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12 oct 2025

Reseña: Monkey Boy, de Francisco Goldman

Francisco Goldman, Monkey Boy (Londres: Grove Press, 2021). 323 páginas.

La migración es una cuestión que, tras mis casi 30 años como emigrante, continúa despertando mi interés, tanto en un ámbito sociopolítico como en el literario. La identidad del migrante en el país de destino la marcan numerosísimos factores, naturalmente. En los Estados Unidos de América, donde los migrantes ya son objeto de caza y captura por parte de un régimen que no esconde sus verdaderas intenciones, la literatura producida por migrantes o descendientes de migrantes goza de una excelente salud, a pesar de (o quizás precisamente a causa de) la represión reinante.

En el telón de fondo lingüístico pareciera estar teniendo lugar un forcejeo entre la ‘vieja América’ anglosajona y el futuro, entre el inglés y la lengua castellana, escenario que parecía intuir entre líneas el gran Carlos Fuentes en un artículo de 1998 (ojo, casi 30 años): «en el siglo por venir, nada se ganará con oponer el castellano y el inglés en los Estados Unidos. Como parte y cabeza de una economía global, los Estados Unidos deberían renunciar a su actual condición, oscilante entre la estupidez y la arrogancia, de ser el idiota monolingüe del universo» (EL PAÍS, 18 de junio de 1998). «Cosas veredes», don Carlos. No solo no han renunciado, sino que le han regalado al idiota monolingüe las riendas del poder.

En la época en que apareció el artículo, me gustaba compartir ese texto con mis mejores estudiantes de lengua castellana y apreciar las reacciones que producía entre australianos angloparlantes que querían mejorar sus destrezas lingüísticas en castellano. En cierto modo, muchos razonaban que la convivencia de las dos lenguas era en el largo plazo era lógica. La convivencia se da y se seguirá dando. A todo periodo de oscuridad le sigue uno de iluminación.

Monkey Boy es una autoficción que se disfruta por muchas razones. Por su elástica prosa y su constante y excelente ritmo narrativo, por el coctel de humor, ironía, traumas y vivencias que sirve Goldman, y quizás por la presencia de cadencias centroamericanas en el inglés de Goldman, cadencias y ritmos que sospecho podrá detectar quien realice un profundo análisis discursivo de la novela.

Goldman crea un alter ego llamado Francisco (Frankie) Goldberg. El personaje y narrador, como el autor, es el hijo de un padre judío-americano de origen ucranio y de una mujer guatemalteca que cuenta con algún antepasado de la vieja Castilla y posiblemente alguno de origen africano. Hay muchas otras coincidencias del narrador protagonista con la verdadera personalidad del autor: creció en un barrio de las afueras de Boston, reside ahora en la ciudad de México, y ha desarrollado su carrera profesional trabajando como periodista. Como Goldman, Goldberg ha publicado libros, entre ellos un reportaje en torno al asesinato de un obispo guatemalteco y las violaciones de derechos humanos en el pequeño país centroamericano. Se puede, por lo tanto, leer como un guiño a una posible autobiografía, que Goldman parece no querer escribir.

«…una verdad fundamental de la guerra de Guatemala siempre fue que quienes más riqueza y poder tenían que perder eran los más indiferentes respecto a saber cuántos habían sido masacrados: jóvenes madres, bebés, pueblos enteros, lo que fuera, no les importaba en absoluto. Hasta el día de hoy están seguros de que estaban en el lado correcto de la Historia, aunque lo único que puedan mostrar sean narcoestados fallidos con poblaciones que pasan hambre y de donde todo el mundo intenta largarse como carajo pueda, y ahora viene el siguiente narcopresidente, el General Cara de Culo, ‘a good boy’, según lo calificaba el embajador gringo en un artículo de periódico el otro día». (p. 63, mi traducción) El exgeneral Efraín Ríos Montt. Fotografía de Elena Hermosa / Trocaire.

Goldberg cuenta una vida en un viaje de cuatro días —de jueves a domingo— durante los cuales visita a su anciana madre en la residencia donde esta internada y a su hermana, a quien no ve con regularidad. Es la presencia constante del padre, el recuerdo imborrable de la violencia tanto física como psicológica y el menosprecio con los que trataba a Frankie, el hilo conductor de buena parte de la narración. Incluso describe el momento en que, ya con la fuerza de un adolescente harto de las constantes humillaciones, se rebela y le devuelve los golpes de una vez, derribándolo en el jardín de la casa. Nunca más volvería a ponerle un dedo encima.

No todos los recuerdos son tan negativos o traumáticos. Con el paso de las páginas, la novela se convierte en un entrañable homenaje a la madre, cuya memoria se ha ido deteriorando con el paso de los años. Es la experiencia migrante de la madre la que Goldman quiere transmitir: el tira y afloja que se produce entre el lugar de origen y el país de adopción.

Monkey Boy es una novela de la que realmente uno disfruta. Goldman adopta una estrategia que da muchos dividendos y que un lector atento agradece. Renuncia al uso de las comillas para expresar el estilo directo y con frecuencia te obliga a que deduzcas quién es el que habla. En la novela, el tiempo avanza y retrocede conforme los recuerdos de Frankie lo hacen necesario, pero en ningún momento se rompe la lógica narrativa.

En la antesala de la vejez, Goldberg/Goldman se pregunta si ha perdido el tren de la ‘normalidad’: pareja, hijos, hogar estable, etc. Quizás la cuestión no sea esa. Para alguien que es fruto de tantas ricas identidades, la normalidad quizás estribe en interiorizar todas esas vetas culturales, raciales y políticas y hacer de ellas un manifiesto existencial.

Monkey Boy la publicó en 2022 en castellano la editorial Almadía, con traducción a cargo de Daniel Saldaña París.

3 oct 2025

Reseña: La manada, de María del Mar Ramón

 

María del Mar Ramón, La manada (Bogotá: Planeta Colombiana, 2021). 280 páginas.

74 450 palabras, se anuncia en la tapa que contiene este libro. Algo inusual, ciertamente. Como si el número de palabras fuera a convencer al posible lector. El título les recordará a muchos el caso de la violación grupal de una joven durante los sanfermines hace ya nueve años. La novela de la colombiana María del Mar Ramón no trata estrictamente de un suceso como el de Pamplona, pero es una historia tan brutal y macabra como aquella y, desde luego, tan plausible.

El caso de la manada española marcó un antes y un después. O al menos, eso quisiéramos muchos. Fotografía de ProtoplasmaKid.  
El inicio es trepidante y violento. Solamente en los tres primeros párrafos, la palabra ‘sangre’ figura hasta cinco veces. La voz narradora nos revela que el protagonista, Hache, y la víctima, Juani, «se habían hecho la primera paja juntos viendo pelis porno a escondidas, a los doce años. Tampoco … contó que cuando el padre de Juani había muerto, Juani había vivido con él durante un mes…» (p. 16) ¿Qué llevó al victimario a matar a golpes al que fue durante mucho tiempo su buen amigo Juani en un parque de Bogotá?

En una novela que presenta algunos altibajos en su ritmo, la autora utiliza la técnica del flashback constantemente, de manera que la conjunción de circunstancias que conducen a que Hache consume esa salvajada se nos va revelando poco a poco. Del descalabro financiero y emocional de su familia se pasa al quebranto moral de un adolescente perdido y confuso al que se le hace insoportable la presión de sus pares al verse obligado a cambiar de colegio.

