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24 oct 2024

Reseña: The Palestine Laboratory, de Antony Loewenstein

Antony Loewenstein, The Palestine Laboratory (Melbourne: Scribe, 2024 [2023]). 265 páginas. 

Hay ocasiones en las que en mitad de la lectura de un libro se produce un suceso que otorga un significado especial a las palabras que has leído la noche anterior. Una de esas ocasiones me ocurrió mientras leía este importantísimo libro del australiano Lowenstein. Quizás haya sido profético o premonitorio. Quizás fuera simplemente la constatación de algo que, de algún modo, ya estaba, valga el juego de palabras, escrito. A la mañana siguiente de leer el párrafo que he traducido a continuación, la noticia en primera plana aquí en Australia era las explosiones cuidadosamente planificadas de los buscapersonas de muchos de los miembros de Hizbulá, que mataron a al menos 12 personas e hirieron a cerca de 2800.

«…Israel tenía la tecnología para competir con cualquier potencia mundial, y Pegasus [el spyware o software espía desarrollado por el Grupo NSO] era un juguete en comparación con lo que era capaz de hacer el estado judío. El poder de NSO y el estado israelí era casi imparable, atrapando incluso a Apple, que en 2021 se vio obligada a distribuir una actualización de emergencia de software para sus 1650 millones de usuarios después de que Citizen Lab descubriese una vulnerabilidad en su sistema operativo que NSO había explotado. A diferencia de muchos en los medios occidentales, Apple difundió un comunicado de prensa y apuntó directamente a una participación judía: “El Grupo NSO crea tecnología de vigilancia sofisticada y patrocinada por un estado que permite a su software espía altamente selectivo vigilar a sus víctimas». (p. 168, mi traducción; el subrayado es mío).

Este es un libro de periodismo investigativo de especial urgencia, pues día tras día, semana tras semana, el gobierno sionista de Netanyahu no solamente prosigue su violenta campaña militar en Gaza y el sur del Líbano contra Hamás e Hizbulá, sino que ataca también a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU. Para los periodistas han cubierto estos conflictos, su trabajo está resultando ser extremadamente peligroso: más de 130 han sido asesinados por los militares israelíes.

Son dos las tesis principales que plantea (y demuestra) The Palestine Laboratory: por un lado, hay varias empresas israelíes con fuertes vínculos con el estado de Israel que exportan armas y tecnología a gobiernos autoritarios de todo el planeta, que las emplean en operaciones de represión y flagrantes violaciones de los derechos humanos contra sus propios ciudadanos.

Por otro lado, Israel utiliza a los palestinos que residentes en lo queda de Palestina como cobayas de un macabro laboratorio. La principal baza publicitaria que juegan las empresas armamentísticas sionistas en las exposiciones de armas y eventos similares es que sus productos han sido probados en combate. Esto es: Israel ha convertido su ocupación militar de Palestina en un negocio considerablemente rentable – a costa de las vidas de decenas y decenas de miles de personas, incluidos menores de edad. Motivos para sentir náuseas sobran.

¿Cómo es posible que un pañuelo se haya convertido en algo reprimible y condenable? ¿Hacia dónde vamos? La kufiya o kefiyeh palestina. Fotografía de Reina91.

El mundo debe comenzar a distinguir entre sionismo y judaísmo. Es urgente. Escribe Lowenstein: «Para alguien como yo, que lleva más de veinte años informando sobre Israel/Palestina, los sucesos del 7 de octubre [de 2023] y sus consecuencias han sido espeluznantes. Veo todos los días fotos y videos de palestinos muertos en Gaza. Esto se está haciendo en mi nombre, como judío que soy, y la gran mayoría de la comunidad judía instituida por todo el mundo ha respaldado sin reservas al gobierno de Israel».” (p. xvi del Prefacio, mi traducción).

El libro hace un repaso de todos los lazos que Israel ha tenido a lo largo de su corta historia con regímenes dictatoriales, antidemocráticos y sangrientos, desde el carnicero Pinochet hasta el apartheid de Sudáfrica, pasando por el Irán de Pahleví (¡Quién te ha visto y quién te ve!) y los brutales asesinatos de periodistas mexicanos.

Lowenstein lanza un aviso apremiante a la comunidad global. Si el ascenso del etnonacionalismo al estilo sionista persiste en este siglo XXI y, gracias a la tecnología de las empresas del espionaje y el armamento y el imparable progreso de la IA, se extiende a otras regiones, el panorama no será solamente desolador sino terrorífico.

The Palestine Laboratory lo publicó Capitán Swing este mismo año en castellano: El laboratorio palestino, con traducción a cargo de Gabriela Ellena Castellotti.

1 ago 2024

Reseña: Our Moon, de Rebecca Boyle

Rebecca Boyle, Our Moon. A Human History (Nueva York y Londres: Sceptre, 2023). 313 páginas.

Uno de los primeros recuerdos televisivos que conservo (obviamente reforzado o posiblemente distorsionado por posteriores visualizaciones del suceso en la caja tonta) es el alunizaje del Apolo XI y el paseo espacial de Armstrong y Aldrin el 21 de julio de 1969. Estaba a pocas semanas de cumplir cinco tiernos añitos y realmente no podía comprender nada de lo que estaba viendo. El satélite sigue ahí, a unos 384 400 kilómetros de distancia, y continúa influyendo de múltiples formas en la vida en este planeta en el que vivimos.

Ahora, más de cincuenta años después de aquel hito que ya había previsto (a su manera) Jules Verne, la Luna sigue jugando un papel en mi vida: cuando se acerca la primavera austral y comienza a ser tiempo de sembrar hortalizas, consulto el calendario lunar y estoy atento a sus fases. Sembrar las semillas de zanahoria al final de la luna nueva suele ser garantía de éxito.

Our Moon es un libro realmente ameno, completo en la información que proporciona al lector. Supe de él a través del programa de radio australiana Late Night Live. Boyle no abusa de la erudición científica, pero la información que ofrece es impresionante. Lo hace convirtiendo el libro en una especie de cuaderno de viaje para el lector que quiera viajar a la Luna gracias a su lectura.

Está dividido en tres secciones. La primera cubre la cuestión del origen o la creación de la Luna, nuestro único satélite. La teoría más extendida y plausible (aunque no totalmente demostrada) es la de la colisión de un enorme asteroide con la Tierra hace trillones de años. La composición química de muchas de las rocas que los astronautas han traído de regreso a la Tierra ha provocado cambios en las teorías de muchos científicos. Persisten las dudas.

Boyle describe cómo sería estar en la superficie del satélite. Lo que verías, oirías, palparías y olerías en la extraña superficie estéril y polvorienta de la Luna. Una quimera que ninguno de nosotros podremos llevar a cabo. Ni ganas, dirán algunos.

Ella Fitzgerald, Blue Moon

La segunda parte del libro explica el papel crucial e imprescindible que la Luna en la aparición de la vida aquí donde vivimos. Hace alrededor de 400 millones de años, la fuerza de las mareas eran mucho mayor, igual que su frecuencia. El día terrestre era más corto (la Tierra, en su rotación, tiende a ralentizarse) y la Luna estaba más cerca. Las mareas eran extremas y podían desplazar las aguas del océano hasta cientos de kilómetros tierra adentro. La vida surgió en esas zonas intermareales, y los organismos que, gracias a su evolución, podían respirar fuera del agua se adaptaron a vivir fuera del agua. El resto, como dicen, es historia.

