22 jun 2020

Reseña: Friend of my Youth, de Amit Chaudhuri

Amit Chaudhuri, Friend of my Youth (Londres: Faber & Faber, 2017). 164 páginas.

Si vives en una parte del mundo distante de tu punto de origen, el regreso a tu ciudad natal siempre te plantea interrogantes, pero además le da alas a la nostalgia y te extravía. Te encuentras de pronto en rincones para los que no parece haber pasado el tiempo, y otras partes de la ciudad, novísimas o reformadas, te sorprenden y hacen tambalear tu sentido de la orientación y la memoria. Y en cierto modo, esa transitoria presencia física acentúa tu ausencia permanente.
"La rareza en el corazón del Parque Kamala Nehru es el zapato gigante. La cancioncilla infantil que te venía a la mente al verlo por primera vez cuando eras niño era "Érase una mujer que vivía en un zapato", y en la cabeza te creabas un mapa del parque de acuerdo a una lista imaginaria de moradas, entre las cuales estaba también la casa hecha de golosinas (de la cual Hansel y Gretel empezaban a comer trocitos tan pronto la encontraban). Nunca he entrado en el zapato. Tiene un piso de altura; la gente siempre se está subiendo a él." (p. 30, mi traducción). Fotografía de Nichalp.
Chaudhuri regresa en Friend of my Youth a su ciudad natal, Mumbai, a la que llama por su nombre colonial, Bombay. Este es un relato sin trama: el autor, Chaudhuri, que es también narrador, llega y se aloja en el club donde se alojó con sus padres en los últimos días antes de dejar la ciudad hace ya años. Va a presentar su último libro, y comprueba que la librería del Hotel Taj no lo tiene en sus estantes. Cambia unos zapatos que le compró a su madre en su zapatería favorita. Pasea por lugares que frecuentaba en su niñez antes de concederle una entrevista a un joven periodista y cenar con un conocido, el dueño de una librería.
¿Habríamos de eliminar también celebraciones del colonialismo como esta? Sería una destrucción absurda. Por favor, ¡esperen a que pueda visitar Mumbai! Gateway of India. Fotografía de Nahushraj.
Dicho así, uno puede crearse la idea de que lo anterior no puede ser en ningún caso ni el tema ni el argumento del libro. Y así es: no lo es. La visita a Bombay le sirve al narrador para rememorar a su amigo Ramu, quien esta vez está ausente de la ciudad, internado en una clínica de desintoxicación de opiáceos. Mientras el narrador negocia calles, plazas, edificios y carreras con taxistas que intentan detectar si pueden engañar al “extranjero”, su conciencia se ve asaltada por los recuerdos de su larguísima amistad con Ramu. El pasado se le hace presente gracias a la evocación de la amistad ante su ausencia.

Majestuoso. Hotel Taj en el centro de Mumbai. Fotografía de QuartierLatin1968.
Sin embargo, la impresión que me queda de la lectura de Friend of my Youth es que es la ciudad de Bombay/Mumbai la amistad que el autor añora más, en tanto que personifica la niñez y juventud del escritor. Hay además una recurrente remembranza del episodio más sangriento y trascendente en la historia reciente de la ciudad: el ataque terrorista contra el Hotel Taj en 2008:

“El silencio se ha restablecido tras su salida [de un grupo de visitantes al hotel]. Es aquí donde están las habitaciones. Silenciosas, muy silenciosas. Sin acceso para intrusos. Aquellos hombres se dirigieron a esta ala del edificio, por supuesto, y el juego del gato y el ratón duró cuatro días. Gente que huía, que se escondía, que moría, que cambiaba de ubicación a extrañas horas, guiada por empleados del hotel.