Como telón de fondo, la hipocresía reinante en los miembros de la alta burguesía bogotana, atados por una lógica de raíces absurdamente coloniales a la apariencia y sus ambiciones de estatus. Se vive en una sociedad que es nociva en cuanto que alimenta una forma altamente tóxica de concebir las relaciones interpersonales: imperan la inseguridad y la violencia física y sexual en detrimento de la empatía y la comprensión emocional. ¿Es de extrañar que alguien como Hache caiga en la trampa de formar parte de una manada de asesinos, violadores?

La manada es un oportuno intento por parte de María del Mar Ramón de desentrañar las claves que marcan lo que nunca deja de ser una tragedia predecible. Al libro, no obstante, le habría venido bien que un corrector de estilo lo hubiese revisado. No tiene mucho sentido que el registro del habla coloquial bogotana irrumpa en la sintaxis de la voz narradora omnisciente. Chirría.

Muchas gracias a la bogotana Ingrid, la sobrina de su tío, que me trajo La manada desde allá.

11 sept 2025

Reseña: New and Collected Hell, de Shane McCrae

Shane McCrae, New and Collected Hell: A Poem (Londres: Corsair, 2025). 113 páginas. 

Estoy convencido de que el Inferno de Dante sigue siendo una lectura muy apropiada para los tiempos que corren. No se puede negar la existencia de infiernos sobre la Tierra. Nunca ha dejado de haber sufrimiento ni dolor para la humanidad. De hecho, los avances tecnológicos nos han aportado tanto beneficios como estragos y exacerban en muchos casos la crueldad y la maldad que siguen imperando en muchos lugares.

El infierno sobre la Tierra, en la orilla oriental de mi amado Mediterráneo. Fotografia de Jaber Jehad Badwan.

El poeta estadounidense Shane McCrae retoma el tema dantesco de la visita al inframundo en una audaz aproximación contemporánea. El protagonista de este viaje es un poeta que narra su paso por el infierno en compañía de un guía al que sigue y obedece. Este Virgilio se presenta como empleado del Boss del lugar, y tan pronto hace su entrada manifiesta que la tarea que el Boss le ha encomendado es un castigo. Se dirige al poeta sin miramientos: “Hey fuck you / fucking shithead follow me.

El guía se llama Law (es decir, La Ley) y es una especie de robot con forma de pájaro. Hay en el infierno un departamento de recursos humanos, en el que se realizan entrevistas a quienes han de acceder al abismo de condena eterna. Hay asimismo una gigantesca pantalla en la que se exhiben de forma interminable las imágenes de los malditos, un motivo que recuerda a esas enormes aglomeraciones de pantallas de vigilancia policiaca en los grandes eventos.

El subtexto satírico que insinúa McCrae (mayoritariamente oímos las palabras de ese poeta desconocido y al pájaro-robot) es patentemente político. Si la composición de este volumen la inició McRae en la segunda década del siglo, es ahora en 2025 cuando es(t)e infierno parece incuestionablemente haberse hecho realidad. El poemario denuncia la ordinariez y la sevicia de una buena parte de la humanidad en esta época en que vivimos. Pero nos recuerda que “Eres fuego y hielo, y eres yo y tú, y cada uno es cada uno y somos el mismo”, sentencia Law.

El protagonista condenado cruza una laguna en solitario. Tras llegar a la otra orilla, lo someten a la visión forzada de todas las personas a las que en algún momento de su vida ha hecho daño. El infierno es un mundo que imita los mundos de la realidad virtual. Las ideas preconcebidas que tenía desaparecen en cuanto el pájaro robot le anuncia lo que le espera:

It’s mostly assholes who think Hell’s where justice happens Hell
Is sorrow’s Heaven where it goes to live forever with
Its god the human body

[En su mayoría, son los gilipuertas quienes piensan

que el Infierno es donde tiene lugar la justicia.

El Infierno es el Cielo del dolor adonde acude a vivir eternamente

con su dios, el cuerpo humano]

New and Selected Hell no pretende emular al poeta italiano (del cual leí hace unos cuatro años esta deliciosa traducción al inglés de la Divina Commedia, muy recomendable), sino que se inspira en el clásico para invitar a su lector a explorar ese inframundo de numerosos significados sobrepuestos y a considerar la insoportable carga de dolor que comporta la vida, adoptando en todo caso una perspectiva irónicamente agridulce. Como debe ser, ¿no?

30 ago 2025

Reseña: Quarterlife, de Devika Rege

 

Devika Rege, Quarterlife (Londres: Dialogue Books, 2025 [2023]. 403 páginas.

Narendra Modi ha ocupado el cargo de primer ministro de la India desde 2014. Son ya once años al mando del país más populoso del planeta, un estado postcolonial que encierra feroces contradicciones con su sistema de castas, de muy difícil comprensión para quienes ni conocemos ni nunca hemos visitado el país. El sistema parece alimentar a su vez un complejo marco de tensiones religiosas y lingüísticas que, según explica Revika Rege en esta primera novela, influye decisivamente en la política nacional.

En su parte inicial, Quarterlife gira en torno a tres personajes principales. Pese a haberse hecho con una green card, Naren ha tomado la decisión de dejar los EE.UU., donde tenía un buen empleo y ganaba un buen salario, y regresar a la India. En el avión lo acompaña Amanda, joven estadounidense anglosajona que busca un profundo cambio de aires tras conseguir una beca como educadora que la lleva a uno de los arrabales más pobres (musulmán) de Mumbai. A fin de facilitar en cierto modo su aclimatamiento a la ciudad y las condiciones de vida de las que va a ser testigo a diario, Naren la invita a pasar unos días en casa de sus padres. Es allí donde conoce al hermano pequeño de Naren, Rohit, unos cuantos años más joven que ella. Rohit es una especie de playboy, dispone de dinero, conoce a gente y quiere ser emprendedor en el mundo del cine.

Con su vuelta a casa, Naren cree que podrá aprovechar la ola de desarrollo económico que atraviesa la India y liderar una empresa que le hará rico. Ha aprendido mucho en América y sabe jugar sus cartas. Mientras que su hermano Rohit, cansado de lo vacua que puede ser la vida de fiestas, drogas y alcohol que lleva, se lanza a realizar un viaje de autodescubrimiento de sus raíces.

La mejor parte del libro, desde mi punto de vista, la constituyen las conversaciones que tienen lugar entre Amanda, Naren, Rohit y todos los amigos de este. En un ambiente que va tensionándose conforme pasan los minutos, Rege consigue que un grupo representativo de una joven generación de indios e indias hable de sus esperanzas e inquietudes, y que esos personajes examinen los temas candentes del país: las castas, las clases sociales y las ambiciones que las empujan, las múltiples identidades religiosas y culturales que coexisten en un enorme territorio en el que el auge del nacionalismo hindú que aupó a Modi al poder amenaza con provocar más revueltas y masacres.

La larga y vehemente conversación entre todos los asistentes a esa fiesta en casa de Rohit revela la hipocresía de muchos de ellos. El resultado es una ruptura de muchas amistades e incluso de relaciones de pareja entre algunos de ellos. En un paralelismo entre el hecho individual y el hecho social, Rege plasma con lo que resulta ser bastante destreza para un debut literario el choque interno de una sociedad multilingüe, contradictoria y áspera.

