Tom Phillips, Humans: A Brief History of How We F*cked It All Up. (Londres: Wildfire, 2018). 261 páginas.
En un lugar de Valencia de cuyo nombre me acuerdo perfectamente había una tarde de primavera dos adolescentes con un caja de fósforos. Que a los valencianos nos guste el fuego no es excusa para lo que uno de esos dos chicos hizo: encender un matojo de petorret*. En apenas segundos lo que había comenzado como un juego estuvo a punto de convertirse en un incendio. Por suerte, no fue el caso. Adivina quién era el chico de las cerillas.
Petorret en Punta de Capdepera, Mallorca. Fotografía de H. Zell. |
La
premisa principal de Tom Phillips en este libro suyo sobre los humanos queda
perfectamente expresada en el subtítulo: A Brief History of How We F*cked It
All Up, o lo que es lo mismo, ‘Una breve historia de cómo lo cagamos todo’,
sin ese asterisco que tanto parece emocionar a la autocensura anglosajona. El
libro es un compendio de los errores, desatinos, aberraciones, barbaridades y,
en términos más ramplones, grandes cagadas que los humanos han causado a lo
largo de los miles de años que llevamos dominando la vida en este sufrido
planeta.
Lo hace
en clave de humor, pues un tema tan serio como este merece realmente algo de humor. De lo
contrario, la demostración de que los seres humanos somos capaces de no
aprender de los errores cometidos década tras década o siglo tras siglo podría
conducir a cualquiera a la depresión. O a algo peor.
El
libro está dividido en diez secciones, y cuenta además con un prólogo y un
epílogo. En el prólogo Phillips apunta que contamos con “una notable capacidad
para cagar las cosas.” En la primera sección
trata de los errores que la propia evolución del animal que somos ha ocasionado,
achacando al cerebro humano la propensión a equivocarnos: “¿Cómo es que nuestro
singular modo de pensar nos ha permitido dar forma a nuestro mundo según
nuestros deseos de maneras increíbles, pero también tomar constantemente las
más rematadamente peores decisiones posibles pese a que está muy claro lo muy
malas ideas que son?” (p. 17, mi traducción) Esa primera sección Phillips la ha
titulado ‘Por qué tu cerebro es un idiota’.
Las demás
secciones refieren los desastres medioambientales que hemos causado y seguimos
causando por mor de la agricultura y la ganadería. O por cuestiones de política
y de liderazgo. También hay capítulos dedicados a las guerras, el colonialismo,
la diplomacia en manos de completos inútiles y, por supuesto, los numerosos desarrollos
tecnológicos fallidos y sus muy desastrosas consecuencias. El último capítulo
lleva por título ‘A Brief History of Not Seeing Things Coming’ [Una breve
historia de no ver lo que se nos viene encima], lo cual tiene definitivamente una
más que rabiosa actualidad.
El libro
ofrece una abundante cantidad de anécdotas históricas de fracasos, cagadas y descalabros
de todo tipo. Algunas ya me eran conocidas (la fabricación de los gases
refrigerantes clorofluorocarbonados, o la adición del plomo a las gasolinas; lo
curioso de ambos desastres es que fue, en cierto modo, un mismo hombre quien
los provocó: Thomas Midgley Jr.). Otros errores épicos más o menos ya conocidos
incluyen la suelta indiscriminada de conejos y de sapos de la caña de azúcar en
Australia.
Thomas Midgley Jr: Mientras ganemos más dinero, ¿a quién le importa lo que pase al planeta? |
Otras anécdotas
son menos conocidas, pero te provocan la risa por lo ridículas o absurdas que
fueron en su momento. Es el caso de Sigurd el Poderoso, que en el siglo IX retó
a otro caudillo, Mal Brigte, en un combate a muerte, con cuarenta guerreros en
cada bando. Pero el listillo de Sigurd se trajo ochenta hombres consigo. Qué cabrón, me ha parecido que te he oído decir.
Por supuesto, toda una falta de honradez, pero podríamos añadir
acto seguido que, en este sentido, bien poco ha cambiado la humanidad. El caso
es que Brigte perdió la batalla y también la cabeza. Tras decapitarlo, Sigurd anudó
la chola del perdedor a la silla del caballo y se fue a casa a celebrarlo. Por
entonces no se celebraban rúas, ni acudían en masa a Cibeles o parajes similares.
En su victorioso regreso al hogar, los incisivos del difunto le hicieron una
herida en la pierna al gran guerrero nórdico. A los dos días, a causa de la infección
que le provocó la herida, Sigurd era ya historia. Moraleja: asegúrate de que, si
le vas a cortar la cabeza a tu enemigo y la vas a colgar de tu montura, vaya primero
al dentista. O algo parecido, ¿no?
De la conclusión quiero mencionar un párrafo, haciendo hincapié en que esto es de 2018: “Sea lo que sea que nos depare el futuro, sean los que sean los desconcertantes cambios que sobrevengan en el año que viene, la década siguiente y el siglo que tenemos por delante, parece probable que seguiremos haciendo básicamente las mismas cosas. Culparemos a otros de nuestras desgracias, y construiremos complejos mundos de fantasía para que no tengamos que pensar en nuestros yerros. Recurriremos a líderes populistas después de las crisis económicas. Nos pelearemos por el dinero. Sucumbiremos al pensamiento grupal y a las manías y al sesgo de confirmación. Nos diremos que los nuestros son unos planes muy buenos y que nada puede salir mal.” (p. 253, mi traducción).
Y justo en la página siguiente, esto:
Y justo en la página siguiente, esto:
(*Arbusto
mediterráneo que al arder hace un ruido similar a la pedorreta)