Los zombis más peligrosos no son los que vemos en la pequeña pantalla, sino los que pueden arruinarnos la vida a todos con sus votos. |
Incluso si uno, en
tanto que lector, decide aceptar la parte artística de los dibujos, todo en
blanco y negro, la carga prosaica y trivial de una existencia mundana durante
un año no termina de enganchar. Si lo que se busca es inducir a la reflexión sobre
lo insoportablemente cotidiano de nuestras vidas, el libro ciertamente no lo
consigue.
Como cantaba Serrat, Hoy puede ser un gran día. |
Conocemos a su pareja,
Johdi, al perrito que comparten en su casa en uno de los barrios periféricos del
gran Melbourne. Nos acostumbramos a los embotellamientos diarios camino del
trabajo, los paseos en los parques cercanos, las series de televisión que se
ven en la casa y las reacciones que les producen. El problema es que, con el
paso de los meses, lo que vas a encontrarte al pasar la página ya es monótonamente
predecible.
Quizás la
historia que nos cuenta Ord podría haber incidido mucho más en el oneroso proceso
de creación o las enormes dificultades que enfrentan los autores de comics para
acceder al mercado y hacer llegar sus producciones al lector.
Hay ocasiones en que una lectura nos toca las fibras. Por ejemplo, Merciless Gods, de Tsiolkas. |
El título, por desgracia, es sumamente engañoso. Ni el mundo se acaba, ni se transforma. La vida siguió igual. Mucho más tentadora y atractiva para el lector habría sido una historia que incluyera el infernal verano tóxico que padecimos los australianos a finales de 2019 y principios de 2020, una experiencia vital brutal que nos remató el destino con un cierto virus del que todavía no nos hemos librado.
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