Dejando de lado algunas tramas secundarias, como la relación que tiene lugar entre Rohit y Amanda (¿Es amorosa o puramente sexual?), son muchos los subtemas que la autora trae a colación con resultados variados. Los vínculos corruptos entre los políticos y las grandes corporaciones, la manipulación de los medios, la propaganda que se transmite a través de Bollywood, o las mafias terratenientes y mineras que degradan las tierras fértiles y arruinan a millones de campesinos que terminan engrosando las barriadas de la extrema pobreza (sobre este tema, recomiendo leer la excelente crónica de Katherine Boo, Behind the Beautiful Forevers).

En definitiva, una muy buena opera prima de Revika Rege; para quien no conozca India, esta novela ayuda a comprender el complejo entramado social que enfrenta el país que, sin duda alguna, quiere eliminar la pobreza. La cuestión es: ¿Podrá hacerlo sin eliminar los antiquísimos lastres que forman parte de su cultura? El nacionalismo hindú que gobierna con Modi no parece dispuesto a soltar prenda.

Únicamente una pequeña objeción: Para ayudar un poco al lector ignorante como yo mismo, la edición de Dialogue Books podría haber incluido un glosario de las muchas palabras de otras lenguas que se utilizan de forma habitual en India pero que no son habituales en el inglés estándar internacional. La novela ya ha recibido dos premios en el país natal de la autora.

1 ago 2025

Reseña: From Where I Fell, de Susan Johnson

Susan Johnson, From Where I Fell (Crows Nest: Allen & Unwin, 2021). 338 páginas.

La historia de la literatura está repleta de excelentes ejemplares de novelas epistolares, desde la Edad Media, pasando por Pamela; or, Virtue Rewarded o Werther en el siglo XVIII, hasta nuestros días, con magníficos ejemplos como The Color Purple (1982) o, más recientemente, The White Tiger (2008) de Aravind Adiga. La invención del correo electrónico (el vocablo ‘emilio’ nunca llegó a cuajar entre los hablantes del castellano, lo cual es una verdadera pena, en mi opinión) ha traído consigo interesantes exploraciones e intentos en el género narrativo por excelencia, la novela. From Where I Fell, de la australiana Susan Johnson, es uno de estos tanteos de innegable calidad.

La novela comienza con un email enviado a dos direcciones diferentes a un mismo hombre, un Chris Woods. Lo envía Pamela Robinson (el guiño a la protagonista de la novela de Richardson es obvio) en el día en que el hijo mayor de ambos (Chris y Pamela), Raf, cumple 16 años. Pamela y Chris se han divorciado: ella ha regresado a Sydney y él se ha quedado en Europa. En ese correo, Pamela le confiesa que ha quedo escribirle multitud de veces para expresarle que, en cierto modo, lamenta su drástica decisión y que asume la culpa de haberles causado tanto dolor a sus tres niños: Raphael, Claude y Baptiste.

Una de las dos direcciones a las que envía el mensaje sí existe: pero pertenece a una estadounidense de origen griego, Chrisanthi Woods. A partir de la primera respuesta de Chris (desde el estado de Nueva York) Johnson comienza a trenzar un intercambio de confidencias y reproches, enojos y consejos, disquisiciones pseudo filosóficas y retazos humorísticos entre dos mujeres que comparten el mismo idioma. Pamela es, con bastante frecuencia, irritante y pesada, y está excesivamente predispuesta a compartir detalles que a Chris ni le van ni le vienen.

El intercambio durará casi un año. La pregunta que Johnson quiere que nos hagamos es: ¿Puede llegar a importarle nuestra vida y nuestros problemas a una persona desconocida? En el caso de Pamela, a los relatos que comparte con su corresponsal sobre el caos que reina en su vida en Sydney, Chris responde frecuentemente con empatía, ánimos, cariño o brutal franqueza, según corresponda.

Es el progreso de esta larga correspondencia lo que sostiene la novela. A diferencia de las cartas, que solían ser el medio habitual para comunicarse a larga distancia – las generaciones nacidas después del año 2000 no entienden el hecho de que apenas hace tres décadas no había email ni Facetime ni Teams, y que una llamada telefónica a los antípodas podía suponer la décima parte de tu sueldo mensual – tal y como suelen ser los emails, son capítulos cortos. Ello ayuda a que el lector no haga muchas pausas.

A través de la correspondencia, que termina de forma brusca sin que se sepa la razón (Johnson deja abierto un final que te permite elucubrar qué es lo que ha provocado el final del intercambio), somos testigos del periplo vital de ambas mujeres en pos de un cambio que les dé, si no la felicidad, al menos la satisfacción de haber alcanzado un cambio positivo.

No es una de las autoras australianas mejor conocidas en el resto del mundo, pero Susan Johnson sigue demostrando con From Where I Fell su maestría y buen hacer literario.

18 jul 2025

Reseña: A History of Books, de Gerald Murnane

Gerald Murnane, A History of Books (Artarmon, NSW: Giramondo, 2012), 205 páginas.

La mayoría de las reseñas de este libro de Murnane publicado en 2012 (aunque tres de los cuatro textos que lo componen fueran publicados una década antes, dos en antologías y uno en una revista literaria australiana) inciden en el hecho de que es un texto que tiene un componente autobiográfico. Murnane solamente utiliza la primera persona en dos de los textos que componen este libro: ‘As It Were a Letter’ y ‘Last Letter to a Niece’. En cambio, en ‘A History of Books’, el texto más largo del volumen, no aparece nunca la primera persona.

No se trata de una historia de los libros en general, tampoco de los libros que ha escrito el autor, sino de libros que leyó a lo largo de su vida y que de alguna forma dejaron en él alguna huella, aludida siempre en forma de una imagen invocada gracias a las palabras que leyó y que muchos años más tarde había lógicamente olvidado.

Si tras leer cada uno de estos libros conserváramos una imagen propiciada por alguna o algunas palabras rememoradas de su lectura, ¿qué tendríamos sino un pequeño mundo propio de imágenes? Fotografía de Martin Vorel.
‘A History of Books’ contiene una treintena de secciones. En muchas de ellas escribe acerca de un hombre ya mayor que concibe la imagen de un joven que ha leído un libro y se ha formado una idea de dicho libro que ha subsistido en forma de imagen de algo o alguien. Si estás ya familiarizado con la prosa de Murnane, sabrás de lo que hablo. El autor siempre ha tratado temas similares: es la obsesión sobre la que gira buen parte de su obra literaria. Imágenes que se crean en su mente tras la lectura de libros, recuerdos de libros leídos y apuntes tomados que le pudieran servir para más adelante escribir una ficción.

Murnane hace de la precisión el principio rector de su escritura: aunque sus oraciones son largas, son perfectamente correctas y están ejemplarmente estructuradas desde el punto de vista sintáctico. Insiste una y otra vez en que todo lo que escribe es una ficción en torno a lo que los libros de ficción han creado en su memoria. Un ‘metamundo’ literario, si un concepto así tiene sentido. Leamos un ejemplo: «Cierto hombre que tenía casi setenta años de edad estaba tomando apuntes para una obra de ficción que no esperaba escribir nunca. El hombre había tomado apuntes para muchas obras de ficción durante muchos de los cincuenta años previos. Algunas de esas obras las había terminado por escribir, y algunas de las obras que había escrito habían sido publicadas más tarde. Durante los diez años anteriores, no obstante, en las pocas ocasiones en que el hombre se había sentido apremiado a escribir ficción, había aliviado ese apremio tomando apuntes para una u otra obra que no esperaba escribir nunca.

