19 dic 2025

Reseña: Dead Souls, de Sam Riviere

Sam Riviere, Dead Souls (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 2021). 301 páginas.

¿Te has preguntado alguna vez qué podría ocurrir en la industria editorial cuando la IA no solamente desempeñe las funciones creativas del autor o la autora, sino que sepa asimismo detectar el mínimo atisbo de plagio en una obra literaria sea ficción o no-ficción, poesía, drama, (auto)biografía o incluso una reseña y que quienes detentan el poder económico en el sector utilicen esos datos para acusar, acosar y condenar al que lo haya escrito? En Dead Souls (con ecos a la novela homónima de Gogol) el poeta y editor inglés Sam Riviere plantea que en un futuro ya no muy lejano un equipo de ingenieros informáticos desarrollan un Sistema de Análisis Cuantitativo y Comparativo (QACS, por sus siglas en inglés), un programa cuya mayor virtud es su nivel altísimamente sofisticado para detectar el plagio.

El QACS no solamente detectará extensos fragmentos compuestos de ciertas palabras o frases utilizados en obras ya publicadas, sino que además podrá identificar rasgos tan sutiles como “las intrigas de un argumento, la dinámica estructural de la narración y la perspectiva empleada, el equilibrio de las metáforas y la densidad del lenguaje descriptivo empleado, recursos retóricos tales como la repetición, la asonancia, la anáfora y el apóstrofe, las curvas del entrecruzamiento de personajes principales y secundarios y las pautas de los desenlaces, el ritmo y la ejecución de los diálogos, las leyes físicas de los mundos fantásticos, las distorsiones cronológicas e incluso las biologías de criaturas imaginarias. Los ingenieros también se habían fijado como objetivo la cualidad más elusiva, el estilo de la obra, que por fin podría definirse de manera objetiva” (p. 14, mi traducción).

(Aviso: el texto no tiene divisiones, ni puntos y aparte; son trescientas una páginas sin interrupción alguna, y por tanto exige cierta entrega y compromiso). El anónimo narrador de Dead Souls ha acudido a un festival cultural a orillas del Támesis. Allí inicia una conversación (que al lector le llega en estilo indirecto) con el director de una pequeña editorial. Por su cabeza, sin embargo, pasan muchas otras ideas, entre ellas que la poesía contemporánea es tan sumamente derivativa y artificiosa, tan fake poetry que cabría rebautizarla como fauxetry. En la conversación se menciona el caso de Solomon Wiese, un poeta que ha sufrido en carne propia el ensañamiento de QACS, hasta dos veces.

Después de llevar a cabo un recital de poesía de una poeta ucraniana que ha quedado retenida en el aeropuerto por razones que nunca conocemos, el narrador acude al bar de un hotel londinense, en el que están reunidos la mayoría de los poetas que han asistido al festival, y entabla conversación con Wiese, al que nadie da bola. Hete aquí el resto de la novela: un larguísimo monólogo de Wiese narrado por el anónimo editor. La rocambolesca historia de Wiese incluye traumas de niñez y juventud, su primera caída en desgracia cuando el QACS le atribuye un 96 % de plagio en uno de sus poemas, su asociación con una extrañísimo grupo clandestino que practica una especie de terrorismo literario, su huida al entorno rural al noreste de Londres, su asociación con un emprendedor que quiere popularizar a los poetas rurales, su triunfal regreso a Londres donde lleva a cabo recitales improvisados de poesía y la segunda caída en desgracia, cuando alguien transcribe las poesías y las pasa por el QACS, que las marca con el 98 %.

Es decir, en la novela no pasa realmente nada, excepto lo que Wiese le cuenta al narrador. Hay, no obstante, algunas nociones de interés: Wiese concibe la poesía como un área en la que el lenguaje se desvanece. De hecho, el mensaje que Dead Souls transmite es la proposición de que el mundo literario, tal como existe en tanto que gran negocio sea reducido a la nada, «nothinged», sugiere Wiese.

Puede no resultar fácil al principio enchufarte al ritmo implacable de la narración y su estructura de relato encajado dentro de un relato, a su vez también encajado dentro de otro relato, pero Dead Souls es una sátira estupenda en la que todos los personajes quedan retratados como narcisistas. Brinda una sintaxis enrevesada pero impecable. Además, su mordaz humor carga fuertemente contra el esencia pueril y egoísta de las redes sociales y contra el elitista mundo académico.

Por cierto, si estudias filología inglesa o alguna cosa similar y estás leyendo esto, aquí tienes una sugerencia para un trabajo de fin de carrera: un análisis de los usos de la letra cursiva en Dead Souls.

Me ha parecido sencillamente brillante. Un 10.

Fotografía de Plutoniqa en Wikicommons.

 «[…] De manera que lo que el programa alcanzaría al registrar todas estas variables y una multiplicidad de otras, frente a una multitud de categorías y subcategorías, era una taxonomía de todas las publicaciones literarias en ese idioma, representadas gráficamente de todas las formas posibles, comprobables mediante cualquier métrica, inteligibles a lo largo de cualquier eje, visualizadas en tablas codificadas por colores o en marcadas cuadrículas de un solo tono, tal y como las prefiriera quien las viera. Amigables diálogos entre dos enemigos acérrimos. Bancarrotas empresariales que degeneren en la criminalidad. Criaturas que fallezcan en las primeras veinte páginas del libro. Descripciones de la luz en el oeste de Escocia. Eventos que pongan el punto final culminante a la narración. Fuertes amistades que surjan tras un accidente. Gigantescas plantas de interior. Históricos personajes que se vistan con ropa del sexo opuesto. Incidentes puntuales de gran fortuna. Jerarcas escondidos en una chatarrería. Koalas que ataquen en manada al narrador de la historia. Luminosas descripciones de banquetes. Míticas criaturas de aspecto maligno pero que alberguen buenas intenciones. Norteñas ciudades europeas que puedan ser destino para una luna de miel. Ñiquiñaques de baja estofa. Ofensas imperdonables. Prendas de color púrpura. Quilombos que entorpezcan a la inteligencia artificial. Riesgos innecesarios a la hora de cruzar un puente. Sexo en lavabos. Traiciones cortesanas que impliquen al sobrino del rey. Usos de los viajes en el tiempo con el objeto de investigar filiaciones sospechosas. Visiones del niño Jesús. Westerns filmados en la Luna. Xenofóbicos tenderos en el barrio Salamanca. Yonquis rubios que se enamoren de una turista. Zoológicos que un director adopte como escenarios para sus estrenos. Etcétera. […]» (p. 14-15, mi traducción)

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