Elizabeth Subercaseaux, La pasión de Brahms (Santiago: Sudamericana, 2016). 342 páginas.
La pasión de
Brahms ficcionaliza los
últimos días de la vida del compositor alemán en Viena, y mediante el uso de
dos narraciones complementarias: una en forma de diario confesional en primera
persona, en la que Brahms rememora su vida al tiempo que se enzarza con su ama
de llaves en banales discusiones. La otra está elaborada a base de episodios
históricos narrados en tercera persona, desde el nacimiento de Brahms en
Hamburgo hasta la despedida del compositor del público en marzo de 1897. Un mes
después moría a los 63 años.
Johannes Brahms. Fritz Luckhardt - Friedrich Nicolas Manskopf Portrait Collection, Biblioteca de la Johann Wolfgang Goethe University (Frankfurt am Main) |
No me cabe duda
de que la autora ha realizado una exhaustiva investigación sobre la vida de
Brahms. De hecho, la narración está salpicada de cartas y misivas, tanto de
Brahms como de otras personas que jugaron un papel decisivo en su vida. Son evidentemente
ficciones creadas a partir de los datos existentes sobre la vida del músico,
pero en los diálogos los personajes rara vez cobran vida en la imaginación del
lector.
La vida de Brahms
pica ciertamente nuestro interés y curiosidad. Subercaseaux opta por situar a
la familia en un barrio muy humilde de Hamburgo, e insiste repetidamente en
describir su infancia como la de un niño necesitado, que se veía obligado a
acompañar a su padre a tabernas, donde tocaba para ganarse unas monedas.
Algunos historiadores, sin embargo, disputan el dato de que los Brahms pasaran
por tan graves carencias económicas.
La novela sí
aborda la controversia entre las dos tendencias musicales de la época, y la pericia
que era necesaria para no crearse enemigos. Destaca la anécdota (no está
probado que sea cierta) del desaire que el joven Brahms le hizo a Franz Liszt,
dormitando en medio de una interpretación del maestro húngaro.
Subercaseaux, no
obstante, centra mucho más su atención como autora en la vida emocional de
Brahms, y su gran pasión por Clara, la mujer de Robert Schumann, gran
intérprete de piano. Uno de los momentos más genuinos se da en el entierro de
Clara, justo al comienzo de la novela, y en él se manifiesta el dolor de Brahms
ante la pérdida de la mujer a la que más amó en su vida: “El temor a perderte y
que el mundo siguiera existiendo sin ti me ha perseguido toda la vida. ¿Cuántas
veces me habré preguntado qué haría el día en que no estuvieras en ninguna
parte y yo no pudiera verte ni hablarte ni escribirte una carta? La respuesta
fue siempre «mejor morir».” (p. 10) Lo decepcionante es que el nivel de esas
primeras páginas no se mantiene en el resto de la obra.
La pasión de Brahms, Clara Schumann. Imagen de Elliott & Fry. |
Sin duda es a
través de la música como mejor se expresaba el compositor, y es por suerte algo
que los que seguimos vivos podemos reconocer y disfrutar. En un artículo para The
New Yorker, ‘Grieving with Brahms’, el crítico musical Alex Ross decía en
abril de este año de la música de Brahms: “Hay en su obra una enorme tristeza,
y sin embargo es una tristeza que resplandece en su comprensión, que alivia la
pesadumbre al compartir la suya propia. Es como si su música, en una extraña
manera, te escuchase a ti, incluso cuando tú la escuchas. En un tiempo en el
que un número anormalmente grande de gente está sintiendo lo que es estar de
duelo, yo recomiendo a Brahms, como guía y confidente.” (mi traducción)
La primera novela
de Subercaseaux que leo me ha dejado un tanto frío. Cuando uno se acostumbra a
leer novela histórica con magníficos ejemplares como Wolf Hall de HilaryMantel, por poner un ejemplo, de verdad que esto te defrauda una pizca. Hay asimismo
frecuentes faltas ortográficas en esta edición, incluso gazapos sintácticos de
bulto, como este: “Yo había empezado a escribir Un réquiem alemán un par
de años antes de la muerte de mi madre. En esa hora que estuve a solas junto a
su cuerpo disminuido entendí que sería mi obra para ella y para el maestro
Schumann. Se los dije en silencio.” (pág. 306)
Adagio, segundo movimiento del Quinteto para clarinete de Brahms, Opus 115.
Jerusalem String Quartet
Sharon Kam, clarinete.
Conciertpo en la Schubertiade del 27 de abril de 2013.
Me quedo con la
música. Sublime.