En una de las obras de ficción del hombre mencionado ya publicadas figuraba un informe de un hombre ficticio que había leído cierto libro: una traducción a la lengua inglesa de un libro escrito en la lengua húngara y publicado por vez primera en Hungría tres años antes del nacimiento del hombre mencionado. Aunque el libro publicado del hombre era ficción, cualquier lector podría haber descubierto que la existencia del libro mencionado en la narrativa ficticia era un hecho, y que el libro mismo afirmaba ser un libro de no ficción. (¿Por qué acabo de escribir la expresión un libro de no ficción? ¿Por qué se usa tan rara vez la expresión un libro factual? ¿Es nuestra manera de reconocer que la mayoría de los hechos aparentes son, de hecho, ficción? Y, si a los libros de ficción no se les denomina libros no factuales, ¿es porque entendemos que la mayoría de los asuntos nombrados en los libros de ficción tienen una existencia factual?» (p. 103-4, mi traducción).

El otro texto del volumen lleva por título ‘The Boy’s Name was David’ (publicado anteriormente en Collected Short Fiction, que ya reseñé hace casi cuatro años), en el que Murnane ensambla sus recuerdos como profesor de escritura creativa con uno de sus temas favoritos, las carreras de caballos (puedes leer o releer mi reseña de Tamarisk Row), en un breve relato que me ha resultado sumamente original. A History of Books es otro libro de lectura esencial para quien quiera saborear la singular obra de este australiano, pero no me voy a conformar con eso. No es mi intención ir contracorriente ni crear polémica, pero el hecho es que pienso que A History of Books no es un libro de ficción ni una colección de relatos ni nada parecido. Para mí, se trata de uno de los ensayos acerca del acto de la creación literaria más originales jamás escritos.

12 jul 2025

Reseña: The Coin, de Yasmin Zaher

Yasmin Zaher, The Coin (Londres: Footnote Press, 2024). 225 páginas.
En ocasiones te encuentras con un libro en el que el autor, de pronto, ejecuta una maniobra narrativa mediante la que apela al lector, y a este no le queda otro remedio que reevaluar lo que había estado leyendo hasta ese instante. Eso me ha ocurrido con The Coin, la desconcertante primera novela de esta periodista palestina (oriunda de Jerusalén) ahora afincada en París, aunque vivió durante muchos años en los Estados Unidos, adonde fue a completar sus estudios universitarios.

Te preguntarás – eso espero – de qué maniobra estoy hablando. Pues es porque Zaher deliberadamente se dirige a un “tú” que soy yo, el lector, que quizás no esperaba una interpelación tan directa y resuelta. La protagonista (la novela está narrada en primera persona, pero nunca sabemos su nombre) trabaja como maestra en una escuela de uno de los barrios humildes de Nueva York. Es una mujer obsesionada con la limpieza. Su rutina diaria incluye el baño, frotándose toda la piel a conciencia y afeitándose todo pelo que le aparezca. La obsesión (¿enfermiza?) por la limpieza tiene una motivación moral para ella. Cree que el día en que sus padres murieron en un accidente de tráfico se tragó la moneda del título (un shekel). Esa moneda, que persiste en su interior, es obviamente un símbolo: de su herencia (que su hermano le pasa con cuentagotas) y de su identidad, otra vertiente, mucho más esencial e importante, de la herencia que la narradora ha llevado consigo a América.

Y en Nueva York, la anónima protagonista de The Coin trata de mantener una apariencia de alto nivel socioeconómico (tiene dinero pero no acceso directo a él) con la adquisición de productos de marcas archiconocidas. La letanía de nombres de accesorios y prendas de moda es significativa: Hermès, Ferrari, Louis Vuitton, Chloé, Gucci, Miu Miu, Blahnik, etc.

Un Birkin. Fotografía de la filipina Yvette Religioso-Ilagan. 

Un día abandona una abandona su gabardina en la calle, y pocos días después descubre que un extraño la lleva puesta. Poco a poco entra en una relación con él (en la novela lo conocemos únicamente por el apodo de ‘Gabardina’). Gabardina la convence para viajar a París a comprar bolsos Birkin que luego revenderán en Nueva York. La estratagema de Gabardina y la intervención de la narradora es una atractiva subtrama que en realidad no lleva a ninguna parte. Las observaciones sobre el comportamiento de los empleados de las tiendas de artículos de lujo son brillantes. Pero una vez de regreso en Nueva York, Gabardina desaparecerá de su vida para siempre.

Tan fascinantes como esos capítulos son los dedicados a los alumnos de su escuela. Hay un subtexto de fuerte censura social. La narradora se convierte en difusora y promotora de ideas subversivas; en paralelo, describe su personal descenso a los infiernos. Pide una larga baja en la escuela, construye un terrario en el apartamento donde vive y se abandona al descuido y la suciedad, desconectándose del mundo.

Una novela que no te puede dejar indiferente. La sociedad (no solamente la estadounidense) de esta tercera década del siglo XXI sale muy malparada. Nuestros vicios consumistas y nuestras desidias políticas quedan expuestas en un texto en el que abundan lo escatológico, el sexo y una brutal ironía. Observa la protagonista que los estadounidenses tienen un comportamiento muy protector respecto a sus hijos – no es de extrañar, pues es el único país del mundo en el que parece existir una práctica cultural que todos conocemos como school shooting.

The Coin es un brillante debut. Ese trastorno obsesivo compulsivo por la limpieza que demuestra padecer la narradora tiene un objetivo claro: la suciedad. Pero no la suciedad física (mugre, polvo, lodo, grasa, etc.) sino la moral, esa mezcla de indecencia identitaria e ideológica de la que ha surgido el monstruo al que todos vemos a diario en el más realista y real espectáculo de reality TV que haya habido jamás y, por si fuera poco, en directo desde la Casa Blanca.

The Coin recibió este año el Premio Dylan Thomas que otorga la Universidad de Swansea a la mejor novela de un autor joven. He aquí un fragmento:

«El primer lunes del mes de marzo, todos los maestros se reunieron en la sala de profesores. Era el cumpleaños de Lauren, Aisha había hecho unas magdalenas de terciopelo rojo y había también algunos asuntos administrativos de los que hablar. La maestra de plástica iba a tomar la baja por maternidad, los baños del segundo piso estaban destrozados y el presupuesto para actividades de atletismo estaba agotado. Yo casi nunca decía nada en esas reuniones, y aquel día me quedé de pie junto a los ventanales, las manos por encima del radiador, rehuyendo los bombazos calóricos. Mantuve un perfil bajo. Era todavía la nueva maestra, y no confiaba en que fuera a decir algo apropiado.

El último punto de la agenda del día era una carta que Aisha había recibido de algunos alumnos. Agitó la hoja de papel cuadriculado en el aire y dijo: “Ahora se hacen llamar el Movimiento por la Belleza y la Justicia”. Leyó la carta rápidamente, le parecía divertida, y se saltó algunas partes que no entendía. “Amenazan con ponerse en huelga” —prosiguió— “y dicen que tenemos dos semanas para responder”. Soltó una sonora carcajada y movió la cabeza. Me recordó el modo en que yo había desestimado la nota de suicidio de Carl.

Gregory quiso saber qué estudiantes estaban detrás de la carta y Aisha insistió en que eso no importaba, que eran un gran grupo, aunque pienso que trataba de proteger a Sal porque era pariente suyo.

