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5 mar 2012

Handwritten: Una exposición en la Biblioteca Nacional

El cartel de la exposición


Aprovechando el diluvio que cayó en Canberra durante el fin de semana, llevé a mis mellizos a visitar la exposición Handwritten: Ten Centuries of Manuscript Treasures from Staatsbibliothek zu Berlin, que en castellano viene a ser Escrito a mano: diez siglos de tesoros manuscritos de la Biblioteca Estatal de Berlín.
La exposición reúne cerca de cien piezas únicas entre libros, pergaminos y hojas de papel, cuya característica común es que fueron escritas a mano. Desde una fastuosa copia del siglo XIV de La divina comedia de Dante a una carta de disculpa de Franz Kafka a un editor amigo suyo, Blei, pidiéndole perdón por haber publicado una reseña en una revista de la competencia, los documentos que reúne esta exposición proporcionan una visión muy completa de cómo ha evolucionado la escritura a lo largo de los siglos. Estos son algunos de los nombres de personajes históricos cuyos escritos forman parte de la exposición: Voltaire, Descartes, Dickens, Goethe, Hegel, Schopenhauer, Kant, Martín Lutero, Miguel Ángel Buonarotti, Copérnico, Galileo Galilei, Napoleón, Newton, Erasmo de Rotterdam, Maquiavelo, Kepler, Charles Dickens, Heinrich Böll, Herman Hesse, Albert Einstein, Diesel, Bosch, Benz, Planck, Marie Curie, el capitán Cook, Simón Bolívar, Florence Nightingale, Alfred Nobel, Dostoievski, Nietzsche, Pasteur…
La exposición se complementa además con diversas muestras de partituras escritas a mano por músicos de renombre universal: Bach, Brahms, Haydn, Handel, Schumann, Beethoven, Wagner, Mendelssohn, etc.
Ambas listas, creo yo, dan buena cuenta de lo exhaustivo que es el planteamiento de la exposición, la cual ha contado también con su propio blog (en inglés).
Karl Hartwig Gregor von Meusebach invita a champagne a Ernestine von Witzleben el 24 de abril de 1804 de una forma muy original.
Por otra parte, Handwritten nos lleva también a plantearnos algunos interrogantes. Por ejemplo, la cuestión de qué sucederá con el arte de la escritura, la caligrafía, ahora que prácticamente todo puede hacerse por medio de herramientas tecnológicas. La digitalización de muchos textos antiguos asegura su ‘supervivencia’ (y el acceso más fácil y asequible por parte millones de lectores, al menos en potencia), pero no la continuidad del arte de los calígrafos y los amanuenses.
También cabe preguntarse cuál será la calidad de la escritura de los ciudadanos que completen una educación ‘normal’; respecto a esto, cuento con la experiencia de haber enseñado en un instituto de enseñanza secundaria aquí en Australia, y he visto de primera mano las desastrosas consecuencias de una pobre formación en la destreza de escribir. Sé además de muchos personas que solamente saben escribir en letra mayúscula.
Veo también cómo escriben mis dos mellizos, quienes pronto cumplirán ocho años, y constato con alguna preocupación que todavía no saben escribir (al menos en mi opinión) correctamente. Sí saben, y muy bien, manejar iconos en la pantalla de un iPad, y también saben ya teclear párrafos enteros en un ordenador, por ejemplo.
Teniendo en cuenta que muy pronto mejorarán (y mucho) las aplicaciones que permiten ya ‘escribir’ directamente )es decir, sin tener que usar las manos) en PCs, tabletas, iPads y utensilios similares que sin duda harán su aparición en las próximas décadas, el panorama no es nada alentador para el arte de la escritura. De hecho, cada vez son menos las personas que escriben cartas a mano.
Pero mejor rectifico lo anterior: cada vez son menos las personas que escriben cartas. Pero ese es otro cantar.

3 sept 2010

Un motivo de orgullo




Recibí esta semana en el trabajo un sorprendente email desde Nueva Zelanda, concretamente desde una distribuidora de libros, Wheeler Books. Me preguntaban por Lalomanu, el libro de poemas que escribí y publiqué yo mismo en abril. Querían comprarme copias del libro. En un primer momento, esto me causó unas sensaciones muy difíciles de explicar. Lalomanu no es un libro que esté en venta, expliqué en mi respuesta inicial.

Tras un intercambio de mensajes a un lado y otro del mar de Tasmania, desde Wheeler Books me explicaron que habían recibido pedidos del libro por parte de bibliotecas públicas en Nueva Zelanda. No debemos olvidar que en Nueva Zelanda vive un gran número de samoanos, y es muy probable que haya interés entre la comunidad samoana por un libro titulado Lalomanu.

En cualquier caso, accedí a vender unas copias del libro, pero el importe que reciba de la venta irá a engrosar la cuenta del Lalomanu Library Fund que ha financiado la construcción de la Biblioteca Clea Salavert en la Escuela Primaria de Lalomanu.

Creo que a mi hija Clea le hubiera supuesto un motivo de orgullo saber que el libro que su papá escribió por y para ella lo estarán muy pronto leyendo en Nueva Zelanda.

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