14 jun 2025

Reseña: Bennelong & Phillip, de Kate Fullagar

Kate Fullagar, Bennelong and Phillip: A History Unravelled (Cammeray, NSW: Scribner, 2023). 298 páginas.

Si has visitado la ciudad de Sydney alguna vez, seguro que te habrás acercado a lugares que en la actualidad llevan el nombre de un hombre muy singular, Bennelong, a quien el azar llevó a unir su destino al del primer gobernador de la colonia británica establecida en 1788 en estas tierras, el capitán Arthur Phillip.

Retrato del capitán Arthur Phillip a cargo de Francis Wheatley (1786). 

Bennelong designa no solamente uno de los escaños del Parlamento Federal australiano (lo ocupó durante muchos años el conservador John Howard, que fue primer ministro desde 1996 hasta 2007). Es también el nombre de uno de los ferries que cruzan a diario la bahía; y por supuesto, es también el nombre del punto geográfico más emblemático de la ciudad (y quizás de toda Australia): Bennelong Point, donde se alza la Casa de la Ópera, la obra maestra arquitectónica del danés Jørn Oberg Utzon que sigue atrayendo a turistas de todo el mundo más de medio siglo después de su inauguración.

Retrato de Bennelong a cargo de W.W., sin fecha. En la actualidad se conserva en la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.

También el nombre de Phillip se halla presente en los mapas australianos actuales: entre otros, Port Phillip en Melbourne y Phillip Island en las afueras de esa misma ciudad (estado de Victoria), donde anualmente se disputa el Gran Premio de motociclismo de Australia; hay una calle (Phillip Street) en el centro de Sydney; también un barrio aquí en la capital federal, Canberra, se llama Phillip en su honor.

Fotografía de Dietmar Rabich (2019)

Este excelente libro explica la intensa relación de estos dos hombres de dos culturas muy diferentes. Para contar la historia de ese encuentro, Fullagar (aprovecho para recomendar también la lectura de su libro The Warrior, The Voyager and the Artist) adopta un enfoque que me parece valiente e innovador para la disciplina de la Historia: empieza con la muerte y el entierro de ambos hombres. Bennelong falleció en Sydney en 1813, mientras que Phillip murió en Inglaterra apenas un año más tarde. El libro avanza mientras retrocede en el tiempo hasta el nacimiento de ambos. «Contar la historia desde el final de las vidas de los hombres, retrocediendo hasta sus comienzos, invierte el modo en que llegamos a la década de su tiempo que más se ha narrado». (p. 6, mi traducción)

De hecho, el efecto que persigue la historiadora claramente se contrapone (al menos en teoría) a la idea occidental de progreso como forma narrativa situada en un marco conceptual mediado por la colonización como proceso civilizatorio. En consecuencia, como lector es necesario hacer un esfuerzo por servirse de ese avance que podemos llamar regresivo para luego mirar hacia adelante y examinar los sucesos tal y como ocurrieron.

Bennelong y Phillip se involucraron de forma recíproca en sus vidas durante unos seis años. El primero debía rondar los 24 años de edad cuando el segundo arribó con la llamada Primera Flota en 1788. El momento decisivo para ambos tuvo lugar hacia finales de noviembre de 1789. Obedeciendo las órdenes de Phillip, en lo que hoy en día se llama Manly Cove, en el extremo nororiental de la bahía de Sydney, un grupo de oficiales británicos secuestraron a dos jóvenes, Bennelong y Colebee. El gobernador de la colonia había intentado sin éxito establecer una comunicación con los clanes locales de los habitantes de la región. El hecho de recurrir a la fuerza dice mucho del carácter de Phillip. Fullagar explora los detalles de la vida del gobernador antes de fundar la colonia. Phillip era un avezado marino y había servido como espía en la guerra contra Francia.

Todo lo que ocurrió después de ese incidente resulta fascinante, mas ha de leerse en el contexto de la política imperialista británica del siglo XVIII. Bennelong aprendió rápidamente la lengua inglesa y se convirtió en interlocutor, posiblemente válido y aceptado por los clanes locales; pasó mucho tiempo en la casa del gobernador y consumó su resarcimiento en respuesta a su secuestro: Phillip fue herido en una escaramuza que probablemente urdió Bennelong un año más tarde, en el mismo lugar donde lo habían secuestrado. También supo manejar los hilos necesarios para impedir que los británicos se tomaran la justicia por su mano cada vez que sufrían ataques.

Como guinda a esa relación, en 1795 Bennelong viajó a Inglaterra (junto con su amigo Yemmerawanne, que falleció a los pocos meses de llegar a Londres) acompañando a Phillip, con escala en Rio de Janeiro. No sé tú, pero la decisión de alistarse y emprender tal aventura me impresiona sobremanera. Pienso que debían de estar asombrados por todo durante toda la travesía. Por cierto, ahí en ese viaje hay una novela, para quien quiera escribirla.

Es indudable que Bennelong se arrogó el papel de diplomático, de representante de los pueblos que habitaban la bahía de Sydney. Una vez en Londres, Bennelong vivió decenas de experiencias que para un joven procedente de una cultura tan diferente debieron ser extraordinarias. Del viaje a Londres no sacó gran cosa: no hubo visita a Palacio ni hubo un atisbo de negociación política.

Al regresar a su tierra, Bennelong abandonó su papel de mediador y se apartó de la colonia. Phillip ya no era el gobernador y quizás Bennelong ya había dejado de creer que la coexistencia con los colonos era deseable. Si ese fue el caso, el tiempo le dio la razón, y con creces.

En el libro, Fullagar hace especial hincapié en las mujeres y su presencia en las vidas de ambos hombres. Mientras que Phillip se divorció de su primera esposa tras lo que fue un extrañísimo matrimonio, en la sociedad de los Yiyura (también se los conoce como Eora) era normal que un hombre se casara con varias mujeres. En la sociedad y la cultura local, las mujeres desempeñaban un papel político que en la sociedad británica de la época estaba prácticamente vedado. Fullagar presta especial atención a la primera y la tercera esposa de Bennelong: Barangaroo y Boorong.

Las vidas de Bennelong y Phillip se entrelazaron de un modo que ninguno de los dos pudo haber imaginado nunca. Cómo se ha contado ese contacto, su desarrollo y las vicisitudes que los rodearon ha sido objeto de múltiples representaciones en forma de libros y exposiciones. El libro de Fullagar es un significativo aporte a una realidad innegable: Australia no ha terminado de contar la historia de su nacimiento y crecimiento como estado.

