Christos Tsiolkas, Barracuda (Crows Nest: Allen & Unwin, 2013). 513 páginas.
Ay, ese viejo mito de que no existe la división de clases en la sociedad australiana… Más que mito, es una falacia, una falsedad muy fácil de desmontar y de percibir tan pronto como uno tiene que desenvolverse en círculos sociales diferentes de los asignados por un sistema caduco que siempre ha buscado mantener ciertos privilegios de clase, de extracción social, incluso de raza.
Ay, ese viejo mito de que no existe la división de clases en la sociedad australiana… Más que mito, es una falacia, una falsedad muy fácil de desmontar y de percibir tan pronto como uno tiene que desenvolverse en círculos sociales diferentes de los asignados por un sistema caduco que siempre ha buscado mantener ciertos privilegios de clase, de extracción social, incluso de raza.
Estamos en la
década de los 90, y Daniel Kelly es un muchacho de Melbourne de padre de origen
escoces/irlandés y de madre griega. Viven en un barrio de clase trabajadora; es
una de tantas familias que bregan por salir adelante. En la piscina, sin
embargo, Danny cuenta con el empuje y el talento necesarios para que alguien se
fije en él y maneje algunos hilos con el fin de que le ofrezcan una beca en una
elitista escuela privada para chicos a la que Tsiolkas bautiza en un principio
como ‘Cunts College’ y no se molesta en momento alguno en identificar de otra
manera. En la piscina Danny demuestra su potencia y entrega, pero fuera de ella,
en ese mundo de los compañeros ricachones y privilegiados, se siente, valga el juego
de palabras, como pez fuera del agua.
¿Qué hace
entonces un muchacho de humilde extracción para defenderse y hacerse un hueco
entre la elite? Pues golpearles donde les duele y donde puede hacerse respetar:
derrotándolos, triunfando en la piscina. Ser el más rápido, el más fuerte. El
Mejor, con mayúsculas.
Australia vive
del y para el deporte. Sin los deportistas que triunfan en la escena
internacional, ¿por qué se nos conocería en el resto del mundo? El problema
para muchos de esos que aspiran a labrarse un nombre en el deporte es que, si
hay un ganador y no eres tú, ello te convierte automáticamente en un perdedor. Por
desgracia, para muchos no hay término medio ni escala de grises. Y uno de esos
es Danny Kelly, al que por su fiereza y agresividad los compañeros del equipo
de natación de la escuela bautizan como Barracuda.
La estructura de Barracuda resulta ser quizás tan
interesante como la novela misma. Aunque contiene naturalmente muchos elementos
de una Bildungsroman, Tsiolkas opta
por mover al lector, de manera continua y algo sugerente, entre el pasado del
Danny adolescente y el presente de Dan, el hombre ya adulto que busca no solo
su redención sino una forma de vivir que le sea mínimamente aceptable tras
haber fracasado en la piscina y ver cómo el sueño sobre el que había construido
un mundo se ha hecho añicos. Dividida en dos partes bien diferenciadas
(‘Breathing in’ y ‘Breathing out’), Barracuda
tiene temas tan numerosos como calles puede tener una piscina olímpica: la
familia, el racismo, la división de clases, el nacionalismo, la pasión (o la
obsesión) por el deporte, el sexo y la violencia (muchos de ellos temas ya
explorados en The Slap y más recientemente en Merciless Gods).
Así, la primera
parte sigue la trayectoria de Danny hasta el momento crítico en que se quiebra
el sueño y se abre el mundo bajo sus pies. Al sentimiento de fracaso, de
vergüenza, de no ser nadie, Danny responde con una agresividad y una violencia
insospechadas. Esa reacción marcará su vida de manera indeleble. El chico que
soñaba con ganar medallas olímpicas y alcanzar la gloria termina en los
juzgados y sirviendo condena. ¿Cómo sobrevivir al salir y volver al mundo real?
El proceso tiene que ser necesariamente largo y doloroso.
Los dientes de una simpática barracuda. Fotografía de Etrusko25 |
De Tsiolkas se
suele decir que escribe con la provocación como objetivo obvio. Barracuda es quizás menos provocadora
que The Slap o Merciless Gods, en el sentido de que, en base al desenlace que
Tsiolkas propone, resulta evidente que el sistema impone su inherente conservadurismo.
No hay tampoco ironía, por supuesto, ni sarcasmo. No parece que Tsiolkas crea
que en la vida de Dan pueda haber algún atisbo de comedia. Lo que hay es una invitación
a sostener una mirada fría y desapegada a la respuesta emocional de Danny ante su
fracaso. Su rechazo visceral a todo lo que huela a sentimientos de lástima es
una de los hilos argumentales mejor desarrollados. Además, la alternancia entre
una narración en primera y en tercera persona aporta matices ricos y variados al
desarrollo de la trama, presentada por Tsiolkas al lector en forma de una
madeja cronológica bien organizada, pese a su complejidad.
Como era el caso
en The Slap, los diálogos agregan
unas grandes dosis de verosimilitud a la narración. La prosa directa y sin
adornos de Tsiolkas nos lleva a una realidad cruda, dura, implacable.
Utilizando como telón de fondo las figuras de Torma (el entrenador de Daniel) y
del padre, Neal Kelly, Tsiolkas construye el conflicto interno e íntimo del
muchacho que aspira a la gloria, pero en última instancia, hay también residuos
de un importante conflicto generacional.
A diferencia de The Slap, que fue publicada en España
tan pronto como fue llevada en forma de miniserie a la pequeña pantalla, Barracuda todavía no ha sido traducida
al castellano. Lo cual es una pena.