También en esta segunda sección, Boyle repasa la influencia de la Luna en las múltiples civilizaciones humanas surgidas desde el paleolítico hasta la era moderna. Los primeros calendarios fueron lunares. El tiempo se medía según las fases de la Luna, muchas religiones y culturas estaban basadas en la presencia constante de ese cuerpo celestial en el firmamento y su reiterada trayectoria de aproximadamente 28 días terrestres.

Por último, en la sección final, Boyle hace un repaso del estudio científico del satélite, desde la observación prehistórica hasta las misiones tripuladas como la de aquel mes de julio de 1969, pasando por los descubrimientos de Galileo, Copérnico, Kepler y muchos otros. En años recientes han sido muchas las misiones no tripuladas que han alunizado. Solamente este año hay programadas diez misiones, algunas de empresas privadas. Para Boyle, es motivo de preocupación que se considere la Luna un posible lugar para la explotación minera, o como un futuro vertedero de productos hechos en la Tierra. El reciente descubrimiento de una profunda sima en la superficie lunar que podría albergar una futura base hará que aumente en ella esa inquietud.

Contemplar el amanecer de la Tierra desde la superficie de la Luna sería una experiencia única y, sin duda alguna, maravillosa. Esta imagen fue tomada el 12 de octubre de 2015. 
En las noches de verano seguiremos disfrutando de su luz y de la aparición de la luna llena por el este. Siempre ha estado ahí, en el cielo, y salvo que ocurra una catástrofe, ahí continuará, haciéndonos compañía.

26 jul 2024

Reseña: Africa is not a Country, de Dipo Faloyin

Dipo Faloyin, Africa is not a Country: Breaking Stereotypes of Modern Africa (Reino Unido: Harvill Sacker, 380 páginas.

Ahora que el neofascismo europeo en general y el español en particular la ha tomado con los jóvenes africanos que lo arriesgan todo por llegar a Europa y cometer el delito de querer una vida mejor, Señoría, yo los obligaría a todos ellos a leer este libro. La cosa es que uno duda, en todo caso, de que su lectura les vaya a ser de provecho, tan empecinados están en sus falsedades y tan abrazados están a la farola del racismo y la xenofobia.

Allá por los inicios de la década de los 90, cuando yo me ganaba los cuartos trabajando como intérprete en los tribunales y juzgados de mi ciudad, la meua València, recuerdo una demencial vista, celebrada al mediodía de un lunes de agosto tras un finde calurosísimo, en la que su Señoría quería tomarle declaración a un joven subsahariano, que había pasado todo el fin de semana en una celda. Habiendo casi terminado el trámite de la declaración y mi faena en aquel inmundo lugar, y en el momento en que se llevaban al reo, su Señoría dejó escapar una execrable sentencia que ha quedado marcada, indeleble, en mi memoria, y a la que a veces me he referido en algunos de los muchos talleres que he impartido sobre traducción e interpretación en estas tierras australianas. Dijo su Señoría: «¡Cómo apesta este negro!» Ahí te la dejo, para que extraigas tus propias conclusiones.

Que África no es un país es algo evidente, pero Faloyin elige ese título por razones también evidentes. Desde Occidente se suele aplicar sobre el continente un prisma que genera burdos estereotipos, muchas inexactitudes y exageraciones que aprovechan nuestra ignorancia, al tiempo que ocultan la realidad histórica de una colonización brutal cuyas nefastas consecuencias persisten hasta nuestros días.

En un prólogo y ocho capítulos, Faloyin trenza una perspicaz visión de diversos aspectos de la narrativa occidental prevalente sobre el continente africano que no solamente le irritan. Es más: sentencia que es urgente corregirlos y pone manos a la obra con este libro. Por ejemplo, la funesta, arbitraria creación de los estados actuales que las potencias europeas decidieron llevar a cabo en el siglo XIX, dividiendo territorios mediante líneas rectas o basándose sus propios intereses económicos. O también el expolio humano de la esclavitud y el artístico y cultural (se calcula que más del 90 % de los objetos y obras de arte de las culturas africanas habían producido antes de la invasión europea siguen en manos de museos y colecciones privadas fuera del continente africano – los griegos no son los únicos que siguen padeciendo la lacra del robo de su cultura).

Coproducción italo-alemana que nos endiñaron en TVE a los nacidos en la década de los 60. ¿Cuántos tópicos y estereotipos puedes detectar en tres minutos?

Otros capítulos están dedicados a cuestiones políticas: los diversos estereotipos del dictador africano, de siete de los cuales hace sobresalientes retratos. Especialmente significativos me han parecido las secciones dedicadas al síndrome de salvador blanco y la estrechez de miras que implica, y la centrada en el concepto e imagen de África que ha creado la industria cinematográfica de Hollywood, rociada con una deliciosa ironía en lo que es una sátira despiadada. Los dardos que lanza contra Bob Geldof y los muchos otros autoproclamados redentores son de los que hacen pupa.

Africa is not a Country es un examen juicioso, digno y experto de las complejas situaciones en las que continúan estando los pueblos y naciones africanas, que siguen existiendo al margen de las fronteras creadas por mandatarios occidentales que, en algunos casos, nunca habían puesto sus pies en aquellas tierras ni tenían conocimiento de la diversidad étnica, lingüística y cultural existente.

Máscara honorífica del antiguo reino de Benin, que sigue estando en el Museo Británico, en Londres.  
«Comencemos por donde el consenso es amplio: El 90 % del legado cultural material africano está guardado fuera del continente. La inmensa mayoría de estos objetos, que se cuentan por cientos de miles, posiblemente muchos más, fueron saqueados por medios violentos como consecuencia del expolio colonial. Poco después de su robo, a veces incluso el mismísimo día en que tuvo lugar, esos tesoros fueron vendidos por la fuerza invasora que había llevado a cabo la rapiña. Algunos de estos objetos terminaron en colecciones privadas, pero la mayoría de estos bienes fueron trasladados a museos. Y siguen estando en esos mismos museos. Los objetos que puedes ver en las salas y galerías representan solamente un porcentaje del número total de objetos que están en manos de los museos. El grueso de este rico botín ha quedado acumulado, oculto y encerrado en las bóvedas de las instituciones más ilustres del mundo occidental; bien lejos del alcance de visitantes, y ciertamente lejos del alcance de las naciones africanas a las que se los robaron – naciones que se han visto obligadas a implorar por sus tesoros durante más de medio siglo.

Entender esto solo puede llevarnos lógicamente a una pregunta de corte moral: ¿Cómo han justificado los museos el continuo acopio de tesoros que fueron robados a través de una deliberada campaña de violencia sistemática, y cuyos dueños han pedido constantemente su devolución desde que se los llevaron?

Pues de este modo: Los museos se han unido en una representación colectiva que enmarca el debate de la restitución como un enigma impenetrable. Es todo confusión por diseño. La realidad, nuevamente, es muy sencilla: Se mantiene el 90 % del legado material cultural africano fuera del continente. Fue robado mediante una campaña de violencia masiva». (p. 257-8, mi traducción)

23/09/2024: La editorial Capitán Swing lo ha publicado ahora en septiembre en castellano, con el título de África no es un país, traducido por Noelia González Barrancos.

