Bitter Springs (o Fuenteamarga, si se quiere). El olor a sulfuro procede de la putrefacción de larvas de insectos en el fondo.
La distancia desde Darwin hasta Alice Springs, la única ciudad (tiene unos 25.000
habitantes – todo es relativo) en el árido centro de Australia, es de cerca de
1.500 kilómetros. La carretera que las une es la Stuart Highway, que atraviesa
una extensísima superficie mayoritariamente despoblada (el Territorio cuenta
con área cercana al millón y medio de km2), en la que el viajero
solamente encuentra pequeños pueblitos o estaciones de servicio aisladas. Son
las llamadas roadhouses. Cuentan con
un bar-restaurante, en algunos casos habitaciones de motel y terrenos para
acampar o aparcar caravanas y pasar la noche. Cruzar el Territorio del Norte
tiene sus retos: por poner un ejemplo, la posibilidad de encontrarse algún
animal (sea ganado o sea salvaje) en mitad de una carretera donde los camiones
(road trains, de 3 y hasta 4 ejes
articulados, que pueden medir más de 55 metros) circulan a 130 km/h, si no más.
No hay muchos radares en mitad de ninguna parte.
Mataranka
La primera parada
la hago en Mataranka. La población (250 habitantes) ofrece dos lugares para el
baño, uno al norte (Bitter Springs, en donde las aguas huelen a sulfuro, aunque
no son de origen termal), y al sur, en Mataranka Homestead, Rainbow Springs. A
cierta distancia del diminuto centro urbano, Mataranka Homestead atrae a
viajeros con espectáculos del gusto de la clase media rural blanca australiana.
En la noche en que paré yo, una más que floja banda trataba de amenizar la
velada, cuyo colofón puso un virtuoso del látigo.
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Sobre la barra del pub en Daly Waters cuelgan sujetadores, calzones, fotos, billetes, gorras, etc. |
Desde Mataranka
la ruta sigue hacia el sur. Hacemos una breve pausa en Daly Waters, un pub típico del interior de Australia. La vegetación cambia paulatinamente, la distancia
entre árboles se amplía conforme el agua se va haciendo más escasa. Aquí
comienza el gran vacío, el enorme corazón ‘muerto’ de Australia, que Elliott (unos 300 habitantes) ejemplifica
perfectamente. Las distancias entre un lugar habitado y el siguiente son cada
vez mayores, y en algunos casos la idea de lugar habitado es algo sumamente
elástico. Una típica roadhouse como
Renner Springs, fundada en 1871 como avanzadilla de la línea del telégrafo que
habría de comunicar el norte y el sur del país, quizás cuente con una población
estable de cinco a diez personas.
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Hay quien viaja con estilo inconfundible. Un grey nomad en Daly Waters. |
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Renner Springs roadhouse. |
Tennant Creek
160 kilómetros adelante
la carretera cruza otro pequeño pueblo, Tennant Creek (unos 3.000 habitantes). El
lugar tiene un aspecto decrépito, casi tanto como Elliott. La mayoría de las pocas
tiendas que siguen operando tienen las lunas selladas con puertas o enrejados
de aluminio para evitar robos y vandalismo. A plena luz del día el lugar parece
siniestro, sombrío y falto de esperanza. ¿Quién sabe qué le deparará el futuro?
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En un lugar del Territorio de cuyo nombre no tengo ni idea... no vivía nadie ni había nada. Junto a la Stuart Highway. |
Karlu Karlu, o
The Devil’s Marbles
Cien kilómetros
más adelante, la carretera pasa junto a una anécdota geológica de indudable
significación cultural y espiritual para las comunidades indígenas locales.
Karlu Karlu (The Devil’s Marbles) pudiera simplistamente identificarse como la
Ciudad Encantada del Centro de Australia. Llego al Parque Nacional justo en el
momento que uno de los guardas se encuentra en plena discusión con un turista
de Victoria. El turista le está amenazando y menospreciando. El guarda le
explica que solamente cumple con su cometido. Al parecer, el victoriano había
tratado de filmar uno de los grupos de rocas desde el aire con su dron, para lo
cual es necesario el permiso pertinente, con el que obviamente no contaba.
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La erosión es caprichosa con las formas que crea. Karlu Karlu (The Devil's Marbles). |
A pocos
kilómetros de las Canicas del Diablo se halla Wycliffe Well, otra roadhouse y parque de caravanas. Su
origen es interesante: fue creado durante la II Guerra Mundial con el único
propósito de servir de huerta para las bases militares que Australia creó en el
Territorio del Norte tras el bombardeo de Darwin por la aviación imperial de
Japón. El sitio contaba con agua abundante y las tierras eran fértiles. Hoy en
día sobrevive como gasolinera, restaurante, tienda de comestibles y bar, además
de adjudicarse el extraño título de capital australiana de los ovnis y punto de
contacto con los extraterrestres.