El secuestro de Colbee y Bennelong, pintura de William Bradley. 

25 de noviembre de 1789

Pese a sus frenéticos esfuerzos, a Bennelong y Colebee les pusieron en las piernas unos grilletes de hierro, que a su vez estaban encadenados al bote. Les parecía increíble. Los minutos previos habían sido de terror y caos. Todavía podían oír las voces de sus amigos y familiares, que lloraban y gritaban desde la orilla, pero el bote británico se había escapado limpiamente y se dirigía a toda velocidad con rumbo sudoeste, hacia la temida colonia. En el bote iban cinco captores de pálida piel con ellos. Daba la impresión de que su líder (el hombre que más hablaba) lo estaba pasando casi tan mal como los cautivos. El Teniente Bradley escribió horas más tarde que el doble secuestro resultó ser «verdaderamente muy angustiante».

La captura no estuvo exenta de oposición. Tench y Collins afirmaron que fue algo fácil, pero otros dijeron a los colonos les cayó una lluvia de lanzas mientras empujaban el bote hacia aguas más profundas. Una de las lanzas atravesó la vela, que estaba plegada, y otra dañó el casco de popa; pero el contrataque no fue suficiente para impedir la captura. Los colonos llevaban días planeándola. Cogieron totalmente por sorpresa a los diferentes clanes de los Yiyura que aquel día estaban pescando en Gayamay.

Antes de empezar a arrojar lanzas contra el bote que se daba a la fuga, las numerosas familias que estaban en la playa habían chillado horrorizadas por lo que estaban presenciando. Los Yiyura no entendían lo que era un secuestro. Resolvían sus diferencias por medio de la confrontación directa, no desapareciendo a sus enemigos. Por encima de los gritos se impuso una ráfaga de detonaciones que los colonos dispararon frente a las protestas de los Yiyura, hasta que el bote se alejó de la ensenada.

Además del uso de la fuerza, la captura implicó el engaño. Bennelong y Colebee se habían acercado al bote de los británicos creyendo que los colonos querían regalarles dos hermosos ejemplares pescados. Para los Yiyura, el regalo de alimentos era una forma habitual de sociabilidad; fue cosa del azar que Bennelong y Colebee fueran los que vieron esa expresión de buena voluntad. Se encontraban entre los miembros con la edad suficiente para alejarse del grupo y arriesgarse a un encuentro. Se habían acercado a los británicos vadeando las aguas, desarmados, sin saber las consecuencias ulteriores que tendría este encuentro al azar. (p. 181-2, mi traducción)

9 jun 2025

Si hagués de trobar-me...: Un poema de Grace Nichols

 

... les cases de fusta/ mig amagades per una xarxa/ d’arbres: cocos, mangos, ...
Fotografia de Dijaxavier.
 

Si hagués de trobar-me ...

 

Si hagués de trobar-me amb l’esperit

de la meva infantesa, a la carrera,

amb uns tirants que em lliscaven per les espatlles,

amb els cabells mig trenats,

a la vorera d’un horitzó terrós

d’aigües amb memòria

i les cares blanes de les cases de fusta

mig amagades per una xarxa

d’arbres: cocos, mangos, huitos...

 

Diria que aquest es el seu paisatge d’infantesa

que aquest indret va ser on ella es va modelar,

com les primeres paraules a les quals va donar forma en una pissarreta...

 

Un paisatge cru i líric,

el qual va ser testimoni de la seva despreocupació

per la mort, de quan va caure d’un arbre,

de quan gairebé es va ofegar en un estany fangós,

i de com res semblava

deslligar-la de res.

Ni del sol equatorial ni de la lluna navegant,

ni de les estrelles fugaces dels capgrossos negres...

 

Si hagués de trobar-me amb l’esperit

de la meva infantesa,

m’agenollaria al seu costat un moment:

una petita nena morena que mira les formes dels peixos

davall un aigua fangosa, il·luminada pel sol:

ácaras, bots, milanes..

hipnotitzada pels seus moviments

i les silencioses escales de la seva música.

 

Aleshores, em redreçaria

i la deixaria al seu món primordial,

en la seva lluenta soledat. Aliena a mi.


Grace Nichols a la Biblioteca Britànica, 2022. Fotografia de The British Library - BOCAS UK.  

Traduït de l'anglès 'If I Were to Meet', del llibre de Grace Nichols, Passport to Here and There (2020). Pots llegir l'original aquí. Pots llegir la meva ressenya del llibre aquí.

© de la traducció: Jorge Salavert, 2025.

22 may 2025

Reseña: Utopia for Realists, de Rutger Bregman

Rutger Bregman, Utopia for Realists: How We Can Build the Ideal World (Nueva York: Little, Brown and Company, 2017 [2014]). 319 páginas. Traducido al inglés por Elizabeth Manton.

El extremadamente optimista subtítulo de este libro (Cómo podemos construir el mundo ideal) debería ser suficiente para incitar a su lectura, ¿no? Si la historia de la humanidad ha sido un avance de progreso y mejora, de creación de sociedades cada vez más perfeccionadas y con mayores recursos para evitar la miseria, la muerte o la desnutrición, la idea del mundo ideal (esa utopía que ya propuso en su momento Tomás Moro) continúa siendo atractiva para quienes deseamos el bien y no el mal para el prójimo.

Retrato de Thomas More (1682): un grabado de Esme de Boulonnois que se encuentra en la Academia de las Ciencias y las Artes de Amsterdam.

Bregman fundamenta su tesis en tres conceptos principales: el ingreso básico universal, la semana laboral de 15 horas y la eliminación (o en su defecto, la apertura) de las fronteras. Respecto al primer punto, el autor cita numerosos ejemplos de localidades y regiones que a lo largo de la historia han instituido el reparto de dinero para todos. La propuesta tiene su mérito, sin duda, y resulta persuasiva desde el momento en que, dentro del sistema neocapitalista actual, contar con lo simplemente necesario para vivir evitaría muchos problemas sociales. Y no nos engañemos: una mayor presión fiscal sobre los que tienen muchísimo más de lo que necesitan sería un buen (y factible) primer paso.

Si la crisis de 2008 demostró algo (cosa de la que, en mis peores días, dudo) es que el sistema financiero neocapitalista del comienzo de este siglo no funciona. Hacen falta visiones alternativas, propuestas plausibles para poder replantear el debate y consumar los cambios que el mundo necesita, sugiere Bregman.

