Héctor Abad Faciolince, El amanecer de un marido (Barcelona: Seix Barral, 2010). 221 páginas.
El cuento parece
haber sido durante mucho tiempo un género denostado, se le han impuesto
etiquetas como ‘género menor’, y hay quien barrunta que solo escriben cuentos
quienes son incapaces de escribir una novela. Estas disquisiciones
personalmente no me parecen importantes, puesto que como lector puede satisfacerme
tanto un buen cuento como una buena novela; pero la decepción que causa una
novela mala o mediocre es mayor, desde un punto de vista meramente cuantitativo,
que la que pueda provocar un cuento aburrido o poco ameno. Supongo que es la ventaja
de la brevedad del cuento.
No es infrecuente
que los volúmenes en los que se recogen cuentos de un mismo autor sobre
material. Los criterios editoriales se rigen cada vez más por el potencial de
ventas que por lo redondo y acabado que sea el producto, es decir, el libro. Algunas
excepciones que me vienen a la memoria serían el reciente Contes
russos de Francesc Serés, amén
de los ya clásicos Doce cuentos
peregrinos de García Márquez o los cuentos de Peter Carey en The Fat Man in History, por citar algunos
ejemplos.
Esta colección,
titulada El amanecer de un marido, de
Héctor Abad Faciolince, es un volumen de cuentos muy desiguales. Algunos son
cuentos bien estructurados, mientras que otros semejan más un cajón de sastre.
Hay cuentos en los que prima la ficción por encima de la realidad o las
vivencias del autor, y otros que son en realidad monólogos interiores de un
narrador demasiado transparente, tan autorreferencial que deja de ser cuento
para convertirse casi en crónica autobiográfica.
Los primeros
cuentos de El amanecer de un marido
ofrecen diferentes perspectivas acerca de un tema muy frecuente en la
literatura de fines del siglo pasado y la primera década del XXI: el fracaso y obsolescencia
del matrimonio como institución social. ‘La fiebre en Tolú’ cuenta las visiones
(quizás alucinadas por la fiebre) de un hombre cuya mujer disfruta de unas
vacaciones en la playa mientras él, postrado por la fiebre, se obsesiona con su
posible infidelidad. En ‘En medio del camino de la vida’, es en cambio una
mujer de mediana edad la que nos confiesa su decisión de abandonar a su marido,
para permitirle a él “quemar sus últimos cartuchos”. El siguiente cuento,
‘Memorial de agravios’, es uno de los más ambiciosos en esta colección: un
hombre, marido infiel y desafecto encuentra al llegar a casa a su mujer muerta,
suicidada, y una larga carta de despedida, llena de recriminaciones y
acusaciones. La carta, literariamente hablando, no es todo lo efectiva que
cabría desear – puede ser que Abad Faciolince busque reflejar tanto la realidad
en la ficción que ésta quede un poquito coja.
‘Alguien oculta
algo’ insiste en el tema de la infidelidad conyugal: un profesor de periodismo descubre
que su esposa le está engañando, y ofuscado por ello, casi pierde los papeles
durante la conferencia que debía dar durante su visita a una universidad venezolana.
‘Balada del viejo pendejo’ es otro monólogo en el que un hombre mayor, tras
descubrir por casualidad que su mujer lo aborrece hasta la médula, decide
desaparecer:
“Estoy en mi derecho. Tengo toda una vida por delante, puedo vivir ochenta, como mi propio padre. Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año y nadie es tan joven que no se pueda morir mañana mismo, eso leí hace tiempos. Y si me muero antes no me importa. No importa, nada importa. Que nadie me conozca para que nadie me odie. Voy a ser invisible a ver cómo me joden. Se acabó. No me van a joder, nadie me va a joder. Ya veremos qué pasa, ya veremos, este viejo pendejo se va para la porra y allá nadie lo encuentra.”
“I'm entitled to this. I’ve got all my life ahead of me, I may live up to 80, like my father. No one’s too old to live a year longer, and no one’s too young to die even tomorrow, I read that a while ago. And if I die before, I don’t care. It doesn’t matter, nothing matters. Where no one knows me, so no one can hate me. I’ll become invisible, and we’ll see how anyone can fuck me up. It’s over, red rover. They’re not gunna fuck me up, no one’s gunna fuck me up. We’ll see what happens, we’ll see, this old bugger’s gunna get lost, and no one will find him there.”
En algunos de los
relatos de El amanecer de un marido
falla una de las principales características de un buen cuento: la tensión
narrativa que se necesita para atrapar al lector y conducirlo hacia el
desenlace. Así, ‘El verbo divino’ me pareció un cuento tremendamente flojo,
tanto en su concepción (a un profesor universitario homosexual le da un
berrinche con diarrea incluida cuando descubre que un antiguo amor, compañero
de facultad, va a casarse con una mujer) como en su estructura y desenlace. En
‘Mantis religiosa’ un turista que vuelve a una ciudad italiana donde vivió hace
muchos años (otra referencia autobiográfica de Abad Faciolince) persigue a una
mujer sin saber que ha quedado atrapado por los encantos de una prostituta que
se exhibe en las iglesias para atraer a sus clientes; sospecho que este relato
habría ganado mucho con un punto de vista narrativo diferente, pero el autor
optó por hacer que el narrador hable en primera persona.
En otros relatos,
sin embargo, es el telón de fondo de la violencia en Colombia el rasgo más
llamativo: ‘La guaca’ cuenta el hallazgo de un enorme botín en oro y dólares
por parte de un hombre que adquiere la mansión de un narcotraficante
acribillado allí junto con sus invitados a la fiesta de fin de año. ‘Novena’
trata de la desesperación de un hombre secuestrado por la guerrilla, con el
trasfondo de los recuerdos de su niñez por Navidad. ‘Mientras tanto’ es un
conmovedor y elocuente monólogo del periodista que se sabe objetivo de los
asesinos, sicarios, paramilitares, narcos, estamentos militares y religiosos, y
que espera el momento de su muerte: “Tarde o temprano vendrán a por mí.” Pese a
su indudable valor como testimonio del miedo, dudo que ‘Mientras tanto’ debiera
haberse incluido en este volumen, pues no encaja de ninguna manera con el
resto.
De Abad Faciolince
solamente había leído Traiciones
de la memoria. Ya mencioné en esa reseña que uno se quedaba con la sensación
de que los dos últimos relatos de ese volumen eran un pegote que no encajaba en
el todo, y por ello el libro en su conjunto no terminó de convencerme. Tampoco El amanecer de un marido me ha convencido,
y los elogios que recibió en su día (especialmente en Babelia) me parecen exagerados y gratuitos.