Paul D. Carter, Eleven Seasons (Crows Nest: Allen & Unwin, 2012). 269 páginas.
Al igual que un
amante de la literatura normalmente va a sentirse en un entorno deportivo
australiano bien como un intruso, bien como pez fuera del agua, tampoco el
deporte suele hacer acto de presencia en la literatura australiana
contemporánea, ni como tema central ni como escenario o trasfondo – salvo contadas,
muy contadas excepciones. Sin embargo, si se tiene en cuenta la (ampliamente
injustificada) preponderancia de las actividades deportivas y su cultura en la
vida pública australiana, resulta un poco raro que los autores no hayan
explorado ese mundo, las conductas dominantes en él y los valores que
transmiten.
Eleven Seasons es una novela ambientada en el mundo del footy, el fútbol australiano, pero no es
en absoluto una novela sobre fútbol. Jason Dalton, catorce años, vive con su
madre Christine en Hawthorn, barrio de clase trabajadora de Melbourne. Pequeño
héroe doméstico, Jason prácticamente se está criando él solo: su madre,
enfermera, hace turnos extra para ahorrar dinero y poder comprarse la casa de
sus sueños. Jason sueña con jugar algún día en el primer equipo de Hawthorn, y
llegar a ser jugador profesional, pero a Christine la idea no le gusta.
Ambientada en una
época en que Hawthorn dominaba la Liga, Jason ve en el equipo un augurio de
éxito y futuro que en casa no son posibles: no sabe nada de su padre, y
Christine nunca quiere hablar de él. Apenas tienen para vivir, y la vida diaria
es una lucha constante. Carter sabe desarrollar en la novela el cada vez más
fuerte roce entre madre e hijo, y con el paso de los años, el fracaso escolar
de Jason y su determinación por dedicarse al fútbol colisionan frontalmente.
Los malos hábitos y vicios por los que todos los adolescentes han de pasar
dejan mella en él; cuando Christine le revela la verdad sobre su padre, Jason
huye de Melbourne.
Lo que más
interés suscita esta primera novela de Paul D. Carter (ganadora del Premio
Australian/Vogel de 2012) es la exploración de la identidad masculina en
Australia en el entorno del deporte. Mientras que el fútbol le ayuda a Jason a
encontrar algunos modelos a los que seguir (Arnie, el entrenador, ejerce la
figura del padre/amigo mayor), la revelación en torno a la figura de su padre
resquebraja la base sobre la que el adolescente se sostenía. Es un personaje auténtico
y familiar: incapaz de expresar emociones que no estén impregnadas de ira u
odio, la mezcla de actitud desafiante y fragilidad en Jason está perfectamente
dibujada por Carter. Interesante es también el contraste entre las emociones de
cariño y ternura que es capaz de demostrarle a Dundee (un perro maltratado
por su compañero de casa) y la incapacidad de expresar emoción alguna a mujeres
con las que se relaciona (y principalmente entre ellas, su propia madre).
En cuanto a la
técnica narrativa, no cabe duda de que esta Bildungsroman
tiene muchos altibajos. Para el lector que no tenga interés alguno en el footy, su historia y algunos de los
aspectos más característicos del juego en sí, algunas páginas resultarán un
tanto tediosas. En su afán de seguir a Jason por las calles de Melbourne,
Carter parece a veces olvidar al lector y la narración se pierde tras detalles
triviales revestidos de una nostalgia un tanto fabricada.
Con todo, Eleven Seasons es una bienvenida adición
al corpus narrativo contemporáneo en Australia. Sería no obstante demasiado
esperar que la novela provoque ni tan siquiera un pequeño cambio en el discurso
machista que domina no solamente el deporte australiano sino la construcción de
la identidad masculina en este país, en el cual por desgracia, el mero hecho de
que tengamos una Primera Ministra parece dar a algunos carta blanca para
menospreciar la institución que esa persona representa.
Són pocs els autors que parlen del món de l'esport, Jorge. Potser perquè existeix una animadversió inconfessada entorn d'una pràctica tan saludable com cultural. Crec que és importantíssim fer esport, però fer-ne realment, no veure'l per la tele. Si alguns escriptors hi feren més cas, potser defugirien la petulància que massa sovint els denigra.
ResponderEliminarSalutacions!