Si has visitado la ciudad de Sydney alguna vez, seguro que te habrás acercado
a lugares que en la actualidad llevan el nombre de un hombre muy singular,
Bennelong, a quien el azar llevó a unir su destino al del primer gobernador de la colonia británica
establecida en 1788 en estas tierras, el capitán Arthur Phillip.
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Retrato del capitán Arthur Phillip a cargo de Francis Wheatley (1786). |
Bennelong designa no solamente uno de los escaños del Parlamento Federal
australiano (lo ocupó
durante muchos años el conservador John Howard, que fue primer ministro desde
1996 hasta 2007). Es también el nombre de uno de los ferries que cruzan
a diario la bahía; y por supuesto, es también el nombre del punto geográfico más emblemático de la ciudad (y quizás de
toda Australia): Bennelong Point, donde se alza la Casa de la Ópera, la obra maestra arquitectónica del danés
Jørn Oberg Utzon que sigue atrayendo a turistas de todo el mundo más de medio siglo después de su
inauguración.
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Retrato de Bennelong a cargo de W.W., sin fecha. En la actualidad se conserva en la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur. |
También el nombre de Phillip se halla presente en los mapas australianos
actuales: entre otros, Port Phillip en Melbourne y Phillip Island en las
afueras de esa misma ciudad (estado de Victoria), donde anualmente se disputa
el Gran Premio de motociclismo de Australia; hay una calle (Phillip Street) en
el centro de Sydney; también un barrio aquí en la capital federal, Canberra, se
llama Phillip en su honor.
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Fotografía de Dietmar Rabich (2019) |
Este excelente libro explica la intensa relación de estos dos hombres de
dos culturas muy diferentes. Para contar la historia de ese encuentro, Fullagar
(aprovecho para recomendar también la lectura de su libro The Warrior, The Voyager and
the Artist) adopta un
enfoque que me parece valiente e innovador para la disciplina de la Historia:
empieza con la muerte y el entierro de ambos hombres. Bennelong falleció en
Sydney en 1813, mientras que Phillip murió en Inglaterra apenas un año más
tarde. El libro avanza mientras retrocede en el tiempo hasta el nacimiento de ambos.
«Contar la historia desde el final de las vidas de los hombres, retrocediendo hasta
sus comienzos, invierte el modo en que llegamos a la década de su tiempo que
más se ha narrado». (p. 6, mi traducción)
De hecho, el efecto que persigue la historiadora claramente
se contrapone (al menos en teoría) a la idea occidental de progreso como forma
narrativa situada en un marco conceptual mediado por la colonización como
proceso civilizatorio. En consecuencia, como lector es necesario hacer un esfuerzo por servirse de ese avance que
podemos llamar regresivo para luego mirar hacia adelante y examinar los sucesos
tal y como ocurrieron.
Bennelong y Phillip se involucraron de forma recíproca en sus vidas durante unos seis años.
El primero debía rondar los 24 años de edad cuando el segundo arribó con la llamada Primera Flota en 1788. El
momento decisivo para ambos tuvo lugar hacia finales de noviembre de 1789. Obedeciendo
las órdenes de Phillip, en lo
que hoy en día se llama Manly Cove, en el extremo nororiental de la bahía de
Sydney, un grupo de oficiales británicos secuestraron a dos jóvenes, Bennelong y
Colebee. El gobernador de la colonia había intentado sin éxito establecer una
comunicación con los clanes locales de los habitantes de la región. El hecho de
recurrir a la fuerza dice mucho del carácter de Phillip. Fullagar explora los
detalles de la vida del gobernador antes de fundar la colonia. Phillip era un
avezado marino y había servido como espía en la guerra contra Francia.
Todo lo que ocurrió después de ese incidente resulta fascinante, mas ha de
leerse en el contexto de la política imperialista británica del siglo XVIII. Bennelong
aprendió rápidamente la lengua inglesa y se convirtió en interlocutor,
posiblemente válido y
aceptado por los clanes locales; pasó mucho tiempo en la casa del gobernador y consumó su resarcimiento en respuesta a su
secuestro: Phillip fue herido en una escaramuza que probablemente urdió Bennelong un año más tarde, en el mismo
lugar donde lo habían secuestrado. También supo manejar los hilos necesarios para impedir que los
británicos se tomaran la justicia por su mano cada vez que sufrían ataques.