6 jun 2024

Reseña: The Dark Cloud, de Guillaume Pitron

 
Guillaume Pitron, The Dark Cloud: How the Digital World is Costing the Earth (Melbourne: Scribe, 2023). 290 páginas. Traducido del francés al inglés por Bianca Jacobsohn.

¿Cuál es el verdadero coste de la tecnologización de nuestras vidas a escala global? Para alguien que, desde que aparecieron, se negó a tener uno de esos teléfonos ‘inteligentes’ (y sigue sin tener uno), los datos con que Pitro bombardea al lector capítulo tras capítulo no hacen sino reforzar esa convicción de que lo digital, para el planeta Tierra, es un lobo disfrazado de cordero.

Esa nube oscura a la que se refiere el título del libro no es algo inmaterial: las grandes compañías que nos ofrecen almacenamiento de archivos digitales de todo tipo (desde esta entrada en un blog personal sin apenas presencia en internet hasta los cientos de miles de videos inútiles que cada día sube la gente a las muy mal llamadas redes sociales) han construido gigantescos centros que albergan servidores que devoran electricidad y agua. Los miles de millones de teléfonos y tabletas que se venden todos los años utilizan miles de toneladas de tierras raras, cuya extracción no es ni fácil ni económicamente asequible. La lista de contradicciones a las que Pitron hace referencia en este libro es enorme.

¿Es ese mundo futuro al que nos encaminamos una apuesta que nos va a costar la Tierra? Pitron augura que así es, si bien también recoge las opiniones de expertos y científicos que son un poco más optimistas. Sea como sea, The Dark Cloud abunda en el tema del increíble despilfarro que todo lo digital implica.

Pitron deja muy claro que lo digital ha asumido una función catalizadora de la aceleración económica y tecnológica de la que los gobiernos de todos los países del mundo participan; es una interminable intensificación de producción y consumo, a la que parecemos abocados a vivir (¿quién sabe por cuánto más tiempo?). Para evitar el previsible caos que muchos pronostican, señala Pitron que se ha de producir un importante giro ideológico:

«Se pueden temer y encomiar por igual los efectos rebote, según cual sea tu postura respecto al incremento de la riqueza, la globalización del comercio y la mezcla de culturas. Es así como la expansión de lo digital nos pone cara a cara con nuestras convicciones más íntimas: no es ni bueno ni malo; simplemente depende de lo que hagamos con ello. Internet permitirá a los niños de las regiones más distantes del planeta educarse de manera remota; también se usará para esparcir teorías conspirativas que socavan nuestros sistemas democráticos. Tratará enfermedades raras; pero también permitirá que Ryan Kaji, el muchacho famoso por desempaquetar regalos todos los días delante de una cámara en Texas, siga siendo el youtuber mejor pagado del mundo.

Los servidores de Wikipedia. Fotografía de Helpameout.

Sea como fuere, las repercusiones económicas, sociales y psicológicas de lo digital no deben confundirse con su función ecológica. Aunque estimula la aparición de iniciativas increíbles que buscan proteger el clima y la biodiversidad, no se diseñó para ‘salvar’ el planeta, y las afirmaciones acerca de que la resiliencia de la vida en el planeta Tierra está asociada con el desempeño de las herramientas digitales es, creo yo, un mito, una fantasía. Como me dijo un experto en tecnologías digitales, las TIC [tecnologías de la información y la comunicación] han hecho del mundo un lugar mejor, pero en términos de impacto medioambiental, es lo peor que podría haber ocurrido’.» [p. 149-50, mi traducción]

Un libro pobremente editado (está repleto de erratas y errores) sobre un asunto verdaderamente urgente. Lástima que no sea un estudio mejor diseñado. Nos queda la pregunta: ¿Salvará la tecnología a la humanidad o servirá para acelerar una posible calamidad global espoleada por el calentamiento global, las guerras, las hambrunas y las enfermedades que muchos predicen? ¿Quién tendrá razón? Y agrego yo: ¿De verdad les importará a quienes rigen nuestro modo de vida?

Por cierto, que si te apetece añadir tu granito de arena a esta absurda situación, puedes hacer un comentario más abajo, o compartir esta reseña en tus redes, o enviarme un correo. Dale. No, no lo hagas.

7 sept 2023

Reseña: The Shrinking Nation, de Graeme Turner

Graeme Turner, The Shrinking Nation (St. Lucia: UQP, 2023). 232 páginas.

El próximo catorce de octubre será un día importante en Australia. La ciudadanía debe decidir (puesto que el voto es obligatorio) en referéndum si aprueba o no una enmienda a la Constitución, por la cual los pueblos originarios pasarían a contar con un órgano consultivo y asesor propio, que aportaría sus puntos de vista al ejecutivo federal en relación con todos los temas que les afectan, en un nivel político similar al del parlamento federal.

El Profesor Graeme Turner ha publicado hace apenas tres meses este ensayo en el que denuncia la desastrosa situación a la que la miopía, cuando no la incompetencia, la desidia o incluso la perversidad de diversos gobiernos que los australianos hemos sufrido en las dos últimas décadas ha abocado al estado-nación.

Turner es historiador cultural. Ha estudiado en profundidad las transformaciones y vicisitudes por las que la cultura política australiana ha pasado desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, y los resultados de sus investigaciones apuntan «a un cambio en la política cultural del país tan dramático que debe hacer que nos preguntemos qué lo ha impulsado. ¿Qué nos dice la manifiesta aceptación por parte de los australianos de la resistencia de sus políticos al cambio acerca de la cultura, el desplome de la confianza en la política y la democracia, el grado variable de identificación con los intereses de la nación y cómo se conceptualizan exactamente dichos intereses en la mente de los ciudadanos?» (p. 38, mi traducción).

Y no es que Australia sea un caso singular. En los últimos diez o quince años, la mayoría de las democracias occidentales han visto que la tendencia a enfrascarse en agrios enfrentamiento entre los actores políticos no solamente socava la estabilidad de la acción de gobierno sino que puede llevar a hechos lamentables de violencia e insurrección en nombre de falsos mesías y espurios salvadores de la libertad. El prácticamente absoluto cierre de las fronteras del país durante casi dos años por la pandemia del Covid-19 fue visto por muchos australianos como un recorte de sus libertades más que un mecanismo de protección a la ciudadanía. Fue un arma de doble filo, sin duda: «Australia es el único estado-nación que no solamente se negó a permitir que miles de sus ciudadanos regresaran a su casa mientras buscaban refugio de la pandemia o trataban de reunirse con sus familias, sino que además prohibió a sus ciudadanos, a los titulares de visados temporales, los residentes permanentes y los titulares de la doble nacionalidad salir del país. […] En tanto que provocación a ese sentido de pertenencia a la nación que sintieron los australianos, así como a sus derechos humanos como ciudadanos de un país soberano, es difícil imaginar alguna otra acción de la Commonwealth de Australia que socavara más sustancialmente la confianza en el gobierno». (p. 81, mi traducción).