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Barrow Creek Roadhouse. Según parece, Falconio y su asesino se enzarzaron en una nimia discusión en el bar. Para Murdoch no fue tan nimia: los siguió y les hizo parar en alguna parte al norte, y cuando Falconio bajó de la furgoneta, le disparó a quemarropa. |
Barrow Creek
La Stuart Highway
sigue rumbo al sur entre las vastísimas extensiones despobladas del outback. Cada tanto aparece tirado como
un pobre guiñapo el cadáver de alguna res muerta, sin duda a causa del
atropello de uno de los innumerables road
trains que vuelan, más que ruedan. No hay nada ni nadie en decenas de
kilómetros a la redonda, y es aquí, en algún lugar que nadie ha encontrado
todavía, donde quizás estén los restos mortales de Peter Falconio, mochilero
británico brutalmente asesinado mientras viajaba con su novia en una furgoneta en
julio de 2001. Joanne se salvó de una muerte cierta porque le dio tiempo a
esconderse entre matorrales y arbustos espinosos, y pasó allí una noche
terrorífica. Incluso en pleno día, estos inabarcables llanos no inspiran
demasiada confianza. Imaginar lo que puede sentirse en un lugar así en total
oscuridad y con un tipo armado que quiere cazarte no es nada placentero.
Stuarts Well
La Stuart Highway
cruza Alice Springs, donde será indispensable reponer la despensa antes de
proseguir el camino con rumbo sur y después al oeste. La ciudad se encuentra casi
encajonada en medio de las dos vertientes de las cordilleras MacDonell,
oriental y occidental. A poco más de 40 kilómetros, en el corazón de estas
viejas ondulaciones del suelo, se puede entrar a un increíble tajo en la
piedra, Standley’s Chasm. La montaña ha sido erosionada por el agua de un
arroyo a lo largo de los siglos, y el resultado es prodigioso. Las MacDonell
encierran muchos otros lugares fascinantes, pero si no cuentas con un vehículo
todoterreno no es recomendable adentrarse mucho en esta región. Retomamos la
Stuart Highway, y tras haber recorrido cerca de 550 kilómetros en un solo día,
ya es hora de detenerse y descansar.
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Standley's Chasm. Durante milenios, el agua ha cortado la piedra. |
Elegimos Stuarts
Well, una vieja estación en la antigua ruta de transporte que en el siglo XIX
atravesaba el centro de Australia. Para poder realizar la travesía se
importaron camellos y guías afganos, pues los caballos europeos no sobrevivían
al desierto. Adjunta a Stuarts Well, otra roadhouse
que incluye gasolinera, bar-restaurante y parque de caravanas, existe todavía
una granja de camellos. Los animales los siguen utilizando en pequeñas y no tan
pequeñas excursiones por el outback.
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La belleza de los paisajes y horizontes se traslada en forma de arte a las paredes. Obra de Adrian Robertson expuesta en la cafetería del Araluen Centre, Alice Springs. Tuya por $640. |
Es viernes noche,
y tras una opípara cena de rosbif con salsa y unas verduras, me dispongo a ver
el partido de footy. Pero el bar ha
sido ocupado por un numeroso grupo de grey
nomads. El alcohol los desmelena (a
ellas un poco más que a ellos) y pronto el griterío es ensordecedor, mientras
cantan (o mejor dicho, aúllan) las canciones de los 70 que escogen en una Rockola. Parece
que la noche va a ser larga para algunos. Pero no para mí.
El paso de los
días comienza a cobrarse un precio, el cansancio se acumula, pero antes de que
salga el sol ya estamos de nuevo en la carretera. Los colores de la tierra, los
pocos árboles y el cielo van cambiando de tonalidad conforme la luz del sol va
ganándole terreno a la noche. Por unos minutos los rayos del sol iluminan únicamente
las copas de árboles y los matorrales, produciendo un efecto extraño, casi
sobrenatural. Lo cierto es que todo en el outback
parece a veces ser, si no sobrenatural, extraño y hostil, tal como sugiere el
nombre: out (foráneo) y back (contrario). Todas las posibles
traducciones de la palabra al castellano resultan inadecuadas e imprecisas. Es
un lugar único e irrepetible.