El cartel de la exposición |
Aprovechando el
diluvio que cayó en Canberra durante el fin de semana, llevé a mis mellizos a
visitar la exposición Handwritten: Ten Centuries of Manuscript Treasures from
Staatsbibliothek zu Berlin, que en castellano viene a ser Escrito a mano: diez siglos de tesoros manuscritos de la Biblioteca
Estatal de Berlín.
La exposición
reúne cerca de cien piezas únicas entre libros, pergaminos y hojas de papel,
cuya característica común es que fueron escritas a mano. Desde una fastuosa
copia del siglo XIV de La divina comedia
de Dante a una carta de disculpa de Franz Kafka a un editor amigo suyo, Blei,
pidiéndole perdón por haber publicado una reseña en una revista de la
competencia, los documentos que reúne esta exposición proporcionan una visión
muy completa de cómo ha evolucionado la escritura a lo largo de los siglos.
Estos son algunos de los nombres de personajes históricos cuyos escritos forman
parte de la exposición: Voltaire, Descartes, Dickens, Goethe, Hegel,
Schopenhauer, Kant, Martín Lutero, Miguel Ángel Buonarotti, Copérnico, Galileo
Galilei, Napoleón, Newton, Erasmo de Rotterdam, Maquiavelo, Kepler, Charles
Dickens, Heinrich Böll, Herman Hesse, Albert Einstein, Diesel, Bosch, Benz,
Planck, Marie Curie, el capitán Cook, Simón Bolívar, Florence Nightingale,
Alfred Nobel, Dostoievski, Nietzsche, Pasteur…
La exposición se
complementa además con diversas muestras de partituras escritas a mano por
músicos de renombre universal: Bach, Brahms, Haydn, Handel, Schumann,
Beethoven, Wagner, Mendelssohn, etc.
Ambas listas,
creo yo, dan buena cuenta de lo exhaustivo que es el planteamiento de la
exposición, la cual ha contado también con su propio blog (en inglés).
Karl Hartwig Gregor von Meusebach invita a champagne a Ernestine von Witzleben el 24 de abril de 1804 de una forma muy original. |
Por otra parte, Handwritten nos lleva también a plantearnos
algunos interrogantes. Por ejemplo, la cuestión de qué sucederá con el arte de
la escritura, la caligrafía, ahora que prácticamente todo puede hacerse por
medio de herramientas tecnológicas. La digitalización de muchos textos antiguos
asegura su ‘supervivencia’ (y el acceso más fácil y asequible por parte
millones de lectores, al menos en potencia), pero no la continuidad del arte de
los calígrafos y los amanuenses.
También cabe
preguntarse cuál será la calidad de la escritura de los ciudadanos que completen
una educación ‘normal’; respecto a esto, cuento con la experiencia de haber
enseñado en un instituto de enseñanza secundaria aquí en Australia, y he visto
de primera mano las desastrosas consecuencias de una pobre formación en la
destreza de escribir. Sé además de muchos personas que solamente saben escribir
en letra mayúscula.
Veo también cómo
escriben mis dos mellizos, quienes pronto cumplirán ocho años, y constato con
alguna preocupación que todavía no saben escribir (al menos en mi opinión) correctamente.
Sí saben, y muy bien, manejar iconos en la pantalla de un iPad, y también saben
ya teclear párrafos enteros en un ordenador, por ejemplo.
Teniendo en
cuenta que muy pronto mejorarán (y mucho) las aplicaciones que permiten ya
‘escribir’ directamente )es decir, sin tener que usar las manos) en PCs,
tabletas, iPads y utensilios similares que sin duda harán su aparición en las
próximas décadas, el panorama no es nada alentador para el arte de la
escritura. De hecho, cada vez son menos las personas que escriben cartas a
mano.
Pero mejor
rectifico lo anterior: cada vez son menos las personas que escriben cartas.
Pero ese es otro cantar.
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