Alguien dejó este mensaje en tierra Bidjigal, en lo que se conoce como Mascot, cerca del aeropuerto de Sydney en diciembre de 2022. Por mucho que se les haya robado, humillado y maltratado... Estas tierras siempre han sido, son y serán de los pueblos indígenas australianos. Fotografía de Kgbo. 

La severa crítica que Turner hace de los gobiernos federales desde el comienzo del siglo XXI está perfectamente justificada y comprende ambos lados del espectro parlamentario, tanto la coalición liberal-nacionalista como el partido laborista, y los medios de comunicación de masas, en particular el conglomerado mediático propiedad de Rupert Murdoch.

Turner es particularmente duro con los primeros ministros Abbott y Morrison, pero el autor ahonda en las causas de este deprimente escenario en el que los cimientos de la sociedad australiana parecen haberse desmoronado: las llamadas guerras culturales. «…ha habido una enérgica utilización de la idea de cultura como arma divisoria, en una escrupulosa obstrucción a los proyectos de construcción comunitaria anteriormente descritos. Estas guerras culturales han abarcado décadas, y sus repercusiones sociales y culturales de largo plazo han explotado el profundo filón del prejuicio y la división tan arraigado en la cultura y la sociedad australiana». (p. 167, mi traducción)

El capítulo final del libro, a modo de conclusión, lleva por título ‘Somewhere in here, there is a better country trying to get out’ [En alguna parte, aquí dentro, hay un país mejor que intenta emerger]. The Shrinking Nation es un oportuno libro de publicación muy reciente —apareció en junio— y plantea significativos interrogantes tras un muy completo estudio de los problemas que aquejan al sistema político australiano actualmente.

Uno quisiera pensar que el domingo quince de octubre, este país, al que me sumé hace más de dos décadas, amanezca mejor. Que los australianos habremos decidido dar un paso adelante en pos del progreso y la armonía. Los sondeos, sin embargo, no son nada halagüeños y no son motivo de optimismo. En mi opinión, tras la magnífica percepción que la organización del Mundial Femenino había transmitido al mundo, la comunidad internacional estará más que decepcionada si no damos este importante paso adelante. Tiempo al tiempo. Ojalá este 14 de octubre sea un día de celebración para todos; y en todas partes.

31 ago 2023

Reseña: The Revolt against Humanity, de Adam Kirsch

Adam Kirsch, The Revolt against Humanity: Imagining a Future without Us (Nueva York: Columbia Global Report, 2023). 100 páginas.

El Doomsday Clock (que alguien ha bautizado en castellano como «Reloj del Apocalipsis») marca las 11:58:30 horas. Y si estamos tan cerca del final de los tiempos, no cabe ninguna duda que se debe a la humanidad. El planeta en el que vivimos sigue siendo el escenario de conflictos armados —uno de los cuales amenaza con convertirse en nuclear— y a ello hay que agregar una imparable crisis climática que seguramente conllevará la destrucción de numerosos ecosistemas y descalabros económicos sin precedentes. ¿Es de extrañar que haya quien abogue por poner fin al dominio de los humanos?

En este breve estudio o informe, el poeta estadounidense Adam Kirsch examina dos corrientes ideológicas que, desde perspectivas diferentes, se rebelan contra la humanidad y propugnan un futuro para el planeta en el que no existamos. Grosso modo, son dos escuelas que comparten muchos elementos, pero difieren diametralmente en cómo se llegaría a ese desenlace.

La primera engloba a quienes se definen o identifican como antihumanistas del Antropoceno y prevén (al tiempo que aplaudirían) la extinción de la civilización humana tal como la conocemos en nuestra época. Según esta escuela, a la naturaleza, que continuamos destruyendo a un ritmo arrollador, le iría mucho mejor si dejáramos de estar presentes en el planeta.

La segunda escuela, la transhumanista, propugna una transformación del ser humano mediante la tecnología y la inteligencia artificial hasta el extremo de que ya no seamos Homo sapiens sino otra forma de vida inteligente que consiga detener la inevitable ruina a la que parece que estamos conduciendo el planeta.

Son puntos de vista que, obviamente, se oponen. Si los primeros acusan al desarrollo tecnológico y la explotación de los recursos naturales de ser la expresión incontestable de la soberbia de la civilización humana que nos ha llevado al punto crítico en el que estamos, los transhumanistas ven en la tecnología (y los avances que indudablemente nos proporcionan) una solución posthumana que sería superior al ser humano.

En cierto sentido, quienes adoptan este punto de vista reconsideran el axioma nietzscheano de la muerte de dios a manos del hombre. Solo que en vez de eliminar al ser humano, se le reemplaza con una suerte de ciborg inmortal creado a partir de nuestra propia imagen e inteligencia.

Kirsch se cuida mucho de evaluar, ya sea positiva o negativamente, la probabilidad de que los escenarios que ambas corrientes plantean o vislumbran vayan a tener lugar. Se limita a citar textos de ambas corrientes. Y no es que rechace explícitamente escenarios que, al menos hoy en día, resultan poco creíbles.

«… el hecho es que ya sabemos que la humanidad va a desaparecer. Se trata, quizás, del más importante descubrimiento moderno, el que nos condena a vivir en un mundo espiritual diferente del de nuestros ancestros. La única duda que hay es el marco temporal. Un día tras otro, nos comportamos como si el fin de la humanidad perteneciese a un futuro tan inimaginablemente lejano como la era de los dinosaurios en dirección contraria. A efectos ordinarios, un tiempo tan largo que sea incalculable es una eternidad». (p. 46, mi traducción) © Nina Paley in collaboration with Les U. Knight. Cartoon colorized by Aaron Hackmann

Sencillamente Kirsch tira por el camino de en medio: una especie de quietismo arreligioso, de repliegue personal, en el que mantener y defender la inacción bien pudiera ser más efectiva que emprender acciones mucho más desventuradas: «El primer paso para cambiar cómo representamos el mundo es cambiar el lenguaje que empleamos para describirlo. No es una tarea para políticos y activistas, sino para filósofos y narradores, quienes renuevan el lenguaje, desafiándolo a adoptar formas que no son familiares. Para los teóricos del transhumanismo, el lenguaje presenta un problema especial, porque se trata de una modalidad exclusivamente humana de cognición. Resulta paradójico: tan pronto afirmamos nuestra intención de pensar fuera, o en contra, de nuestra humanidad, hemos fracasado, pues se trata de un enunciado que solamente los humanos podrían concebir o comprender». (p. 37, mi traducción)

Si en algo destaca el librito es que el lenguaje que Kirsch emplea es muy claro. El autor incide muy sucintamente en las ideas clave que cada una de las corrientes y sus autores proponen. Y hay, desde mi punto de vista, una conclusión muy evidente: «Todos los pensadores que hemos considerado en este libro reclaman formas drásticas de autolimitación humana —signifique eso la destrucción de la civilización, renunciar a tener hijos o la sustitución de los seres humanos por parte de máquinas. Estos sacrificios son maneras de expresar ambiciones extremadamente éticas que no encuentran alcance alguno en el hedonismo de nuestras vidas corrientes: la compasión por la naturaleza sufriente, la esperanza de alcanzar un ámbito cósmico, el amor por el conocimiento». (p. 90-91, mi traducción)

It'll end in tears (I won't cry)

26 jul 2023

Reseña: El príncipe moderno, de Pablo Simón

Pablo Simón, El príncipe moderno: Democracia, política y poder (Barcelona: Penguin Random House, 2018). 265 páginas.