De entrada, dice el autor, habría que renunciar (o penalizar, ¿por qué no?) el frívolo consumismo que parece conducir únicamente al agotamiento de recursos, la destrucción de ecosistemas y el calentamiento climático global. Exigir que de la ducha pueda salir toda el agua que uno quiera no es simplemente egoísta: es estúpido.

La segunda pata de esta propuesta utópica de Bregman es la reducción del tiempo utilizado en trabajar, junto con la eliminación de ciertos trabajos que remuneran demasiado a quienes prácticamente nada hacen. El autor pone la mira en el cálculo del PIB, el cual no es para nada representativo de lo que una sociedad moderna debiera medir y examinar como progreso.

Finalmente, la tercera base en la que Bregman apoya su proposición es la eliminación de las fronteras. Los datos que aporta John Washington en su libro (reseñado aquí hace unos pocos meses) dan completamente la razón a lo que ya proponía Bregman en 2014. El factor que más intensamente determina la salud, el bienestar, la expectativa de vida o el nivel educativo de una persona es el lugar de su nacimiento y el pasaporte al que tiene derecho.

Con un vocabulario absolutamente sencillo, haciendo gala de un estilo directo y claro, Bregman hizo con este libro un llamamiento muy válido para que las fuerzas políticas progresistas instauren estructuras que conduzcan hacia una redistribución de recursos con el objeto de crear sociedades que sean tan justas como prósperas. Pero da cierta pena comprobar que todavía haya quien asocie catástrofes históricas como el estalinismo con estas líneas de pensamiento, como hizo en su día Richard Seymour en The Guardian. Conectar lo ocurrido a mediados del siglo XX en la URSS con una propuesta tan idealista y ambiciosa como esta, dentro del ámbito socioeconómico y filosófico en el que se mueve Bregman, me parece desacertado. Con amigos así, ¿alguien necesita enemigos?

Utopia for Realists apareció en castellano como Utopía para realistas en 2017, publicado por Salamandra, con traducción a cargo de Javier Guerrero Gimeno; i també en català (Utopia per a realistes, 2017), publicat per Empúries, amb traducció a càrrec de Marta Pera.

12 may 2025

Reseña: Rebel Island, de Jonathan Clements

Jonathan Clements, Rebel Island: The Incredible History of Taiwan (Brunswick, VIC: Scribe, 2024). 301 páginas.

Este fascinante libro del historiador británico asentado en Finlandia pone el acento en la larga historia de la isla de Taiwán, incluyendo la prehistoria, que desconocía por completo. Durante la última glaciación, la isla estuvo unida a la masa continental asiática. Hace unos 12 000 años, el deshielo inundó los valles y planicies, creando una tierra separada de China por unos 160 km. Durante cientos de años en la isla vivieron pueblos austronesios, los verdaderos indígenas de esta isla del Pacífico. Afirma Clements: «… la historia de Taiwán — en un sentido literal, el registro de sus sucesos y cultura por escrito — ocupa menos del dos por ciento del periodo en que ha estado habitada por los seres humanos. Un comentario de este calado sería cierto en relación con la mayoría de las otras partes del mundo, pero hay algunos lugares, y Taiwán es uno de ellos, donde el foco en la historia moderna entraña el riesgo de aumentar la marginalización de las voces y de la experiencia de los grupos étnicos que llevan viviendo allí más tiempo. En su reciente trabajo sobre las culturas indígenas, la arqueóloga Kuo Su-chiu señala lo apabullante que resulta ser un sentido desapasionado del tiempo profundo, y lo muy engañoso que es para la historiografía moderna el centrarse en las disputas entre chinos y japoneses, o los nacionalistas que creen que Taiwán es parte de China y los separatistas que desean que no lo fuera». (p. xiii, mi traducción)

El aislamiento, naturalmente, duró poco. Antes de la llegada de los colonialistas europeos (entre ellos los españoles, que ya habían llegado a lo que son hoy en día las Filipinas, y cuya presencia fue tan efímera como intrascendente), a la isla llegaron tanto chinos como japoneses que, por alguna u otra razón, iban huyendo de sus respectivas autoridades. Clements también documenta la presencia de contrabandistas y piratas en esos tiempos, si bien tanto la costa oriental como la occidental no ofrecían puertos muy seguros que digamos. Además, señala el autor en numerosísimas instancias, la gran mayoría de los registros históricos de esas épocas caracterizan a los pueblos indígenas de Taiwán como bárbaros a los que les gustaba cortar las cabezas de los invasores, y con quienes tratar era evidentemente una tarea peligrosa.

«En algún momento [de mediados del siglo XVI], la isla adquirió un nombre nuevo, cortesía de un grupo de recién llegados. Mercaderes portugueses, a la búsqueda de nuevas oportunidades en China pero rechazados por sus autoridades, exploraron el litoral de las islas cercanas, y posiblemente circunnavegaron Taiwán en su viaje de regreso a casa. Aunque no tuvieron una presencia duradera en la región, sí dejaron algunos nombres de lugares imperecederos. Pasando por las islas Penghu, observaron un buen número de embarcaciones de pescadores chinos fondeadas allí, y les dieron el nombre de Pescadores [tal como se conoce al archipiélago en varios idiomas]. Su formidable entusiasmo por la frondosa vegetación de la costa occidental de Taiwán, avistada desde la distancia, llevó a la inscripción del nombre Ilha Formosa (Isla Hermosa) en los mapas europeos posteriores». (p. 33, mi traducción)

Portugueses, holandeses, ingleses y franceses se acercaron a esta zona del planeta en busca de materias primas. Durante siglos hubo continuas migraciones desde el continente a la isla. En un interesante giro de la historia, también Japón contó con Taiwán como territorio de su imperio, entre 1895 y 1945. Clements recoge el testimonio de muchos historiadores que han señalado la modernización que la administración japonesa aportó, especialmente en la capital, Taipéi.

«Enfrentados a la inevitable victoria comunista en el continente, las autoridades nacionalistas empezaron a considerar un precedente histórico. Igual que Koxinga y los leales a la dinastía Ming habían huido para luchar en otra ocasión, ellos harían lo mismo. Y con el tiempo lo hicieron, junto con dos millones de sus seguidores, amasándose en la isla de Taiwán con una enorme oleada de refugiados hambrientos.

