, too, come with me
Just as if the afterlife
Were life itself.
(Dona crèdit al meu recull d’imatges/ com si poguessin vindre amb mi,/ i tu, tu també, vine amb mi/ com si la vida ultraterrenal/ fos la vida mateixa. (p. 54, la traducció és meva))

Però al capdavall, tots els esdeveniments, sensacions i moments vitals – tant els fets significatius com els menys intranscendents – que componen la nostra vida i ens queden impresos al cervell en forma de records (fal·libles) han de desaparèixer. James rebutja explícitament la possibilitat de contemplar una resposta afirmativa a la qüestió potser més fonamental per a l’ésser humà en el moment d’acabar el nostre viatge sobre la Terra:

But no, there is no journey,
There never was a journey,
There is just a multiform
Rearrangement and displacement
Around the epicentres
Of all you ever knew
(No, no n’hi ha cap viatge,/ mai no hi va haver cap viatge, / hi ha només una reconfiguració/ i un desplaçament multiformes/ arreu dels epicentres/ de tot el que vas saber ... (p.54, la traducció és meva)

Com a poema, The River in the Sky no té una estructura massa específica. La major part del poema està escrit en verso lliure, i de vegades l’autor sembla submergir-se en una mena de desgavell, un barreja de mots, dades i moments personals de l’autor, com si Clive James hagués tingut una mica de presa per acabar-ho, o potser com si fos una col·lecció d’esborranys i notes apilades, tot plegat un afany de recopilació dels seus records vitals, encara que sempre s’hi imposi una reflexió alhora humil i melancòlica.

I tanmateix, hi ha instants d’una subtilesa exquisida. Per exemple, quan James recorda una de les seves cafeteries afavorides al centre de la ciutat de Sydney, regentada per unes dones jueves procedents de Viena. La ironia de les coincidències és brutal:

Nothing but coincidence
That the ladies ran their shop
Only half the aisle away
From the tiny model train [...]
That ran in circles through
Its plaster landscape
A miniature reminder
That the train they never caught
Full sized and far away
Would have taken them to death.
(Res més que una coincidència/ que les senyores portaven el seu negoci/ a l’altra banda del corredor/ on un trenet de miniatura [...] / que es desplaçava fent cercles/ per un paisatge de guix/ un recordatori en miniatura/  que el tren que mai no van agafar/ de dimensions reals/les haurien portat a la mort. (p. 49, la traducció es meva).

El to general del llibre és de tendresa, però també de fragilitat i serenitat davant la fi del viatge vital que li espera a James. Ja voldríem molts de nosaltres arribar a aquesta situació amb la claredat i les energies creatives que demostrava tenir Clive James quan va escriure The River in the Sky. Em fa sentir una sana enveja. Com a conclusió, reprodueixo un fragment rimat, una estrofa de deu versos:

This is my autumn's autumn. Claiming the use / Of so much splendour with my failing eyes / I take it as a sympathetic ruse / To glorify the path of one who dies / And see him out of the composing room, / The way the printers tapped out a farewell / For someone walking to a silent doom / After a life of noisy work done well / Among the old machines. So he moves on: / Othello, with his occupation gone.
Aquesta és la tardor de la meva tardor. Reclamo fer servir/ tantíssima esplendor amb els meus ulls defallits:/ ho considero una trampa comprensiva/ per a glorificar la senda d’un que mor/ i veure’l sortir de la sala de composicions,/ tal com els impressors marcaven el seu comiat/ per a qui caminava cap a un destí silent/ després d’una vida de treball ple de soroll però ben fet/ entre les velles màquines. I així procedeix:/ l’Otel·lo, sense la seva ocupació. (p. 118, la traducció es meva).

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