16 ago 2024

60

 

The Hallmarks of Aging, © Rebelo-Marques, de Sousa Lages, Andrade, Ribeiro, Mota-Pinto, Carrilho and Espregueira-Mendes - edited by Palosirkka.

Sesenta. Sis dècades! 60 n.o. Es un buen innings, sin duda, pero siempre cabe la posibilidad de seguir acumulando puntos, o lo que es lo mismo, años.

De los 60 recién cumplidos, 32 los viví en España, la mayoría en València. 28 los he vivido en Australia: primero, Sydney, hasta finales del 2000. Luego, un año entero en una granja, en un remoto lugar escondido en las back roads entre Yass y Gunning, en Nueva Gales del Sur. De allí a Yass, una (relativamente) pequeña población de Nueva Gales del Sur a 45 minutos de Canberra. A finales de 2007 nos mudamos a Canberra, Ngunnawal Country, donde seguimos hasta ahora. Por cuánto tiempo más… ¿quién lo sabe? Los inviernos son un poquito duros en esta zona de Australia. Las casas no están diseñadas para afrontar temperaturas bajas y el costo de calentar una casa con cuatro dormitorios es cada vez mayor. Y se me hielan los pies, hostias.

Aunque en València alcancé logros profesionales importantes (colaborando en las traducciones del Instituto Shakespeare y consiguiendo que mi nombre apareciera en el BOE tras aprobar el examen de Traductor-Intérprete Jurado en 1992), en Australia hubo un cambio, por supuesto. De haber sido profesor de inglés durante años, me reciclé (¿o me reciclaron?) y pasé a ser profesor de castellano.

Profesionalmente, vivir en Australia hizo posible algunos hitos que en España nunca hubiera alcanzado. Los JJ.OO. de Sydney en 2000, para cuyo comité organizador trabajé como traductor durante diez meses. Varios puestos en diversas instituciones universitarias en Sydney y Canberra. Muchos años como tutor y examinador de lengua castellana para la empresa que hasta hace poco más de un año proveía los servicios de enseñanza de idiomas al Gobierno Federal. Mi desempeño como intérprete en dos de las rondas de negociaciones de un tratado de libre comercio y una visita de alto rango ministerial hace un par de años... Casi cuatro años en la Australian Academy of the Humanities. Las múltiples colaboraciones con Hermano Cerdo. Y el colofón: contrato de la FIFA en calidad de traductor durante el Mundial femenino del año pasado en Nueva Zelanda y Australia. ¡¡¡Golazo!!!

En resumen: Una vida profesional muy variada, relevante y dinámica; siempre colmada de quehacer. Y ahora… pues va llegando la hora de aligerar la carga laboral, me digo y me repito casi todas los viernes al terminar la semana. Y no termino de hacerlo del todo.

Muchos me aseveran que los 60 son los nuevos 50. “Nah, that’s just moving the goalposts”, I usually reply. Gracias a la natación, que practico religiosamente (siempre he querido poder emplear ese adverbio con algo que no sea para nada espiritual) de lunes a viernes a las 5:30 de la mañana, haga el tiempo que haga, he podido dominar una enfermedad heredada. Went undetected for years. Huge accolades then to one Dr Lad, who probably saved my life.

Si me preguntasen por los años venideros, respondería que es cierto, que sin duda alguna se ve un horizonte. And I would add: Let’s call it a sunset horizon. Això sembla una mica més poètic, no? Empiezan los cálculos financieros, que incluyen pensiones, ahorros, posibles ingresos en los próximos años, posible mudanza a otro lugar con un mejor clima… Y los planes: Viajes. Muchos viajes. Mentre el cos i la salut ho permetin… Y una certeza: Si uno se ha esforzado tantísimo para llegar a este escenario, no cabe hablar de privilegios, sino de recompensa.

Quedan ahí detrás varios libros traducidos, algunos ensayos y artículos, una mezcla de cosas, entre ellas algunos cuentos… y errores, por supuesto, como todos. Y por supuesto, un poemario de difícil lectura, con el que de algún modo conseguí no volverme loco, conservar cierta cordura necesaria para sacar adelante a dos chicos de cinco años..., and a few other poems: among them, some sonnets of which I am particularly fond and proud of. Está todo por ahí.

No social media – no effin’ Facebook, Instagram, X/Twitter... no mobile phone (yet)… Pero sí un blog, una pequeña puerta abierta al mundo, este que lees, donde generalmente escribo sobre lo que leo. Y aquí seguiré, mientras me queden cosas que decir. Si dentro de 10 años puedo escribir una entrada titulada 70… pues muy bien. The rest shall be silence.

8 ago 2024

Reseña: Homeland Elegies, de Ayad Akhtar

Ayad Akhtar, Homeland Elegies (Londres: Tinder Press, 2020). 343 páginas.