El circuito cerrado de TV captura instantes de lo ocurrido: los hombres armados, resueltos; los huéspedes y empleados que transitan a las tantas de la noche. Todos atrapados, dando vueltas en esta parte del hotel. La mala iluminación en el video del circuito cerrado de TV se hace eco del mausoleo por el que recibió su nombre: en el que los turistas rodean las tumbas de mármol, envueltas en la media sombra perpetua del duelo, allí donde no se les permite hacer fotos. En consecuencia, no hay evidencia de nuestra visita a las últimas moradas de Mumtaz Mahal y Shah Jahan. También las imágenes del circuito cerrado, cuando las ves, semejan ser una imposibilidad.” (p. 60-61, mi traducción)

Para tratar de entender cómo concibe Chaudhuri el acto de la escritura quizás valga la pena citar un extracto de una entrevista que le hicieron en la revista Los Angeles Review of Books (LARB) hace poco más de un año: “uno podría pensar que el trabajo del artista es el de producir una historia o un mundo, sea cual sea el término que usted prefiera — algunas personas piensan en términos de linealidad, de modo que prefieren la palabra ‘historia’; otros piensan en términos de lo espacial, como es mi caso, de modo que pensamos en términos de un mundo — sin embargo, pensamos que ese trabajo está, de alguna manera, separado de la persona que está ocupando o reflexionando sobre el proceso de la escritura o del mundo que esta crea, y ese es el trabajo del ensayista o el crítico.”

Tráiler de Hotel Mumbai (2018). Como película no es mala en absoluto. 
Parece evidente que la noción convencional de lo que debe ser novela o historia, tal como se suele entender, no es algo con lo que comulgue Chaudhuri, algo que se puede observar de la lectura de otras obras suyas, como Odysseus Abroad o Afternoon Raag, cuyos ámbitos narrativos se sitúan en Inglaterra. La autoficción sigue vivita y coleando, y en el caso de Chaudhuri, es una lectura agradable.

El autor que no es el autor. O lo que eso signifique. Fotografía de Biswarup Ganguly.
La edición de Friend of my Youth, en todo caso, habría ganado mucho con la inclusión de un glosario de términos habituales en el inglés de la India que no son habituales a los lectores en lengua inglesa de otras regiones globales, y un mapa del centro de Mumbai/Bombay también sería útil para quienes no hemos tenido la oportunidad de conocer la ciudad.

21 jun 2020

Reseña: Home Fire, de Kamila Shamsie

Kamila Shamsie, Home Fire (Londres: Bloomsbury, 2017. 264 páginas.

Al comienzo de esta séptima novela de Kamila Shamsie (en este blog puedes encontrar reseñadas cuatro de las seis anteriores: la dramática Burnt Shadows, la entretenida Salt and Saffron, A God in Every Stone y Kartography, que en su día me decepcionó) la joven inglesa de origen paquistaní Isma está en Heathrow a punto de tomar un vuelo intercontinental, de esos que se solía tomar antes del COVID, para comenzar su doctorado en Amherst. Su destino es Nueva York. Antes de permitirle abordar el vuelo, su equipaje es registrado con minuciosidad, y después es sometida a un interrogatorio que, como mínimo, es extremadamente indiscreto, y que incluye el siguiente intercambio:

«¿Se considera usted británica?», le dijo el hombre. «Soy británica.» «Pero… ¿Se considera usted británica?» «He vivido aquí toda mi vida.» (p. 5)

Durante muchos años Isma ha jugado el papel de hermana mayor, y también de madre y padre, de los gemelos (Aneeka y Parvaiz). La madre murió tras una enfermedad y el padre, yihadista de los locos carniceros de ISIS, murió mientras era trasladado a Guantánamo, tras ser arrestado en Afganistán. No es, por lo tanto, un entorno familiar ni feliz ni placentero. Sin embargo, Isma ha tratado desde siempre de criar a sus hermanos pequeños para que sean ciudadanos responsables y adquieran una buena educación.

De manera que cuando Parvaiz traba amistad con simpatizantes del DAESH y luego se marcha al norte de Iraq a ayudar a filmar las ejecuciones de los verdugos del autoproclamado califato, Isma no lo duda y pone sobre aviso a las autoridades. Ello le granjea el rencor inmediato de Aneeka, cuyo enojo se concentra en esa traición familiar, pero no alcanza a ver otro tipo de deserción mucho más grave: el compromiso de proteger a sus hermanas de todo mal.

En las primeras semanas de sus estudios en los EE.UU., Isma conoce a otro británico de ascendencia paquistaní. Eamonn es el hijo del Ministro del Interior del gobierno de Su Majestad, Karamat Lone. Aunque en esa primera parte Shamsie nos da a entender que Isma y Eamonn podrían haber llegado a algo más que una amistad, el hecho es que, en la segunda parte, es Eamonn quien toma la iniciativa de acercarse a Aneeka, a quien ya había visto en fotos. La gemela de Parvaiz decide emprender una arriesgada huida hacia adelante, enamora al hijo del ministro para poder utilizarlo luego como peón en una audaz estrategia: conseguir que el ministro ayude a Parvaiz a regresar indemne e ileso a Londres.

