George Saunders, Lincoln in the Bardo (Londres: Bloomsbury, 2017). 343 páginas.
“Cuando se pierde a un hijo, nunca tiene fin el tormento que un padre pueda autoinfligirse. Cuando amamos, y el objeto de nuestro amor es pequeño, débil, vulnerable, y ha confiado en nosotros y solamente en nosotros para su protección, y cuando dicha protección, por la razón que sea, ha fallado, ¿Qué consuelo (qué justificación, qué defensa) puede haber, acaso?Ninguno.La duda se exacerbará mientras sigamos vivos.Y cada vez que se afronte un momento de duda, volverá a surgir otro en su lugar, y después de ése, otro”. (p. 239, mi traducción)
Un inciso personal
que tiene relación con el tema de este libro. En su momento, no me di cuenta de
que la oportunidad de abrazar el cuerpo de mi hija muerta habría de ser la
última. Traumatizado, desorientado y exhausto, no me pasó por la cabeza que,
viéndola tendida allí, los ojos cerrados, su hermosa piel morena tumescente,
depositada en una camilla de un hospital extraño e impersonal, el trámite de reconocerla
iba a ser ese momento final de verdadera despedida, el instante definitivo. No
hubo otro.
Hace más de
ciento cincuenta años el Presidente Abraham Lincoln y su esposa perdieron a su
tercer hijo, Willie, víctima probablemente de la fiebre tifoidea. Fue el 20 de
febrero de 1862. En dos ocasiones Lincoln entró en la cripta donde estaba
Willie y sacó a su hijo del ataúd en el que estaba para abrazarlo. Y es este hecho
el que utiliza Saunders para escribir una de las novelas más innovadoras de los
últimos años.
Una figura triste, un corazón roto. |
Las diferentes
religiones abordan la cuestión del alma de modos diferentes. La propuesta
católica es, digámoslo sin tapujos, una patraña ridícula. Francamente, nadie
con un mínimo de sentido común puede creerse que haya un cielo y un infierno.
La propuesta budista, mucho más amable, nos habla del Bardo, un estado de la
existencia (que no de la vida) que nos situaría entre la muerte y la
reencarnación.
Budista
convencido, Saunders sitúa a Willie en el Bardo, y puebla la novela de
personajes residentes en el cementerio de Washington al que acude el destrozado
Lincoln. Son todos ellos seres humanos que no han aceptado la realidad de sus
muertes. Pero los niños, dicen los más veteranos, no deben permanecer mucho
tiempo en el Bardo. La irrupción del Presidente trastorna sobremanera a Willie,
que decide esperar el retorno de su padre una segunda vez.
Algo que tres moradores
del Bardo – Vollman, Bevins y el reverendo Early – ya avezados no pueden
consentir, pues es contra natura y un niño que allí se quede sufrirá lo
indecible. Saunders combina la narración de esta aventura (uso la palabra con
cierta precaución, aunque al fin y al cabo es una obra de ficción) con extractos
tanto apócrifos como reales de relatos y opiniones de la época. No hay que
olvidar que la muerte de Willie sucedió durante la Guerra Civil, y Lincoln
llevaba sobre sus hombros el peso de la contienda y el enorme dolor que la
muerte de tantos jóvenes causaba entre los estadounidenses.
La novela está estilizada
como si se tratase de una obra de teatro. Y es ese el gran triunfo de Saunders:
las voces de los moradores del Bardo son totalmente creíbles; sus dimes y
diretes van desde las confesiones más cándidas y sinceras (no comprenden qué hacen
en ese lugar, y continúan teniendo la esperanza de volver con sus seres
queridos) a los chascarrillos más cáusticos, irónicos y sarcásticos.
Aunque se trate
de la primera novela de Saunders, me parece absolutamente lógico que se llevara
el Premio Booker de 2017. El formato es arriesgado y aborda un tema que nunca es
fácil de disponer en una obra literaria. Pero Saunders, como hizo en su libro
anterior, el
fantástico volumen de cuentos Tenth of December, deja el listón muy
alto. Una deliciosa obra de arte: entretiene, te hace reír y llorar, te hace
disfrutar de las múltiples voces que pueblan ese cementerio, y por último es
convincente en la capitulación final de Lincoln cuando abandona la cripta al
final de la noche. Una capitulación que todo padre o toda madre que haya
perdido a su hijo o hija llevará dentro hasta el final de sus días.
Lincoln en el
Bardo. Traducción de
Javier Calvo. Seix Barral. 2018.
Lincoln al Bardo. Traducció a càrrec de Yannick Garcia. Edicions de
1984. 2018.