5 nov 2019

Reseña: The Uninhabitable Earth, de David Wallace-Wells

David Wallace-Wells, The Uninhabitable Earth (Penguin, 2019). 310 páginas.
Habitualmente siento la necesidad de comentar cumplidamente los libros que leo, sean del género que sean (ficción, no ficción, poesía, etc.). Con este libro, que lleva por subtítulo A Story of the Future [Una historia del futuro] voy a hacer una excepción. Solamente voy a decir que la hipótesis o predicción que desarrolla el autor es devastadora, pavorosa y lamentablemente imparable. Hace unos meses, mientras cenábamos con mi amigo Will, le sugería que, por desgracia, pienso que ya hemos cruzado una línea, que hemos sobrepasado un punto del cual no hay retorno. Y que todos y cada uno de nosotros hemos contribuido nuestro granito de arena a que ello haya ocurrido.

Un dato como aperitivo: “La escala de la transformación sigue siendo extraordinaria, incluso para quienes fuimos criados en mitad de ella y subestimamos todos sus arrogantes valores. El 22% de la masa terráquea fue alterado por los seres humanos entre 1992 y 2015. El 96% de los mamíferos, según su peso total, son humanos y su ganado; solamente el 4% son animales salvajes.” (p. 154)

El libro está dividido en dos partes ('Cascades' y 'Elements of Chaos'), pero en mi opinión ambas forman parte de un todo. Además, cuenta con una extensa sección de notas que, sorprendentemente, no están marcadas en el texto.

De manera que voy simplemente a citar algunas de las muchas frases y numerosos párrafos que me han llamado la atención, por alguna u otra razón; e invito a quien las lea a dejar sus impresiones debajo en forma de comentario. Se mire como se mire, la premisa que postula Wallace-Wells es, no ya preocupante, sino espantosa; y es algo que semana tras semana, mes tras mes, se confirma.

“Ya hemos rebasado el estado de condiciones medioambientales que, en un primer lugar, permitieron al animal humano evolucionar, en una apuesta incierta y no planeada respecto a exactamente qué puede tolerar dicho animal. El sistema climático que nos creó y que dio lugar a todo lo que ahora conocemos como cultura y civilización humanas está ya, como si se tratase de un padre, muerto.” (p. 18)

“La creencia de que se podría gobernar, o gestionar, el clima de forma verosímil por parte de una institución o un instrumento humano disponible en un breve tiempo es otro ingenuo engaño.” (p. 25)

“Desde que comencé a escribir sobre el calentamiento, a menudo me han preguntado si veo alguna razón para el optimismo. Y el hecho es que soy optimista. Dada la posibilidad de que los seres humanos podrían dar lugar a un clima que sea hasta seis o incluso ocho grados más caluroso a lo largo de los próximos siglos – que harían inhabitables grandes extensiones del planeta conforme a las definiciones que empleamos en la actualidad – un desorden así de degradado cuenta para mí como un futuro alentador.” (p. 31)

“El mapa de nuestro nuevo mundo lo dibujarán en parte procesos naturales que siguen siendo misteriosos, aunque decididamente lo hará más la mano humana.” (p. 140)

“Pensamos en el cambio climático como algo lento, pero en realidad es desconcertantemente rápido. Pensamos que los cambios tecnológicos necesarios para evitarlo van a llegar rápidamente, pero por desgracia son engañosamente lentos – especialmente cuando lo juzgamos por lo pronto que nos van a hacer falta.” (p. 179)

“Observando el futuro desde el promontorio del presente, cuando el planeta se ha calentado ya en un grado, el mundo de un calentamiento de dos grados semeja una pesadilla […]. Mas un modo en que podríamos conseguir abrirnos camino sin un desmoronamiento colectivo hacia la desesperanza es, aunque parezca perverso, normalizar el sufrimiento climático a la misma velocidad que lo aceleremos, tal como hemos hecho con tantísimo dolor humano a lo largo de los siglos…” (p. 216)

