Abundan en esta
época las grandes teorías “conspiranoicas” que individuos como el felón que ha
sido elegido esta semana Presidente de los Estados Unidos alimentan con gran
empeño pero sin evidencia alguna. Una de mis “favoritas” es la llamada Le
grand remplacement, según la cual, y parafraseo Wikipedia, la población
blanca cristiana occidental está siendo sistemáticamente sustituida por
personas de otras razas no europeas a través de un proceso que comprende,
entre otros factores, la inmigración y el desplome de la tasa de natalidad de
las poblaciones de los países ricos de Occidente. Como si las grandes
migraciones de la población blanca occidental de los siglos XVIII, XIX y XX nunca
hubiera ocurrido. En fin.
Esta nouvelle
de Hamid plantea esa situación en la forma de una (¿impertinente? ¿inquietante?
¿absurda? Elige el adjetivo que prefieras, o incluso los tres) alegoría,
comenzando por el día en que uno de los dos protagonistas, Anders, descubre al
despertar que ya no es blanco, que su piel ha oscurecido y que, por lo tanto,
ya no pertenece al grupo étnico que hasta ese momento se identificaba como
dominante.
Su primera
reacción es violenta: le gustaría matar la imagen de sí mismo que contempla, atónito, en el
espejo. Incluso el gerente del gimnasio donde trabaja le comenta que, si fuera
su caso, hubiera puesto fin a su vida. Luego está la reacción de su amiga,
Oona, que acepta el cambio del color de piel de Anders con bastante entereza. El
padre de Anders padece una especie de shock y la madre de Oona se declara completamente
horrorizada.
Con una
estrategia deliberada que hace ambiguos tanto el lugar como la época en la que
transcurre la novela, Hamid pone en primer plano las cuestiones de la pérdida de identidad, la confusión y el
duelo que ese proceso causa en la población blanca, que paulatinamente
desaparece. La violencia se apodera de las calles y las noches; nadie puede
comprender por qué su ciudad y su país se han transformado en un lugar tan
diferente, donde la gente de piel oscura empieza a ser el grupo étnico
dominante a medida que, conforme pasan los días, son cada vez más las personas
que, al despertar, descubren que ya no
son de raza blanca.
Mientras lo leía,
me dio la impresión de que The Last White Man estaba originalmente
destinado a ser un cuento, una narración breve que el autor transforma en
novela. Hamid recurre mucho a la repetición de palabras, escribe párrafos en
los que las oraciones se superponen unas a otras quizás para acentuar la idea
inicial.
Y a modo de conclusión, cuando el último hombre blanco deja de serlo, se restablece una suerte de normalidad. Que cada cual saque sus conclusiones.
Edvard Munch, Liklukt [El olor de la muerte]: 1895.
«Ahora, el padre
de Anders rara vez salía de su habitación, y en ella había un olor, un olor que
él podía ver en la cara
de Anders cuando su hijo entraba y a veces él mismo podía olerlo, lo cual era extraño,
como un pez que notase que estaba mojado, y el olor que podían oler era el olor
de la muerte, la cual el padre de Anders sabía que estaba ya cerca, y eso lo asustaba,
pero no estaba completamente asustado de sentirse asustado, no, él había vivido durante mucho tiempo con
miedo y no había dejado que el miedo lo dominase, aún no, y trataría de continuar haciéndolo, continuar
no dejando que el miedo lo dominase, y con frecuencia no tenía las energías
para pensar, pero cuando sí las tenía, el pensamiento de lo que hacía que una muerte fuese una buena muerte, y
su sensación era que una buena muerte sería aquella que no atemorizase a su chico, que el deber de un padre no era evitar
morir delante de su hijo, esto era algo que un padre no podía controlar, sino más bien que si un padre había de morir
delante de su hijo, debía de morir tan bien como pudiese, hacerlo de tal forma
que dejase algo a su hijo, que le dejase a su hijo la fuerza para vivir, y la
fuerza para saber que algún día él mismo podría morir bien, como lo había hecho su padre, y así, el padre de
Anders se esforzaba por convertir su viaje final hacia la muerte en un acto de entrega,
en un acto de paternidad, y no sería fácil, no era fácil, era casi imposible, pero eso fue lo que se propuso
intentar hacer, mientras conservase el juicio.» (p.113-4, mi traducción)