8 oct 2020

Reseña: The Pier Falls, de Mark Haddon

Mark Haddon, The Pier Falls (Londres: Jonathan Cape, 2016). 321 páginas.
Hay un tema que estructura en cierto modo todos y cada uno de los relatos de este libro de Haddon: la supervivencia. Hay en todos ellos un trasfondo oscuro, apesadumbrado. Construye un telón de fondo en el que el peligro, lo desconocido, la desesperanza y la negativa a aceptar la muerte caracterizan a los protagonistas. Hay, asimismo, una violencia inusitada en algunos de ellos, aunque no sea un aspecto que el autor parezca hacer prominente.

El único de los cuentos que componen The Pier Falls que ya había leído es el último de la colección, ‘The Weir’ [El azud], que apareció en The New Yorker hace casi cinco años. Cabe decir que son todos, sin excepción, relatos redondos, que rozan la perfección. Están repletos de acción y momentos cruciales que sacuden la atención del lector.

A weir on the River Serpis. Photograph by 19Tarrestnom65.

El primero, el que da título al libro, tiene la textura y el tono de un informe periodístico casi impersonal de una catástrofe. Es como si el narrador estuviese a bordo de un dron, o volando en las alas de un ave que observase la escena que tiene lugar abajo: el desmoronamiento de un muelle en una de las ciudades costeras de Inglaterra. La narración avanza paso a paso, detalle a detalle, como si se tratase de uno de esos reportajes televisivos o radiales en vivo, en los que las cifras de víctimas se van incrementando a medida que la magnitud del desastre se hace cada vez más patente. El narrador-observador se detiene en momentos de angustia, debilidad, sorpresa, rendición o lucha por la vida, pero sin sensacionalismo alguno, con la naturalidad o la imperturbabilidad de un espectador emocionalmente distante.

El muelle de Eastbourne ardió hace ahora poco más de seis años. Por fortuna, nadie perdió la vida. La fotografía es de Jeff & Brian, residentes de Eastbourne 

Otros relatos en los que los protagonistas pugnan por sobrevivir incluyen ‘The Island’, ‘The Woodpecker and the Wolf’ y ‘The Boys Who Left Home to Learn Fear’. El segundo plantea una expedición interplanetaria a Marte que queda incomunicada con la Tierra y en la que van muriendo uno a uno los expedicionarios, hasta que solamente queda una mujer, que además está embarazada. ¿Llegarán a tiempo los integrantes de la misión de rescate, o será una expedición para realizar el entierro de todos? El planteamiento del tercero es similar, en tanto que se trata de una misión de rescate al corazón de la Amazonía; pero desde el primer momento todo parece salirles mal.

Luego están los relatos con un desenlace inesperado, inusual y chocante. En ‘Bunny’, Leah, una mujer que aparentemente no tiene ningún porvenir asegurado, se muda a la casa de Bunny, un joven que padece de una extrema obesidad. Sin ambiciones ni prospecto alguno en su vida, Leah comienza a ofrecerle a Bunny el cariño y la amistad que nunca ha tenido en su vida. El relato posiciona al lector ante un inesperado dilema moral, y la ambivalencia que parece adoptar el narrador es, como mínimo, desconcertante.

‘Breathe’ describe el regreso del extranjero tras muchos años de Carol, una mujer de mediana edad, a la casa de su anciana madre. Lo que encuentra le resulta intolerable: una casa sucia, abandonada, y una mujer que vive en medio del más absoluto descuido. En un arrebato inesperado Carol se pone a limpiar y poner orden en la casa, mas choca con el antagonismo de la madre y la fuerte oposición de su hermana, que nunca salió de la ciudad. En ‘The Gun’ un hombre rememora una tarde de infame recuerdo cuando acompañó a un amigo al bosque y mataron un ciervo, al que luego descuartiza el hermano del amigo.

Sin duda el mejor de todos (y en esto casi todo el mundo parece estar de acuerdo) es ‘Wodwo’. Es el más largo y el que más disfruté de este libro. Lo que comienza como una velada navideña de la familia Cooper deviene en una pesadilla, pero Haddon juega con la línea temporal lógica de la narración insinuando inesperados giros en las vidas de los personajes, probables desgracias que les sobrevendrán. Hacia el final de la cena, alguien llama a la puerta en medio de una nevada que marca récords históricos. Se trata de un hombre muy alto y barba entrecana, de raza negra, que lleva un gorro de lana negra, un largo abrigo negro y pantalones de camuflaje militar. En el interior del abrigo esconde una escopeta. Les propone un juego. Lo que tiene que pasar pasa, pero el hombre se levanta a los pocos minutos y sale de la casa por donde ha venido, dejando el salón perdido de sangre y restos de vísceras.

¿Quién ha sido el que ha apretado el gatillo? Pues Gavin, el más famoso de los hijos de los Cooper, un personaje arrogante, tan ostentoso como frívolo. El extraño le ha dicho, antes de partir, que el próximo año volverían a jugar. Lo que sigue es el descenso a los infiernos en vida de Gavin. Un peregrinar por el lado oscuro de la vida, donde a la falta de empatía de los demás y la autodestrucción le siguen toda clase de penurias, desdichas y humillaciones. ¿Volverán a verse por Navidad Gavin y el extraño?

Para cerrar, ‘The Weir’: un cuento en el que un hombre solo, deprimido y solitario salva a una chica que se ha arrojado al río en un azud. Con el paso del tiempo, es la chica la que, en cierto modo, parece haberle salvado a él.