La tercera parte del libro se titula ‘Parvaiz’, y nos lleva a Estambul y a Raqqa. Testimonios y reportajes sobre el régimen de terror, brutalidad y fascismo religioso que los delirantes miembros de esa secta del fin del mundo impusieron en esa parte del mundo por espacio de unos años hay de sobra. En Home Fire, Shamsie apenas describe algunos incidentes y momentos que, como era de esperar, hacen que Parvaiz ponga pies en polvorosa tan pronto como le surge la oportunidad.

Pero escapar del integrismo y de la barbarie no es fácil. A Parvaiz (o Pervys) lo cazan en las calles de Estambul, justo cuando intentaba buscar protección. Y es ahí donde el tema clave de Home Fire comienza de verdad. El ministro toma la decisión de prohibir la repatriación del cuerpo de su hermano gemelo:

“Hace apenas unos minutos el ministro del Interior habló con nuestro corresponsal político, Nick Rippons, acerca de Pervys Pasha:
-      De modo que tenemos otro caso de un ciudadano británico que…
-   Voy a cortarte ahí, Nick. Como sabes, el día que asumí mi puesto tomé la decisión de revocar la ciudadanía de todas las personas con doble nacionalidad que hubieran salido de Gran Bretaña para unirse a nuestros enemigos. Mi predecesor solamente usó esos poderes de forma selectiva, lo cual, tal como he dicho en repetidas ocasiones, fue un error por su parte.
-          Y Pervys Pasha, ¿tenía doble nacionalidad?
-          Así es. De Gran Bretaña y de Paquistán.
-         Y en términos prácticos, ¿tiene esto alguna consecuencia, ahora que está muerto?
-          Su cuerpo será repatriado a su nación de origen, Paquistán.
-          ¿No será enterrado aquí?
-         No. No vamos a permitir que los que se alzan en vida contra el suelo de Gran Bretaña mancillen ese mismo suelo a su muerte.
-          ¿Han informado a su familia en Londres?
-         Ese es un asunto que corresponde a la Alta Comisión de Paquistán. Perdona, Nick, no tengo tiempo para más. (p. 188-89, mi traducción)

Es, por lo tanto, una recreación del dilema que enfrentó Antígona en el clásico de Sófocles. Aneeka tiene que elegir entre obedecer la ley de Tebas, que prohíbe enterrar a los traidores, y el precepto religioso que le exige enterrar a su hermano. Aneeka toma la decisión de ir a Karachi y acompañar el cadáver de su hermano hasta que se levante la prohibición de repatriarlo. Quiere, lógicamente, que Parvaiz sea enterrado junto a su madre.

“Karachi: autobuses de colores vivos y edificios insípidos, paredes repletas de grafitis, vallas publicitarias con anuncios de teléfonos móviles, refrescos y helados, pájaros trazando círculos en el cielo incandescente. Parvaiz habría querido bajar las ventanillas y escuchar todos esos nuevos sonidos, pero ella permaneció sentada en el coche, en un silencio que únicamente alteraban las rejillas traqueteantes del aire acondicionado, un silencio concebido no por ella sino por su primo, el guitarrista, que se negaba a explicar por qué al desembarcar la habían escoltado funcionarios del aeropuerto, que la habían trasladado en un vehículo a la terminal de mercancías, donde estaba él esperándola a recogerla en un coche beige que tenía en el parabrisas la pegatina que proclamaba su membresía de un club de golf. Parecía más adecuado para un hombre de negocios que para un músico.” (p. 208, mi traducción) Fotografía de Asjad Jamshed.
Home Fire es una intensa novela en torno a temas muy actuales: el conflicto entre estado e individuo, representado por el dilema entre la desobediencia civil y el cumplimiento de la ley al que individuos de un comportamiento usualmente íntegro se ven abocados cuando se enfrentan a la injusticia y a la intransigencia del político populista de turno. Una valiente propuesta que interroga acerca de qué debemos entender por identidad y por justicia. El desenlace es, en cuatro palabras, electrizante, dramático, inesperado y cruel. Como la vida misma.

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