La derrota victoriosa que ha tenido lugar en las recientes elecciones generales en el estado español vienen en cierto modo a contradecir algunas de las consideraciones que Simón esboza en este libro. En concreto, en la página 155, el politólogo riojano afirmaba que «los partidos socialdemócratas están perdiendo la capacidad de encabezar ejecutivos, pues han empezado a dejar de ser el primer partido de su bloque (sea a la izquierda o sumando con el centro)». Quizás sea la excepción que confirma la regla o que, incluso en 2023, Spain is different.

Sea como sea, este ensayo de 2018 no ha envejecido en absoluto, a pesar de lo mucho que ha sucedido en la política estatal, autonómica, europea y global en apenas un lustro. En once capítulos, y de forma amena, muy inteligible y sin pecar de la condescendencia con que muchos otros autores sobre política tratan al lector, Simón esboza un análisis que cubre el inexorable avance de muchos cambios políticos globales. Ya no se trata solamente de que los sondeos engañen o que los resultados de los comicios no correspondan a lo que los «entendidos» pronostican. Recién superada una crisis sanitaria que dejó maltrecha a las sociedades por sus perniciosos efectos en las economías, ya nadie se atreve a lanzar predicciones sobre lo que puede ocurrir en los próximos meses en ninguna parte.

Simón cubre certeramente muchos aspectos de la política actual en las democracias occidentales y buena parte de las americanas. Los factores que siguen contribuyendo a las crisis políticas en muchos de esos países son sin duda variopintos: las derivaciones que la globalización económica tiene sobre el tejido social, el envejecimiento poblacional, las vacilaciones y rechazos con que las sociedades europeas acogen las (por otra parte, imparables) olas migratorias, los guiños al fascismo y el autoritarismo que hacen líderes políticos de todo tipo, especialmente desde el sector más conservador. Que surjan nuevas fuerzas políticas resulta cuando menos apetecible, dado el anquilosamiento palpable en tantas estructuras de poder.

Si hay algo por lo que Simón pasa de puntillas y que, ya en esta década, va a ser la cuestión más acuciante para líderes políticos de toda índole, es la crisis climática global. Es el llamado «elefante en la sala», ese descomunal catástrofe que, precisamente porque no hay ninguna autoridad política, ideológica ni económica que pueda realmente hacerle frente en solitario, vemos todos como un problema con el que no se puede lidiar de la noche a la mañana. Dentro del ciclo político que el modelo de democracia parlamentaria que Occidente ha instrumentalizado como el único realmente genuino, la catástrofe del clima es esa lata que un chico aburrido patea hacia adelante por el mero hecho de que ahí está la lata y él camina en esa dirección.

Imagen de RCraig09. Así, al rojo vivo, bien calentito para que vaya con los tiempos.
Un texto entretenido, bien presentado y sustentado, pero obviamente insuficiente, dados los males que nos aquejan. ¡Gracias por el regalo, Julie-Ann!

12 feb 2023

Reseña: Caste - The Lies that Divide Us, de Isabel Wilkerson

 
Isabel Wilkerson, Caste: The Lies that Divide Us (Londres: Allen Lane, 2020). 476 páginas.

Mucho antes de que las veleidades de la política pusieran de moda la palabra en una maniobra harto conocida de tergiversación semántica, los portugueses aplicaron el término ‘casta’ al sistema jerárquico hereditario que dividía la sociedad en la India del siglo XVI a la que llegaron para consolidar su preeminencia en el comercio de especias en el mercado europeo. Los portugueses compartían la palabra, posiblemente derivada de ‘cesta’, con los castellanos, en una época en la que judíos y moriscos estaban siendo expulsados de las tierras en las que habían nacido.

“Fue con la creación del Nuevo Mundo que los europeos se convirtieron en blancos, los africanos en negros, y todos los demás en amarillos, rojos o morenos. Fue con la creación del Nuevo Mundo que se separó a los seres humanos en función de su aspecto, identificados únicamente por contraste entre sí y clasificados para formar un sistema de castas basado en un nuevo concepto denominado raza. Fue en el proceso de clasificación que a todos nos asignaron papeles para satisfacer las necesidades de una mayor producción.
Ninguno de nosotros somos nosotros mismos.” (p. 53, mi traducción)

La premisa clave del libro de Wilkerson reside en que tres sistemas de segregación social (el sistema de castas de la India, el nazismo de la Alemania del siglo XX y el sistema racial de los Estados Unidos) comparten una misma lógica. Es sin duda debatible, aunque tras la lectura del libro a mí me da la impresión de algo de cierto debe haber en lo que plantea Wilkerson.

Para poder distinguir entre racismo y sistema de castas, Wilkerson nos recuerda que el primero es algo deliberado y perverso, algo esencialmente personal; el sistema de castas sería el armazón estructural social, económico y jurídico que mantiene las desigualdades y que, por ende, permitiría que tenga lugar el primero.

Resulta evidente que toda simplificación de fenómenos tan complejos y que presentan tantísimas aristas supone un riesgo. Wilkerson aporta en siete secciones un análisis extraordinariamente completo de cómo los sistemas de castas reproducen la desigualdad – a través de estrategias de endogamia y herencia de privilegios, por ejemplo, y ciñen prácticamente todos los aspectos de la sociedad en la que persisten.

Una muestra de ello lo da en la comparación del sistema en India y en los EE.UU. en el siglo XX. El concepto de casta se basa en nociones de pureza y contaminación externa: igual que las castas superiores indias consideran ‘intocables’ a los parias, en muchos municipios norteamericanos a las familias afroamericanas se les prohibía bañarse en las piscinas públicas porque las autoridades alegaban que contaminaban el agua.

Además de un exhaustivo análisis de la literatura existente, la autora aporta ejemplos de su propia experiencia vital. Apunta los enormes daños que las absurdas pautas de dicho sistema causa a la sociedad del país, en una evidente refutación de los valores democráticos en los que dice estar basada: es la raza de la víctima la que predice quién va a recibir los mayores castigos y con mayor probabilidad en el sistema legal de castas de los EE.UU. El veneno del sistema es tan poderoso que hasta los miembros de las castas inferiores tienden a asumir su posición en los estratos inferiores de la comunidad. “El éxito en el sistema de castas estadounidense precisa de un cierto nivel de destreza a la hora de decodificar el orden preexistente y responder a sus dictados. El sistema de castas nos enseña a todos respecto de quiénes son las vidas y opiniones que deben tener mayor peso y prevalencia en la mayoría de los encuentros. Uno de sus maestros aventajados es el sistema de justicia penal, el cual desciende de los códigos penales de la era de la esclavitud.” (p. 240, mi traducción)

“Davis terminaría obteniendo su doctorado en antropología por la Universidad de Chicago y formaría parte de su Facultad, convirtiéndose así el primer catedrático titular negro en una importante universidad blanca estadounidense. Pero sufriría otros ultrajes. Los compañeros de la Facultad debatieron abiertamente si debía permitírsele que enseñara a estudiantes blancos, y durante un tiempo tuvo prohibido comer en el comedor de la facultad.
De los principales estudiosos del Sur estadounidense de la primera mitad del siglo XX, él y su esposa fueron de los únicos investigadores de campo que trabajaron a la sombra de la subordinación del sistema de castas.” (p. 256, mi traducción) Sello conmemorativo del antropólogo Allison Davis (Fuente: https://postalmuseum.si.edu/exhibition/the-black-experience-shaping-education/dr-allison-davis)

