¿Te has preguntado alguna vez qué podría ocurrir en la industria editorial cuando la IA no solamente desempeñe
las funciones creativas del autor o la autora, sino que sepa asimismo detectar
el mínimo atisbo de plagio en una obra literaria —sea ficción o no-ficción, poesía, drama, (auto)biografía
o incluso una reseña— y que
quienes detentan el poder económico en el sector utilicen esos datos
para acusar, acosar y condenar al que lo haya escrito? En Dead Souls (con
ecos a la novela homónima de Gogol) el poeta y editor inglés Sam Riviere plantea
que en un futuro ya no muy lejano un equipo de ingenieros informáticos desarrollan
un Sistema de Análisis Cuantitativo y Comparativo (QACS, por sus siglas
en inglés), un programa cuya
mayor virtud es su nivel altísimamente sofisticado para detectar el plagio.
El QACS no solamente detectará extensos fragmentos compuestos de ciertas palabras o frases utilizados en
obras ya publicadas, sino que además podrá identificar rasgos tan sutiles como
“las intrigas de un argumento, la dinámica estructural de la narración y la
perspectiva empleada, el equilibrio de las metáforas y la densidad del lenguaje
descriptivo empleado, recursos retóricos tales como la repetición, la asonancia,
la anáfora y el apóstrofe,
las curvas del entrecruzamiento de personajes principales y secundarios y las
pautas de los desenlaces, el ritmo y la ejecución de los diálogos, las leyes físicas de los mundos
fantásticos, las distorsiones cronológicas e incluso las biologías de criaturas
imaginarias. Los ingenieros también se habían fijado como objetivo la cualidad
más elusiva, el estilo de la obra, que por fin podría definirse de manera
objetiva” (p. 14, mi traducción).
(Aviso: el texto no tiene divisiones, ni puntos y aparte; son trescientas
una páginas sin interrupción
alguna, y por tanto exige cierta entrega y compromiso). El anónimo narrador de Dead
Souls ha acudido a un festival cultural a orillas del Támesis. Allí inicia una conversación (que
al lector le llega en estilo indirecto) con el director de una pequeña
editorial. Por su cabeza, sin embargo, pasan muchas otras ideas, entre ellas
que la poesía contemporánea es tan sumamente derivativa y artificiosa, tan fake
poetry que cabría rebautizarla como fauxetry. En la conversación se
menciona el caso de Solomon Wiese, un poeta que ha sufrido en carne propia el ensañamiento
de QACS, hasta dos veces.
Después de llevar a cabo un recital de poesía de una poeta ucraniana que ha
quedado retenida en el aeropuerto por razones que nunca conocemos, el narrador
acude al bar de un hotel londinense, en el que están reunidos la mayoría de los
poetas que han asistido al festival, y entabla conversación con Wiese, al que
nadie da bola. Hete aquí el resto de la novela: un larguísimo monólogo de Wiese narrado por el anónimo editor.
La rocambolesca historia de Wiese incluye traumas de niñez y juventud, su
primera caída en desgracia cuando el QACS le atribuye un 96 % de plagio en uno
de sus poemas, su asociación con una extrañísimo grupo clandestino que practica
una especie de terrorismo literario, su huida al entorno rural al noreste de
Londres, su asociación con un emprendedor que quiere popularizar a los poetas
rurales, su triunfal regreso a Londres donde lleva a cabo recitales improvisados
de poesía y la segunda caída en desgracia, cuando alguien transcribe las poesías
y las pasa por el QACS, que las marca con el 98 %.
Es decir, en la novela no pasa realmente nada, excepto lo que Wiese le
cuenta al narrador. Hay, no obstante, algunas nociones de interés: Wiese
concibe la poesía como un área en la que el lenguaje se desvanece. De hecho, el
mensaje que Dead Souls transmite es la proposición de que el mundo
literario, tal como existe en tanto que gran negocio sea reducido a la nada, «nothinged», sugiere Wiese.
Puede no resultar fácil al principio enchufarte al ritmo implacable de la narración y su estructura de relato encajado dentro de un relato, a su vez también encajado dentro de otro relato, pero Dead Souls es una sátira estupenda en la que todos los personajes quedan retratados como narcisistas. Brinda una sintaxis enrevesada pero impecable. Además, su mordaz humor carga fuertemente contra el esencia pueril y egoísta de las redes sociales y contra el elitista mundo académico.
Por cierto, si estudias filología inglesa o alguna cosa similar y estás leyendo esto, aquí tienes una sugerencia para un trabajo de fin de carrera: un análisis de los usos de la letra cursiva en Dead Souls.
Me ha parecido sencillamente brillante. Un 10.

Fotografía de Plutoniqa en Wikicommons.

