La evacuación de los nacionalistas desde el continente constituyó un logro notable, pero supuso un gran costo. Decidido a desviar tantas fuerzas comunistas como fuera posible, Chiang Kai-shek dio la impresión de estar planeando realizar la evacuación a Fujian, la provincia suroriental al otro lado del estrecho de Taiwán, bordeada por una cordillera de montañas que creaban una fortaleza natural. Para hacerlo, envió a algunos de los evacuados en la dirección incorrecta, con la vana esperanza de que pudieran ser rescatados más adelante. Se dieron además algunas extrañas prioridades entre los materiales que llegaron a Taiwán. Aunque miles de soldados y sus familias, así como innumerables cargamentos de armamento militar no llegaron a Taipéi, de alguna manera hubo sitio en los buques de evacuación para los tesoros del Museo del Palacio Nacional, junto con gran parte del oro del banco nacional y un cofre repleto de joyas confiscado a los supuestos quintacolumnistas de Shanghái» (p. 168, mi traducción). Una maravilla de reloj procedente de la colección del Museo del Palacio Nacional en Taipéi. Fotografía de Zairon.

La isla sirvió en dos ocasiones como refugio de emergencia para ejércitos chinos que escapaban de sus enemigos en China. La primera vez fue el líder de las fuerzas Ming, Koxinga, huyendo del ejército manchú. La segunda oportunidad es la m
ás conocida por el público en general: el general Chiang Kai-shek y los nacionalistas lo hicieron tres siglos después, acosados por los comunistas liderados por Mao. Unos dos millones de personas cruzaron el estrecho. Junto con sus familiares y sus pertenencias, los oficiales nacionalistas arramblaron con buena parte de los tesoros culturales de la capital china y otras ciudades. De hecho, el Museo del Palacio Nacional en Taipéi parece ser uno de los mayores atractivos para los muchos turistas del continente que visitan la isla.

El elefante llamado Lin Wang sirvió en las fuerzas chinas de la segunda guerra entre China y Japón (1937–1945). Después de la guerra, cruzó el estrecho y vivió en el zoológico de Taipéi hasta el año 2003.

Clements insiste en lo enormemente compleja que es la relación de China con la isla. La gran mayoría de la población es ya de origen chino (de la etnia Han), pero los pobladores autóctonos subsisten y la relación con ellos no siempre ha sido fácil. Es un lugar bastante fragmentado políticamente, con una innegable conexión cultural, social y económica con la República Popular China. Lo que depare el futuro respecto a su sistema político es imposible de decir.

La isla «… [es] un punto letal de estrangulamiento en la geopolítica moderna: el hecho de que economías enteras y consideraciones estratégicas dependan ahora no de mercancías como el acero y el petróleo, sino del control del mercado de circuitos informáticos integrados — un mercado en el que Taiwán es tan crucial en el siglo XXI como lo fue respecto al alcanfor en el siglo XIX. […] el iPhone 12 del año 2020, un producto vital tanto para los fabricantes chinos como los distribuidores estadounidenses, un aparato que no podría funcionar sin el microprocesador A14, que por entonces se fabricaba únicamente en la factoría de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). En medio de las tensiones relacionadas con el virus de la Covid-19, que causó por sí mismo trastornos sustanciales en la cadena global de suministro, el enfrentamiento en torno a Huawei sirvió para demostrar el crucial valor estratégico de Taiwán». (p. 242, mi traducción)

Un libro ciertamente deslumbrante y enriquecedor para quien, como yo, sabía bien poco de esta parte del mundo. Un dato muy interesante: como se suele decir con el castellano de Colombia, el mandarín de Taiwán es la forma más pura de la lengua. Si intentas aprendes el idioma allí, cuando vayas a China te van a reconocer enseguida el acento, dice Clements.

6 may 2025

Reseña: To Paradise, de Hanya Yanagihara

Hanya Yanagihara, To Paradise (Londres: Picador, 2024). 708 páginas.

El sistema educativo en el que estuve inmerso en la enseñanza primaria, hacia el final de la dictadura franquista, se sostenía sobre (lo que entonces eran) irrebatibles creencias religiosas, y por esa razón la idea de paraíso que buscaban inculcarnos era una fantasía completamente irrealizable en la Tierra. Transcurridas ya seis décadas de vida, me parece que haber desechado esa quimera ilusoria por principio está plenamente justificado. Pienso que el paraíso, si es que tenemos que aceptar o lidiar con la existencia del concepto, no es otra cosa que alcanzar un estado emocional.

Hasta la fecha, Yanagihara solamente ha publicado tres novelas. La más mediática y leída fue A Little Life (reseñada en este blog en 2016, con más de 5000 visitas, pero que, sorprendentemente, no ha merecido ningún comentario hasta ahora). La primera, The People in the Trees, la reseñé en marzo de 2014. To Paradise es un bicho raro de novela: son tres novelas en un mismo libro, cada una separada en el tiempo por un siglo. La primera parte se sitúa en la Nueva York de 1893, en un país, los Estados Unidos, dividido en varias confederaciones. La metrópolis neoyorquina es el escenario de las tres historias. En la primera, es la capital de los llamados «estados libres», donde el matrimonio de personas del mismo sexo no es solamente legal sino una costumbre de aparentemente larga trayectoria histórica y cultural.

Washington Square es el centro neurálgico de las tres secciones de To Paradise. Fotografía de Elisa.rolle 
La segunda parte nos traslada a unas tres décadas anteriores a nuestra época, alrededor de 1993. En esta historia figura un grupo de adinerados hombres homosexuales que celebran la cena de despedida a uno de ellos, que ha escogido poner fin a su vida tras conceder la derrota frente a una enfermedad no especificada. Pero el protagonista de esta segunda parte es un joven hawaiano. Largas epístolas de su padre, muy enfermo, revelan los enormes perjuicios socioeconómicos, lingüísticos y culturales causados por la colonización estadounidense del archipiélago. La autora pone el foco en los temas de la segregación racial, la explotación interesada y el pillaje de otras tierras y culturas: algo de muy candente actualidad para, por ejemplo, los actuales habitantes de Groenlandia.

El paraíso puede muy bien ser ese momento en que te deslizas sobre una tabla de surf. Turtle Bay, Oahu, Hawai'i. Fotografía de Steve Hedin. 