Sería ilógico esperar que Wilkerson tuviera la varita mágica que soluciones los males de estos antiquísimos sistemas de desigualdad y privilegio, pero como mínimo hay que apelar a que todos empecemos por sentir y demostrar empatía: “La empatía no sustituye en modo alguno a la experiencia. No podemos decirle a una persona que tenga una pierna rota o una herida de bala que no tiene dolor. Y la gente a la que le ha tocado la lotería de la casta no están en condiciones de decirle a otra persona que haya sufrido bajo la tiranía del sistema de castas qué resulta ofensivo o hiriente o degradante para quienes están en el estrato inferior. El precio del privilegio es la obligación moral de actuar cuando uno ve a otra persona que recibe un trato injusto. Y lo menos que puede hacer una persona de la casta dominante es no empeorar el dolor.” (p. 386, mi traducción)

“La mayor desviación del guion del sistema de castas estadounidense fue la elección de un afroamericano al más alto cargo del país. La Historia nos había enseñado que este trastorno del orden social tendría consecuencias. Y las hubo.” (p. 311, mi traducción)

Caste es un libro apabullante por su franqueza. No por ser conocedores de las monstruosas y repugnantes atrocidades cometidas en nuestra era dejan de impactarte los datos que aporta y las conclusiones que se derivan.

Caste lo publicó en castellano Paidós Ibérica en 2021, con el título Casta: El origen de lo que nos divide, con traducción de Antonio Francisco Rodríguez Esteban.

15 ene 2023

Reseña: The New Nomads, de Felix Marquardt

Felix Marquardt, The New Nomads: How the Migration Revolution is Making the World a Better Place (Londres: Simon & Schuster, 2021). 278 páginas.

Hace ya más de una década que participé en calidad de intérprete en dos rondas (la primera y la tercera) de negociación de un TLC. Los Tratados de Libre Comercio abogan por la libre circulación de productos, servicios y capitales entre países. Es la expresión jurídica y política de la fuerte ola globalizadora iniciada en la segunda mitad del siglo pasado e intensificada en este siglo XXI.

Un TLC es el triunfo más obvio y palpable del modo de producción y gestión capitalista. Australia, por ejemplo, ha hecho de los TLC un ‘modo de vida’: es país signatario de dieciséis TLC firmados y en marcha con otros veintiocho. Es innegable que los australianos nos hemos beneficiado mucho de ellos. El nivel de vida que hay en Australia es ciertamente envidiable.

Sin embargo, la libre circulación de productos, servicios y capitales no incluye a las personas. Y a pesar de ello, la gente sigue emigrando. A países como Australia, sí, pero también a la Unión Europea, a Estados Unidos o a cualquier otro lugar donde alguien con las ganas, las destrezas, los conocimientos o las aptitudes que sean requeridas podrá labrarse un futuro.

La tesis que expone Marquardt en The New Nomads es, en cierto modo, palmaria. La Historia nos (de)muestra que el hecho de cambiar de lugar de residencia para tratar de encontrar una vida mejor forma parte de la experiencia de los seres humanos desde siempre. El fenómeno que Marquardt señala es el hecho de que los desplazamientos en el siglo XXI no siguen las mismas rutas o direcciones que solían seguirse en siglos anteriores (para muestra un botón: pongamos por caso las masivas salidas de irlandeses, italianos o españoles en el siglo XIX). La migración es ya, de hecho, multilateral y multidireccional.

El libro presenta infinidad de casos personalizados, gente joven a la que el autor entrevista. Explica que, aunque históricamente la posibilidad de emigrar estuvo siempre reservada a las elites, “Hoy en día, cualquier europeo de todos los orígenes, salvo los más pobres, puede posiblemente coger un autobús rumbo a un país extranjero y experimentar algo del mundo al otro lado del horizonte. […] Todos hemos oído alguna vez la frase ‘saber es poder’, pero para la mayoría de las civilizaciones antiguas, saber era viajar. Para los griegos o los fenicios, literalmente no existía la educación sin viajar, ni se daba el viajar sin una educación. Lo que convertía a alguien en educado (y poderoso) era el hecho de que había viajado.” (p. 57, mi traducción).

Una curiosa observación que realiza Marquardt en torno a las tendencias migratorias en esta segunda década del siglo XXI es el hecho del rápido crecimiento que está teniendo la migración entre países del hemisferio sur: “Esta migración no es del tipo que obsesiona a los economistas, ni tampoco del tipo que irrita a los votantes y lleva a los populistas al poder en Occidente. Pero representa una herramienta esencial para el desarrollo en los países que cuentan con las más pequeñas emisiones de gases invernadero (las de África representan entre 4 y 5 por ciento de las emisiones globales” (p. 90, mi traducción). Es decir: puesto que los desplazamientos poblacionales siempre acarrean movimientos de capital, este tipo de migración resulta ser una suerte de ayuda al desarrollo mucho más eficaz que los métodos empleados hasta ahora. “Se precisa dinero, tesón y coraje para convertirse en migrante, y quienes escogen hacerlo nunca son los más vulnerables en sus países de origen y, por esa razón, la ayuda exterior que se gasta con la esperanza de disuadir la emigración tiene el efecto opuesto: el desarrollo exitoso en casi todos los países que antes eran pobres ha dado lugar a un incremento, en lugar de una reducción, de la emigración.” (p. 91, mi traducción)

The Monument to Migrants, Lake Vasto, Perth, Western Australia. Fotografía de Calistemon.

Hay también espacio para algunas críticas (más que probablemente justificadas) hacia las elites y las “Mentes Brillantes” que de forma periódica se reúnen en algún lugar del mundo para hablar de soluciones a los muchos males que nos afectan. Denuncia el escritor multinacional la profunda inmadurez de lo que él denomina solucionismo: “la idea de que todo lo que nos hace falta hacer es ponernos a pensar todos juntos e ‘idear algo’ que nos permita ‘lidiar con’ los principales problemas de nuestro tiempo. Esos problemas, desde la migración al colapso climático y la sexta extinción de especies que está ya en marcha, desde los asombrosos niveles de desigualdad en el mundo a la naturaleza inherentemente ecocida del súper-organismo metastatizado al que llamamos economía global, no son ‘problemas’. Son situaciones precarias. Los problemas tienen soluciones […] las situaciones precarias no. […] En este contexto, nuestra tendencia moderna a buscar ‘soluciones’ no es solamente equivocada. Es un pasivo, una deuda. No podemos ‘solucionar’ esos problemas, por muy brillantes que podamos ser. Hemos de vivir con ellos.” (p. 216, mi traducción)  

Aunque este libro de Marquardt se aleja mucho de la teorización e incide mucho más en los testimonios y las impresiones que decenas de personas le han aportado para su escritura, no está exento de algunas importantes reflexiones. Por ejemplo, la que hace en la página 121: “No obstante, quizá lo más importante que nos enseña la emigración es que el lugar de donde uno venga y el lugar al que uno se dirija no son más que meras proyecciones de los verdaderos interrogantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Quién deseas ser?”