Hacia al final de esta novela, la segunda de Akhtar, tras parar a repostar en una gasolinera en una pequeña población de Wisconsin, al protagonista narrador y a su padre los insulta un joven estadounidense blanco porque han dejado el coche levemente mal estacionado. La discusión que sigue termina en un intercambio de insultos:

«Vete a tomar por saco», añadí mientras tiraba de la manilla de la puerta del conductor. La mirada refleja que eché para observar su reacción me reveló entonces algo de lo que no me había percatado hasta ahora: una correa que le bajaba por el lado del torso hasta un bulto recubierto de cuero en el costado.

Vio que había visto el arma y sonrió: «Qué ganas tengo de construyamos ese muro para no dejar entrar a bichos como vosotros». Lo que sentí en ese momento fue algo fugaz, pero nunca lo olvidaré. La visión del arma, la amenaza visceral y el miedo ancestral que desencadenó, la urgencia elemental de protegerme, la asimetría de nuestro poder en aquel instante: todo se combinó para encender algo en mi interior que nunca antes había experimentado. Quería matarlo. Pero la conciencia inmediata de lo indefenso que estaba para hacerlo me echó para atrás, de una manera que todavía hoy me consume, casi dos años después. (p. 307, mi traducción)

En un excelso ejemplo de la ahora muy denostada (desde ciertos círculos) autoficción, Akhtar crea un personaje narrador que se llama Ayad Akhtar, nacido en los EE.UU. de padres pakistaníes, y que como él es dramaturgo y también ha ganado un Pulitzer gracias a una obra de teatro. Homeland Elegies mezcla elementos de diversos géneros (la autobiografía, el teatro, la crítica cultural o el análisis histórico) en un texto con intenciones claramente perturbadoras. No deja títere con cabeza. Ni siquiera el protagonista a quien le presta su nombre sale indemne.

En su narración, Akhtar toca desde el descalabro socioeconómico y humano que supuso la Partición  y la llegada de sus padres al país hasta décadas más recientes en las que comenzó su declive económico y el paso a una oligarquía económica provocada por las políticas Reagan con sus efectos ‘goteo’ y la nefasta gestión propiciada por sus ideólogos, como Robert Bork.

El tema fundamental de la novela es el conflicto identitario. En un ejemplo demoledor para la engañosa noción del melting pot estadounidense, Akhtar cita al sociólogo alemán de origen judío Norbert Elias: «La mayoría establecida toma su propia imagen colectiva a partir de una minoría de sus mejores elementos, y moldea una imagen colectiva de los forasteros a quienes desprecia a partir de una minoría de sus peores elementos». (p. 139, mi traducción) Dice Akhtar el narrador de su vida que se encuentra marcada por un dilema irresoluble: es un musulmán que ya no practica – y mucho menos cree – en la religión, pero su identidad, en el seno del país donde ha nacido, está totalmente moldeada por el hecho del Islam que lo ha definido dentro de esa sociedad desde el 11-S.

Norbert Elias, una larga vida (1897-1990). Fotografía de Rob Bogaerts.

Es un libro irresistible. Tanto por la calidad de su prosa como por el evidente amor y gusto que el autor tiene por la lengua inglesa. Akhtar juega con nosotros los lectores, en tanto que plantea sucesos en la vida del protagonista que lo dejan moralmente maltrecho (la historia de cómo contrae la sífilis no tiene desperdicio). Además, a lo largo de la novela va plantando minas que pueden estallarle en la cara a un lector hipersensibilizado y emocionalmente endeble.

Y por supuesto, la historia que su padre cuenta sobre Donald Trump. Pero de eso prefiero no darte ninguna pista.

«[…] Todo giraba en torno a hacerse rico. Al menos, los republicanos eran honestos respecto a ello. Mike veía un país donde la gente era más pobre, donde les mentían, donde sentían que sus vidas eran más mezquinas, un lugar en el que no tenían ni idea de cómo cambiar nada. Habían tomado la decisión sin precedentes de poner a un intelectual negro en el cargo más alto del país, un hombre que prometía cambios pero que ofreció muy pocos, cuya indudablemente sincera preocupación se vio empañada por su arrogancia, quien se enorgullecía de su estatus de celebrity de la cultura popular al tiempo que lamentaba un sistema cuyas disfunciones políticas le impedían ejercer el liderazgo. La victoria de Obama había resultado ser poco más que simbólica, acelerando simplemente el colapso de nuestra nación hacia una autocracia corporativa, y sus fracasos habían elevado las apuestas de forma inconmensurable. La mayoría de los estadounidenses no podrían hacer frente a sus gastos semanales en el caso de sufrir una emergencia. Tenían razones sobradas para estar asustados y enfadados. Se sentían traicionados y querían destrozar algo. El estado de ánimo nacional era hobbesiano: desagradable, embrutecido, nihilista; y no había nadie que mejor encarnara todo esto que Donald Trump. Trump no era ninguna aberración ni una idiosincrasia, según lo veía Mike, sino un reflejo, un espejo humano en el cual ver todo aquello en lo que habíamos permitido convertirnos. Por supuesto, uno podía leer metáforas en ese individuo: un magnate del sector inmobiliario, racista sin reservas, que encarna el auge de los derechos patrimoniales de los blancos; un idiota ensimismado que personifica la auto-obsesión y el narcisismo desenfrenados que nos hace a todos más estúpidos cada día que pasa; una codicia y corrupción tan manifiestas y endémicas que sólo podía entenderse como la expresión desmesurada de nuestros más profundos deseos: Sí, podía interpretarse a ese hombre como si se tratase de un símbolo que ha de ser descifrado, pero Mike creía que era algo mucho más sencillo. Trump había percibido el estado de ánimo nacional, y su genio particular fue una necesidad de atención tan cobarde, tan implacable, que estaba dispuesto a pintarse con todos y cada uno de los matices de nuestra fealdad, ¡y a la mierda las consecuencias!». (p. 242, mi traducción)

Publicado en castellano por Roca Editorial en 2021 como Elegías a la patria, con traducción a cargo de Elia Maqueda.