La tercera sección nos lleva a un futuro distópico y aterrador en 2083. Los estados libres se han convertido en una autocracia de corte fascista. Las recurrentes epidemias del siglo XXI, junto con los devastadores efectos del cambio climático (los personajes tienen que emplear trajes especiales para poder salir a la calle). En esta parte hay dos narradores: una joven mujer que sufrió los terribles efectos secundarios de una medicación contra los virus que la dejaron estéril y muy debilitada emocionalmente. El otro narrador es su abuelo, que cuenta el declive de la ciudad y la sociedad neoyorquina a lo largo del siglo y el progresivo deterioro político que conduce al estado policiaco de corte fascista, con campos de concentración a los que se interna a los enfermos para que mueran en ellos. Quien quiera leer algo en eso, que lo haga: en Australia se abrieron campos de aislamiento para quienes regresaban del extranjero durante los primeros dos años del Covid.

Uno puede preguntarse la razón por la que las tres historias, en su desenlace, apuntan a la promesa de una mejor vida, o quizás a ese sueño americano que – ciertamente para la mayoría de la clase media de los EE.UU.; definitivamente para los millones de emigrantes centroamericanos a los que el régimen quiere expulsar – ha devenido mera fantasía cuando no un absoluto engaño. Los protagonistas aspiran a encontrar un paraíso porque en sus vidas enfrentan obstáculos, trampas y prohibiciones.

Un aspecto muy llamativo es el hecho de que Yanagihara emplee los mismos nombres para muchos de los personajes de las tres partes del libro. Es un recurso caprichoso y, en mi opinión, completamente innecesario. La repetición de los nombres no parece sugerir nada, pues el nombre es realmente lo único que los personajes tienen en común.

Recapitulemos pues. Son 700 páginas que pretenden abarcar tres siglos. Paradójicamente, los cambios lingüísticos en el habla de los personajes, que cabría esperar en el idioma a lo largo de esos casi trescientos años, apenas suceden. Los hilos que unen las tres historias son tenues. La característica que ciertamente une a los tres protagonistas (uno por cada sección: dos hombres y una mujer) es la falta de confianza en ellos mismos.

Si ese escenario distópico y extremadamente nocivo de la última parte de la novela es lo que les espera a las próximas dos o tres generaciones, apaga y vámonos. Personalmente, To Paradise no ha logrado conectar conmigo. Tras las 700 páginas y los tres siglos, el estado emocional al que me ha llevado es la indiferencia.

Publicada en castellano por Lumen en 2022 con el título Al paraíso y traducida por Laura Martín de Dios y Laura Manero Jiménez, con 952 páginas.

3 abr 2025

Reseña: Shark, de David Owen

 
David Owen, Shark: In Peril in the Sea (Crows Nest: Allen & Unwin, 2009). 328 páginas. 

Tenía yo 15 primaveras cuando se estrenó en Valencia la película Jaws (Tiburón) de un jovencísimo Steven Spielberg, que fue naturalmente un éxito absoluto de taquilla. Algún tiempo después supe que el escualo de la película (un gigantesco tiburón blanco), que al final se comía a Quint (el tosco cazador de tiburones contratado por el alcalde de Amity) era en realidad un artilugio mecánico. No por ello dejaba de ser espectacular y, en cierto modo, aterrador.

La vida da muchas vueltas y dos décadas después me trajo a Australia, país que registra una de las mayores cifras de personas fallecidas o malheridas a causa de los infortunados encuentros con estos animales, normalmente sobre surfistas y nadadores. En alguna ocasión, la playa donde yo estaba ha sido cerrada tras el avistamiento de algún tiburón cercano a la orilla.

Este libro de Owen, publicado en 2009, es una especie de ‘minienciclopedia’, un detallado y minucioso estudio que incluye la gran mayoría de especies de los elasmobranquios (básicamente, tiburones y rayas). Una de las principales ideas que Owen enfatiza frecuentemente en el libro es el hecho de que es mucho más lo que no se sabe que lo que realmente se sabe sobre estos animales.

El primer capítulo aborda la polémica que rodea a los tiburones y los ataques a humanos. De hecho, Owen defiende el uso de la palabra “incidente” en lugar de referirse a los episodios en los que una persona sufre lesiones (o la muerte) como “ataque”. Algo de razón tienen los que proponen este término. La paranoia a la que dio lugar la película (no así el libro de Peter Benchley, quien, pese a ganar mucho dinero gracias a la película, siempre se mostró contrario a la subsiguiente sobrerreacción sensacionalista) queda desmentida por los datos: «Los ataques por parte de tiburones son, estadísticamente, muy raros y normalmente no son mortales.» (p. 6) En unos 450 años de datos sobre incidentes en todo el planeta, para 2009 su número total aproximadamente apenas superaba los 4000.

Nunca quiso hacerles daño. La contraportada de Jaws (1974), con una fotografía del autor, Peter Benchley.
Shark también recoge la historia de la presencia de los tiburones en la culturas de las sociedades indígenas (especialmente las australianas) y en la cultura europea en general. En tres capítulos Owen trata la evolución, clasificación y biología de las especies y realiza una descripción muy informativa de muchas de ellas.

Finalmente, el autor trata las importantes cuestiones de la (sobre)explotación del tiburón como recurso pesquero (por sus aletas) y de la muy difícil conservación de las especies que están en peligro de extinción. Cuando hay quien alerta de que los tiburones se están haciendo más listos, la idea de fomentar la conservación de estos animales podría parecer absurda para muchos: «La idea de que haya tiburones inteligentes puede sonarnos a trama de una película de serie B, pero resulta que Daly [marinero en barcos turísticos] está bien encaminado. Los científicos y las autoridades llaman el comportamiento que Daly describe la depredación del tiburón; la mayoría están de acuerdo en que parece estar en aumento.» (The Guardian, 22 de marzo de 2025)

Owen concluye Shark con un interesante capítulo en el que hace un somero repaso de la presencia y cómo se ha ido representando al tiburón en el arte y la literatura a lo largo de la historia, que podría haber ampliado sin duda.

«Es el pez más grande del planeta, y alcanza como mínimo los doces metros de longitud y un peso de quince toneladas. […] El tiburón ballena habita aguas calientes, y su ámbito se describe como ‘mundial’, pero se sabe tan poco sobre este tiburón que no hay realmente conocimiento alguno sobre su hábitat y el número de ejemplares. Con toda probabilidad, se trata de animal infrecuente. Fue descubierto a comienzos del siglo XIX, cuando un ejemplar terminó varado en las orillas de Table Bay, Ciudad del Cabo; hasta la década de 1980 se habían dado apenas unos pocos cientos de avistamientos del tiburón ballena, desde que ha habido estudios intensivos.