No es que The New Nomads revele algún dato o razonamiento espectacularmente novedoso. Sin embargo, es una lectura amena y fácil que aporta perspicacia y muchos matices personalizados al tema de la migración en esta época tan convulsa. Imagino que no entrará a formar parte de la lista de libros indispensables de los dinosaurios intelectuales que militan en partidos políticos xenofóbicos. Eso significa que, de entrada, es un buen libro.

6 nov 2022

Reseña: Transcendence, de Gaia Vince

Gaia Vince, Transcendence. How Humans Evolved through Fire, Language, Beauty and Time (Gran Bretaña: Allen Books, 2019). 294 páginas.

¿Por qué reflexionar sobre nuestros orígenes como seres humanos y esa fascinante evolución por la que hemos pasado hasta ser quienes somos, ahora en 2022, frente a los innumerables quehaceres y frecuentemente estresantes desvelos que nos mantienen ocupados a diario? Una respuesta válida a esa pregunta (una pizca simplista, lo sé) sería porque quizás nos encontremos ante un etapa clave en la supervivencia de la Humanidad.

Una manera mucho más llevadera (y ciertamente menos angustiosa para muchos) es leer libros como éste. Transcendence propone una lectura persuasiva de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos.

La autora plantea una breve historia de la humanidad en torno a cuatro conceptos clave: fuego, lenguaje, belleza y tiempo. Esos cuatro aspectos de nuestro quehacer en este planeta son, a grandes rasgos, los que nos han permitido imponernos a medios francamente hostiles, a someter a otras especies y finalmente a sobrepoblar nuestro mundo. De ser un primate vulnerable e insignificante en las sabanas africanas hemos llegado a ser el animal más numeroso y temible (incluso para nosotros mismos) en el planeta.

Le Tour de France? “Las diferencias genéticas entre poblaciones están desapareciendo, no porque hayamos dejado de evolucionar genéticamente, sino por nos estamos entremezclando más. Gran parte del aislamiento tribal del pasado terminó con los devaneos sexuales entre grupos, el mestizaje, la migración y el comercio. Incluso cuando las tribus mantenían normas estrictas que prohibían el mestizaje entre grupos, la evidencia genética prueba que continuó. La domesticación del caballo y la invención del transporte rodado lo aceleraron, pero ya bien entrado el siglo XIX los europeos continuaban casándose con parientes cercanos. La bicicleta redujo esto de forma considerable al permitir el sexo entre poblaciones geográficamente distantes. La venta de cuatro millones de bicicletas antes de la Primera Guerra Mundial tuvo un impacto notable en la sociedad francesa, que incluyó el hecho de que los franceses crecieran en estatura al reducirse el número de matrimonios entre parientes consanguíneos. En Inglaterra se vio el mismo efecto.” (p. 190, mi traducción). Fotografía de Macieklew.
Así, el fuego nos facilitó unos recursos que eran impensables hasta que se logró su dominio: contribuyó a estabilizar la dieta, se convirtió en una herramienta defensiva y ayudó a potenciar el sedentarismo.

Con el lenguaje, los humanos pudieron transmitir conocimiento para guiar a las siguientes generaciones, uniendo más todavía a grupos y tribus que tendían a estar dispersos. La invención de la escritura no solo hizo posible que yo escriba hoy esto: ha facilitado la evolución cultural y el intercambio de mucho más que ideas o historias.

El concepto de belleza contribuyó sobremanera al comercio. La globalización (tan denostada por ciertas ideologías retrógradas e involucionistas) favoreció la socialización y la compartición no solamente de mercancías, gustos estéticos o mitos, sino también de valores que hoy en día tenemos por irrenunciables.

Vince pone el dedo en la llaga cuando al seleccionar el tiempo como cuarto factor clave de nuestra singular aventura en el tercer planeta de un diminuto sistema en una parte insignificante del universo. Si bien la idea del Tiempo nos ha ayudado a organizarnos (y también a estresarnos), queda en evidencia nuestra absoluta incapacidad para leer el horizonte y planear qué debiera ocurrir en nuestro entorno (sea a pequeña escala o mucho mayor) cuando ya no estemos aquí para solucionar los problemas que surjan.

“H.G. Wells publicó The Time Machine [La máquina del tiempo] en 1985, una década antes de que Einstein publicara su teoría de la relatividad especial; por primera vez, la posibilidad de que los seres humanos tuvieran control absoluto sobre el tiempo empezaba a parecer matemáticamente factible. Lo irónico es que, pese a toda nuestra experiencia con el tiempo, nos resulta no obstante tan difícil como siempre planear el futuro de la humanidad e imaginar un mundo en el que estemos muertos. Quizás se trate de un fracaso cognitivo de la biología, pero es sin duda una deficiencia cultural.” (p. 213, mi traducción) 

Escrito en un lenguaje perfectamente comprensible, con Transcendence Gaia Vince parece exhortarnos a considerar el largo camino recorrido y la responsabilidad que tenemos como dueños del planeta de no reducir ese itinerario a unas pocas décadas más. Tenemos las herramientas, las intuiciones y la voluntad para escoger nuestro destino. ¿Sabremos hacer lo necesario?

Una obra atrevida y fascinante, además de muy recomendable; este libro de Gaia Vince se publicó el año pasado como Trascendencia en la editorial El Viejo Topo. La traducción corrió a cargo de Josep Sarret Grau.

17 ago 2022

Reseña: China Panic. Australia's Alternative to Paranoia and Pandering, de David Brophy

David Brophy, China Panic. Australia's Alternative to Paranoia and Pandering (Carlton: La Trobe University Press junto con Black Inc., 2022). 264 páginas.

Como en otras latitudes y longitudes, el estatus de China como superpotencia del siglo XXI y sus repercusiones en la geopolítica mundial son el motivo de un fuerte, acalorado y no siempre racional debate en Australia. Procedentes de las posiciones políticas más conservadoras en el tedioso espectro ideológico australiano se suelen escuchar voces estridentes y beligerantes, que con bastante frecuencia cuentan con el apoyo mediático para encontrar su cámara de resonancia, contagiando a la opinión pública de una preocupante desinformación y sembrando la cizaña de la xenofobia, el racismo y la histeria.

Tras la aparición del virus del Covid-19 en China, el Gobierno de Scott Morrison (quien en estos días pasa por sus horas más bajas como figura política) demandó una investigación internacional sobre sus orígenes. La respuesta de China fue la lógica ante una serie de medidas que Beijing consideró agresivas e injustificables: “Las leyes de seguridad, las decisiones sobre inversión extranjera, los allanamientos contra periodistas chinos: la lista es larga. El efecto combinado de todas estas medidas ha sido el de cultivar una imagen de China como país singularmente peligroso con el que no puede continuar la situación normal.” (p. 10, mi traducción)

Brophy se pregunta en los diferentes capítulos del libro a qué se debe este giro radical hacia la confrontación entre las elites políticas australianas, particularmente si se tiene en cuenta el robusto acercamiento que se produjo hace apenas una década, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre ambos países en 2015. Uno de los factores pertinentes para la respuesta es el papel que Australia insiste y persiste en jugar como subalterno de la hegemonía político-militar de los Estados Unidos en el Pacífico.

