Eric Lundgren, The Façades (Nueva York y Londres: Overlook Duckworth, 2013). 216 páginas.
Las calles de una
ciudad son por lo general espacios abiertos, pero no es posible afirmar lo
mismo de los edificios que las componen. ¿No puede acaso ocultarse un misterio
tras la fachada de un edificio? Sí, pero depende mucho de quién nos cuente la
historia.
La ciudad en este
caso se llama Trude, un lugar ficticio en el medio-oeste estadounidense. El
narrador se llama Sven Nordberg, y su mujer Molly ha desaparecido. Ella es
cantante de ópera, él un mediocre empleado de un bufete de abogados. Tienen un
hijo, Kyle, que está pasando por la ‘crisis’ de la adolescencia.
Esta mítica Trude
fue en gran parte diseñada por un celebérrimo arquitecto austro-alemán, un tal
Klaus Bernhard. Pero la ciudad (y quizás esto sea lo más próximo a la realidad contemporánea
de los EE.UU.) ha caído en un terrible declive. Dos son los edificios de
Bernhard que más destacan: el centro comercial conocido como Ringstrasse Mall, una
curiosísima estructura de círculos concéntricos cuyo interior alberga un
laberinto y una torre, y un peculiar asilo, en el que vive la madre de Sven, y
que recibe el irónico nombre de Traumhaus.
Tras la desaparición
de Molly, Sven deambula por las calles de Trude buscándola sin éxito. Poco a
poco su vida empieza a derrumbarse a sus pies. Descuida la casa, su higiene
personal, su dieta, y por supuesto, la educación y la atención por su hijo Kyle.
Sven se convierte en el arquetípico perdedor, bebedor de vino peleón y fumador
empedernido. Y lo peor es que no tiene ni idea de por qué puede haberse
desvanecido Molly de su vida.
The Façades es una extraña novela: cuenta con un argumento tan
tenue y deslavazado que apenas se sostiene como unitario, y a Lundgren eso no
parece haberle importado lo más mínimo. Al contrario, diríase que es una
estrategia deliberada. Hay sin embargo una sutil ironía que suele ser rara entre
la mayoría de los narradores estadounidenses contemporáneos. En cierto modo,
Lundgren quiere ser un Pynchon del siglo XXI. Pero es demasiado pronto para
afirmar que este autor haya tomado el testigo del maestro.
La novela triunfa
en pequeños detalles y episodios. La interacción de Sven con una pareja de policías
que investigan la desaparición de Molly, por ejemplo. McCready y The Oracle (un
mote muy apropiado para un policía que resuelve sus casos a través de sus sueños)
produce momentos desternillantes. Por ejemplo, cuando se presentan en su casa la
mañana después de que Sven se pegue un revolcón con la chica de la panadería.
Sven explica que está lavando la ropa de cama, y McCready le responde que eso
no es un delito. Por ahora.
La atmósfera de Trude,
sumida en un invierno frío y gris, es apabullantemente opresiva. Se respira un aire a estado policial y fascistoide. Cuando el
alcalde decide cerrar todas las bibliotecas (provocando una gravísima crisis
social, nos cuenta Sven) los bibliotecarios se atrincheran en la Biblioteca
Central y la defienden con armas, hasta que El Oráculo (quién si no) tiene una revelación
nocturna que le sirve a la policía para reconquistar el último bastión de la
cultura. Algo de simbólico tiene este episodio, desde luego.
The Façades no engaña a nadie que busque pasar un rato
divertido leyendo una historia intranscendente. Lundgren nos ofrece una prosa bastante
original para contar una historia que no es tal historia. El desenlace, o más
bien la falta de éste, en definitiva, no nos importa, pues desde las primeras
páginas le va quedando claro al lector que no es ese el propósito del autor.
Son los detalles cuasi-absurdos
los que deleitan: el asilo, esa casa de los sueños en la que se obliga a los
residentes a escribir sus memorias y someterlas a evaluación. Si no provocan
una reacción determinada en el cuerpo de examinadores los residentes pueden ser
expulsados. La deserción de Kyle, que abandona el domicilio familiar para
unirse a un sospechoso grupo evangelista que promueve la quema de libros, de
recuerdos de la infancia, de todo lo que pueda ser una tentación.
Lundgren abusa en
algún momento del enrevesamiento gratuito de la trama, por ejemplo, cuando Sven
descubre el cadáver helado del periodista cultural del diario local (La Trompeta, LOL) y días después otro
tipo que dice llamarse igual que el periodista aparece en el estreno de la
nueva temporada de ópera. Son pistas falsas que no llevan a ninguna parte, como
casi todas las situaciones anteriores en que se ve involucrado Sven de alguna u
otra manera.
Entretiene, pero
no deslumbra. Y sus 200 páginas se leen en un santiamén. Pero, ¿dónde narices está Molly?
The Façades ya la publicó en castellano Malpaso en 2015 (Las fachadas), en traducción
de Esther García Llovet.