Este enorme animal cuenta con dos otras características diferenciadoras: las extraordinarias marcas de su piel y la cavernosa apertura de su boca. Los colores de la piel varían entre marrón y azul en la parte superior, y tiene un vientre blanco debajo. La parte superior de su cuerpo está recubierta de unas características rayas verticales y horizontales que crean un efecto de damero. Dentro de cada recuadro hay una mancha blanca cremosa. En la boca tiene cerca de 3000 dientes diminutos. Las fauces del tiburón ballena son tan gigantescas que, cuando se abre completamente, pareciera que desparece la cabeza por completo.» (p. 172-3, mi traducción) 
Tiburón ballena (Rhincodon typus) en el Flower Garden Banks National Marine Sanctuary, Golfo de México.

Fotografía de Elias Levy.
«No es ninguna coincidencia que la explosión de los estudios de investigación científica de los elasmobranquios se diera al mismo tiempo que la estigmatización cultural de la década de los setenta del gran tiburón blanco como la suma de todos nuestros temores. Mediante su dramática distorsión ficcional tanto en forma de libro como en la pantallas, este sumamente impresionante depredador alfa se convirtió en catalizador de una urgente reevaluación de cómo tratamos los humanos los océanos.

El gran tiburón blanco se distribuye mundialmente en aguas litorales templadas, aunque se desplaza también a zonas de aguas septentrionales y meridionales más frías. En tanto que especie migratoria que cruza y recruza las cuencas oceánicas, no es en modo alguno una especie exclusivamente ‘costera’. Algunos observadores creen que el tiburón tigre es el depredador alfa equivalente en aguas tropicales, y que su preferencia por temperaturas oceánicas diferentes asegura una competencia mínima entre ambas especies.» (p. 190-1, mi traducción)

23 mar 2025

Christian Kracht's Imperium: A Review

Christian Kracht, Imperium: A Fiction of the South Seas (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2015). 179 páginas. Trans. by Daniel Bowles.

The beginning is the end, and the end is the beginning. At least that is the case in Imperium, a half-fictitious, half-truthful narrative on the life and the death of one August Engelhardt, the German youth who in 1902 travelled to what today is Papua New Guinea, having decided that he was going to live his life as a nudist and an absolute vegetarian. His belief that sunlight and coconuts were sufficient to maintain his organism healthy, strong and in harmony with the universe had been enshrined in an 1898 manifesto titled Eine Sorgenfreie Zukunft (A Carefree Future).

Kracht rewrites his life an at times weird parody. While it echoes the turn-of-the-century imperial adventure novels by favourites of mine such as Conrad, Stevenson and Melville (whose works I must needs reread one day, I keep telling myself), Engelhardt the character is depicted in broad strokes, in episodic fractions with hardly any depth to them. Kracht indulges in the creation of a humorous tropical setting where mozzies, poverty, disease and white colonialist blokes are abundant. They may be clichés, only maybe – yet they are effective in leading towards the demise of the obsessive and pig-headed Engelhardt. The author delights in conveying the consequences of his resulting malnutrition and the many ailments that affect his body: loss of teeth, bleeding gums, ulcerous spots, unhealing wounds, parasitical infestations … you name it.

The real August Engelhardt in 1911. 

It is an apt allegory: Fanaticism corrodes reason and generates a rottenness not just in the body but also in the spirit. It is, after all, the Germany of the early 20th century and we all know what happened a hundred years ago. Nothing good came out of it.

The hapless Engelhardt buys an island and hires locals to develop a coconut plantation. His pretty much useless investment soon puts him in debt. He was probably already crazy in 1906, his body reduced to a skeleton, and by the second decade of the century he had become sort of a tourist curiosity. In Imperium, however, Engelhardt lives until the end of World War II, when US Navy officers find him on Kolombangara Island. His is “one heck of a story”; “Just wait ‘til Hollywood gets wind of this”. The officer who interviews him avers Engelhardt’s story will be in the pictures.

Hopefully someone in Hollywood will one day decide to film this story using Kracht’s acerbic lens, for it will be unmissable! Some of the episodes invented by Kracht in his narrative caused me to laugh out loud, even though they are actually gruesome and bloody. Like the deadly ending to the celebration of the wedding between Rabaul tycoon Queen Emma (who had sold the island to the nudist coconut eater) and Berliner musician Lützow.

Given its brevity and the fact that it is excellently researched, Imperium is a great read. Bowles’s translation is impeccable and reflects the author’s deliberately derisive attitude to the characters and the historical period. The ironies are delicious and generously scattered throughout its 179 pages; it is a comedy of imperialistic horrors in the South Pacific, not quite as frivolous as it could have been.

21 mar 2025

Reseña: America Last, de Jacob Heilbrunn

Jacob Heilbrunn, America Last - The Right's Century-Long Romance with Foreign Dictators (Nueva York: Liveright Publishing, 2024). 249 páginas.

En un supuesto giro de la política exterior de los Estados Unidos que, en realidad, no debiera sorprender a nadie, la nueva administración que ha tomado Washington al asalto (esta vez no de manera literal, como hace poco más de cuatro años) se abraza a un dictador en Moscú, desprecia sus más tradicionales alianzas con los países de Europa Occidental y embiste contra sus vecinos tanto al norte como al sur.

Publicado antes de las elecciones de noviembre de 2024, America Last: The Right’s Century-Long Romance with Foreign Dictators [América en último lugar: El centenario idilio de la derecha con los dictadores extranjeros] es un buen análisis de la estrecha relación que el partido Republicano ha tenido con los dictadores más sanguinarios y brutales del siglo XX, conexión que persiste en esta tercera década del XXI con personajes ultraconservadores actuales que, pese a haber sido elegidos en las urnas, hacen gala de modos antidemocráticos represivos con quienes expresan o muestran su diferencia.

Heilbrunn sitúa el inicio de esa afinidad ideológica en los albores del siglo XX y el Kaiser Wilhelm II. El imperialismo alemán de esa época (esencialmente no tan disimilar del que está argumentando el nuevo inquilino de la Casa Blanca) contó con muchos apoyos entre escritores de origen teutón como H. L. Mencken.