“¿Puedo ver la carta?”, pregunté. Era lo primero que había dicho en la reunión, y Aisha me miró como si se sorprendiera de verme allí. Me la pasó; era la letra de Leonard, diminuta, en azul. Había una larga lista de demandas, que Aisha había omitido en su lectura. Requerimos una máquina de refrescos. No podemos hacer tareas los fines de semana. Queremos llevar zapatillas en el colegio.

“¿Qué vais a hacer respecto a esto?”, pregunté mientras miraba alrededor, a los demás maestros, pero luego bajé los ojos y miré otra vez el radiador, no queriendo parecer demasiado comprometida. “Pues ignorarlos”, dijo Gregory y empezó a empaquetar sus cosas en la mochila. “No, yo no pienso ignorarlos,” dijo Aisha, “todos queremos que nos oigan, podemos darles algo,” prosiguió, “quizás una máquina de limonada, y podemos subir la temperatura del termostato hasta los 18 grados”.

Aisha era de esa rara especie de personas, gente amable y gentil, gente que creo que nacen ya así. Son más visibles en ciertas profesiones. En la educación, o en la atención médica, como las enfermeras que extraen sangre. Esta gente trabaja en el interior de los edificios, trabajan jornadas largas e intensivas, a veces en turnos nocturnos. Ya no quedan muchos así hoy en día, pues nuestra cultura nos socializa en contra de la amabilidad. Lo sé porque casi nunca te los encuentras en la calle». (p. 149-50, mi traducción)

22 may 2025

Reseña: Utopia for Realists, de Rutger Bregman

Rutger Bregman, Utopia for Realists: How We Can Build the Ideal World (Nueva York: Little, Brown and Company, 2017 [2014]). 319 páginas. Traducido al inglés por Elizabeth Manton.

El extremadamente optimista subtítulo de este libro (Cómo podemos construir el mundo ideal) debería ser suficiente para incitar a su lectura, ¿no? Si la historia de la humanidad ha sido un avance de progreso y mejora, de creación de sociedades cada vez más perfeccionadas y con mayores recursos para evitar la miseria, la muerte o la desnutrición, la idea del mundo ideal (esa utopía que ya propuso en su momento Tomás Moro) continúa siendo atractiva para quienes deseamos el bien y no el mal para el prójimo.

Retrato de Thomas More (1682): un grabado de Esme de Boulonnois que se encuentra en la Academia de las Ciencias y las Artes de Amsterdam.

Bregman fundamenta su tesis en tres conceptos principales: el ingreso básico universal, la semana laboral de 15 horas y la eliminación (o en su defecto, la apertura) de las fronteras. Respecto al primer punto, el autor cita numerosos ejemplos de localidades y regiones que a lo largo de la historia han instituido el reparto de dinero para todos. La propuesta tiene su mérito, sin duda, y resulta persuasiva desde el momento en que, dentro del sistema neocapitalista actual, contar con lo simplemente necesario para vivir evitaría muchos problemas sociales. Y no nos engañemos: una mayor presión fiscal sobre los que tienen muchísimo más de lo que necesitan sería un buen (y factible) primer paso.

Si la crisis de 2008 demostró algo (cosa de la que, en mis peores días, dudo) es que el sistema financiero neocapitalista del comienzo de este siglo no funciona. Hacen falta visiones alternativas, propuestas plausibles para poder replantear el debate y consumar los cambios que el mundo necesita, sugiere Bregman.

De entrada, dice el autor, habría que renunciar (o penalizar, ¿por qué no?) el frívolo consumismo que parece conducir únicamente al agotamiento de recursos, la destrucción de ecosistemas y el calentamiento climático global. Exigir que de la ducha pueda salir toda el agua que uno quiera no es simplemente egoísta: es estúpido.

La segunda pata de esta propuesta utópica de Bregman es la reducción del tiempo utilizado en trabajar, junto con la eliminación de ciertos trabajos que remuneran demasiado a quienes prácticamente nada hacen. El autor pone la mira en el cálculo del PIB, el cual no es para nada representativo de lo que una sociedad moderna debiera medir y examinar como progreso.

Finalmente, la tercera base en la que Bregman apoya su proposición es la eliminación de las fronteras. Los datos que aporta John Washington en su libro (reseñado aquí hace unos pocos meses) dan completamente la razón a lo que ya proponía Bregman en 2014. El factor que más intensamente determina la salud, el bienestar, la expectativa de vida o el nivel educativo de una persona es el lugar de su nacimiento y el pasaporte al que tiene derecho.

Con un vocabulario absolutamente sencillo, haciendo gala de un estilo directo y claro, Bregman hizo con este libro un llamamiento muy válido para que las fuerzas políticas progresistas instauren estructuras que conduzcan hacia una redistribución de recursos con el objeto de crear sociedades que sean tan justas como prósperas. Pero da cierta pena comprobar que todavía haya quien asocie catástrofes históricas como el estalinismo con estas líneas de pensamiento, como hizo en su día Richard Seymour en The Guardian. Conectar lo ocurrido a mediados del siglo XX en la URSS con una propuesta tan idealista y ambiciosa como esta, dentro del ámbito socioeconómico y filosófico en el que se mueve Bregman, me parece desacertado. Con amigos así, ¿alguien necesita enemigos?

Utopia for Realists apareció en castellano como Utopía para realistas en 2017, publicado por Salamandra, con traducción a cargo de Javier Guerrero Gimeno; i també en català (Utopia per a realistes, 2017), publicat per Empúries, amb traducció a càrrec de Marta Pera.

12 may 2025

Reseña: Rebel Island, de Jonathan Clements

Jonathan Clements, Rebel Island: The Incredible History of Taiwan (Brunswick, VIC: Scribe, 2024). 301 páginas.

Este fascinante libro del historiador británico asentado en Finlandia pone el acento en la larga historia de la isla de Taiwán, incluyendo la prehistoria, que desconocía por completo. Durante la última glaciación, la isla estuvo unida a la masa continental asiática. Hace unos 12 000 años, el deshielo inundó los valles y planicies, creando una tierra separada de China por unos 160 km. Durante cientos de años en la isla vivieron pueblos austronesios, los verdaderos indígenas de esta isla del Pacífico. Afirma Clements: «… la historia de Taiwán — en un sentido literal, el registro de sus sucesos y cultura por escrito — ocupa menos del dos por ciento del periodo en que ha estado habitada por los seres humanos. Un comentario de este calado sería cierto en relación con la mayoría de las otras partes del mundo, pero hay algunos lugares, y Taiwán es uno de ellos, donde el foco en la historia moderna entraña el riesgo de aumentar la marginalización de las voces y de la experiencia de los grupos étnicos que llevan viviendo allí más tiempo. En su reciente trabajo sobre las culturas indígenas, la arqueóloga Kuo Su-chiu señala lo apabullante que resulta ser un sentido desapasionado del tiempo profundo, y lo muy engañoso que es para la historiografía moderna el centrarse en las disputas entre chinos y japoneses, o los nacionalistas que creen que Taiwán es parte de China y los separatistas que desean que no lo fuera». (p. xiii, mi traducción)

El aislamiento, naturalmente, duró poco. Antes de la llegada de los colonialistas europeos (entre ellos los españoles, que ya habían llegado a lo que son hoy en día las Filipinas, y cuya presencia fue tan efímera como intrascendente), a la isla llegaron tanto chinos como japoneses que, por alguna u otra razón, iban huyendo de sus respectivas autoridades. Clements también documenta la presencia de contrabandistas y piratas en esos tiempos, si bien tanto la costa oriental como la occidental no ofrecían puertos muy seguros que digamos. Además, señala el autor en numerosísimas instancias, la gran mayoría de los registros históricos de esas épocas caracterizan a los pueblos indígenas de Taiwán como bárbaros a los que les gustaba cortar las cabezas de los invasores, y con quienes tratar era evidentemente una tarea peligrosa.

