Drusilla Modjeska, The Mountain (Sydney: Vintage Books, 2011). 432 páginas.
En su poema de 1956 titulado ‘New Guinea’, el poeta australiano James
McAuley hablaba de la isla en estos términos:
Bird-shaped
island, with secretive bird voices,
Land of
apocalypse where the earth descends,
The
mountains speak, the doors of the spirit open,
And men
are shaken by obscure trances.
La primera obra de ficción de Drusilla Modjeska cuenta con una montaña
novoguineana que les habla a los personajes, tanto a los pueblos autóctonos que
viven bajo su majestuosa forma, y a los personajes occidentales, que quedan
bajo el embrujo de su belleza y la mística de la rica cultura de esos pueblos
indígenas cuyas tierras visitan.
Papúa-New Guinea es el país vecino más cercano a Australia por el
norte, mas para la mayoría de los australianos (incluido un servidor) sigue
siendo un misterio, una tierra desconocida en su mayor parte, que fue dominio
colonial hasta su independencia en 1975. Aunque el sendero de Kokoda continúa
atrayendo a miles de visitantes australianos año tras año, la Australia más
convencional está muy poco informada acerca del resto de ese país y de sus
pobladores.
The
Mountain se inicia con un breve prólogo que lleva al lector a un restaurante
situado enfrente de la Casa de la Ópera de Sydney en el año 2005. Jericho, quien
«descendió por vez primera de la montaña para caer en los brazos de Rika, cuando
apenas tenía cinco años», se reúne con Martha, su «otra madre», para almorzar
juntos. Se nos dice que Rika y Martha, que en otro tiempo fueron íntimas amigas,
«como hermanas», no se han hablado durante treinta años (p. 2). De ese modo, la
voz narradora omnisciente presenta la historia del conflicto entre esas dos
mujeres. Esta es una de las tramas secundarias de la obra, y es ciertamente
apasionante.
Jericho quiere saber qué fue lo que ocurrió treinta años antes, pero Martha
parece salirle con evasivas: «Siente una opresión en el pecho. Hay una parte de
ella que quiere decirle a Jericho, Déjanos
acarrear la carga del pasado, no debiera ser tuya» (p. 4). Así, el misterio
de la causa del conflicto entre las dos mujeres occidentales queda desde el
primer momento intercalado entre otro conflicto (¿inevitable?), el que se
produce entre la visión occidental del mundo y la visión autóctona que encarnan
los habitantes de la Montaña.
Rika, una joven fotógrafa, esposa de Leonard, un antropólogo británico
de edad algo mayor a la de ella, llega a Port Moresby, y algo de lo que ni
probablemente ella misma tenía conciencia se despierta de manera inmediata al
entrar en contacto con el lugar y sus gentes; ese algo resulta todavía más avivado
tras conocer a Aaron, un brillante académico local que acaba de retornar de Australia.
Cuando Leonard se va a las montañas del interior a hacer una película de las
tribus, Rika se queda en Port Moresby, y entabla una fuerte amistad con Aaron y
su «hermano de clan», Jacob. Mientras Leonard permanece en las tierras altas de
Nueva Guinea, entre Aaron y Rika surge una poderosa y arrebatadora relación,
que una paliza propinada por racistas intolerantes pone a prueba.
Esta novela de Modjeska vincula muchos temas complejos en una fluida
narración en torno a las vidas de un grupo de personas que fueron testigos del
final del dominio colonial y el inicio de los esfuerzos del nuevo país por
llegar a ser verdaderamente independiente. El escenario de fondo está retratado
con solidez: el lector percibe claramente las muchas tensiones que caracterizan
a las sociedades postcoloniales, como por ejemplo la fricción entre la resistencia
(y la renuencia) de lo tradicional a ceder por un lado su posición preponderante,
y la conspicua necesidad de modernización que exigen las generaciones más
jóvenes por otro.
En la parte central de la novela, este tira y afloja entre las
necesidades colectivas y las aspiraciones individuales reciben un sustancial
enfoque de la narración. Todas estas tensiones y los altibajos emocionales de
las expectativas personales de Rika frente a las exigencias que el nacimiento
de una joven nación reclamará de Aaron se reflejan de manera muy eficaz no
solamente en los personajes principales, sino también en cómo se relacionan
ellos dos con los numerosos personajes secundarios.
