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26 dic 2023

Reseña: Silence is a Sense, de Layla AlAmmar

 

Layla AlAmmar, Silence is a Sense (Londres: The Borough Press, 2022). 247 páginas.

El comienzo de esta novela es intrigante: la narradora observa atentamente las ventanas de las torres del complejo residencial en el que vive y te cuenta qué es lo ve en cada una de las viviendas; mejor dicho, te cuenta lo que hace cada una de las personas a las que ve al otro lado de la ventana. Así, el primer capítulo se titula ‘No-Lights-Man’, un vecino que «se cambia de ropa, se bebe unos refrescos y unas sidras, y funde un poco de queso sobre las tostadas, y todo sin encender las luces». (p. 1; todas las citas del libro están traducidas por mí). ¿Por qué mata el tiempo esta mujer vigilando a sus vecinos? ¿Tiene miedo de alguno de ellos?

Unos párrafos más adelante, la narradora nos dice que tiene una caja en su cabeza, donde guarda las cosas que le resultan ser demasiado, las cosas que no tienen sentido: «Imágenes y sonidos y olores y texturas que languidecen en cajas, atiborradas y escondidas, apiladas en una habitación en mi mente. Llenan todos los rincones, suben por las paredes hasta arriba del todo, caja sobre caja, hasta el techo. A veces esa habitación se ensancha y se hincha igual que el vientre de una parturienta. Sus márgenes punzantes hurgan en mi mente. Casi nunca hay tranquilidad en ese sitio». (p. 2)

La mujer es una joven siria, concretamente de Alepo. Ha llegado a una ciudad inglesa que la autora no identifica. Desde su llegada, ha comenzado a estudiar una carrera. Sabemos que no habla nunca con nadie en público y que no lo hace por decisión propia; además, noes religiosa: rara vez acude a orar en una mezquita cercana. Sin embargo, cuenta con un excelente dominio de la lengua inglesa, pues escribe, y mucho. Bajo el seudónimo de Voiceless, la joven firma sus artículos para una revista en línea. Son piezas tan expresivas y espléndidas, redactadas en un estilo que se acerca tantísimo a la perfección, que algunos de sus lectores la acusan de no ser una refugiada de verdad, de ser un engaño.

No es Khan Younis en diciembre de 2023, pero podría serlo. Alepo, octubre de 2012. Fotografía de Voice of America.

Una importante parte de la trama (si es que se le puede llamar así) de la novela la forma la correspondencia de Voiceless con Josie, la editora de la revista digital. Mientras que Josie quiere que la joven siria deje de personalizar sus columnas (lo que significaría estrechar ese túnel por el que Voiceless podría enunciar las múltiples formas que ha adoptado el trauma de sus últimos meses en Siria y su larga huida por Europa), la editora prefiere artículos menos politizados en torno a lo que significa vivir bajo el estatus de refugiado en la Inglaterra de la segunda década del siglo XXI. El trasfondo político lo marcan los entonces recientes atentados de Manchester, Londres o París, por ejemplo. Escribe Josie:

«Estimada Voiceless:

He esperado hasta después de publicar tu último artículo para enviar esto porque no quería que pensaras que yo esperaba que cambiases de opinión en base a lo que estoy a punto de decirte. […] Lo que quiero decires que me preocupa que estés pasando por alto la violencia muy real e inequívoca que ha estado teniendo lugar en Gran Bretaña en los últimos meses. Al hacer tu declaración sobre la islamofobia y los refugiados, etc., me temo que quizás estés subestimando la horrible violencia que está ocurriendo en nuestras calles. Entre algunos de los compañeros de la revista se extiende la sensación de que puede que estés trivializando, o incluso hilando muy fino, al hablar de este tema.

En estos ataques ha muerto gente de verdad. Gente de verdad con familia, que tenían sus vidas, sus trabajos y sus amigos. Gente que estaban aquí la semana pasada y ahora, de repente, ya no están. […]

Estas son algunas de las cosas a tener presentes cuando redactes tus artículos en el futuro» (p. 126-7).

De modo que cuando Voiceless comienza a contar su propia historia, a Josie se le atraganta: «Estas, sí quiero publicarlas. No me malinterpretes. Pero quizás podríamos mitigarlas un poquito, o simplemente centrarnos en un episodio y desentrañarlo para los lectores». (p. 166)

Como si se pudiera temperar el trauma de la guerra, del terror de la represión política. De lo que son y significan los bombardeos indiscriminados en un barrio de una ciudad cualquiera como Alepo:

«Los bombardeos con barriles te matan. Estos bombardeos infernales que arrasan tu casa, tu tienda de la esquina, tu escuela y esparcen en el viento a miles de personas en cientos de miles de fragmentos infinitos. Los francotiradores situados en los tejados del lugar de trabajo de tu madre o de tu padre. Los guardas carcelarios con sus barras de hierro que utilizan para meterte el sometimiento a través de la piel mojada. Los traficantes y contrabandistas, los hombres desesperados. Esas son las cosas que te matan.» (p. 163)

Todavía tienen bien agarradas las riendas del poder, cada uno a su manera. La foto es del 21 de noviembre de 2017. Fotografía proporcionada por Kremlin.ru a Wikipedia Commons.
Al poner de relieve el mutismo oral de la narradora ante la sociedad, AlAmmar construye un relato verosímil, porque el trauma se expresa a través del silencio, y éste es mucho más que el vacío que otros leen en él: el silencio es, en el caso de Voiceless, un acto de habla. La escritura, al fin y al cabo, es un acto comunicativo que exige tanto la observación del lector como su empatía. AlAmmar escribe desde la posición de la empatía. Poseer excelentes dotes de observación le permite elaborar la narración de Voiceless y presentarla repleta de recuerdos, todos teñidos de violencia, de representaciones incoherentes y cuadros desquiciados, pero cuando la joven siria encuentra momentos de paz al escribir, el lenguaje es lirico y político al mismo tiempo.

Si ya era un libro necesario cuando se publicó por primera vez en 2021, ahora, en este año 2023 que se nos va, pienso que Silence is a Sense resulta incluso más urgente y que debiera traducirse a tantos idiomas como sea posible.

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