La razón de ese
abandono es lo de menos, pues cada lector es libre de decidir si quiere seguir
o no leyendo lo que tiene entre sus manos. Murnane escribe lo que escribe, mucho
más para sí mismo que para sus potenciales lectores. Ahí estriba lo que
resulta, a fin de cuentas, sumamente paradójico en la obra de Murnane: el autor
escribe de/desde su mundo interior (insiste hasta la saciedad que el “mundo
real” no forma parte de su ficción). Su escritura es siempre una propuesta de
puente que brinda una entrada mediante la lectura, pero es siempre el autor
quien dicta los términos. Quizás citando un fragmento (de ‘Boy Blue’) se
entienda lo que quiero decir:
“Esta es una
historia acerca de un hombre y su hijo y la madre del hombre. Al hombre recién
mencionado se le llamará en esta historia el hombre o el padre; al
hijo recién mencionado se le llamará en esta historia el hijo o el hijo del
hombre; a la madre recién mencionada se le llamará en esta historia la madre o
la madre del hombre. Se mencionarán otros personajes en esta historia, y cada
uno de esos personajes se distinguirá de los demás personajes, pero ninguno de
los personajes tendrá lo que pudiera considerarse un nombre por parte de
cualquier persona que lea u oiga la historia. A toda persona que lea estas
palabras u oiga estas palabras leídas en voz alta y desee que los personajes de
la historia tuvieran cada uno un nombre se le invita a considerar la siguiente
explicación, pero a recordar al mismo tiempo que las palabras de la explicación
forman parte de esta historia.
Estoy escribiendo
estas palabras en el lugar que muchas personas llaman el mundo real. Casi todas
las personas que viven o han vivido en este lugar tiene o ha tenido un nombre. Cada
vez que una persona me dice que él o ella prefiere que los personajes de una
historia tengan un nombre, supongo que dicha a persona le gusta fingir, cuando
está leyendo una historia, que los personajes de la historia están viviendo o
han vivido en el lugar donde esa persona está leyendo. Otras personas pueden
fingir sea lo que sea que quieran fingir, mas yo no puedo fingir que algún
personaje en una historia que yo u otra persona haya escrito sea una persona
que vive o ha vivido en el lugar donde me hallo sentado escribiendo estas
palabras. Considero que los personajes de las historias, incluida la historia
de la cual es parte esta oración, están en el lugar invisible que con
frecuencia denomino mi mente. Me gustaría que el lector o el oyente advierta que
he escrito la palabra están y no la palabra viven en la oración
previa. (de ‘Boy Blue’, p. 284, mi traducción)
Murnane abre por
lo tanto una ventana al lector, pero la construye a su manera y es tan estrecha
que quien le lee está siempre constreñido por sus condiciones. Su escritura es mera
autoficción, en el sentido de que nunca se evade de su propio mundo interior y
recalca su intrínseca naturaleza ficcional.
El volumen ayuda,
por otro lado, a entender mejor la trayectoria literaria de este singular (e
inclasificable) autor australiano. Los temas son recurrentes: resurgen en sus
relatos de la misma manera que aparecen en sus novelas: las combinaciones de
colores de los jinetes en carreras de caballos que tienen lugar en el hipódromo
de su imaginación. Libros cuyo contenido se olvida y reaparece en forma de
imagen o sensación de haber creado una imagen en el momento de su lectura.
Imágenes de paisajes inventados de lugares nunca visitados o solamente vistos
en películas o en sellos filatélicos.
No es fácil
explicar cómo es la obra de Murnane a quien no lo haya leído. En el relato
titulado “In Far Fields” narra cómo se ve a sí mismo realizando una descripción
de su mente a una estudiante en su curso de escritura creativa: “Durante los
años mencionados en el primer párrafo de esta obra de ficción, a veces les
decía a uno u otro de mis estudiantes en mi despacho que cualquier persona a
quien le pagasen por enseñar a otras personas cómo escribir obras de ficción
debería poder escribir, en presencia de una o varias de esas otras personas, la
totalidad de una obra de ficción nunca escrita previamente y explicar al mismo
tiempo qué había supuestamente causado que cada una de las oraciones de la obra
fuese escrita tal como había sido escrita. Entonces escribiría una oración en
una hoja de papel. Luego le leería la oración en voz alta a mi estudiante.
Luego le explicaría a mi estudiante que la oración era el relato de un detalle
de una imagen en mi mente. Explicaría además que la imagen no era una imagen
que yo hubiera visto recientemente en mi mente por vez primera ni una imagen
que yo viese en mi mente a largos intervalos, sino una imagen que veía en mi
mente con frecuencia. Explicaría que la imagen de la que yo había comenzado a
escribir estaba conectada por medio de fuertes sentimientos a otras imágenes en
mi mente.
Entonces pasaría
a decirle a mi estudiante que mi mente consistía únicamente de imágenes y
sentimientos; que había estudiado mi mente durante muchos años y en ella no
había encontrado otra cosa que imágenes y sentimientos; que un diagrama de mi
mente semejaría un mapa vasto e intricado de imágenes para sus pequeños pueblos
y con sentimientos por las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos
que hay entre los pueblos. Cada vez que hubiese visto en mi mente la imagen de
la que había comenzado a escribir justo en ese momento, le diría a mi
estudiante, había sentido esos fuertes sentimientos que conducen de esa imagen
lejana hacia la campiña repleta de pasto de mi mente y hacia otras imágenes,
incluso si pudiera no haber visto todavía ninguna de esas otras imágenes. No
dudaba, le diría a mi estudiante, que uno tras otro detalle de una tras otra de
esas otras imágenes aparecería en mi mente mientras seguía escribiendo acerca
de la imagen de la que había comenzado a escribir en la hoja de papel que tenía
ante mí.” (‘In Far Fields’, pp. 218-9, mi traducción)
Las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Entrada a Warrugul, Victoria. Fotografía de Mattinbgn. |
John Batman. Fotografía de Biatch |
“Ciertamente no teníamos motivos para quejarnos en aquel momento. Los hombres venidos de ultramar explicaron amablemente todos los detalles del contrato antes de que lo firmáramos. Por supuesto, había algunos asuntos menores que debiésemos haber cuestionado. Mas hasta los más avezados de nuestros negociadores se distrajeron al ver el pago que se nos ofrecía.
[…] Habíamos
reconocido una correspondencia casi milagrosa entre el acero y el vidrio y la
lana y la harina de los extranjeros y esos metales, telas y alimentos sobre los
que tan frecuentemente postulábamos y especulábamos, o con los que soñábamos.”
(‘Land Deal’, p. 45, mi traducción)
El relato se
publicó por primera vez en 1980. Es evidente que, en 2021, por el tema en el
que incide la técnica utilizada por Murnane no se sostiene. El mundo ha
cambiado mucho desde 1980. Quizás no tanto como quisiéramos, pero no podemos
dejar de aspirar a algo mejor.