7 ene 2025

Reseña: The Case for Open Borders, de John Washington

John Washington, The Case for Open Borders (Chicago: Haymarket Books, 2023). 251 páginas.

«Ahora mismo, tú te encuentras donde te encuentras porque, o bien tú, o bien tus padres, o bien tus antepasados, emigraron ahí» (p. 220, The Case for Open Borders, mi traducción).

Si has asentido (siquiera levemente) tras leer la cita anterior, debes de tener bastante claro el hecho innegable de que la Historia de la humanidad es en buena medida una de continuas migraciones. El fenómeno contemporáneo del cierre a cal y canto de fronteras es la reacción conservadora a una característica muy propia de los seres humanos (la movilidad) con consecuencias profundamente negativas. Ese es uno de los mensajes centrales de este estudio de John Washington.

Es infrecuente encontrar libros como este, que elabora una intachable propuesta positiva para que el lector considere la mera posibilidad de que los gobiernos de muchos países del mundo abran sus fronteras o, al menos, las conciban de manera muy diferente a la que predomina: lugares violentos donde la muerte, la represión y el racismo campan a sus anchas.

Washington aborda de manera elocuente y cuidadosa la cuestión y elabora su propuesta en torno lo que son, a grandes rasgos, cuatro ejes argumentales incontestables: la historia de la formación de fronteras, y los aportes de la ciencia económica, climática y política en torno a la frontera y la migración.

En el primer caso, la formación de muchos estados modernos (democráticos, si se quiere, como por ejemplo, Australia) es el producto de más o menos largos procesos de desposesión y de asimilación forzosa y violenta de tierras de pueblos autóctonos. Pero las fronteras siempre han sido movedizas. Una curiosidad que se le podría ofrecer a John Washington podría ser indagar en el hecho de que haya tantísimas poblaciones españolas que llevan la frase «de la Frontera» en su nombre, demostración irrefutable de que esa frontera se fue desplazando con el paso de los siglos.

En las estribaciones de la Serranía: La Frontera, Cuenca. Fotografía de Diego Delso.

Económicamente, la migración (inmigración y emigración) es positiva. Es algo innegable. Washington cita un sinnúmero de datos y estudios que lo prueban. La historia económica de Australia en los siglos XX y XXI —y las tendencias recientes del estado español— lo demuestran. Sin inmigrantes, Australia apenas lograría anotar unas décimas de crecimiento en su PIB. Por otra parte, Washington plantea un importante cambio en las políticas occidentales respecto a la supuesta protección de fronteras y los enormes gastos militares que conllevan: «Si los Estados Unidos, la Unión Europea y Australia despojaran de financiación sus aplicaciones fronterizas y sus presupuestos militares, liberarían enormes cantidades de dinero que podrían gastarse en la creación de puestos de trabajo, la financiación de escuelas, la mitigación del cambio climático, reparaciones y en las artes, además del fortalecimiento responsable de las comunidades foráneas de las que huye la gente» (p. 166, mi traducción).

Washington avisa además de los considerables movimientos de personas que la catástrofe climática global parece estar causando ya. Intentar preservar la integridad de esas fronteras cerradas traerá muy probablemente más conflictos violentos (tanto internos como externos) y será causa de periodos de crisis económica más frecuentes y largos.

Finalmente, desde un punto de vista político, el libro analiza las flagrantes contradicciones del capitalismo tardío en términos de fronteras: mientras que el dinero, las materias primas, la tecnología y multitud de productos manufacturados y artículos sujetos a las leyes de la propiedad intelectual cruzan las fronteras sin ninguna clase de cortapisas, las mismas reglas no se aplican a las personas que trabajan en su producción. La apertura irrestricta de las fronteras, según la plantea Washington, es una condición necesaria para la creación de una sociedad futura más justa e igualitaria. Y el autor va incluso más lejos: «La migración no autorizada, sea la de solicitantes de asilo que huyen para salvar sus vidas o la de pobres que buscan mejores oportunidades, debe ser entendida como un acto radical. Es un acto individual, con frecuencia impulsado por la necesidad, pero constituye también un agravio y una subversión de un violento sistema de subordinación colonial» (p. 182, mi traducción).

Uno se pregunta, al fin y al cabo, por las razones que llevan a tanta gente a defender la bajeza moral de las políticas de cierre a ultranza de fronteras. Y uno sospecha que el motor principal de esa bajeza es el racismo. «Buena parte del mundo […] ha aprendido que el racismo es un mal absoluto, y sin embargo muchos todavía lo asumen abiertamente o excusan la deshumanización y la discriminación mortal que se basa en el lugar de nacimiento de una persona» (p. 200, mi traducción). Es algo que, lamentablemente, uno puede percibir muy de cerca —yo lo hago, incluso en mi familia política.

A veces, un libro puede cambiar un poquito el mundo. Si por casualidad llega a tus manos The Case for Open Borders, léelo y compártelo.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia