Dave Eggers, Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? (San Francisco: McSweeny's, 2014). 212 páginas.
El mercado
editorial estadounidense tiene por costumbre añadir al título de los libros la
etiqueta que identifica para el lector potencial el género al que pertenece.
Véanse las palabras “A Novel” que siguen al largo y algo rebuscado título (procedente
de Zacarías 1:5) de la última entrega de Dave Eggers, prolífico autor donde los
haya. Pero el mero hecho de añadir una etiqueta a un título no convierte
necesariamente a dicho producto en representante del género que identifica la
etiqueta.
Me explico. Your Fathers, Where Are They? And the
Prophets, Do They Live Forever? apenas llega a las 200 páginas, si es que
alcanza dicha cifra. Dado que el libro consiste en una serie de diálogos (no
hay ningún narrador ni ‘acotaciones escénicas’), por su longitud se halla más
cerca de una nouvelle que de una
novela propiamente dicha. De hecho, recuerda más a la parte dialogada de un
guión de cine que a una obra de teatro; si fuera necesario catalogarlo, se
podría decir que es un drama de rehenes, el consabido marco de diálogo entre
secuestrador y su rehén. Pero en este caso, se trata de hasta seis rehenes,
encadenados todos en un lugar diferente.
La obra se inicia
en el Edificio 52, donde el treintañero Thomas ha encadenado a Kev Paciorek,
astronauta de la NASA, a un poste. El edificio parece ser un hangar de una
vasta base militar en la costa oeste estadounidense. Thomas somete al astronauta
a un severo interrogatorio. Desde un principio es evidente que Thomas está muy
enojado con el sistema: no puede comprender que su país haya abandonado el
programa de la lanzadera espacial mientras “acabamos de gastarnos cinco
billones [utilizo la acepción oficial de billón] de dólares en guerras inútiles. Eso se
podría haber gastado para ir a la Luna. O a Marte. O en la lanzadera. O en algo
que nos inspire de alguna manera, carajo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que
hicimos alguna cosa que inspirara a alguien, coño?” (p.25, mi traducción)
A medida que
Thomas va desgranando la naturaleza y las causas de sus diversos y profundos
resentimientos (progresivamente secuestra con ayuda de cloroformo a un
congresista tullido retirado y veterano de la Guerra de Vietnam, a un antiguo
maestro de su escuela primaria, a su propia madre y a un policía de su ciudad)
el núcleo de la historia se mueve más hacia la muerte (asesinato más bien) de
su “mejor” amigo Don Banh a manos de la policía de Marview, en un acto de
violencia gratuita e injustificada, en una época en la que Don estaba pasando
por una crisis existencial.
Pasados unos
cuantos días Thomas añade a los cinco rehenes a Sara, una joven veterinaria a
la que Thomas ha conocido por casualidad en la playa y de la que se ha
enamorado a primera vista. Naturalmente, voy a abstenerme de dar más detalles
que pudieran crear la impresión de un desenlace revelado antes de tiempo, en lo
que se suele llamar destripe.
Thanks so much, Ms Kakutani! Fotografía: KristiEpperson |
La principal
crítica de The New York Times,
Michiko Kakutani, le
pegó con una vara muy tiesa a Eggers por esta obra: “resulta ser una obra
de ficción prolija, predecible y fatigosa, a la que le falta la sabiduría emocional
y la prosa deslumbrante que han distinguido gran parte de la obra anterior de
este autor” (mi traducción). A mí, que no soy nadie, me produce una cierta fruición
saber que no estoy en absoluto de acuerdo con ella. Así como me maravilló What is the What (2006), me decepcionó y
mucho The
Circle, y me dejó bastante irritado A
Hologram for the King (regalaré mi ejemplar al primero que me lo pida,
por cierto – gastos de correo a cuenta del destinatario, claro está). En
cambio, con Your Fathers, Where Are They?
And the Prophets, Do They Live Forever? Eggers sí sabe capturar la atención
del lector. Un personaje desequilibrado emocionalmente pero no violento como Thomas
busca respuestas a preguntas muy pertinentes. En un dificultoso trabajo de dotación
de voz propia a un personaje solamente mediante sus palabras en diálogo con
otros personajes, Eggers lo utiliza como filtro a través del cual observar la
realidad actual estadounidense, perdida en la búsqueda de un sueño que se ha
desvanecido. No puede ser fácil construir un argumento complejo solamente con diálogos,
pero Eggers lo hace.
En parte Eggers logra
su objetivo porque los sorpresivos cambios de tono en Thomas son la mayoría de
las veces muy convincentes, en especial cuando interroga con sobrado sarcasmo a
su madre (a la cual acusa de haberle arruinado su vida) y al maestro de la
escuela primaria. Menos creíbles son sus declaraciones de principios (“Soy un
hombre con moral y con principios”, repite una y otra vez), y el secuestro de
la veterinaria riza el rizo de la credulidad del lector, pero no deja de ser
pasable.
Puede que el
medio formal utilizado por Eggers no sea el más indicado, puede que sea algo
ambicioso o simplemente peque de abusar de ciertas tendencias posmodernistas.
No es, desde luego, el más flexible para una obra de ficción. Sin embargo, a través
del perturbado Thomas el autor hurga en cuestiones muy relevantes y actuales: ¿estamos
preparando/educando a los jóvenes para una vida que no va a hacerse realidad?
¿Por qué seguimos, como colectivo humano, sin un plan compartido para asegurar
la dignidad y el bienestar de todos los habitantes del planeta? ¿Sirve de algo
la vida que llevamos?
Aunque las preguntas
que anteceden te interesen (personalmente sí creo que sean relevantes), no creo
que secuestrar a media docena de personas y someterlas a un riguroso interrogatorio
te vaya a dar respuesta alguna. Por si se te pasa por la cabeza.