Haddon compone excelentes relatos con retazos breves y sutiles que perfilan rápidamente a sus protagonistas y te lanzan directamente a la arena de sus dudas y pugnas por sobrevivir en un mundo que es siempre dificil, si no abiertamente hostil. Muy recomendable, en mi opinión.

El libro se publicó en 2018 en castellano. Lleva por título El hundimiento del muelle, en Malpaso, y fue traducido por Jaime Blasco Castiñeira.

25 sept 2020

Reseña: From Here On, Monsters, de Elizabeth Bryer

Elizabeth Bryer, From Here On, Monsters (Sydney: Pan MacMillan Australia, 2019). 274 páginas.
Pongamos por caso que un día las autoridades (sean las que sean) decretan la supresión de ciertos vocablos del léxico con el que nos hasta ese momento nos hemos desenvuelto con aparente normalidad de forma cotidiana. ¿Qué nos ocurriría a los hablantes de esa lengua? ¿Y si los términos que terminasen eliminados fueran una lista elaborada deliberadamente con oscuros fines políticos?

Según me explicaba hace poco más de un año un amigo que solía trabajar para el Ministerio de Inmigración australiano, algo inquietantemente parecido a lo anterior ocurrió en este país en años no tan lejanos en el tiempo. Desde los más altos rangos ministeriales se dio la orden de dejar de usar ciertas palabras en los comunicados oficiales entregados a los medios. Si se suprime la palabra, desaparece el problema, ¿no? De alguna manera, se asemeja a la estrategia que adoptan muchos conductores en Canberra cuando dos carriles confluyen en uno: «si no te miro, no existes», esa es la señal que transmiten.

La novela se inicia en una librería regentada por la narradora protagonista, Cameron. Está releyendo El proceso de Kafka, y entra una mujer que viene a ofrecerle un trabajo. Cameron realiza tasaciones de bibliotecas personales (libros antiguos, rarezas, etc.) además de vender libros. La mujer es Maddison Worthington, una famosísima artista, y el trabajo consiste en tasar una biblioteca. Al día siguiente acude a la dirección indicada, y se encuentra con que la biblioteca es en realidad un cuadro, una enorme imagen de libros pintados. Otra persona se habría marchado airada de allí al instante, pero ella decide seguir el juego y finge tasar y valorar la imitación de una realidad.

La trama, no obstante, se complica bastante más. Poco después llega a sus manos un extraño códice escrito en antiguo castellano, y que parece detallar algo muy significativo (y que revolucionaría la historia oficial) acerca de Australia antes de 1788. Justo entonces se encuentra en el edificio que alberga la librería a un joven sin techo, Jhon, y decide echarle un cable a cambio de que le traduzca el códice. A partir de ahí los sucesos extraños e inexplicables se suceden.

Maddison le ofrece un atractivo e irresistible (por lo bien pagado trabajo) a Cameron. Su cometido es la generación y la sustitución de palabras para un gran proyecto de dimensiones y fines vagos e indefinidos. Al mismo tiempo descubre que Jhon tiene compañía: en el piso superior del edificio hay toda una multitud de personas exiliadas, emigradas, indocumentadas. Y desde más arriba, desde la azotea, se oyen durante la noche terribles sonidos de una criatura monstruosa.

Estructurada engañosamente como una novela detectivesca, From Here On, Monsters tiene mucho más que misterio. Y eso que de misterios la narración va sobrada: ¿por qué surge en le edificio de enfrente una habitación que se convierte poco a poco en una réplica exacta de la librería? ¿Por qué los compañeros de trabajo de Cameron desconfían de Maddison, hasta el punto de abandonar el proyecto? ¿Y qué demonios está pasando con el manual de estilo de los medios de comunicación y revistas, que parece adoptar la autocensura como regla de oro a seguir?

A pesar de los elementos un tanto surrealistas que salpican la trama de la novela, el hecho es que en esencia, esta es una novela plenamente literaria y política. Bryer busca hacernos ver que no hay nada más político que el lenguaje, y que por ende las políticas lingüísticas son las que las autoridades pueden emplear para cosificarnos o borrarnos, si se les antoja. Para muestra, un botón: hace ya años el acrónimo SIEV (Suspect Illegal Entry Vessel) empezó a reemplazar en el vocabulario oficial a las embarcaciones que transportaban a los solicitantes de asilo que llegaban a Australia por mar. Ni asilo, ni solicitantes, ni nada. Si se elimina la palabra, se elimina el problema.

Jhon prepara el texto de la traducción imitando su distribución en el códice.
Jhon prepara el texto de la traducción imitando su distribución en el códice.

Este es un libro valiente, inteligente, una novela compleja y fascinante; un gran debut, en definitiva. La única pega que se le puede poner es el hecho de que Jhon, quien declara tener un conocimiento rudimentario de la lengua inglesa, resulta ser un más que competente traductor. Quizás sea un truco.

La novela, si se tradujese algún día al castellano, supondría un enorme reto para el traductor, pues el texto del códice, lógicamente, habría que traducirlo al original, el castellano antiguo, para garantizarle al texto cierta verosimilitud y credibilidad. He ahí un reto que probablemente la autora no había contemplado en su creación. ¿O sí? Como indica el mismo título, nos adentramos en territorio desconocido y azaroso.

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