H. L. Mencken. Fotografía de Mrmencken.
Una década después, el golpe militar que terminó dándole el poder durante 40 años a un ridículo pero brutal militar tras rebelarse contra el gobierno democrático de la II República española fue aplaudido entusiásticamente por sectores de la derecha estadounidense. Además de Mencken, siniestros personajes como Merwin K. Hart o William Frank Buckley Jr. declararon públicamente su admiración por Franco y jalearon el importante papel que el dictador otorgó a la Iglesia Católica en la represión de la población que sobrevivió a la Guerra Civil. También Salazar, Mussolini y Adolf Hitler contaron con defensores y admiradores en los EE.UU.

La razón que frecuentemente argüían los ideólogos para justificar sus indefensibles apoyos a toda esta lista de dictadores era que plantaban cara al comunismo. El mismo argumento siguió utilizándose para justificar la mayoría de las guerras de la segunda mitad del siglo y el establecimiento de las dictaduras militares en Latino América. El ejemplo más pestilente podría ser el de Pinochet, si no fuera porque en casi todas las repúblicas centroamericanas la política exterior de Washington en las décadas de los 50, 60 y 70 se puso como objetivo apuntalar regímenes atroces que no respetaron los derechos humanos en ningún momento. El dominicano Rafael Leónidas Trujillo, alias El Jefe, constituye un ejemplo infame. La descarada intrusión en los asuntos políticos de otros lejanos países incluyó también países de África y Asia, por supuesto.

Asegura Heilbrunn que la corriente aislacionista y proteccionista que se ha vuelto imponer reutiliza los mantras de esos mismos ideólogos, comentaristas y teorizadores políticos del siglo XX. Sus objetivos comienzan a apreciarse con meridiana claridad, igual que la blanca patita enharinada del lobo en el cuento de los siete cabritillos. Según el autor, el eslogan ‘America First’, como buen ejemplo del Doublespeak, en realidad significa ‘America Last’ cuando los republicanos demuestran su apoyo a dictadores de cualquier signo. Es un botón de muestra de la deleznable impostura que debiera ser escudo de armas del partido. Todo imperialismo es por definición un fascismo; el mayor riesgo para la libertad en todo el mundo es que la coalición de oscuros intereses entre lo que alguien ya ha bautizado como ‘élite cognitiva’ de Silicon Valley y el aparato político de Washington utilice las herramientas de la IA y el aterrador poder militar del país para imponer sus tesis por la fuerza.

«Aun con toda la emoción que Mussolini y Hitler generaron en la derecha, había otro dictador en Europa a quien muchos conservadores admiraban. El 17 de junio [sic] de 1936, unos nacionalistas españoles llevaron a cabo un golpe de estado contra la Segunda República, elegida democráticamente, desencadenando una guerra civil. La guerra entre los leales a la República y los nacionalistas se convirtió en cause célebre para la izquierda y la derecha estadounidense. El conflicto, que de alguna manera hizo las funciones de ensayo general para la Segunda Guerra Mundial, atrajo tanto a la Alemania nazi como a la Unión Soviética. Hitler y Mussolini ayudaron al lider nacionalista, Francisco Franco, igual que hizo el Papa Pío XI. El Papa, implacable enemigo del liberalismo, describió a Franco como un luchador por la libertad contra el comunismo impío, incitando a muchos católicos norteamericanos a seguir su ejemplo. El objetivo primordial de los partidarios estadounidenses de Franco era presionar a Roosevelt para que mantuviera las Leyes de Neutralidad que había firmado en 1935 y 1936, asegurando con ello que las fuerzas leales a la República no pudieran recibir armas de los EE.UU. ni siquiera cuando voluntarios de izquierdas se alistaron en la que popularmente fue conocida como la Brigada Abraham Lincoln para luchar junto a los republicanos.» (p.84-5, mi traducción)  

3 mar 2025

Reseña: A Thousand Moons, de Sebastian Barry


Sebastian Barry, A Thousand Moons (Londres: Faber & Faber, 2020). 251 páginas.

Si todavía no has leído la novela de Barry Days without End, que precedió a esta en tres años, es mejor que dejes de leer esta reseña. A Thousand Moons continúa la historia de los protagonistas de Days without End, el irlandés Thomas McNulty y el mestizo John Cole, que al final de la historia narrada en la primera novela se han asentado en una plantación de tabaco de Tennessee propiedad de Elijah Magan. En la casa conviven los dos exsoldados (con su hija sioux, Winona), el propietario Magan y dos exesclavos, la cocinera Rosalee Bouguereau y su hermano Tennyson, además de otros peones.

Son tiempos difíciles. Si bien es cierto que la Guerra de Secesión ha terminado, no lo es menos que para los Confederados no lo ha hecho (y, dada la situación sociopolítica actual en los EE.UU., podría decirse que la conflagración del siglo XIX mantiene vivos ciertos rescoldos bajo una apariencia de normalidad democrática). En A Thousand Moons, sin embargo, la protagonista principal y la voz narradora es Winona, cuyo nombre en lakota, su lengua materna, era una flor, ‘Ojinjintka’, la rosa.

Han pasado varios años y Winona se ha hecho mujer. John le dio a su hija una excelente educación. Sabe leer, escribir y llevar las cuentas, por lo que pronto consigue trabajo en las oficinas de un abogado del pueblo, el Sr. Briscoe. La vida en la granja y en Paris, en la parte occidental de Tennessee, no está libre de peligros. El principal para Winona, Cole, Rosalee y Tennyson es el racismo. Nos dice Winona que, en la mente de muchos de los sureños derrotados, asesinar a una persona india no es un delito porque esa persona, para ellos, no es persona. Es nada.

Hay un jovencito de origen polaco en Paris, Jas Joski, que corteja a Winona. Una noche ella es víctima de una brutal violación. No sabe quién ha sido. Sus padres adoptivos quieren justicia, pero sin pruebas es difícil conseguirla. Días después, es Tennyson quien sufre un violento ataque que casi lo lleva a la tumba.

Una vez recuperadas las fuerzas, Winona decide investigar por su cuenta. Se corta el pelo y se viste con ropas de hombre. Montada en una mula, sigue a las tropas federales que buscan acabar con los rebeldes sureños. Es así como conoce a otra joven india, Peg, a quien está a punto de dejar morir después de que Winona reciba un disparo de ella. Pero ese encuentro fortuito se convierte en el comienzo de una gran historia de amor.

¿Hay justicia para todos? El edificio del Juzgado del condado de Henry en Paris, Tennessee.

Cuando Joski aparece muerto a cuchilladas, todos los indicios apuntan a Winona, que es arrestada y sentenciada a muerte. Siendo de raza india, Winona no tiene ni un atisbo de esperanza de que la justicia blanca no la vaya a ejecutar.

