Al comienzo de
esta novela, Barnes te pregunta a ti, lector o lectora, si es preferible amar más
y sufrir más, o amar menos y por ende sufrir menos. Inmediatamente, en el siguiente
párrafo, te dice: “Puede que [me] adviertas – y estarías en lo cierto – que no se
trata de una pregunta de verdad. Porque no tenemos elección alguna. Si la tuviéramos,
entonces no habría pregunta alguna. Pero no es así, de manera que no la hay. ¿Quién
puede controlar cuánto ama? Si puedes controlarlo, entonces no es amor. No sé cómo
llamarlo, pero no es amor” (p. 3, mi traducción)
La trama de esta mayormente
dolorosa historia gira en torno a un joven estudiante universitario, Paul, quien
con 19 años conoce a una mujer mucho mayor que él, Susan, en el club de tenis
del pueblo del sudeste de Inglaterra donde viven sus padres. Ella está casada
con un tipo odioso y violento; él carece de experiencia y el apasionamiento guía
sus acciones y decisiones.
Con el paso de
los meses, está claro que lo que parecía ser un breve idilio veraniego es mucho
más. Tras sufrir un ataque brutal por parte del marido, Susan (con unos cuantos
dientes menos) se va de casa y se instala en Londres con Paul. Es la década de
los 60: por muchos Beatles que haya, ciertas convenciones sociales no han
caducado. El escándalo que en el pueblecito solamente acarrea la expulsión del
club de tenis puede pasar mejor desapercibido en una gran metrópolis.
Pero no todo van
a ser alegrías. Rara vez lo son, ¿no? De hecho, Susan padece una enfermedad muy
mala y dificil de tratar: alcoholismo. Paul narra cómo trata de salvar una relación
enfrentándose a un enemigo invisible, tenaz y prácticamente imbatible.Be always proper, please!
Tunbridge Wells Lawn Tennis Club. Fotografía de Nigel Chadwick.
La novela está
estructurada en tres partes. No hace falta repetir que Barnes es hábil en el
manejo de la trama y de los puntos de vista narrativos. Tanto es así que en
cada una de las tres secciones predomina una persona diferente. Al principio,
Paul narra la historia en primera persona. En la segunda sección, en cambio, Barnes
decide emplear la segunda persona, convirtiendo la narración en una especie de
ajuste de cuentas, o al menos en un intento por exigir que Paul rinda (¿A sí
mismo o al lector?) cuentas.
En la tercera
parte, el narrador adopta la tercera persona y se convierte en una voz omnisciente,
la voz del hombre ya mayor que reflexiona sobre su vida, sus vivencias,
aciertos y errores, la soledad y los recuerdos de lo que fue el amor de su
vida. La única historia posible.
El contraste
entre los recuerdos del joven Paul y la perspectiva del hombre ya mayor,
curtido por el tiempo y los acontecimientos tanto personales como sociales de
su época, es enriquecedor. De alguna manera, Barnes parece estar reciclando
conceptos y materiales ya contemplados en The Sense of an Ending, y lo hace, en mi opinión, con
muy buen gusto. La idea de que la memoria siempre constituye una narración desconfiable
es reforzada por la inestabilidad que provoca la combinación de primera, segunda
o la tercera personas, a veces en unas pocas páginas.
La idea en la que
insiste el título, la noción de que solamente hay una historia, puede que sea, en
todo caso, una ilusión. Yo digo que es un poco como las meigas gallegas, y que
historias hay muchas. Haberlas, haylas, y hace falta encontrarlas. Otro buen
libro de Julian Barnes.
The Only Story, publicada en 2018, se ha publicado tanto en castellano (La única historia, en Anagrama en 2019, en traducción de Jaime Zulaika) com en català (L'única història, en Angle Editorial també l’any 2019, traduïda per Alexandre Gombau i Arnau).
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