«En algún momento [de mediados del siglo XVI], la isla adquirió un nombre nuevo, cortesía de un grupo de recién llegados. Mercaderes portugueses, a la búsqueda de nuevas oportunidades en China pero rechazados por sus autoridades, exploraron el litoral de las islas cercanas, y posiblemente circunnavegaron Taiwán en su viaje de regreso a casa. Aunque no tuvieron una presencia duradera en la región, sí dejaron algunos nombres de lugares imperecederos. Pasando por las islas Penghu, observaron un buen número de embarcaciones de pescadores chinos fondeadas allí, y les dieron el nombre de Pescadores [tal como se conoce al archipiélago en varios idiomas]. Su formidable entusiasmo por la frondosa vegetación de la costa occidental de Taiwán, avistada desde la distancia, llevó a la inscripción del nombre Ilha Formosa (Isla Hermosa) en los mapas europeos posteriores». (p. 33, mi traducción)

Portugueses, holandeses, ingleses y franceses se acercaron a esta zona del planeta en busca de materias primas. Durante siglos hubo continuas migraciones desde el continente a la isla. En un interesante giro de la historia, también Japón contó con Taiwán como territorio de su imperio, entre 1895 y 1945. Clements recoge el testimonio de muchos historiadores que han señalado la modernización que la administración japonesa aportó, especialmente en la capital, Taipéi.

«Enfrentados a la inevitable victoria comunista en el continente, las autoridades nacionalistas empezaron a considerar un precedente histórico. Igual que Koxinga y los leales a la dinastía Ming habían huido para luchar en otra ocasión, ellos harían lo mismo. Y con el tiempo lo hicieron, junto con dos millones de sus seguidores, amasándose en la isla de Taiwán con una enorme oleada de refugiados hambrientos.

La evacuación de los nacionalistas desde el continente constituyó un logro notable, pero supuso un gran costo. Decidido a desviar tantas fuerzas comunistas como fuera posible, Chiang Kai-shek dio la impresión de estar planeando realizar la evacuación a Fujian, la provincia suroriental al otro lado del estrecho de Taiwán, bordeada por una cordillera de montañas que creaban una fortaleza natural. Para hacerlo, envió a algunos de los evacuados en la dirección incorrecta, con la vana esperanza de que pudieran ser rescatados más adelante. Se dieron además algunas extrañas prioridades entre los materiales que llegaron a Taiwán. Aunque miles de soldados y sus familias, así como innumerables cargamentos de armamento militar no llegaron a Taipéi, de alguna manera hubo sitio en los buques de evacuación para los tesoros del Museo del Palacio Nacional, junto con gran parte del oro del banco nacional y un cofre repleto de joyas confiscado a los supuestos quintacolumnistas de Shanghái» (p. 168, mi traducción). Una maravilla de reloj procedente de la colección del Museo del Palacio Nacional en Taipéi. Fotografía de Zairon.

La isla sirvió en dos ocasiones como refugio de emergencia para ejércitos chinos que escapaban de sus enemigos en China. La primera vez fue el líder de las fuerzas Ming, Koxinga, huyendo del ejército manchú. La segunda oportunidad es la m
ás conocida por el público en general: el general Chiang Kai-shek y los nacionalistas lo hicieron tres siglos después, acosados por los comunistas liderados por Mao. Unos dos millones de personas cruzaron el estrecho. Junto con sus familiares y sus pertenencias, los oficiales nacionalistas arramblaron con buena parte de los tesoros culturales de la capital china y otras ciudades. De hecho, el Museo del Palacio Nacional en Taipéi parece ser uno de los mayores atractivos para los muchos turistas del continente que visitan la isla.

El elefante llamado Lin Wang sirvió en las fuerzas chinas de la segunda guerra entre China y Japón (1937–1945). Después de la guerra, cruzó el estrecho y vivió en el zoológico de Taipéi hasta el año 2003.

Clements insiste en lo enormemente compleja que es la relación de China con la isla. La gran mayoría de la población es ya de origen chino (de la etnia Han), pero los pobladores autóctonos subsisten y la relación con ellos no siempre ha sido fácil. Es un lugar bastante fragmentado políticamente, con una innegable conexión cultural, social y económica con la República Popular China. Lo que depare el futuro respecto a su sistema político es imposible de decir.

La isla «… [es] un punto letal de estrangulamiento en la geopolítica moderna: el hecho de que economías enteras y consideraciones estratégicas dependan ahora no de mercancías como el acero y el petróleo, sino del control del mercado de circuitos informáticos integrados — un mercado en el que Taiwán es tan crucial en el siglo XXI como lo fue respecto al alcanfor en el siglo XIX. […] el iPhone 12 del año 2020, un producto vital tanto para los fabricantes chinos como los distribuidores estadounidenses, un aparato que no podría funcionar sin el microprocesador A14, que por entonces se fabricaba únicamente en la factoría de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). En medio de las tensiones relacionadas con el virus de la Covid-19, que causó por sí mismo trastornos sustanciales en la cadena global de suministro, el enfrentamiento en torno a Huawei sirvió para demostrar el crucial valor estratégico de Taiwán». (p. 242, mi traducción)

Un libro ciertamente deslumbrante y enriquecedor para quien, como yo, sabía bien poco de esta parte del mundo. Un dato muy interesante: como se suele decir con el castellano de Colombia, el mandarín de Taiwán es la forma más pura de la lengua. Si intentas aprendes el idioma allí, cuando vayas a China te van a reconocer enseguida el acento, dice Clements.

6 may 2025

Reseña: To Paradise, de Hanya Yanagihara

Hanya Yanagihara, To Paradise (Londres: Picador, 2024). 708 páginas.

El sistema educativo en el que estuve inmerso en la enseñanza primaria, hacia el final de la dictadura franquista, se sostenía sobre (lo que entonces eran) irrebatibles creencias religiosas, y por esa razón la idea de paraíso que buscaban inculcarnos era una fantasía completamente irrealizable en la Tierra. Transcurridas ya seis décadas de vida, me parece que haber desechado esa quimera ilusoria por principio está plenamente justificado. Pienso que el paraíso, si es que tenemos que aceptar o lidiar con la existencia del concepto, no es otra cosa que alcanzar un estado emocional.

Hasta la fecha, Yanagihara solamente ha publicado tres novelas. La más mediática y leída fue A Little Life (reseñada en este blog en 2016, con más de 5000 visitas, pero que, sorprendentemente, no ha merecido ningún comentario hasta ahora). La primera, The People in the Trees, la reseñé en marzo de 2014. To Paradise es un bicho raro de novela: son tres novelas en un mismo libro, cada una separada en el tiempo por un siglo. La primera parte se sitúa en la Nueva York de 1893, en un país, los Estados Unidos, dividido en varias confederaciones. La metrópolis neoyorquina es el escenario de las tres historias. En la primera, es la capital de los llamados «estados libres», donde el matrimonio de personas del mismo sexo no es solamente legal sino una costumbre de aparentemente larga trayectoria histórica y cultural.

