1 ago 2025

Reseña: From Where I Fell, de Susan Johnson

Susan Johnson, From Where I Fell (Crows Nest: Allen & Unwin, 2021). 338 páginas.

La historia de la literatura está repleta de excelentes ejemplares de novelas epistolares, desde la Edad Media, pasando por Pamela; or, Virtue Rewarded o Werther en el siglo XVIII, hasta nuestros días, con magníficos ejemplos como The Color Purple (1982) o, más recientemente, The White Tiger (2008) de Aravind Adiga. La invención del correo electrónico (el vocablo ‘emilio’ nunca llegó a cuajar entre los hablantes del castellano, lo cual es una verdadera pena, en mi opinión) ha traído consigo interesantes exploraciones e intentos en el género narrativo por excelencia, la novela. From Where I Fell, de la australiana Susan Johnson, es uno de estos tanteos de innegable calidad.

La novela comienza con un email enviado a dos direcciones diferentes a un mismo hombre, un Chris Woods. Lo envía Pamela Robinson (el guiño a la protagonista de la novela de Richardson es obvio) en el día en que el hijo mayor de ambos (Chris y Pamela), Raf, cumple 16 años. Pamela y Chris se han divorciado: ella ha regresado a Sydney y él se ha quedado en Europa. En ese correo, Pamela le confiesa que ha quedo escribirle multitud de veces para expresarle que, en cierto modo, lamenta su drástica decisión y que asume la culpa de haberles causado tanto dolor a sus tres niños: Raphael, Claude y Baptiste.

Una de las dos direcciones a las que envía el mensaje sí existe: pero pertenece a una estadounidense de origen griego, Chrisanthi Woods. A partir de la primera respuesta de Chris (desde el estado de Nueva York) Johnson comienza a trenzar un intercambio de confidencias y reproches, enojos y consejos, disquisiciones pseudo filosóficas y retazos humorísticos entre dos mujeres que comparten el mismo idioma. Pamela es, con bastante frecuencia, irritante y pesada, y está excesivamente predispuesta a compartir detalles que a Chris ni le van ni le vienen.

El intercambio durará casi un año. La pregunta que Johnson quiere que nos hagamos es: ¿Puede llegar a importarle nuestra vida y nuestros problemas a una persona desconocida? En el caso de Pamela, a los relatos que comparte con su corresponsal sobre el caos que reina en su vida en Sydney, Chris responde frecuentemente con empatía, ánimos, cariño o brutal franqueza, según corresponda.

Es el progreso de esta larga correspondencia lo que sostiene la novela. A diferencia de las cartas, que solían ser el medio habitual para comunicarse a larga distancia – las generaciones nacidas después del año 2000 no entienden el hecho de que apenas hace tres décadas no había email ni Facetime ni Teams, y que una llamada telefónica a los antípodas podía suponer la décima parte de tu sueldo mensual – tal y como suelen ser los emails, son capítulos cortos. Ello ayuda a que el lector no haga muchas pausas.

A través de la correspondencia, que termina de forma brusca sin que se sepa la razón (Johnson deja abierto un final que te permite elucubrar qué es lo que ha provocado el final del intercambio), somos testigos del periplo vital de ambas mujeres en pos de un cambio que les dé, si no la felicidad, al menos la satisfacción de haber alcanzado un cambio positivo.

No es una de las autoras australianas mejor conocidas en el resto del mundo, pero Susan Johnson sigue demostrando con From Where I Fell su maestría y buen hacer literario.

18 jul 2025

Reseña: A History of Books, de Gerald Murnane

Gerald Murnane, A History of Books (Artarmon, NSW: Giramondo, 2012), 205 páginas.

La mayoría de las reseñas de este libro de Murnane publicado en 2012 (aunque tres de los cuatro textos que lo componen fueran publicados una década antes, dos en antologías y uno en una revista literaria australiana) inciden en el hecho de que es un texto que tiene un componente autobiográfico. Murnane solamente utiliza la primera persona en dos de los textos que componen este libro: ‘As It Were a Letter’ y ‘Last Letter to a Niece’. En cambio, en ‘A History of Books’, el texto más largo del volumen, no aparece nunca la primera persona.