¿Nuestro gran fracaso colectivo?
“La sensación de que somos especiales en el cosmos no es garantía alguna de que seamos unos buenos administradores. Pero sí nos ayuda a centrar nuestra atención en lo que le estamos haciendo a este planeta tan especial. […] Solamente hace falta observar las opciones que hemos escogido, de forma colectiva; y, de forma colectiva, en estos mismos momentos estamos escogiendo destruirlo.” (p. 225)

Todas las citas que figuran arriba son, como es habitual en este blog, mi propia traducción del inglés. Como decía más arriba, somos unos cuantos los que estamos persuadidos de que es ya demasiado tarde. Quisiera estar equivocado, por supuesto.

El libro se ha publicado en castellano este mismo año, bajo el título de El planeta inhóspito, en Debate. La traducción corre a cargo de Marcos Pérez.

15 oct 2019

Bungonia Creek Gorge


Por si no se tiene ya muy claro, es muy evidente que, a partir de cierta edad, habrá lugares que queden fuera de las posibilidades físicas de uno; para poder acceder y salir de ellos hay que tener la necesaria fuerza y agilidad (por no hablar de un corazón en condiciones). El caso es que llevaba tiempo queriendo bajar a esta garganta o desfiladero, Bungonia Creek Gorge, situado en la llamada meseta sur (Southern Tablelands) del estado de Nueva Gales del Sur, unas dos horas al sur de Sydney.


Como se suele decir, una imagen dice mucho más que mil palabras. Y si además te quedas sin aliento como me ocurrió a mí, pues mejor nos ahorramos muchas palabras y vamos directamente a las imágenes, bajo las cuales insertaré algún comentario o explicación, según convenga.


"Minimal directional signage". De hecho, en algunos tramos es inexistente.
Datos útiles para quien vaya a intentar este recorrido:
  • El recorrido en sí mismo es corto: apenas 4 km. Pero es muy duro. Se aconsejan entre cuatro y cinco horas para completarlo.
  • A fecha de octubre de 2019, la entrada al Parque Nacional cuesta $8 (¡se puede pagar con tarjeta de crédito!), y el sistema funciona como un ticket de aparcamiento. Pagas, dejas el billete en el salpicadero y te vas a caminar. 
  • La única manera de llegar a Bungonia es con transporte propio. No hay autobuses ni nada que se le parezca. Vamos, como en el 95% de Australia.
  • Llévate suficiente agua (mínimo 1 litro por persona, más si vas en verano – aunque no es recomendable) y comida. Es mejor no ir solo.
  • Calzado de montaña. Tanto el descenso como el recorrido por el lecho del arroyo lo exigen.
  • Se puede hacer camping en el recinto del Parque Nacional. La población significativa más cercana con alojamiento es Goulburn (20.000 habitantes, a una media hora en coche).
  • Si no estás acostumbrado a hacer senderismo, ponte primero en forma. No habrá cobertura de móviles una vez comiences a bajar al desfiladero.
El descenso se hace por terreno de piedra quebrada, muy resbaladiza. Hay que andarse con ojo.
Flora local.
El lecho del arroyo. Esta es la parte amable.

¡Caramba! No me digas que hasta aquí ha llegado la Legión...
Efectos de las crecidas de agua

Siempre hay alguien que está que se sube por las paredes. Literalmente.

Caminante no hay camino, se hace camino al saltar... saltando, y dejándote resbalar por las rocas, o por debajo de imponentes peñascos de hasta diez metros de altura. Aquí no hay marca alguna. Los peñascos son en buena medida la consecuencia de explosiones en una cantera cercana.
Se ve luz al otro lado, pero ¿se podrá pasar?
Bungonia Creek Gorge. Imponente.
¿En nombre del progreso? La cantera da empleo a algunos habitantes de la zona, pero ha destruido unas cuantas colinas ya.
¿Vale la pena bajar aquí? Sin duda. Pero no hay ascensor para regresar arriba.

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