Washington Square es el centro neurálgico de las tres secciones de To Paradise. Fotografía de Elisa.rolle 
La segunda parte nos traslada a unas tres décadas anteriores a nuestra época, alrededor de 1993. En esta historia figura un grupo de adinerados hombres homosexuales que celebran la cena de despedida a uno de ellos, que ha escogido poner fin a su vida tras conceder la derrota frente a una enfermedad no especificada. Pero el protagonista de esta segunda parte es un joven hawaiano. Largas epístolas de su padre, muy enfermo, revelan los enormes perjuicios socioeconómicos, lingüísticos y culturales causados por la colonización estadounidense del archipiélago. La autora pone el foco en los temas de la segregación racial, la explotación interesada y el pillaje de otras tierras y culturas: algo de muy candente actualidad para, por ejemplo, los actuales habitantes de Groenlandia.

El paraíso puede muy bien ser ese momento en que te deslizas sobre una tabla de surf. Turtle Bay, Oahu, Hawai'i. Fotografía de Steve Hedin. 

La tercera sección nos lleva a un futuro distópico y aterrador en 2083. Los estados libres se han convertido en una autocracia de corte fascista. Las recurrentes epidemias del siglo XXI, junto con los devastadores efectos del cambio climático (los personajes tienen que emplear trajes especiales para poder salir a la calle). En esta parte hay dos narradores: una joven mujer que sufrió los terribles efectos secundarios de una medicación contra los virus que la dejaron estéril y muy debilitada emocionalmente. El otro narrador es su abuelo, que cuenta el declive de la ciudad y la sociedad neoyorquina a lo largo del siglo y el progresivo deterioro político que conduce al estado policiaco de corte fascista, con campos de concentración a los que se interna a los enfermos para que mueran en ellos. Quien quiera leer algo en eso, que lo haga: en Australia se abrieron campos de aislamiento para quienes regresaban del extranjero durante los primeros dos años del Covid.

Uno puede preguntarse la razón por la que las tres historias, en su desenlace, apuntan a la promesa de una mejor vida, o quizás a ese sueño americano que – ciertamente para la mayoría de la clase media de los EE.UU.; definitivamente para los millones de emigrantes centroamericanos a los que el régimen quiere expulsar – ha devenido mera fantasía cuando no un absoluto engaño. Los protagonistas aspiran a encontrar un paraíso porque en sus vidas enfrentan obstáculos, trampas y prohibiciones.

Un aspecto muy llamativo es el hecho de que Yanagihara emplee los mismos nombres para muchos de los personajes de las tres partes del libro. Es un recurso caprichoso y, en mi opinión, completamente innecesario. La repetición de los nombres no parece sugerir nada, pues el nombre es realmente lo único que los personajes tienen en común.

Recapitulemos pues. Son 700 páginas que pretenden abarcar tres siglos. Paradójicamente, los cambios lingüísticos en el habla de los personajes, que cabría esperar en el idioma a lo largo de esos casi trescientos años, apenas suceden. Los hilos que unen las tres historias son tenues. La característica que ciertamente une a los tres protagonistas (uno por cada sección: dos hombres y una mujer) es la falta de confianza en ellos mismos.

Si ese escenario distópico y extremadamente nocivo de la última parte de la novela es lo que les espera a las próximas dos o tres generaciones, apaga y vámonos. Personalmente, To Paradise no ha logrado conectar conmigo. Tras las 700 páginas y los tres siglos, el estado emocional al que me ha llevado es la indiferencia.

Publicada en castellano por Lumen en 2022 con el título Al paraíso y traducida por Laura Martín de Dios y Laura Manero Jiménez, con 952 páginas.

3 abr 2025

Reseña: Shark, de David Owen

 
David Owen, Shark: In Peril in the Sea (Crows Nest: Allen & Unwin, 2009). 328 páginas. 

Tenía yo 15 primaveras cuando se estrenó en Valencia la película Jaws (Tiburón) de un jovencísimo Steven Spielberg, que fue naturalmente un éxito absoluto de taquilla. Algún tiempo después supe que el escualo de la película (un gigantesco tiburón blanco), que al final se comía a Quint (el tosco cazador de tiburones contratado por el alcalde de Amity) era en realidad un artilugio mecánico. No por ello dejaba de ser espectacular y, en cierto modo, aterrador.

La vida da muchas vueltas y dos décadas después me trajo a Australia, país que registra una de las mayores cifras de personas fallecidas o malheridas a causa de los infortunados encuentros con estos animales, normalmente sobre surfistas y nadadores. En alguna ocasión, la playa donde yo estaba ha sido cerrada tras el avistamiento de algún tiburón cercano a la orilla.

Este libro de Owen, publicado en 2009, es una especie de ‘minienciclopedia’, un detallado y minucioso estudio que incluye la gran mayoría de especies de los elasmobranquios (básicamente, tiburones y rayas). Una de las principales ideas que Owen enfatiza frecuentemente en el libro es el hecho de que es mucho más lo que no se sabe que lo que realmente se sabe sobre estos animales.

El primer capítulo aborda la polémica que rodea a los tiburones y los ataques a humanos. De hecho, Owen defiende el uso de la palabra “incidente” en lugar de referirse a los episodios en los que una persona sufre lesiones (o la muerte) como “ataque”. Algo de razón tienen los que proponen este término. La paranoia a la que dio lugar la película (no así el libro de Peter Benchley, quien, pese a ganar mucho dinero gracias a la película, siempre se mostró contrario a la subsiguiente sobrerreacción sensacionalista) queda desmentida por los datos: «Los ataques por parte de tiburones son, estadísticamente, muy raros y normalmente no son mortales.» (p. 6) En unos 450 años de datos sobre incidentes en todo el planeta, para 2009 su número total aproximadamente apenas superaba los 4000.

Nunca quiso hacerles daño. La contraportada de Jaws (1974), con una fotografía del autor, Peter Benchley.
Shark también recoge la historia de la presencia de los tiburones en la culturas de las sociedades indígenas (especialmente las australianas) y en la cultura europea en general. En tres capítulos Owen trata la evolución, clasificación y biología de las especies y realiza una descripción muy informativa de muchas de ellas.

Finalmente, el autor trata las importantes cuestiones de la (sobre)explotación del tiburón como recurso pesquero (por sus aletas) y de la muy difícil conservación de las especies que están en peligro de extinción. Cuando hay quien alerta de que los tiburones se están haciendo más listos, la idea de fomentar la conservación de estos animales podría parecer absurda para muchos: «La idea de que haya tiburones inteligentes puede sonarnos a trama de una película de serie B, pero resulta que Daly [marinero en barcos turísticos] está bien encaminado. Los científicos y las autoridades llaman el comportamiento que Daly describe la depredación del tiburón; la mayoría están de acuerdo en que parece estar en aumento.» (The Guardian, 22 de marzo de 2025)

Owen concluye Shark con un interesante capítulo en el que hace un somero repaso de la presencia y cómo se ha ido representando al tiburón en el arte y la literatura a lo largo de la historia, que podría haber ampliado sin duda.

