Jeffrey Eugenides, The Marriage Plot (Nueva York: Farrar, Strauss & Giroux, 2011). 406 páginas.
Tan
pronto terminé de leer esta novela de Jeffrey Eugenides, me entró la duda de si
lo que había leído era una gran novela o no. El caso es que The Marriage Plot está cuidadosamente
estructurada, pulcramente escrita en su gran mayoría, bien acabada en casi todos
sus detalles; en definitiva, parece ser tan increíblemente perfecta que
la duda parecía incluso disiparse. ¿Pero desaparece del todo esa duda?
Para
empezar, el argumento es más viejo que la tos. Se trata de un clásico triángulo
amoroso, compuesto de: a) una joven estudiante, muy guapa y atractiva,
Madeleine, muy capacitada intelectualmente y de familia acomodada; b) otro
joven estudiante, Mitchell, no excesivamente agraciado pero locamente enamorado
de la chica, pero que vacila entre la vocación religiosa y la llamada de la
carne; y c) el tercer joven estudiante, Leonard, alto, atractivo, muy inteligente,
carismático, de familia pobre y rota, con tendencia a sufrir altibajos
emocionales.
Al
inicio de la novela, averiguamos que Madeleine ha roto hace poco su relación con
Leonard. Es el día de su graduación, en mitad de la década de los 80. Sus
padres han venido a verla y ella es un manojo de nervios; por casualidad se encuentran
a Mitchell, a quien ya conocían porque Madeleine lo invitó a pasar un fin de
semana en su casa, y lo invitan a desayunar con ellos.
La
novela avanza y retrocede en el tiempo, revisitando episodios aunque sin aportar
cambios drásticos de punto de vista ni datos reveladores que cambien un ápice
de la historia. El día de la graduación Madeleine descubre que Leonard ha sido
ingresado en el hospital con un severo cuadro psicótico; en vez de participar
en el desfile universitario (nunca he sentido curiosidad alguna por este tipo
de horteradas tan americanas) acude al hospital, donde hace las paces con Leonard.
Madeleine se ocupará de ayudar a Leonard a retornar a una especie de normalidad
que nunca será total. Tras el verano se va con él a un rincón apartado en Massachusetts
a trabajar en un gran laboratorio genético. Mientras, Mitchell se marcha a
Europa con su amigo Larry, y recorren gran parte del viejo continente antes de
recalar en Grecia; de allí Mitchell se va a India, donde quiere trabajar como
voluntario en uno de los centros humanitarios que dirige la Madre Teresa.
Leonard
empieza a experimentar con su tratamiento, con resultados predecibles. En lo que
supone para ambos una huida hacia adelante, Madeleine y Leonard deciden
casarse. La luna de miel los llevará a Francia, y es en Montecarlo donde Leonard
se asoma a un abismo y sufre una grave recaída.
Pese a
los juegos metaliterarios que introduce Eugenides (Madeleine baraja la idea de realizar
un estudio académico analizando las tramas en torno al matrimonio de las heroínas
de la novela victoriana inglesa, y de ahí el título) en la primera parte de la
novela, sin lugar a dudas la mejor, y los animados intercambios que relata
entre los estudiantes del curso de semiótica (Barthes hace acto de presencia
mucho más de lo que supongo que le habría gustado al autor de Mythologies), The Marriage Plot, para mi gusto, no termina de cuajar como narración.
Y en parte no lo hace porque los tres personajes principales no tienen un
sustrato sólido, y quedan desdibujados o desfigurados debido a que el autor no termina
de mojarse.
En el
caso de Mitchell (posiblemente el más próximo al autor, hijo de emigrantes
griegos), la caracterización del personaje durante su estancia en India parece vacilar
entre la sátira (se compra un crucifijo que solamente expone al mundo tras ver
a Madre Teresa) y la seriedad de su visión de la miseria y la desgracia de los
más desfavorecidos, ante cuya fuerza finalmente sucumbe para huir de una
realidad tan insufrible.
The Marriage Plot va perdiendo fuerza a medida
que la trama nos acerca al desenlace, y podría argüirse que también Eugenides
va perdiendo el imponente control que ha ejercido sobre la novela en un primer
momento. El símil que construye en torno a la situación familiar en casa de
Madeleine, con Mitchell de espectador mudo e involuntario árbitro, con la situación
belicosa entre Israel y Palestina en esa misma época es no solamente forzado
sino extremadamente poco afortunado.
Es una
novela que comienza muy bien, prometiendo mucho, deslumbrando en ocasiones con
su ordenada estructura y atractiva trama, pero el ritmo no se sostiene. Con
todo, estoy convencido de que Hollywood la adaptará bien pronto a la pantalla,
y volverán a vendérnosla, bien empaquetada bajo los famosos nombres de algunos
atractivos cuerpos de chicas y galanes que tan bien venden (si nos da por
comprar, claro está; en mi caso, lo llevan bastante crudo porque no voy al cine
ni alquilo películas). Y aquí paz, y allá gloria.
Menos
mal que siempre hay otro libro por leer, y siempre hay esperanza de que sea un poco mejor
que el anterior…