¿Y qué papel debiera ser ese? Dice Brophy: “En lugar de una ‘potencia media’, una descripción más fiel del rol de Australia en el mundo es el de una gran potencia de menor grado, cuya capacidad para actuar de tal manera ha venido siendo posibilitada por y, de hecho, depende de, su relación con una verdadera superpotencia. El término que algunos utilizan para describir tal situación es subimperial. En la práctica, una Australia subimperial le pide a los EE.UU. que avale sus ambiciones de tener un mini imperio propio, que se extienda mucho más allá de los límites de la isla continente y se adentre en el Pacífico. Y es en esta esfera de influencia en la que Australia y China están empezando a enfrentarse de forma directa.” (p. 85, mi traducción)

Una imagen de las protestas que tuvieron lugar en HK a fines de 2014. Fotografía de Citobun. 
Si Brophy es crítico con el establishment político australiano, no lo es menos con el régimen unipartidista que rige los destinos de una quinta parte de la humanidad: “La negación de los derechos democráticos básicos por parte del PCCh […] es una realidad desoladora, que debería irritarnos a todos. Pero Occidente le hace un flaco favor a la causa democrática cuando la construye no como la calidad cuantificable de un sistema político sino como una de las vertientes de una simplista ecuación binaria: democracia versus autoritarismo. Es incluso peor la tendencia a reducir dicho debate a uno entre dos ‘modelos’ diferentes: el chino y el estadounidense.” (p. 45, mi traducción)

Que el debate mediático y político en torno a la relación de Australia con China roza la histeria es innegable. A raíz de las medidas que Beijing adoptó contra ciertas exportaciones australianas, algunas voces se alzaron al verle las orejas al lobo del fuerte declive económico que podría resultar de un mayor enfrentamiento diplomático y comercial con el gigante asiático. No hay que olvidar que “No fue Beijing la que decidió permitir que la economía australiana dependiese de un puñado de sectores exportadores de alto rendimiento. Y ahora que China está manifestando su descontento con las políticas australianas mediante una menor adquisición de dichos productos, no es tampoco Beijing la que decidirá cómo va a responder Australia. No quiero minimizar la cuantiosa importancia del superávit comercial para el bienestar de Australia ni el impacto que las acciones de China pudiera tener en los ciudadanos de a pie en Australia. Pero resulta imposible abordar la ansiedad que rodea la vulnerabilidad de Australia a la presión comercial sin reflexionar de una manera más amplia sobre la enorme influencia que el sector de los recursos ejerce en la política australiana.” (p. 101, mi traducción)

Si no podemos venderlo, pues habrá que beberlo... Vinos australianos en un supermercado. Fotografía de Maksym Kozlenko.
China Panic se compone de ocho capítulos, además de una introducción y la pertinente conclusión. Brophy escribe para un público que no es meramente académico, lo cual se agradece. Incluye capítulos sobre la cuestión latente de la apertura democrática en China (y cómo ven el tema la población inmigrante china en Australia), la lucha por retener unos mínimos posos de democracia en Hong Kong y la situación de los derechos humanos de los uigures en la región autónoma de Sinkiang. El suyo es un análisis sesudo, bien matizado y ponderado no exento de un idealismo que, dadas las circunstancias por las que atraviesa el mundo en esta segunda mitad de 2022, no deja de ser necesario. Su insistencia en que las elites dirigentes australianas deben anteponer los intereses de la gente normal a la hora de reconducir y reformular las relaciones sino-australianas al tiempo que aboguen por un combate firme contra la opresión y por la defensa de los derechos humanos.

Culpar a la víctima siempre da rédito a quien aboga por ese tipo de maniobras sucias: "El hecho de que China, en alguna ocasión, haya descrito las críticas que recibe como racistas ha dado pie a la perspectiva de que la crítica del racismo bien pudiera ser parte de una conspiración del PCCh." (p. 214, mi traducción). Sello conmemorativo de los 100 años del Partido Comunista de China emitido por Serbia en 2021.
Lástima que hasta ahora, el doble rasero de la realpolitik haya ganado siempre la partida y haya impuesto distorsiones y duplicidades en la relación de Australia con muchos de sus vecinos asiáticos.

19 may 2022

Reseña: Sapiens, de Yuval Noah Harari

Yuval Noah Harari, Sapiens: A Brief History of Humankind (Londres: Vintage, 2015 [2011]). 498 páginas.

El hecho de que entre los expertos en antropología y otras disciplinas no se haya realmente cuestionado la etiqueta de Sapiens (el que sabe) que se la añadió en su momento a Homo (el ser humano) es ciertamente síntoma de uno de los problemas que Harari advierte en este libro. ¿De verdad sabemos o somos simplemente un producto evolutivo (triunfante, sí, ¿pero por cuánto tiempo más?) mezcla de la curiosidad, la intolerancia y la codicia?

Sin duda lo anterior es una absurda generalización y por tanto no tiene validez alguna. Harari cuenta de la manera más franca y sencilla un hecho innegable: lo que hace milenios fue originalmente un animal mamífero poco significativo en cuanto a su influencia en el ecosistema africano en el que vivía se ha convertido en esta segunda década del siglo XXI en “el terror del ecosistema” global (p. 465).

«Pero, ¿por qué detenerse en los mamuts? George Church, Profesor en la Universidad de Harvard, sugirió hace poco tiempo que, con la finalización del Proyecto del Genoma Neandertal, ahora podremos implantar ADN neandertal reconstruido en un óvulo de Sapiens y producir el primer niño neandertal en 30 000 años. Church dijo podía hacer ese trabajo por unos insignificantes 30 millones de dólares. Varias mujeres se han ofrecido ya como voluntarias para servir como madres sustitutas.» (p. 451, mi traducción). Fotografía de Bacon Cph, 2004.
Harari atribuye al desarrollo del lenguaje y su manipulación el dominio que Homo sapiens logró imponer sobre otras especies humanas y, posteriormente, el planeta entero. Durante lo que él decide denominar la Revolución Cognitiva, el ser humano aprendió a inventar no solamente lo inexistente (la ficción, el mito, la religión) sino también falsedades que le permitían asegurarse su supervivencia e imponer ciertas reglas y valores sobre sus congéneres.

Así, todo lo que sustenta desde hace siglos el sistema socioeconómico, político y cultural en el que vivimos tú y yo ahora, en mayo de 2022, está arraigado en ficciones: el dinero es una ficción que no existe; tampoco existen los conceptos de nación, corporación o democracia. Son todos constructos que aceptamos todos al formar parte de la sociedad en la que nos despertamos, comemos, trabajamos (algunos), cagamos y dormimos. Así de sencillo, ¿no? Es decir, que todas las ficciones sociales que sostienen este increíblemente complejo sistema que convenimos en llamar sociedad son en realidad una suerte de religión en la que decidimos creer cada vez que pagamos por un café, votamos en unas elecciones o paramos ante un semáforo en rojo.

Es un libro lúcido, inteligente y fácil de entender, una síntesis impresionante que nos lleva a reflexionar sobre qué estilo de vida uno debería adoptar para mantenerse cuerdo y sano. Yo lo haría de lectura obligatoria en muchas parte del mundo. Por ejemplo, Samoa.

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