1 ago 2024

Reseña: Our Moon, de Rebecca Boyle

Rebecca Boyle, Our Moon. A Human History (Nueva York y Londres: Sceptre, 2023). 313 páginas.

Uno de los primeros recuerdos televisivos que conservo (obviamente reforzado o posiblemente distorsionado por posteriores visualizaciones del suceso en la caja tonta) es el alunizaje del Apolo XI y el paseo espacial de Armstrong y Aldrin el 21 de julio de 1969. Estaba a pocas semanas de cumplir cinco tiernos añitos y realmente no podía comprender nada de lo que estaba viendo. El satélite sigue ahí, a unos 384 400 kilómetros de distancia, y continúa influyendo de múltiples formas en la vida en este planeta en el que vivimos.

Ahora, más de cincuenta años después de aquel hito que ya había previsto (a su manera) Jules Verne, la Luna sigue jugando un papel en mi vida: cuando se acerca la primavera austral y comienza a ser tiempo de sembrar hortalizas, consulto el calendario lunar y estoy atento a sus fases. Sembrar las semillas de zanahoria al final de la luna nueva suele ser garantía de éxito.

Our Moon es un libro realmente ameno, completo en la información que proporciona al lector. Supe de él a través del programa de radio australiana Late Night Live. Boyle no abusa de la erudición científica, pero la información que ofrece es impresionante. Lo hace convirtiendo el libro en una especie de cuaderno de viaje para el lector que quiera viajar a la Luna gracias a su lectura.

Está dividido en tres secciones. La primera cubre la cuestión del origen o la creación de la Luna, nuestro único satélite. La teoría más extendida y plausible (aunque no totalmente demostrada) es la de la colisión de un enorme asteroide con la Tierra hace trillones de años. La composición química de muchas de las rocas que los astronautas han traído de regreso a la Tierra ha provocado cambios en las teorías de muchos científicos. Persisten las dudas.

Boyle describe cómo sería estar en la superficie del satélite. Lo que verías, oirías, palparías y olerías en la extraña superficie estéril y polvorienta de la Luna. Una quimera que ninguno de nosotros podremos llevar a cabo. Ni ganas, dirán algunos.

Ella Fitzgerald, Blue Moon

La segunda parte del libro explica el papel crucial e imprescindible que la Luna en la aparición de la vida aquí donde vivimos. Hace alrededor de 400 millones de años, la fuerza de las mareas eran mucho mayor, igual que su frecuencia. El día terrestre era más corto (la Tierra, en su rotación, tiende a ralentizarse) y la Luna estaba más cerca. Las mareas eran extremas y podían desplazar las aguas del océano hasta cientos de kilómetros tierra adentro. La vida surgió en esas zonas intermareales, y los organismos que, gracias a su evolución, podían respirar fuera del agua se adaptaron a vivir fuera del agua. El resto, como dicen, es historia.

También en esta segunda sección, Boyle repasa la influencia de la Luna en las múltiples civilizaciones humanas surgidas desde el paleolítico hasta la era moderna. Los primeros calendarios fueron lunares. El tiempo se medía según las fases de la Luna, muchas religiones y culturas estaban basadas en la presencia constante de ese cuerpo celestial en el firmamento y su reiterada trayectoria de aproximadamente 28 días terrestres.

Por último, en la sección final, Boyle hace un repaso del estudio científico del satélite, desde la observación prehistórica hasta las misiones tripuladas como la de aquel mes de julio de 1969, pasando por los descubrimientos de Galileo, Copérnico, Kepler y muchos otros. En años recientes han sido muchas las misiones no tripuladas que han alunizado. Solamente este año hay programadas diez misiones, algunas de empresas privadas. Para Boyle, es motivo de preocupación que se considere la Luna un posible lugar para la explotación minera, o como un futuro vertedero de productos hechos en la Tierra. El reciente descubrimiento de una profunda sima en la superficie lunar que podría albergar una futura base hará que aumente en ella esa inquietud.

Contemplar el amanecer de la Tierra desde la superficie de la Luna sería una experiencia única y, sin duda alguna, maravillosa. Esta imagen fue tomada el 12 de octubre de 2015. 
En las noches de verano seguiremos disfrutando de su luz y de la aparición de la luna llena por el este. Siempre ha estado ahí, en el cielo, y salvo que ocurra una catástrofe, ahí continuará, haciéndonos compañía.

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