En lo referente a su estructura, The
Mountain está grosso modo dividida en dos partes principales. La primera
comprende los años anteriores a la independencia, y lleva al lector hasta el
momento en que Rika recibe un niño joven, un hapkas, el hijo de un hombre blanco y una mujer negra. El niño se
llama Jericho: es el hijo de Leonard, ya separado de Rika, y una mujer de la
Montaña. La segunda parte nos traslada a tiempos más recientes, al año 2005,
cuando Jericho, para entonces un célebre historiador del arte radicado en una
galería londinense, vuelve a Papúa Nueva Guinea. Jericho vuelve a reunirse con
su amiga la abogada Bili, su amor de la infancia, quien ahora defiende con
pasión a las tribus autóctonas frente a los intereses económicos de las
todopoderosas compañías explotadoras. Surge entre ellos el romance: «Antes de
caer dormidos, todavía cara a cara, Bili posa la mano encima de los ojos de
él. ‘Ahora estás en Papúa, recuérdalo,’ le dice, ‘Si miras a los ojos a una
mujer durante mucho tiempo, te arrebatará el alma’.»
Cuando Jericho regresa a Papúa Nueva Guinea, su lugar de nacimiento, asistimos
a su lenta pero profunda transformación. Tras unos cuantos días en Port
Moresby, va de visita a la casa de Milton, profesor y escritor, antiguo amigo
del círculo de Aaron. Desde su casa, «la montaña estará aparecerá antes sus
ojos, sin que nada le estorbe la vista». Siente la llamada de la Montaña, pero
¿es porque en realidad nunca la ha dejado? ¿Lleva en su interior, en su ser, el
espíritu ancestral? Así, la Montaña se constituye en algo más que un potente
símbolo de Nueva Guinea. Se percibe como una fuerza que atrae al espíritu de Jericho,
y cuando finalmente se une a los hombres del clan en la danza tribal, se
convierte en «puro ritmo», puede sentir «el pulso…que persiste en otra esfera
de la existencia» (p. 365).
La novela concluye en otro almuerzo, esta vez en Puerto Moresby, el
año 2006. Martha se reúne con Jacob, quien ahora es ministro del gobierno y
hombre acaudalado, y sobre cuya relación secreta con Rika Martha ha guardado
silencio durante más de 30 años.
Escrita con intensidad y generosidad, en The Mountain el lector puede oír muchas voces. Algunas proceden del
pasado y están muy alejadas de nuestras ordinarias rutinas urbanas; son las
voces de los clanes, son los sonidos de sus antiquísimos rituales de danza y
caza. Otras están más cerca de nuestro tiempo y de nuestras mentalidades: las
voces de la lucha contra la explotación abusiva y temerariamente destructiva de
recursos naturales. Modjeska establece un cuidadoso equilibrio en el punto de
vista de la voz narradora, para que el lector pueda eliminar el tinte colonial que
de otro modo pudiera ser inevitable. Especialmente al comienzo de The Mountain, me encontraba de pronto
releyendo pasajes para asegurarme de la raza de un cierto personaje. El hecho
de que los personajes resulten ser tan plenamente convincentes no hace sino
añadir valor a esta obra literaria.
Modjeska ha creado una novela llena de gusto sobre un lugar en el
mundo que obviamente adora y del cual se siente parte, y el lector lo agradece.
Aunque el motivo por el cual las dos amigas se separaran tras el triste día del
accidente de Aaron no nos sea revelado en última instancia, no es eso algo que
importe. La novela es una edificación literaria dotada de delicadas capas,
aunque también sean difíciles, y nos sirve de puente a una isla que es ante
todo desconocida. A pesar del evidente trasfondo de la experiencia de Modjeska al
haber vivido y trabajado en Papúa Nueva Guinea durante varios años y numerosas
visitas subsiguientes, The Mountain presenta
todas las marcas de una obra de ficción bien trabajada. Es, tal como ha
explicado la propia autora, un brillante ejemplo de «imaginación informada’. Tras
este tardío pero estupendo debut, los lectores de novelas australianas tienen
derecho a albergar expectativas de otras entregas literarias de Modjeska.