«Es el pez más grande del planeta, y alcanza como mínimo los doces metros de longitud y un peso de quince toneladas. […] El tiburón ballena habita aguas calientes, y su ámbito se describe como ‘mundial’, pero se sabe tan poco sobre este tiburón que no hay realmente conocimiento alguno sobre su hábitat y el número de ejemplares. Con toda probabilidad, se trata de animal infrecuente. Fue descubierto a comienzos del siglo XIX, cuando un ejemplar terminó varado en las orillas de Table Bay, Ciudad del Cabo; hasta la década de 1980 se habían dado apenas unos pocos cientos de avistamientos del tiburón ballena, desde que ha habido estudios intensivos.

Este enorme animal cuenta con dos otras características diferenciadoras: las extraordinarias marcas de su piel y la cavernosa apertura de su boca. Los colores de la piel varían entre marrón y azul en la parte superior, y tiene un vientre blanco debajo. La parte superior de su cuerpo está recubierta de unas características rayas verticales y horizontales que crean un efecto de damero. Dentro de cada recuadro hay una mancha blanca cremosa. En la boca tiene cerca de 3000 dientes diminutos. Las fauces del tiburón ballena son tan gigantescas que, cuando se abre completamente, pareciera que desparece la cabeza por completo.» (p. 172-3, mi traducción) 
Tiburón ballena (Rhincodon typus) en el Flower Garden Banks National Marine Sanctuary, Golfo de México.

Fotografía de Elias Levy.
«No es ninguna coincidencia que la explosión de los estudios de investigación científica de los elasmobranquios se diera al mismo tiempo que la estigmatización cultural de la década de los setenta del gran tiburón blanco como la suma de todos nuestros temores. Mediante su dramática distorsión ficcional tanto en forma de libro como en la pantallas, este sumamente impresionante depredador alfa se convirtió en catalizador de una urgente reevaluación de cómo tratamos los humanos los océanos.

El gran tiburón blanco se distribuye mundialmente en aguas litorales templadas, aunque se desplaza también a zonas de aguas septentrionales y meridionales más frías. En tanto que especie migratoria que cruza y recruza las cuencas oceánicas, no es en modo alguno una especie exclusivamente ‘costera’. Algunos observadores creen que el tiburón tigre es el depredador alfa equivalente en aguas tropicales, y que su preferencia por temperaturas oceánicas diferentes asegura una competencia mínima entre ambas especies.» (p. 190-1, mi traducción)

21 mar 2025

Reseña: America Last, de Jacob Heilbrunn

Jacob Heilbrunn, America Last - The Right's Century-Long Romance with Foreign Dictators (Nueva York: Liveright Publishing, 2024). 249 páginas.

En un supuesto giro de la política exterior de los Estados Unidos que, en realidad, no debiera sorprender a nadie, la nueva administración que ha tomado Washington al asalto (esta vez no de manera literal, como hace poco más de cuatro años) se abraza a un dictador en Moscú, desprecia sus más tradicionales alianzas con los países de Europa Occidental y embiste contra sus vecinos tanto al norte como al sur.

Publicado antes de las elecciones de noviembre de 2024, America Last: The Right’s Century-Long Romance with Foreign Dictators [América en último lugar: El centenario idilio de la derecha con los dictadores extranjeros] es un buen análisis de la estrecha relación que el partido Republicano ha tenido con los dictadores más sanguinarios y brutales del siglo XX, conexión que persiste en esta tercera década del XXI con personajes ultraconservadores actuales que, pese a haber sido elegidos en las urnas, hacen gala de modos antidemocráticos represivos con quienes expresan o muestran su diferencia.

Heilbrunn sitúa el inicio de esa afinidad ideológica en los albores del siglo XX y el Kaiser Wilhelm II. El imperialismo alemán de esa época (esencialmente no tan disimilar del que está argumentando el nuevo inquilino de la Casa Blanca) contó con muchos apoyos entre escritores de origen teutón como H. L. Mencken.

H. L. Mencken. Fotografía de Mrmencken.
Una década después, el golpe militar que terminó dándole el poder durante 40 años a un ridículo pero brutal militar tras rebelarse contra el gobierno democrático de la II República española fue aplaudido entusiásticamente por sectores de la derecha estadounidense. Además de Mencken, siniestros personajes como Merwin K. Hart o William Frank Buckley Jr. declararon públicamente su admiración por Franco y jalearon el importante papel que el dictador otorgó a la Iglesia Católica en la represión de la población que sobrevivió a la Guerra Civil. También Salazar, Mussolini y Adolf Hitler contaron con defensores y admiradores en los EE.UU.

La razón que frecuentemente argüían los ideólogos para justificar sus indefensibles apoyos a toda esta lista de dictadores era que plantaban cara al comunismo. El mismo argumento siguió utilizándose para justificar la mayoría de las guerras de la segunda mitad del siglo y el establecimiento de las dictaduras militares en Latino América. El ejemplo más pestilente podría ser el de Pinochet, si no fuera porque en casi todas las repúblicas centroamericanas la política exterior de Washington en las décadas de los 50, 60 y 70 se puso como objetivo apuntalar regímenes atroces que no respetaron los derechos humanos en ningún momento. El dominicano Rafael Leónidas Trujillo, alias El Jefe, constituye un ejemplo infame. La descarada intrusión en los asuntos políticos de otros lejanos países incluyó también países de África y Asia, por supuesto.

Asegura Heilbrunn que la corriente aislacionista y proteccionista que se ha vuelto imponer reutiliza los mantras de esos mismos ideólogos, comentaristas y teorizadores políticos del siglo XX. Sus objetivos comienzan a apreciarse con meridiana claridad, igual que la blanca patita enharinada del lobo en el cuento de los siete cabritillos. Según el autor, el eslogan ‘America First’, como buen ejemplo del Doublespeak, en realidad significa ‘America Last’ cuando los republicanos demuestran su apoyo a dictadores de cualquier signo. Es un botón de muestra de la deleznable impostura que debiera ser escudo de armas del partido. Todo imperialismo es por definición un fascismo; el mayor riesgo para la libertad en todo el mundo es que la coalición de oscuros intereses entre lo que alguien ya ha bautizado como ‘élite cognitiva’ de Silicon Valley y el aparato político de Washington utilice las herramientas de la IA y el aterrador poder militar del país para imponer sus tesis por la fuerza.

«Aun con toda la emoción que Mussolini y Hitler generaron en la derecha, había otro dictador en Europa a quien muchos conservadores admiraban. El 17 de junio [sic] de 1936, unos nacionalistas españoles llevaron a cabo un golpe de estado contra la Segunda República, elegida democráticamente, desencadenando una guerra civil. La guerra entre los leales a la República y los nacionalistas se convirtió en cause célebre para la izquierda y la derecha estadounidense. El conflicto, que de alguna manera hizo las funciones de ensayo general para la Segunda Guerra Mundial, atrajo tanto a la Alemania nazi como a la Unión Soviética. Hitler y Mussolini ayudaron al lider nacionalista, Francisco Franco, igual que hizo el Papa Pío XI. El Papa, implacable enemigo del liberalismo, describió a Franco como un luchador por la libertad contra el comunismo impío, incitando a muchos católicos norteamericanos a seguir su ejemplo. El objetivo primordial de los partidarios estadounidenses de Franco era presionar a Roosevelt para que mantuviera las Leyes de Neutralidad que había firmado en 1935 y 1936, asegurando con ello que las fuerzas leales a la República no pudieran recibir armas de los EE.UU. ni siquiera cuando voluntarios de izquierdas se alistaron en la que popularmente fue conocida como la Brigada Abraham Lincoln para luchar junto a los republicanos.» (p.84-5, mi traducción)  

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