Como guinda a esa relación, en 1795 Bennelong viajó a Inglaterra (junto con su amigo Yemmerawanne,
que falleció a los pocos meses de llegar a Londres) acompañando a Phillip, con
escala en Rio de Janeiro. No sé tú, pero la decisión de alistarse
y emprender tal aventura me impresiona sobremanera. Pienso que debían de estar
asombrados por todo durante toda la travesía. Por cierto, ahí en ese viaje hay
una novela, para quien quiera escribirla.
Es indudable que Bennelong se arrogó el papel de diplomático, de representante de
los pueblos que habitaban la bahía de Sydney. Una vez en Londres, Bennelong vivió
decenas de experiencias que para un joven procedente de una cultura tan
diferente debieron ser extraordinarias. Del viaje a Londres no sacó gran cosa:
no hubo visita a Palacio ni hubo un atisbo de negociación política.
Al regresar a su tierra, Bennelong abandonó su papel de mediador y se apartó de la colonia. Phillip ya no era el
gobernador y quizás Bennelong ya había dejado de creer que la coexistencia con los
colonos era deseable. Si ese fue el caso, el tiempo le dio la razón, y con
creces.
En el libro, Fullagar hace especial hincapié en las mujeres y su presencia en
las vidas de ambos hombres. Mientras que Phillip se divorció de su primera esposa tras lo que fue un extrañísimo
matrimonio, en la sociedad de los Yiyura (también se los conoce como Eora) era
normal que un hombre se casara con varias mujeres. En la sociedad y la cultura local,
las mujeres desempeñaban un papel político que en la sociedad británica de la época
estaba prácticamente vedado. Fullagar presta especial atención a la primera y
la tercera esposa de Bennelong: Barangaroo y Boorong.
Las vidas de Bennelong y Phillip se entrelazaron de un modo que ninguno de los dos pudo haber imaginado nunca. Cómo se ha contado ese contacto, su desarrollo y las vicisitudes que los rodearon ha sido objeto de múltiples representaciones en forma de libros y exposiciones. El libro de Fullagar es un significativo aporte a una realidad innegable: Australia no ha terminado de contar la historia de su nacimiento y crecimiento como estado.
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El secuestro de Colbee y Bennelong, pintura de William Bradley. |
25 de
noviembre de 1789
Pese a sus frenéticos esfuerzos, a Bennelong y Colebee les pusieron en las
piernas unos grilletes de hierro, que a su vez estaban encadenados al bote. Les
parecía increíble. Los minutos previos habían sido de terror y caos. Todavía
podían oír las voces de sus amigos y familiares, que lloraban y gritaban desde
la orilla, pero el bote británico se había escapado limpiamente y se dirigía a
toda velocidad con rumbo sudoeste, hacia la temida colonia. En el bote iban cinco
captores de pálida piel con ellos. Daba la impresión de que su líder (el hombre
que más hablaba) lo estaba pasando casi tan mal como los cautivos. El Teniente
Bradley escribió horas más tarde que el doble secuestro resultó ser «verdaderamente
muy angustiante».
La captura no estuvo exenta de oposición. Tench y
Collins afirmaron que fue algo fácil, pero otros dijeron a los colonos les cayó
una lluvia de lanzas mientras empujaban el bote hacia aguas más profundas. Una
de las lanzas atravesó la vela, que estaba plegada, y otra dañó el casco de
popa; pero el contrataque no fue suficiente para impedir la captura. Los
colonos llevaban días planeándola. Cogieron totalmente por sorpresa a los
diferentes clanes de los Yiyura que aquel día estaban pescando en Gayamay.
Antes de empezar a arrojar lanzas contra el bote que
se daba a la fuga, las numerosas familias que estaban en la playa habían
chillado horrorizadas por lo que estaban presenciando. Los Yiyura no entendían
lo que era un secuestro. Resolvían sus diferencias por medio de la
confrontación directa, no desapareciendo a sus enemigos. Por encima de los
gritos se impuso una ráfaga de detonaciones que los colonos dispararon frente a
las protestas de los Yiyura, hasta que el bote se alejó de la ensenada.
Además del uso de la fuerza, la captura implicó el engaño. Bennelong y Colebee se habían acercado al bote de los británicos creyendo que los colonos querían regalarles dos hermosos ejemplares pescados. Para los Yiyura, el regalo de alimentos era una forma habitual de sociabilidad; fue cosa del azar que Bennelong y Colebee fueran los que vieron esa expresión de buena voluntad. Se encontraban entre los miembros con la edad suficiente para alejarse del grupo y arriesgarse a un encuentro. Se habían acercado a los británicos vadeando las aguas, desarmados, sin saber las consecuencias ulteriores que tendría este encuentro al azar. (p. 181-2, mi traducción)