No se trata de una historia de los libros en general, tampoco de los libros que ha escrito el autor, sino de libros que leyó a lo largo de su vida y que de alguna forma dejaron en él alguna huella, aludida siempre en forma de una imagen invocada gracias a las palabras que leyó y que muchos años más tarde había lógicamente olvidado.

Si tras leer cada uno de estos libros conserváramos una imagen propiciada por alguna o algunas palabras rememoradas de su lectura, ¿qué tendríamos sino un pequeño mundo propio de imágenes? Fotografía de Martin Vorel.
‘A History of Books’ contiene una treintena de secciones. En muchas de ellas escribe acerca de un hombre ya mayor que concibe la imagen de un joven que ha leído un libro y se ha formado una idea de dicho libro que ha subsistido en forma de imagen de algo o alguien. Si estás ya familiarizado con la prosa de Murnane, sabrás de lo que hablo. El autor siempre ha tratado temas similares: es la obsesión sobre la que gira buen parte de su obra literaria. Imágenes que se crean en su mente tras la lectura de libros, recuerdos de libros leídos y apuntes tomados que le pudieran servir para más adelante escribir una ficción.

Murnane hace de la precisión el principio rector de su escritura: aunque sus oraciones son largas, son perfectamente correctas y están ejemplarmente estructuradas desde el punto de vista sintáctico. Insiste una y otra vez en que todo lo que escribe es una ficción en torno a lo que los libros de ficción han creado en su memoria. Un ‘metamundo’ literario, si un concepto así tiene sentido. Leamos un ejemplo: «Cierto hombre que tenía casi setenta años de edad estaba tomando apuntes para una obra de ficción que no esperaba escribir nunca. El hombre había tomado apuntes para muchas obras de ficción durante muchos de los cincuenta años previos. Algunas de esas obras las había terminado por escribir, y algunas de las obras que había escrito habían sido publicadas más tarde. Durante los diez años anteriores, no obstante, en las pocas ocasiones en que el hombre se había sentido apremiado a escribir ficción, había aliviado ese apremio tomando apuntes para una u otra obra que no esperaba escribir nunca.

En una de las obras de ficción del hombre mencionado ya publicadas figuraba un informe de un hombre ficticio que había leído cierto libro: una traducción a la lengua inglesa de un libro escrito en la lengua húngara y publicado por vez primera en Hungría tres años antes del nacimiento del hombre mencionado. Aunque el libro publicado del hombre era ficción, cualquier lector podría haber descubierto que la existencia del libro mencionado en la narrativa ficticia era un hecho, y que el libro mismo afirmaba ser un libro de no ficción. (¿Por qué acabo de escribir la expresión un libro de no ficción? ¿Por qué se usa tan rara vez la expresión un libro factual? ¿Es nuestra manera de reconocer que la mayoría de los hechos aparentes son, de hecho, ficción? Y, si a los libros de ficción no se les denomina libros no factuales, ¿es porque entendemos que la mayoría de los asuntos nombrados en los libros de ficción tienen una existencia factual?» (p. 103-4, mi traducción).

El otro texto del volumen lleva por título ‘The Boy’s Name was David’ (publicado anteriormente en Collected Short Fiction, que ya reseñé hace casi cuatro años), en el que Murnane ensambla sus recuerdos como profesor de escritura creativa con uno de sus temas favoritos, las carreras de caballos (puedes leer o releer mi reseña de Tamarisk Row), en un breve relato que me ha resultado sumamente original. A History of Books es otro libro de lectura esencial para quien quiera saborear la singular obra de este australiano, pero no me voy a conformar con eso. No es mi intención ir contracorriente ni crear polémica, pero el hecho es que pienso que A History of Books no es un libro de ficción ni una colección de relatos ni nada parecido. Para mí, se trata de uno de los ensayos acerca del acto de la creación literaria más originales jamás escritos.

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