Como ya me sucedió con Days without End, Barry me ha hecho disfrutar de la historia y de cómo está contada. Es una novela en la que el lector va a deleitarse por un lado con su lirismo y lo coloquial de la expresión de Winona, pero no esquiva para nada la brutalidad y la crueldad de los episodios violentos que sufren los protagonistas. Tiene un enorme mérito que la creación de una voz como la de Winona sea plenamente convincente.

A Thousand Moons (una expresión de la mitología nativa americana para referirse a un largo tiempo) la publicó en castellano la editorial AdN (Mil lunas) en 2021, con traducción a cargo de Susana de la Higuera Glynne-Jones.

22 feb 2025

Reseña: Godwin, de Joseph O'Neill

Joseph O'Neil, Godwin (Londres: 4th State, 2024). 277 páginas.

El llamado deporte rey es el motivo empleado como telón temático de fondo de esta peculiar obra del turco-irlandés O’Neill. Y en realidad, es un pretexto para crear una deliciosa novela a dos voces con una intención de denuncia del colonialismo contemporáneo que es la industria internacional del futbol profesional.

Aviso: esta reseña contiene spoilers. El año es 2015. Mark Wolfe trabaja como escritor técnico dentro de una cooperativa. Lo suyo es escribir solicitudes para becas de investigación, literatura médica, guías de consulta y referencia técnica, etc. Pero hay que no termina de compensarle, y se enfrasca en una fuerte discusión con el conserje.

En verdad, Mark está padeciendo ese hastío inherente a la percepción de que el mundo se encuentra colmado de estupidez: «Me refiero a la estupidez moderna, o sea, una estupidez que es intencional, comunicable y extrañamente codiciosa, y que está aumentando en todas partes a tal ritmo que a veces pienso que no son únicamente los polos glaciares los que se derriten: hay también un continente indetectable de estulticia congelada que se está fundiendo». (p. 17, mi traducción)

La Cogerente de la cooperativa, Lakesha, le sugiere que se tome un par de semanas de asueto y descanso. El momento coincide con una llamada de auxilio de su medio hermano Geoff, que vive en Londres y que sueña con convertirse en ojeador, descubrir al siguiente Messi y ganar una fortuna que le permita vivir de rentas para el resto de su vida.

Aunque Mark no se habla con la madre de ambos, accede a cruzar el Atlántico y echarle un cable al hermano, quien se ha roto una pierna y no puede viajar. La misión de Mark es sencilla: Ir a Francia, encontrar a un viejo ojeador de futbol llamado Lefebvre y mostrarle un video de un partido en el que se ve a un quinceañero de Togo al que llaman Godwin. Lefebvre tiene que confirmar que se trata de Godwin, ese portento futbolístico del que creen que obtendrán una fortuna en un futuro.

Lefebvre le asegura a Wolfe que Didier Drogba fue su gran descubrimiento.
Drogba con la camiseta del Chelsea el día 23 de agosto contra Leicester City. Fotografía de Brian Minkoff-London Pixels. 
Una vez en Francia, tras varios episodios que le confirman su creencia del estado general del mundo en la segunda década del siglo, Wolfe cree detectar que el francés ha reconocido al prodigio togolés, firma un contrato con Lefebvre y se dispone a embarcarse en la aventura de viajar a Benín, no a Togo, con Lefebvre. Cuando despierta a la mañana siguiente, Lefebvre ha desaparecido. También el contrato que habían firmado la noche anterior, de gran consumo etílico, por cierto. De manera que decide regresar a Pittsburgh.

Entretanto, en la Cooperativa se ha producido una remodelación en el esquema de liderazgo. Sin comerlo ni beberlo, Mark se convierte en Gerente, junto a Lakesha, gracias a los votos por poder que ha conseguido Edil. Ella encarna la maldad, según Lakesha. Poco después, Edil acusa a ambos cogerentes de prácticas corruptas. Si crees que el argumento se va por los cerros de Úbeda, no temas: la narración de Lakesha es tan absorbente como la de Mark. Y todo va a confluir de una modo inesperado.

Transcurrido cierto tiempo, Lefebvre un atardecer aparece en Pittsburgh y llama a la puerta de la casa de Mark y su esposa Sushila. Lo que sigue es un largo, a ratos hilarante, capítulo narrado por un irritadísimo y cáustico Mark. El francés habla y bebe, bebe y habla, y habla un poco más. Tras una larga arenga sobre la pobre situación del futbol en los EE.UU., lo malo que es el futbol femenino, sus muchos viajes a África y sus grandes conocimientos de la historia del balompié, procede a contarles que sí, que encontró a Godwin, en Benín. Que es tan bueno como suponían tras ver aquel video. Y que ha sido la madre de Mark, Faye, y su hermano Geoff, quienes se les han adelantado en el fichaje del muchacho.

La sorpresa mayúscula es que, para poder llevar a Godwin a una academia de futbol donde el chico se desarrolle como futbolista y persona, la madre lo ha adoptado.

En la parte final es Lakesha la que cuenta el cómo, el cuándo y el porqué de que sea ella quien finalmente se convierte en tutora pro tempore de Godwin. Toda la familia Wolfe muere en un accidente de aviación camino de Benín, Lefebvre se hace cargo de Godwin y Sushila convence a Lakesha para que participe en el proceso de convertir a Godwin en jugador de futbol.

El tema subyacente es, naturalmente, la explotación colonialista del capital humano de jóvenes cuyas destrezas los hacen candidatos para una explotación cruda. La realidad es que son muchísimos los jóvenes del tercer mundo que sueñan con triunfar en las grandes ligas europeas, pero solamente un par de puñados de ellos se hacen verdaderamente ricos. El futbolista es mercancía humana. Wolfe cree ver en Godwin una oportunidad de aventura, una escapada que le signifique su granito de arena para reducir esa estupidez planetaria que desprecia, pero cae en la tentación que crea el dinero fácil del legado postcolonial que supone la explotación de esos jovencísimos jugadores. O’Neill hábilmente sitúa el lugar donde Lefebvre encuentra a Godwin en la misma playa donde apenas doscientos años antes los esclavistas cargaban los barcos con destino a América repletos de jóvenes africanos capturados.

Un libro audaz y brillante, una historia bien contada, en parte con un humor agrio, en la voz de Mark Wolfe, y en parte con fría seriedad, en la voz de Lakesha. De momento, no ha sido traducido.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 365 días/Most-visited posts last year

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia